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Raúl González Zorrilla, director de La Tribuna del País Vasco
Viernes, 27 de Noviembre de 2015 Tiempo de lectura:

Urkullu no sabe si es de "los suyos" o de "los nuestros"

Hace algo más de diez años, cuando la banda terrorista ETA llevaba ya más de dos décadas asesinando, secuestrando y extorsionando, el Partido Nacionalistas Vasco (PNV) mantuvo su primera reunión con las víctimas vascas del terrorismo.

 

A aquel encuentro, que tuvo lugar en la entonces sede de la Fundación Gregorio Ordóñez en San Sebastián, asistieron, por parte de los nacionalistas, Joseba Egibar, hoy responsable del PNV en Guipúzcoa; el abogado José Antonio Rubalkaba Quintana, entonces diputado de los nacionalistas en el Parlamento de Vitoria, e Iñigo Urkullu, que entonces también formaba parte de las filas del PNV en la Cámara vasca. Frente a ellos se encontraban tres mujeres que habían perdido a padres y hermanos en atentados terroristas cometidos por ETA. Ante ellas, el hoy lehendakari no tuvo ningún problema en afirmar que solamente las reconocía como personas afectadas por la violencia porque “ustedes se autoproclaman a sí mismas como víctimas del terrorismo” y, al mismo tiempo, no dudó en definir a los asesinos etarras ya detenidos y encerrados en prisión “como ciudadanos y ciudadanas vascas privadas de libertad”. La reunión se acabó en aquel momento.

 

[Img #7523]Pues bien, muchos años después, Iñigo Urkullu, al igual que su partido, el PNV, que como la extrema izquierda y las formaciones antisistema se ha negado a firmar el Pacto Antiyihadista, sigue sin distinguir a las víctimas de los verdugos y afirma sin un atisbo de vergüenza que no sabe “quiénes son ellos”, refiriéndose a los terroristas del autodenominado Estado Islámico. Así que tampoco sabrá si es de "los suyos" o de "los nuestros".

 

No es de extrañar este desconocimiento porque pasar casi medio siglo condenando los atentados de ETA con la boca pequeña mientras públicamente se comprendía y se justificaba a los terroristas, marca una huella indeleble en estos políticos éticamente indecentes e intelectualmente iletrados que, con tal de no actuar contra los asesinos, no dudan en buscar todo tipo de coartadas ideológicas para tratar de amparar a quienes tienen a las democracias occidentales como objetivo prioritario. Porque esos "ellos" a los que el lehendakari dice “no conocer”, nos odian “a nosotros”, es decir, a quienes, seamos de la raza que seamos y provengamos de donde provengamos, somos orgullosamente conscientes de que nuestra esencia como ciudadanos occidentales son las libertades individuales, la igualdad entre los individuos, el pluralismo ideológico y la tolerancia religiosa. Estos somos “nosotros”. Somos hombres y mujeres enraizados en los valores morales más avanzados que hasta la fecha ha sido capaz de aflorar nuestra civilización. Comprendo que el lehendakari Iñigo Urkullu y su partido, el PNV, no entiendan de estas cosas. Ellos todavía andan reivindicando los presuntos “derechos de los pueblos”, los infantiles sentimiento patrióticos como “argumentos políticos” y el odio, o la aceptación a regañadientes, a todos aquellos que no somos vascos, es decir, que no somos vascos nacionalistas.

 

Durante las largas décadas en las que el PNV se ha mantenido al frente del Gobierno vasco, la policía autonómica vasca apenas fue capaz de detener a una decena de terroristas de ETA, a pesar de que éstos se movían con total impunidad por las calles vascas. Tanto que, algunos terroristas, como Josu “Ternera”, llegaron a sentarse en el Parlamento de Vitoria de la mano siempre comprensiva del PNV. ¿A quién le puede extrañar, pues, que el Lehendakari no sepa hoy quiénes son los terroristas del Estado Islámico?

 

El PNV, partido fundado por un fanático religioso, racista, machista e ignorante como Sabino Arana, no reconocería a un terrorista, a un liberticida, a un fanático antioccidental o a un asesino ni aunque lo tuviera a la puerta de su sede bilbaína. De hecho, este partido está tan acostumbrado a sentarse en las mesas que los criminales suelen poner para “negociar”, como ocurrió en la localidad navarra de Estella en 1998, que probablemente les franquearía el paso, "para hablar hasta el amanecer", con todos los honores.

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