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Ernesto Ladrón de Guevara
Martes, 08 de Diciembre de 2015 Tiempo de lectura:

Más de Mas

[Img #7625]

 

Es evidente que en democracia no se pueden prohibir las opiniones, pero sí se pueden perseguir ilícitos penales y actos sedicentes.

 

Esto del nacionalismo resulta una pesadez. Es como el primo del pueblo que cada vez que viene a la ciudad no sale del monotema de lo mal que está la agricultura, que no llueve suficientemente y que el campo es ruinoso. Cuando le dices que eso ya te lo había contado en la anterior cita te contesta que sí, pero que todo sigue igual. Por mucho que intentes hablar de lo guapo que está el nene, o lo bien que funciona el nuevo coche que has comprado, da igual, él con lo suyo, las patatas, las berzas… Pues con el nacionalismo ocurre lo mismo, el raca-raca: lo malos que son los demás, lo pésimamente que son tratados, los agravios eternos, lo bien que estaríamos solos en el mundo, lo deseable que sería poner un muro alrededor del paisito al estilo del de Israel, para vivir en la ínsula Baratalia sin contaminaciones maquetas o charnegas. Resulta muy cansino, y yo, estimado lector, llevo un tercio de mi vida prestándoles demasiada atención. Me gustaría hacerles transparentes, hacer como que no les veo. Pero tristemente me afecta en la vida diaria, me han impedido progresar profesionalmente,  me han tenido secuestrado con unos señores que se llamaban escoltas, o acompañantes, o como se quiera que se les llame, que me protegían y guiaban por la cotidianidad diaria  para que nadie me hiciera un estropicio irreparable, durante una década. Generan incertidumbre y ahuyentan la inversión. No pagan (los nacionalistas catalanes) a las farmacias, lo cual es una aberración, pues destinan el dinero que deben por los medicamentos que salvan vidas a sus conciudadanos a fines de la construcción nacional. Impiden la producción de riqueza, no solamente material, sino espiritual, el buen espíritu que produce una convivencia en paz. Etc. Son un cáncer en la construcción de las sociedades modernas, y representan lo más casposo de un pasado que debería estar superado, el que produjo tantas guerras y enfrentamientos durante la centuria pasada. Por eso no soy capaz, aunque lo deseo fervientemente, de desconectarme del monotema. Es verdad que soy un antinacionalista feroz, cosa que frecuentemente se me achacaba por gentes que viven de la política, como si el ser antinacionalista fuera como tener piojos.

 

¡Qué le vamos a hacer!

 

Hoy les voy a comentar la réplica que hizo Artur Mas (más de lo mismo) a la  sentencia del Tribunal Constitucional que declara ilegal la resolución del Parlamento catalán  para el “proceso” separatista. ¡Qué gusto le sacan los nacionalistas separatistas a la palabra “proceso”!  Parece un mantra.

 

Es evidente que el Presidente en funciones –actualmente secuestrado por los anarquistas de la CUP- se la ha cogido con papel de fumar a la hora de replicar al Tribunal Constitucional. Dice el dinamitador de CIU que  “Jurídicamente, está claro que la resolución queda anulada, políticamente no, porque no se pueden anular las opiniones”.  Hombre, pues sí y no. Las opiniones son libres. Eso está claro y no se pueden perseguir, salvo que se opine que hay que matar al vecino, o que sería mejor quemar los bosques, o vapulear a la parienta. ¿Pero no le parece al señor Mas que una cosa es la opinión que pueda ser ejercida en la libertad de expresión y otra la acción de gobierno o legislativa que corresponde a las instituciones? Yo no elijo a mis representantes para que opinen sino para que me arreglen los problemas. Para opinar me basto yo solo.  Además, yo podría opinar que hay que ir a Francia a ocuparla por la fuerza, o que el vecino tiene un piso mejor que el mío y, por tanto, desearía echarle de él, pero temo que fueran a venir unos señores con bata blanca y me pondrían una camisa de fuerza para llevarme al psiquiátrico más cercano. Y yo les diría… ¡pero si es una opinión…!

 

Esto parece propio de cómic, no de personas sensatas y sesudas. ¿Pero qué gobernantes han elegido ustedes, mayoría de catalanes que han emitido el voto? ¿Se dan cuenta de adónde están llevando las cosas? ¿Se merecen ustedes este tipo de personajes? Quizás sí, pues han sido apoyados por una buena porción de los electores (al menos un 30% del electorado). O quizás no, porque la mayoría de los catalanes no pertenece a ese mundo de locos.

 

Dice el señor Mas que, pese a la sentencia del Constitucional, va a seguir adelante con el “proceso”. Eso sí… “políticamente”. ¿Y qué diferencia hay entre lo político y lo jurídico, si lo político causa efectos jurídicos? ¿O es que hay algo en política que no sea jurídico, es decir que no esté sometido al imperio de la ley? Si la política se sale de la ley deja de ser política para pasar a la categoría de acto subversivo. Y si es así, no se puede quejar el señor Mas de que se le aplique la acción de la justicia. De lo contrario es pura esquizofrenia, fenómeno éste muy habitual durante estos cuarenta años de democracia que ha consistido en coexistir con el nacionalismo dándole pábulo. ¡Alucinante! Y empleo esta expresión en sentido genuino, pues esto no puede ser real, esto pertenece al mundo de lo onírico.

 

Artur Mas dice que “no queremos estar en la alegalidad ni en la ilegalidad pero que no es incompatible con dejarlo todo atado y bien atado para el momento en que se pueda declarar el Estado propio. Por eso, aunque jurídicamente la sentencia del TC es clara, políticamente no se puede anular la voluntad de una parte muy significativa de la sociedad catalana”. ¡Toma castaña! Supongamos que la tripulación de un barco decidiera en plena navegación que ese ingenio flotante ya no pertenece a la naviera y que  en lugar de llevar al pasaje a destino van a irse a las Bahamas a pasar una temporada. ¡Como es una opinión y es su voluntad… por si acaso llega el momento de poder hacerlo…! Simplemente escatológico.  ¿Y en estas manos están los catalanes? Eso ya nos ocurrió a los vascos, y parece no tener remedio.

 

En fin… contra esta enfermedad colectiva, mezcla de esquizofrenia y paranoia,  solamente hay un remedio: imperio de la ley y lucha contra la impunidad. No digo que el Presidente del Gobierno español esté actuando mal. Pienso que la prudencia es buena consejera a la hora de actuar, y sobre todo, la aplicación estricta de los mecanismos legales que se hace sobre hechos probados y actos administrativos. En eso no hay ningún reparo, pero pienso que ya es hora de no dejar pasar ni una. ¡Ya está bien con la broma! No es de recibo que el conjunto de los españoles salgamos de una y nos metamos en otra por este tipo de frivolidades más propia de adolescentes malcriados que de personas de bien que busquen el bien común.

 

Con lo que estoy diciendo quiero expresar que todos los mecanismos constitucionales son aplicables en derecho, incluido el artículo 155 que suspenda la autonomía total o parcialmente, y el código penal para los delitos correspondientes, incluidos los de sedición, alta traición o rebelión. El señor Mas es el máximo representante del Estado en su comunidad autónoma. Si no quiere ejercer como tal, lo cual no es renunciable, que dimita. El ser presidente de su comunidad lleva implícito el ser representante del Estado en Cataluña, y eso está en el sueldo que cobra y en la función para la que se le ha elegido. Es irrenunciable. El no ejercer como tal es delito de prevaricación, al menos.

 

Llegado el caso, hay que actuar con todas las consecuencias contra Mas y contra los que auspicien la rebelión, la sedición o el crimen de alta traición en grado de tentativa o materialmente. No hay posibilidad alguna de renuncia por parte del Estado de esta obligación. Eso sí, cuando haya actos concretos y actuaciones, más que simples palabras, por muy incoherentes o aberrantes que parezcan.

 

Ya se cuidará el señor Mas en no dar ese paso. Se mueve con mucha destreza en el cable de funambulista. Parece que se va a caer, pero siempre encuentra la manera de compensar el desequilibrio. La culpa la tienen más los que se dejan llevar por proclamas que él mismo.

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