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Manuel Molares do Val
Martes, 24 de Noviembre de 2015 Tiempo de lectura:

Multiculturalismo, no

[Img #7496]Hace 45 años, cuando cumplía el primero de su vida Ayaan Hirsi Ali, una somalí con mayor cociente intelectual que Einstein, el sociopolitólogo italiano mundialmente respetado Giovanni Sartori demostraba que proteger el multiculturalismo, las culturas encerradas en sí mismas apartándose de los demás, iba contra el progreso de todos.

 

Y advertía que los más primitivos sólo evolucionarían aceptando el pluralismo cultural, que es amalgamarse con otros.

 

Poco después Hirsi Ali, hija de un jefe tribal, musulmán fanático y yihadista, sufría la ablación del clítoris y el cosido de los labios vaginales.

 

Educada como salafista, su inteligencia superior le hizo plantearse preguntas que la llevaron a escapar en una escala en Holanda cuando la enviaron a casarse con un familiar a Canadá.

 

Su vida es la admirable historia de una mujer hecha luego a sí misma, hereje del islam, primero, atea después, con doctorados universitarios en Holanda y EE.UU., y numerosos libros fundamentales para saber qué está pasando con la no integración de la emigración islámica en occidente.

 

Está casada con otro sabio, el historiador y economista británico Niall Ferguson, cuyas teorías sobre lo reaccionario que es el multiculturalismo coinciden con las del ya viejo Sartori.

 

En pocas palabras: una sociedad evolucionada morirá si apoya el multiculturalismo al admitir las prácticas bárbaras de grupos separados del racionalismo de los demás.

 

Cualquier comunidad con leyes internas como la sharía, por la que algunos fieles se sienten legitimados para asesinar para su dios, es un peligro para las sociedades regidas por la razón.

 

En el mundo occidental estamos sufriendo el multiculturalismo, en lugar de gozar del pluralismo cultural por el que unas culturas entregan lo mejor de lo suyo a las otras y todas juntas se enriquecen, como proponen Sartori, Hirsi y Ferguson.

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