Jueves, 18 de Septiembre de 2025

Actualizada Jueves, 18 de Septiembre de 2025 a las 16:16:24 horas

Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

Mikel Azurmendi
Viernes, 18 de Diciembre de 2015 Tiempo de lectura:
Algunas preguntas tras el puñetazo a Rajoy

El puñetazo de Pontevedra

[Img #7702]¿Por qué está tan airado ese joven español que precisa darle un puñetazo en la cara al presidente de su Gobierno? ¿Por qué está tan ufano de haberle partido al menos las gafas, ya que no la cara, y hace el signo de la victoria al ser detenido? Probablemente porque, hasta escasos tres meses de sus 18 años, ha vivido siempre en la abundancia y no le ha faltado nada material en la vida. Y porque, al haber hecho siempre lo que se le ha puesto en los cojones, ha fracasado completamente en sus estudios y en medio de su frustración personal solamente alcanza a dividir al mundo en fascistas y no fascistas.

 

Eso es lo que el pobre ha entendido del pensamiento binario de las izquierdas en que se introdujo en la escuela, en la cuadrilla o vaya usted a saber si en casa. Ese joven es en sus intenciones de la misma estirpe radical de los nazis, fascistas y comunistas de los años treinta del siglo pasado y ha demostrado que valor no le falta para llevar adelante esas intenciones. No tiene ni idea de qué sea la democracia ni de sus valores de libertad y pluralismo. Pero, ¿qué sabe de la virtud cívica de la tolerancia? Tampoco parece que quiera saber nada del consenso ético en nuestra sociedad sobre cuán intocable es un ser humano. Y ni pajolera idea tiene de la compasión y el altruismo como generadores en nosotros de una intención de protección del planeta y de evitar el maltrato a los animales. Hombres de verdad son para él los que saben llamar fascistas a los demás; y los que no lo hacen así, como mínimo son sospechosos de llegar a ser fachas. Los socialistas ya le han venido advirtiendo durante todos estos años que las derechas sólo saben cercenar nuestros derechos sociales y hasta el candidato socialista, muy ufano él, había tachado de “indecente” a Rajoy la víspera del puñetazo, así, con esa palabra y delante de todos. Esas izquierdas tibias no tienen cojones como tengo yo, debió de pensar el muchacho ése, y va y le sacude un puñetazo a Rajoy: a ver si se van enterando de que son unos fascistas y de que no pasarán.

 

Claro, el muchacho es un ultra en los campos de fútbol, un independentista en las tabernas y garitos, un impulsor de escraches que, en sus twits, amenaza de muerte y la desea a otros que tilda de fascistas. ¿Qué es lo que genera tanta ira? La genera el odio, el odio a España por cuanto la cree instaurada por las derechas; eso debe de creer él en su escasez de conocimientos a poco que haya interiorizado el “¡nunca más!” del chapapote, o los pactos en el Tinell de los socialistas con todo el catalanismo con tal de excluir al PP, o a poco que haya sopesado el certificado de garantía que los socialistas acababan de darles a ellos, a los más radicales de las izquierdas, después de las municipales y autonómicas para que echasen del poder de las ciudades al PP. Más que nunca, si cabe, en estos últimos años, ¿no han paseado hasta la saciedad los socialistas una infatuada imagen de no legitimidad del PP? He ahí todo un campo abonado para que se desmadre la mente de un pobre chaval sin conocimiento de la historia de España ni de los deberes cívicos ni del interés por la vida buena.

 

He conocido a unos cuantos mozuelos de esa ralea entre mis alumnos de facultad, pero también entre los profesores. ¿No es un profesor quien al día siguiente del puñetazo advirtió que eso no era más que una caricia en comparación con lo que Rajoy había hecho? Y se mofaba aconsejándole: ponga usted la otra mejilla, señor Rajoy, puesto que es cristiano. Un día también un profesor de mi facultad repartía con otros estudiantes octavillas contra mí exigiendo que, como era español, era un traidor al pueblo vasco y me marchase de la universidad. Y esos estudiantes prosiguieron el ejemplo del profesor y no cejaron de ensuciar mi nombre en las paredes y de amenazarme en los pasillos de la facultad. Hasta que destruyeron la puerta de mi despacho y quitaron para siempre la placa con mi nombre. No hubo estudiantes ni profesores que exigieran que en la puerta de mi despacho figurase mi nombre. El odio de las palabras y los insultos de los papeles acabaron en la colocación de una bomba en mi domicilio. Así de sencillo es fabricar un terrorista: a partir de una realidad mental falsa de las relaciones humanas y sociales y de un defectuoso andamiaje ético se va condensando odio, mucho odio, el cual fabrica iracundia, la cual destila violencia. Así es como un frustrado muchacho vasco del estilo de este muchacho de Pontevedra llegaba a ser aquí etarra o de la “kale borroka”.

 

¿Por qué un periodista del buenismo lo primero que ha hecho desde las ondas radiofónicas a la mañana siguiente del lamentable suceso en Pontevedra ha sido enviarles un abrazo y un saludo a los progenitores de ese airado muchacho del puñetazo sin acordarse para nada de enviarles un simple saludo al menos a los hijos de Rajoy, a su esposa y a sus padres? Porque el buenismo es así, porque claudica ante los deberes cívicos de justicia y equidad; y mucho más todavía ante las víctimas y los victimarios. ¿Por qué está tan interesada la prensa de derecha en sostener que sería injusto establecer una relación causa-efecto entre los insultos del secretario general del PSOE y la agresión de la que fue ayer objeto Rajoy? ¿Cree realmente la derecha que la acción humana funciona mecánicamente como el rayo y el trueno respondiendo a la secuencia de causas y efectos? Porque de ninguna manera es así y de nada vale predicar un avemaría por la paz y ¡pelillos a la mar, señores socialistas! No, la acción humana no está secuenciada según causa/efecto sino que responde a motivos generados por intenciones y creencias, y éstas son las que fraguan los mapas de la realidad y las propensiones a actuar estimulando un modo de ser y de actuar. Si la acción humana es impredecible se debe precisamente a este encadenamiento no causal de motivos, creencias, intenciones y azar. Nadie sabrá –a menos que lo diga el muchacho ése, y no nos mienta– si fue el azar de aquella airada intervención de Pedro Sánchez lo que precisamente desencadenó en él un proceso mental conativo conducente a hacer lo que hizo. Porque el azar es un ingrediente más de la explicación de la conducta humana, cosa que no lo es en el mecanismo causa/efecto. Por otro lado, ¿por qué el hecho de que millones de personas lo pensasen así legitimaría al secretario general de los socialistas llamarle “indecente” a Rajoy? ¿Desde cuándo la creencia del mayor número de personas es el criterio de verdad y no los argumentos? ¿Por qué la bondad de la acción política depende de la aquiescencia de un gran número de personas y no del interés común en buscar la concordia de los discordes? Y una pregunta insoslayable sobre la bonachona benignidad monarquizante del agredido en Pontevedra: ¿por qué sostiene Rajoy que no hay que hacer una lectura política de la agresión? ¿Pretende el presidente del Gobierno que efectuemos una lectura psicológica del puñetazo y lo demos como resultado de un insólito brote psicótico? ¿No fue la ideología nazi la que se amparó de las masas alemanas hasta narcotizarlas completamente? ¿Habremos de rehacer nuestra lectura del terrorismo nacionalista para encargársela a los psiquiatras?

 

El puñetazo en Pontevedra ha revalidado nuestra sospecha de que la democracia es muy mejorable, de que las izquierdas no disponen de un buen guía para avanzar por la senda democrática pero, también, de que la derecha prefiere ciertamente no mirar las piedras que hay en ese camino.

Portada

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.