Los frutos de una Iglesia vasca desnortada
Hace unas pocas semanas el Ayuntamiento bildutarra de Pamplona prohibió una exposición relacionada con la Policía Nacional y el terrorismo, que al final tuvo que admitir por la fuerza de la ley, no por su voluntad.
Lo que no quiso exponer el gobierno bildutarra en relación a las Fuerzas de Seguridad del Estado tenía una especial fuerza simbólica pues han sido los servidores del Estado las principales –por número- víctimas de quienes tanta preocupación tienen por borrar toda huella de los atropellos y crímenes de lesa humanidad cometidos durante la hégira nacionalista, bien por acción directa o por encubrimiento. Es esa misma clase política nacionalista que ahora se niega a formar un frente común con el mundo occidental contra el terrorismo yihadista. Los mismos que hacen frente común con una izquierda prosoviética amante de todo lo que se oponga a una civilización que hunde sus raíces en el legado cristiano. Y curiosamente eso lo hacen quienes se caracterizaban por un fundamentalismo católico más ritual que de sólidos fundamentos.
Pues bien. En estos mismos momentos se expone una pretendida obra de arte, verdadero desafío a la más escuálida sensibilidad, donde un autoproclamado artista alardeando de haber asistido a 242 eucaristías y “con las hostias consagradas guardadas formé la palabra” [pederastia], exhibe un aberrante exabrupto atentatorio a lo que pueda ser calificado como arte. En esa expresión pretendidamente libre donde se falta a un mínimo respeto a las raíces de nuestra civilización, es decir a los valores del cristianismo, se han colocado las hostias consagradas que él sustrajo allí donde los creyentes reciben el mensaje evangélico de Jesús de Nazaret, formando la palabra “pederastia” y ultrajando el significado que tiene esa representación del cuerpo de Cristo. Este personaje se llama Abel Azcona.
Esto sí que promueve y permite el Ayuntamiento bildutarra y no los verdaderos valores humanísticos universales.
Aparte de que no puede ser considerado arte lo que hiere a la sensibilidad de millones de fieles al catolicismo, y que no tiene ningún valor estético; pues ética y estética son conceptos colindantes; es un acto de profunda cobardía. ¿Por qué no hace eso mismo pintando a Mahoma sin turbante, por poner un ejemplo? Evidentemente, hacerlo supondría también una coz dirigida directamente al bajo vientre del concepto del arte, pero… ¿a que no tiene gónadas para hacerlo? Es muy fácil atacar al mundo cristiano cuando se sabe que eso sale gratis, y que aunque produzca una convulsión en quienes creen en los valores cristianos, no va a haber respuestas, y, por el contrario, así se logra notoriedad y salir de un anonimato fruto de la incapacidad para producir algo que se pueda considerar arte.
Pero vayamos al asunto principal:
La Iglesia vasca de los curas trabucaires seguidores del mundo abertzale tiene mucha culpa de lo que está sucediendo, y la Conferencia Episcopal debería hacer una reflexión al respecto si no la ha hecho ya.
Hasta la llegada del obispo Munilla, que afortunadamente ha dado un giro a la situación diocesana, al que era territorio Bildu antes de la “abertzalización” de Navarra, la situación era muy diferente a la actual que hace patalear a los abertzales. El obispo Setién, de nefasto recuerdo, junto a otros obispos un poco menos implicados pero artífices de la equidistancia, y una gran parte del clero vasco, comulgaba (no en misa precisamente) con las ideas abertzales, e, incluso –como en el famoso caso del asesinato de guardias civiles en Salvatierra (Alava) mientras organizaban una carrera ciclista- colaboraban en ciertos casos activamente con ETA. Es decir, sustituían –como bien denunciaba mi admirado sacerdote Jaime Larrínaga, que no mercadeaba en el Templo de Jerusalén- la religión católica por otra religión pagana que es la del nacionalismo redentor de Sabino Arana.
Pues bien. Aquí tienen ustedes, señores obispos vascos de la época del plomo, comprometidos con ideas que son antivalores, muy poco humanistas, su resultado. Sus amigos, los de Bildu, los que reciben el legado político de ETA, promueven una exposición sacrilegio. Este es su fruto. No creo que ustedes puedan sentirse orgullosos de lo que han hecho. Y cada uno recoge lo que cultiva.
Hace unas pocas semanas el Ayuntamiento bildutarra de Pamplona prohibió una exposición relacionada con la Policía Nacional y el terrorismo, que al final tuvo que admitir por la fuerza de la ley, no por su voluntad.
Lo que no quiso exponer el gobierno bildutarra en relación a las Fuerzas de Seguridad del Estado tenía una especial fuerza simbólica pues han sido los servidores del Estado las principales –por número- víctimas de quienes tanta preocupación tienen por borrar toda huella de los atropellos y crímenes de lesa humanidad cometidos durante la hégira nacionalista, bien por acción directa o por encubrimiento. Es esa misma clase política nacionalista que ahora se niega a formar un frente común con el mundo occidental contra el terrorismo yihadista. Los mismos que hacen frente común con una izquierda prosoviética amante de todo lo que se oponga a una civilización que hunde sus raíces en el legado cristiano. Y curiosamente eso lo hacen quienes se caracterizaban por un fundamentalismo católico más ritual que de sólidos fundamentos.
Pues bien. En estos mismos momentos se expone una pretendida obra de arte, verdadero desafío a la más escuálida sensibilidad, donde un autoproclamado artista alardeando de haber asistido a 242 eucaristías y “con las hostias consagradas guardadas formé la palabra” [pederastia], exhibe un aberrante exabrupto atentatorio a lo que pueda ser calificado como arte. En esa expresión pretendidamente libre donde se falta a un mínimo respeto a las raíces de nuestra civilización, es decir a los valores del cristianismo, se han colocado las hostias consagradas que él sustrajo allí donde los creyentes reciben el mensaje evangélico de Jesús de Nazaret, formando la palabra “pederastia” y ultrajando el significado que tiene esa representación del cuerpo de Cristo. Este personaje se llama Abel Azcona.
Esto sí que promueve y permite el Ayuntamiento bildutarra y no los verdaderos valores humanísticos universales.
Aparte de que no puede ser considerado arte lo que hiere a la sensibilidad de millones de fieles al catolicismo, y que no tiene ningún valor estético; pues ética y estética son conceptos colindantes; es un acto de profunda cobardía. ¿Por qué no hace eso mismo pintando a Mahoma sin turbante, por poner un ejemplo? Evidentemente, hacerlo supondría también una coz dirigida directamente al bajo vientre del concepto del arte, pero… ¿a que no tiene gónadas para hacerlo? Es muy fácil atacar al mundo cristiano cuando se sabe que eso sale gratis, y que aunque produzca una convulsión en quienes creen en los valores cristianos, no va a haber respuestas, y, por el contrario, así se logra notoriedad y salir de un anonimato fruto de la incapacidad para producir algo que se pueda considerar arte.
Pero vayamos al asunto principal:
La Iglesia vasca de los curas trabucaires seguidores del mundo abertzale tiene mucha culpa de lo que está sucediendo, y la Conferencia Episcopal debería hacer una reflexión al respecto si no la ha hecho ya.
Hasta la llegada del obispo Munilla, que afortunadamente ha dado un giro a la situación diocesana, al que era territorio Bildu antes de la “abertzalización” de Navarra, la situación era muy diferente a la actual que hace patalear a los abertzales. El obispo Setién, de nefasto recuerdo, junto a otros obispos un poco menos implicados pero artífices de la equidistancia, y una gran parte del clero vasco, comulgaba (no en misa precisamente) con las ideas abertzales, e, incluso –como en el famoso caso del asesinato de guardias civiles en Salvatierra (Alava) mientras organizaban una carrera ciclista- colaboraban en ciertos casos activamente con ETA. Es decir, sustituían –como bien denunciaba mi admirado sacerdote Jaime Larrínaga, que no mercadeaba en el Templo de Jerusalén- la religión católica por otra religión pagana que es la del nacionalismo redentor de Sabino Arana.
Pues bien. Aquí tienen ustedes, señores obispos vascos de la época del plomo, comprometidos con ideas que son antivalores, muy poco humanistas, su resultado. Sus amigos, los de Bildu, los que reciben el legado político de ETA, promueven una exposición sacrilegio. Este es su fruto. No creo que ustedes puedan sentirse orgullosos de lo que han hecho. Y cada uno recoge lo que cultiva.