“El capitalismo moderno, abierto y competitivo, es una prodigiosa máquina de hacer pan”
El canto al libre mercado y la libertad de Carlos Alberto Montaner
El periodista, escritor y profesor universitario cubano Carlos Alberto Montaner, que reside en Madrid desde 1970, es uno de los columnistas más influyentes en lengua española y, en uno de sus más recientes artículos, “Gracias, dios mío, por el mercado y la libertad”, ha dado un poderoso ejemplo de sinceridad y lucidez al analizar las profundas y enriquecedoras relaciones que existen entre el libre mercado y las libertades individuales de los ciudadanos.
Montaner toma como referencia para su texto lo que ocurrió en la noche del “Día de acción de gracias (Thanksgiving)”, cuando decenas de miles de norteamericanos durmieron a las puertas de las tiendas “para arramblar con todo lo que pudieron en el llamado ‘Viernes negro’ (Black Friday). Luego siguió la fiesta durante un fin de semana en el que las rebajas de precio y la competencia entre tiendas y marcas incitaban sin tregua el insaciable apetito de los consumidores”.
El escritor nacido en La Habana explica que entre “Thanksgiving” y las Navidades, los norteamericanos compran el 20% de todo lo que adquieren a lo largo del año. Y detalla cómo se sabe que la extraordinaria vitalidad de la economía de Estados Unidos –que este año producirá más de 17 billones de dólares– depende en un 70% de las compras de su sociedad. “Cuando ese porcentaje disminuye sustancialmente, el país entra en recesión, aumenta el desempleo y la situación de los más pobres suele agravarse”.
“Los responsables de ese asombroso milagro económico”, escribe el coautor del ensayo “Manual del perfecto idiota latinoamericano” en un párrafo magistral, son los apóstoles del mercado: “los emprendedores que lanzan las empresas, los legisladores que las protegen con leyes justas, los tribunales que administran el derecho mercantil, los financieros que procuran los recursos, los capitalistas que arriesgan sus ahorros o parte de ellos, los abogados que le dan forma legal al empeño y lo defienden en los conflictos, los ingenieros que construyen los bienes u organizan los servicios, los comerciantes que los transan, los publicitarios que despiertan el interés de las gentes, los especialistas en marketing, los vendedores, y un sudoroso etcétera de gente febrilmente dedicada día tras día a producir y a innovar para poder competir”.
“De ese aguerrido ejército depende el bienestar del conjunto de la sociedad y una recaudación de impuestos que permita sostener a un Estado eficiente. Si hay beneficios y excedentes, son posibles la educación, la policía, la sanidad, las carreteras y alcantarillados, y el resto de los servicios públicos, incluidas las Fuerzas Armadas que nos protegen de los depredadores exteriores”.
“Si hay beneficios y excedentes, se multiplican las pulsiones caritativas y filantrópicas que permiten que florezcan las religiones organizadas y la miríada de oenegés que subsisten de la solidaridad ajena, aunque desprecien el aparato productivo del que viven, y le muerdan la mano al que les da de comer, acaso porque no entienden cómo se crea, conserva o malgasta la riqueza”.
Para Montaner, cuando nos preguntamos por qué Corea del Norte es veinte veces más pobre que Corea del Sur, la respuesta hay que buscarla en el colectivismo y la planificación centralizada. “Son casi los mismos coreanos, unos instalados en la utopía totalitaria y los otros en el mercado libre. Lo de casi es porque el promedio de estatura de los del norte es tres centímetros menos que los del sur y, además, su esperanza de vida es 11 años menor (69 frente a 80)”.
Cuando queremos saber por qué la infinita mayoría de los cubanos no tienen esperanzas racionales en las pseudo-reformas de Raúl Castro y continúa tratando de escapar del paraíso de los trabajadores, como los casi cuatro mil que hoy se agolpan en Costa Rica, y los millones que esperan su oportunidad en Cuba, es porque en esa Isla persisten los mitos del colectivismo, la planificación centralizada y la hegemonía total del Partido Comunista. La perspectiva, pues, es de hambre”.
“Démosles gracias, pues, al mercado y a la libertad, en estos días tan significativos”, concluye Montaner. “El capitalismo moderno, abierto y competitivo, como se ha dicho, es una prodigiosa máquina de hacer pan”.
El periodista, escritor y profesor universitario cubano Carlos Alberto Montaner, que reside en Madrid desde 1970, es uno de los columnistas más influyentes en lengua española y, en uno de sus más recientes artículos, “Gracias, dios mío, por el mercado y la libertad”, ha dado un poderoso ejemplo de sinceridad y lucidez al analizar las profundas y enriquecedoras relaciones que existen entre el libre mercado y las libertades individuales de los ciudadanos.
Montaner toma como referencia para su texto lo que ocurrió en la noche del “Día de acción de gracias (Thanksgiving)”, cuando decenas de miles de norteamericanos durmieron a las puertas de las tiendas “para arramblar con todo lo que pudieron en el llamado ‘Viernes negro’ (Black Friday). Luego siguió la fiesta durante un fin de semana en el que las rebajas de precio y la competencia entre tiendas y marcas incitaban sin tregua el insaciable apetito de los consumidores”.
El escritor nacido en La Habana explica que entre “Thanksgiving” y las Navidades, los norteamericanos compran el 20% de todo lo que adquieren a lo largo del año. Y detalla cómo se sabe que la extraordinaria vitalidad de la economía de Estados Unidos –que este año producirá más de 17 billones de dólares– depende en un 70% de las compras de su sociedad. “Cuando ese porcentaje disminuye sustancialmente, el país entra en recesión, aumenta el desempleo y la situación de los más pobres suele agravarse”.
“Los responsables de ese asombroso milagro económico”, escribe el coautor del ensayo “Manual del perfecto idiota latinoamericano” en un párrafo magistral, son los apóstoles del mercado: “los emprendedores que lanzan las empresas, los legisladores que las protegen con leyes justas, los tribunales que administran el derecho mercantil, los financieros que procuran los recursos, los capitalistas que arriesgan sus ahorros o parte de ellos, los abogados que le dan forma legal al empeño y lo defienden en los conflictos, los ingenieros que construyen los bienes u organizan los servicios, los comerciantes que los transan, los publicitarios que despiertan el interés de las gentes, los especialistas en marketing, los vendedores, y un sudoroso etcétera de gente febrilmente dedicada día tras día a producir y a innovar para poder competir”.
“De ese aguerrido ejército depende el bienestar del conjunto de la sociedad y una recaudación de impuestos que permita sostener a un Estado eficiente. Si hay beneficios y excedentes, son posibles la educación, la policía, la sanidad, las carreteras y alcantarillados, y el resto de los servicios públicos, incluidas las Fuerzas Armadas que nos protegen de los depredadores exteriores”.
“Si hay beneficios y excedentes, se multiplican las pulsiones caritativas y filantrópicas que permiten que florezcan las religiones organizadas y la miríada de oenegés que subsisten de la solidaridad ajena, aunque desprecien el aparato productivo del que viven, y le muerdan la mano al que les da de comer, acaso porque no entienden cómo se crea, conserva o malgasta la riqueza”.
Para Montaner, cuando nos preguntamos por qué Corea del Norte es veinte veces más pobre que Corea del Sur, la respuesta hay que buscarla en el colectivismo y la planificación centralizada. “Son casi los mismos coreanos, unos instalados en la utopía totalitaria y los otros en el mercado libre. Lo de casi es porque el promedio de estatura de los del norte es tres centímetros menos que los del sur y, además, su esperanza de vida es 11 años menor (69 frente a 80)”.
Cuando queremos saber por qué la infinita mayoría de los cubanos no tienen esperanzas racionales en las pseudo-reformas de Raúl Castro y continúa tratando de escapar del paraíso de los trabajadores, como los casi cuatro mil que hoy se agolpan en Costa Rica, y los millones que esperan su oportunidad en Cuba, es porque en esa Isla persisten los mitos del colectivismo, la planificación centralizada y la hegemonía total del Partido Comunista. La perspectiva, pues, es de hambre”.
“Démosles gracias, pues, al mercado y a la libertad, en estos días tan significativos”, concluye Montaner. “El capitalismo moderno, abierto y competitivo, como se ha dicho, es una prodigiosa máquina de hacer pan”.