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La Verdad Ofende
Lunes, 11 de Enero de 2016 Tiempo de lectura:

La derecha “popular”. De la cobardía a la traición

[Img #7857]“Los valientes se atreven, los cobardes huyen, los mediocres buscan pretextos”. En España tenemos de los tres hasta decir basta. Ni la hiena más miserable se acobarda cuando ve acosada su vida o la de su prole. La cobardía es la peor táctica. Nada se obtiene de ella, todo lo contrario. Recular facilita ser devorado más fácilmente y sin costo para el enemigo. La única opción, también por dignidad, es dar la cara y morder, plantar cara y oponerse. El apaciguamiento como solución solo es otro acto de cobardía más, no se equivoquen. Es la táctica de la lagartija, que regala su cola cuando la acosan, dando una parte de sí como modo de aplacar el apetito del depredador, que solo se aplaca temporalmente. Siempre volverá, como el chantajista, a por un poco más, hasta robarte todo. 

 

Por eso el desafío secesionista al que asistimos de nuestro Mas, “Arturo, Mr. 3%”, jamás se detendrá, da igual si con él o su nuevo bufón montañés leridano, pues su oponente, acobardado, a pesar de contar con los potentes recursos legales del estado, no hizo uso de ellos, prevaricando, al incumplir la ley que exige detener el delito, la secesión. Practicó el cobarde apaciguamiento, regalando más dinero (pasamos de 50.000 millones que jamás devolverán) mientras dilataba con declaraciones y reuniones su responsabilidad.

 

Hoy, el chusquero Puigdemont, envalentonado ante la “cobardía popular”, continuará “el proces” de nuevo en nombre del “pueblo”, ese pueblo catalán al que sus compatriotas no estamos defendiendo. Nuestros paisanos catalanes ya fueron saqueados en los años 30 por los mismos marxistas de ERC y aquella bipolar burguesía de Cambo o el coronel Macía, herederos de Claris, ese que perdió “la cola de la lagartija nacionalista” del Rosellón con Francia cuando ésta les demostró el “cariñoso trato” que les reservaba por su traición a España, prohibiendo hasta el catalán. Para vergüenza de quienes tenemos apellidos y sangre catalana, hace poco Arturo Mas pidió ingresar en la región francófona europea. No cabe más deshonor.

 

Cuán bastardeada palabra ésta, “popular”. Bajo ese calificativo ocurrieron los mayores genocidios del siglo XX distinguidos por una bandera sanguinolentamente roja que prometió lo que jamás dio, derechos, justicia social o igualdad, excepto en la pobreza, la tortura, el Gulag, la checa,  y hasta ayer mismo el tiro en la nuca abertzale. Hoy, la derecha también lo vilipendia.

 

Los actos de cobardía solo obtienen como recompensa el dolor. Churchill lo denunciaba tras los apaciguadores acuerdos de Múnich. “Os ofrecieron el deshonor o la guerra, elegisteis deshonor y tendréis guerra”. España le había regalado un ejemplo impagable años antes. Alfonso XIII huía del país tras unas elecciones municipales que los monárquicos ganaron abrumadoramente, excepto en las capitales de reino. La razón alegada por su huida: “Evitar el derramamiento de sangre y las discordias civiles”. Solo se aplazaron. Aquella rancia derecha monárquica lo permitió todo, acomplejada y sin Rey, vilipendiado desde el marxismo republicano y ateo, negador de las esencias españolas en aras de redefinir la nación, ante unos militares hartos de un monarca que los usó y traicionó, y una izquierda que afirmaba ser “democrática” y que asaltó el Estado (hasta sus símbolos) desde el minuto uno de la II República. Para el marxismo y los separatistas aquella crisis del sistema era la oportunidad que 17 años antes había asolado Rusia. El leninista comunismo bolchevique que dominó el PSOE nos llevó al abismo incivil, buscado y proclamado, como método revolucionario regenerador proletario: “La revolución del pueblo”. La hemeroteca no me traiciona, quienes aún hoy leen en este país, saben bien lo que digo. 

 

“Las guerras no se evitan, solo se aplazan y siempre en prejuicio de quien las retrasa”, nos contó Maquiavelo. Quien renuncia a sus convicciones como modo de apaciguar al oponente ofrece dos victorias en una. La primera es la inmediata de la rendición, y ante la cobardía del oponente, el aliento de devorarlo. Por eso, hoy el Estado español se encuentra moralmente indefenso ante la impunidad de lo acontecido en los últimos años. Desde la Corona hasta el sindicato, todo el Estado padece corrupciones, complicidades y chantajes. Cuando la crisis finalmente llamó a las puertas de España, este saqueo quedó al descubierto. Una justicia lenta permitió que unos algunos dirigentes empresariales ladrones, en complicidad con algunos líderes sindicales delictivos y con el apoyo de cómplices algunos legisladores políticos, aforados en número de 10.000, bajo el paraguas de una partidocracia endogámica, terminaran por saquearnos a todos. 

 

El broche de esta indecencia corresponde al “popular” Rajoy, a quien encumbramos en el poder con la mayoría más aplastante jamás soñada por político alguno. Y lo que Zapatero logró en siete años de mal gobernanza  él lo logro solo en cuatro: otros 300.000 millones de deuda en los riñones de todos que, exhaustos, fuimos desahuciados por miles. Era el inició del último expolio legal, con impuestos "impuestos" por los gestores “populares” que nos habían jurado bajarlos, mientras conocíamos quién era Bárcenas y cómo pagaron la sede de Génova. Rescataron sus cajas politizadas (aquellos sagrados montepíos) ya vacías y quebradas, con mi dinero arrancado con dolor y hasta sangre, llevándonos hasta al suicidio. Para bordar este volcán prerrevolucionario, la tomadura de pelo del corrupto clan Pujol, que con pasaporte español escondía su tremenda fortuna. La diligencia judicial se aplicó a “la Pantoja”, también choriza y popular. El colofón nos lo pondrá esta semana el juicio a la Corona con el caso “Noos”. Una corona que desde su privilegiada atalaya observó, cuando no participó, del expolió a la nación. 

 

La mayor “mayoría” absoluta jamás otorgada cayó en los cuadros humanos más preparados, de buenas familias casi todos y por eso doblemente culpables de avaricia. No eran unos descamisados socialistas que por fin podían robar. El elefantiásico estado de las “autonosuyas” apenas adelgazó, permanecen los 10.000 aforados, la justicia siguió mal dotada presupuestariamente, por lo que los casos más flagrantes de corrupción corren el riesgo de no juzgarse, dilatarse o prescribirse, cuando ni se investigan (¿qué pasó con Narciso Serra y los 12.000 millones de Caja Cataluña?).

 

Prometieron reducir festivos y puentes (reducir el pan y el circo, juass) obligar a las “autonosuyas” a cumplir los límites de déficit o serían intervenidas. La promesa de ILEGALIZAR  los partidos de ETA (ningún estado en Europa permitiría semejante locura) no solo no se cumplió sino que, permitiendo la estafa de Estrasburgo promovida por Zapatero, soltamos a decenas de terribles asesinos y torturadores aranistas, que hoy van en las listas electorales cobrando generosos sueldos que pagan sus inocentes víctimas. Se aprobó una Ley para enseñar el islam (SUMISION) en los colegios públicos (como lo leen), no se corrigió el crimen del aborto y… no sigo.

 

Este explosivo complot contra “el pueblo” está llegando a su fin. Una crisis sistémica ante la que nadie sabe cómo acabaremos. Los que históricamente se decían “populares” han renegado hasta del término. Ha sido tan bastardeado que quienes más lo prostituyeron históricamente, (los comunistas) lo cambiaron por “la gente”, nuevo eufemismo desde el que alientan “la sonrisa leninista”, prometiendo la arcadia chavista que acabará con lo poco que aún nos queda en pie. Son los profesionales del travestismo semántico con un pueblo líder europeo en abandono escolar y en no comprar ni leer libros. Cinco reformas “progresistas” de leyes de educación avalan lo que cuento. La izquierda cerrará, si nadie lo impide, un círculo vicioso que la historia reserva a los pueblos que olvidan su pasado y que les condena a repetirlo. Un pasado no contado, trasformado, retorcido y manipulado por nacionalistas y marxistas, ante el desdén o la cobarde vergüenza de quienes debían dar la réplica. Y hoy, desde la Ley de Memoria Histórica que tampoco derogó el Partido “Popular”, asistimos al impaciente deshilachamiento de las costuras que cerraron las últimas heridas civiles, hoy reabiertas (“arderéis como en el 36”), derogando reconciliaciones prometidas en la Transición, pervertidas en aras de una justicia que no es tal, sino revanchismo.

 

Dante iluminaba con su verdad a Eric Arthur Blair (Orwell), mente preclara y sincera del siglo XX, quien lucho con convicción junto a la II República en Cataluña, y que finalmente abandonó horrorizado, abominando de ella, advirtiéndonos: “En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario”. Por eso, me cisco en los revolucionarios que mienten ocultando el pasado tal cual fue; el revolucionario soy yo, y la cobardía que denuncio la que nos suicida. “El lugar más oscuro del infierno está reservado para los que se mantuvieron neutrales en tiempos de crisis”. Las palabras de Dante permanecen en el olvido de un pueblo inculto conducido al “cainismo” de nuevo, mientras nos abocamos a la desgracia y el ostracismo.

 

Cuando la derecha alcanza el poder, la izquierda suele acudir a las calles para obtener allí lo que las urnas no les dieron. Más de 3.500 manifestaciones soportó Madrid en el primer año de gobierno del cobarde Rajoy, quien tuvo que gestionar la segunda quiebra económica de España en democracia, marca PSOE, y en la que colaboró. Una presión que continuó lo iniciado el 11-M de 2004, con el acoso de las sedes al PP y que Cifuentes ha sabido manejar con guante blanco, acosada también por furiosos indignados en plena calle, junto a su casa. Es la presión que surte efecto en los cobardes. Las concesiones dadas a los “asalta-calles” jamás otorgarán un solo voto a los “populares”, pues solo provocan el desprecio de sus votantes, traicionados. 60 escaños perdidos avalan lo que afirmo. “Para ganar las nacionales, hemos de perder en las municipales”, último aserto de Arriola, adulador de orejas marianas, quien hoy pide patriotismo a la clase política para volver a ser César, y desde su cobardía malgobernar.  Roma quebró por socialismo, por indolencia y por cobardía. Los unos y los otros se la merendaron cuando a nadie importaba ya la nación, anteponiendo al bien de todos el de su propio domus.

 

"Cuando el sable esté enmohecido, y el arado reluciente, las prisiones vacías y los graneros llenos, entonces estará la nación bien gobernada". España pide reparación, exige justicia y reclama regeneración. De no hacerlo ya, ocurrirá lo peor. Dimita señor patriota y deje paso a nuevas personas.

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