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Fernando José Vaquero Oroquieta
Jueves, 17 de Diciembre de 2015 Tiempo de lectura:
La ideología de género: “prueba del algodón” del Régimen

Réquiem por UPyD

[Img #7697]Uno de los últimos actos sectoriales celebrados por Andrés Herzog, candidato de UPyD a la presidencia del Gobierno en las elecciones del 20 de diciembre, ha sido la recepción de un grupo de históricos militantes de la causa de la custodia compartida y de la denuncia de las leyes discriminatorias de género. También figuraban, entre los asistentes, unos pocos de los cientos de miles de varones a los que se privó, en estos años, de la presunción de inocencia, en los respectivos procesos penales, a causa de su condición masculina; siendo sometidos a detenciones policiales arbitrarias y diversos abusos coercitivos por parte de las sucesivas instancias de la industria del maltrato subvencionada por todas las Administraciones del Régimen.

 

UPyD ha sido el único partido parlamentario –Vox no lo es y difícilmente lo será- que ha mantenido, a lo largo de su siempre difícil existencia, la misma postura al respecto: denunciando la asimetría legal implantada por las leyes de género, reclamando en el Congreso centros de acogida para varones maltratados, advirtiendo la manipulación de las estadísticas procesales, propugnando la custodia compartida. En suma: defendiendo la igualdad efectiva entre mujeres y varones que establece nominalmente el artículo 14 de la Constitución española y que, sistemáticamente, ha sido vulnerada por disposiciones legales de todo tipo; consagrándose tamaña incongruencia por el Tribunal Constitucional. Y no le ha resultado sencillo: recuérdese la caza de brujas desatada contra Toni Cantó en su día, ahora resguardado en puerto más cómodo y seguro.

 

Esta recepción, enmarcada en el canto del cisne que viene representando la formación magenta desde hace meses, exhibe un potente valor simbólico; no en vano, la ideología de género está asumida como constitutiva por todos los partidos del Régimen. Y si alguien tenía dudas –todavía- acerca de la postura del Partido Popular al respecto, recuérdese la desaforada intervención del Ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, en el marco de la polémica desatada por la candidata de Ciudadanos Marta Rivera de la Cruz, en el “debate a nueve en TVE” del miércoles 9 de diciembre, al afirmar que “es tan grave que un hijo vea cómo su padre mata a su madre que vea cómo su madre mata a su padre”.

 

El Partido Popular -quien ha retirado de listas a todos los parlamentarios que manifestaron ocasionalmente cierta independencia de criterio en la defensa del derecho a la vida frente a las dudas y cambios de línea oficiales- se ha alineado, poco a poco, pero sin fisuras, con el más potente, operativo y beligerante lugar común de lo políticamente correcto: la ideología de género; el producto y sello más elaborado de la alquimia radical-progresista de raíces marxistas. Una mutación ideológica incomprensible en un partido, inicialmente liberal-conservador, efectuada unilateral y sorpresivamente por su liderazgo; sin consulta alguna a sus bases o electorado.

 

Asumiendo tales premisas -ajenas por completo a su base electoral más fiel- el Partido Popular se ha convertido, definitivamente, en una formación de corte socialdemócrata; al menos en lo que respecta a su discurso cultural e ideológico, renunciando así a la batalla de las ideas. Y se reserva, como única justificación, su presunta eficiencia en el siempre importante ámbito de la economía: última trinchera de su vapuleada legitimidad y ulterior razón de ser. Por otra parte, con tal viraje estratégico se impone otro daño colateral: la liquidación de la derecha católica española; vicisitud a la que dedicaremos una reflexión específica en breve.

 

Al contrario que el Partido Popular con su incongruente deriva ideológica, UPyD no se ha plegado a las imposiciones de los poderes fácticos; que ya no son la Iglesia, carcas maestros nacionales, militares africanistas y roñosos empresarios locales. Ahora los poderes reales son ejercidos por unas elites financieras que detentan, además, el control de los medios de comunicación de masas, y sus satélites intelectuales y académicos. Recordemos, aquí, cómo esos poderes financiero-mediáticos exigieron desvergonzadamente la convergencia de UPyD con Ciudadanos, a lo que se negaron Rosa Díez y los suyos. Éstos, alegando que UPyD constituiría un partido dotado de un programa coherente, frente a un Ciudadanos perfilado como un “atrapa-todo” en el que recalarían advenedizos de cualquier pelaje, soportaron una respuesta mediática tan unánime como chantajista: “Rosa Díez es una soberbia”, “es una leninista”, “está desaprovechando su oportunidad”, etc., etc. Y mientras tanto, a Pablo Iglesias, Monedero, Errejón y, algo menos a Rivera, se les proporcionaba barra libre en la mayoría de medios y tertulias de pretensiones políticas; lo que ha constituido una de las campañas de promoción partidaria menos disimuladas y más paradójicas de nuestra reciente historia.

 

Rosa Díez venía intentando, lentamente, construir un partido “a la europea”, elaborando a su medida un programa de resonancias jacobinas, unitarias y progresistas. Para ello se centró en dos vectores. El primero, la defensa y promoción de la igualdad: entre mujeres y varones; pero sobre todo, entre los españoles de los diferentes territorios. En segundo lugar, la denuncia de la corrupción; lo que le llevó a personarse en diversos contenciosos legales como acusación particular. Tamaña coherencia ha sido castigada con un descarado ostracismo mediático, en contraste con los medios facilitados a Podemos mayormente, y el ataque sistemático a su imagen; lo que ha cercenado definitivamente sus posibilidades reales. Y algo parecido le ha sucedido, aunque situado ya en otro espacio sociopolítico, a Vox.

 

Puede afirmarse, con todo ello, que el recambio de las élites políticas del Régimen se está desarrollando… sustituyendo a algunos de sus protagonistas, pero manteniendo el escenario y las reglas del juego: Ciudadanos, como fórmula aceptable para desencantados del centro, y Podemos, como instrumento de reenganche de progres irredentos y comunistas recalcitrantes. Un recambio parcial y controlado de élites, cuyo objetivo es que todo siga igual; no en vano, así sucede, a decir de Antonio García-Trevijano: “(…) cuando los gobernados, por la condición antidemocrática del Régimen que los gobierna y domina, no pueden intervenir en la cuestión decisiva de la libertad: la formación del Poder. La naturaleza y el alcance del poder político están decididos de antemano en el Estado de partidos. El control administrativo de lo público pertenece en exclusiva al consenso oligárquico de los partidos. Y el dominio privado de lo público, al consenso de la oligarquía financiera y mediática de la comunicación. La disputa por la hegemonía entre ellos no tiene la trascendencia de una verdadera acción política, no es una contienda civilizada sobre el modo de gobernarse a sí misma la sociedad civil”.

 

Desengañémonos: esa sociedad totalitaria que anticipara Orwell, con su 1984, ha sido desbordada, sutilmente y en no pocas facetas, aquí y ahora. Y no merced a la acción de un régimen de partido único, de sombríos y tristes tonos rojos o pardos, sino desde una seudodemocracia distorsionada, de pensamiento único, que exige a los ciudadanos comulgar con ruedas de molino, particularmente la ideología de género; degradándolos a la categoría de súbditos atomizados, sin identidad ni sentido de la pertenencia, al albur de modas arbitrarias dictadas por un poder ajeno y hermético. Y en nombre, todo ello, de su supuesta felicidad.

 

En esta campaña electoral estamos asistiendo al acto final de UPyD. Acaso la esperanza de que en Ciudadanos se reencarne cierto potencial regenerador de los militantes magentas, tal y como han observado algunos comentaristas políticos, constituya su mejor herencia; y su lucha contra las políticas discriminatorias de género, su trabajo más fructífero y modélico.

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