La Internacional de los Hermanos Musulmanes: el poder de la fe
Una mirada panorámica a la presencia, potencialidad y contexto de los Hermanos Musulmanes en la actualidad, nos proporciona algunas claves de un movimiento que propugna una religiosidad radical, desarrolla un notable comunitarismo social por medio de innumerables obras asistenciales, y tiene una gran capacidad de adaptación a condiciones políticas muy diversas; todo ello con la pretensión de asimilar los adelantos tecnológicos de Occidente en el intento de superarle que ya plantearon, hace más de un siglo, los pioneros del reformismo musulmán. Una cofradía islámica socialmente innovadora, políticamente reformista y moralmente radical.
Algunas conclusiones:
1.- Hermanos Musulmanes nace y se nutre del reformismo musulmán suní del siglo XX en Egipto, si bien pronto se difundirá allende sus fronteras; decreciendo, en general, su influencia, en tanto más se aleje territorialmente del núcleo originario.
2.- Es un movimiento socio-religioso, jerárquico, bien estructurado y proselitista; antes que un partido político.
3.- Su naturaleza sociológica e histórica se ajusta mejor al concepto de escuela de pensamiento, incluso de grupo de presión. Por ello, de su entorno han surgido otros liderazgos y grupos, generalmente más radicales; por lo que no pueden descartarse, aunque de momento no se perciban indicios en ese sentido, futuras fracciones.
4.- Su estrategia final persigue la unidad de la comunidad de los creyentes en una Umma restaurada y en ampliación territorial.
5.- Su proselitismo se inicia en el ámbito personal, trasladándose al medio social a través de las mezquitas, dispensarios, obras benéficas y la escuela. Trata de llegar allí donde el Estado no lo hace.
6.- Históricamente aspira, desde el pragmatismo de sus tácticas, alcanzar un statu quo con los gobiernos vigentes: ya de plena legalidad, ya de simple tolerancia. De no conseguirlo, se ha mantenido en la clandestinidad, optando algunas de sus corrientes, en algunos momentos históricos, por la confrontación armada con el poder establecido.
7.- Hermanos Musulmanes persigue prioritariamente, como instrumento táctico, su plena legalidad. De conseguirlo, impulsa, una vez alcanzado cierto arraigo social, la organización de partidos políticos inequívocamente islamistas; incluso incorporando a corrientes más radicales (salafistas) o de base tribal. En otras circunstancias, esos movimientos salafistas, organizados como partidos autónomos, persiguen constituirse en alternativa o en factor de radicalización de los Hermanos Musulmanes. Así sucede en Egipto con los salafistas de Al Nour.
8.- Su presencia en el mundo musulmán es muy irregular, tanto por lo que respecta a su statu quo en los diversos ámbitos nacionales, como por su arraigo social e influencia política.
9.- A los gobiernos actualmente dirigidos por la Hermandad, Egipto y Gaza, se le suman otros muy influenciados por la misma: caso de los de Túnez, Libia y, en cierto modo, Marruecos. Mantienen una presencia política, diversa en sus logros políticos, en Yemen, Argelia, Mauritania y Líbano. Jordania y Siria, en sus muy diversas circunstancias, pueden caer en la órbita de este emergente centro de poder musulmán que irradia desde El Cairo: en competición con el chiismo iraní y sus aliados, el wahabismo de la península arábiga, y la Turquía de Erdogan; si bien todos estos centros de poder islámico, en constante competición y colusión, pueden confluir táctica y estratégicamente. Otros territorios musulmanes se encuentran en fase de redefinición nacional y confesional, incluso de manera muy violenta: Sudán, Nigeria, Irak, Pakistán, Indonesia… Por últimos, existen otros que podríamos calificar como “estados fallidos”: Afganistán, Somalia, ciertos países del Sahel. Todos estos escenarios convulsos serán espacios de competición de los poderes musulmanes ya consolidados en su voluntad de extensión de sus respectivos modelos y áreas de influencia.
10.- La praxis política de los Hermanos Musulmanes suele ser calificada como “moderada”, inspirada no poco en el PJD turco de Erdogan: una “democracia-islámica” análoga, en cierto sentido, a lo que fue la democracia-cristiana. No obstante, los hechos confirman un vaciamiento de los contenidos “democráticos” y una islamización de los ámbitos público y privado; es decir, el proceso inverso al protagonizado por la extinta o transmutada democracia-cristiana.
11.- Su respeto formal por la democracia y el reconocimiento de los derechos humanos, es desmentido por la discriminación creciente de las minorías religiosas, especialmente las cristianas, y de las mujeres. Huelga decir que desconocen, en teoría y práctica, el principio de reciprocidad.
12.- En el resto del mundo no musulmán, la Hermandad se encuentra presente entre las comunidades de emigrantes de confesión islámica, organizándose, especialmente en Occidente, con medios y objetivos en buena medida análogos a los ya descritos: mantenimiento y cultivo de la práctica religiosa de los propios, proselitismo ad extra, consolidación y liderazgo de entidades musulmanas -nacionales, transnacionales y sectoriales- con capacidad de influencia e interlocución con los poderes públicos.
13.- Su empleo de un doble lenguaje, dirigidos a audiencias distintas, de notable ambigüedad en muchos posicionamientos, y de connotaciones dialécticas, incluso -lo que es particularmente característico en figuras como Tariq Ramadán- alimenta la sospecha de la existencia de una “agenda oculta”, tanto en políticas interiores, como exteriores.
14.- Los Hermanos Musulmanes, como los demás reformistas islámicos, incluso el salafismo más radical, asumen los aspectos tecnológicos de la “globalización”, pero rechazando los de carácter socio-cultural y político derivados de la misma. Su encaje en este mundo globalizado es, por tanto, táctico y oportunista.
15.- Su encuentro con la sociedad multicultural de Occidente persigue su implantación en la misma, aprovechándose de las ventajas y fracturas frutos del relativismo moral y cultural característico del discurso imperante “políticamente correcto”, y del laxismo legal que tolera, por motivos dispares según los países en cuestión, “islas musulmanas” y “fueros particulares islámicos”.
16.- El decaimiento religioso de Occidente, cuando no un abierto laicismo anticristiano, facilita el proselitismo de las diversas corrientes musulmanas entre nosotros: mujeres convertidas vía matrimonio, hijos de matrimonios “mixtos” educados en el islam paterno, buscadores e insatisfechos espiritualmente, extremistas políticos desengañados, varones que pretenden recuperar un statu de autoridad y respeto en el seno familiar, el crecimiento biológico de las comunidades emigrantes musulmanas en contraste con el envejecimiento de las autóctonas.
17.- Esa “competición” proselitista no impide, totalmente, cierto “diálogo” interconfesional, que puede alcanzar acuerdos coyunturales en algunos casos: en defensa del matrimonio entre hombre y mujer y en rechazo del denominado “matrimonio homosexual”; defensa de la vida en determinados supuestos; defensa de la libertad religiosa, especialmente referida a la posibilidad de celebración de ceremonias multitudinarias en espacios públicos; enseñanza religiosa en la escuela pública; asistencia religiosa en fuerzas armadas, hospitales, cárceles y residencias de ancianos; etc.
18.- Las comunidades cristianas de Occidente, y la propia Iglesia Católica, se enfrentan a un doble reto. Por un lado, el de la progresiva desaparición -operativa, simbólica y legal- de las “raíces cristianas de Europa” -impulsada desde los actuales “poderes fácticos”- con los efectos de una acelerada disminución en el número de fieles y de la práctica religiosa, extinción de obras materiales, pérdida de su incidencia socio-política, repliegue misionero. Y, por otro, el de la “competencia” proselitista de un islam que se ha beneficiado, en ocasiones, de determinadas prebendas concedidas desde el progresismo laicista universalista al objeto de debilitar a las iglesias cristianas.
19.- En este contexto de un Occidente, antaño cristiano, multicultural, mestizo y en permanente revolución cultural y antropológica, el cristianismo puede encontrarse, en un futuro cercano, en el statu de minoría decreciente, en competición, en unos espacios públicos progresivamente restrictivos, con otra minoría, la islámica en este caso, en expansión; en buena parte también a causa de los prejuicios anticristianos y los complejos histórico-culturales del progresismo universalista.
20.- Así como algunas manifestaciones de lo “políticamente correcto” hoy imperante pueden beneficiar la implantación de los Hermanos Musulmanes y otras corrientes análogas en Occidente, ciertas políticas radicales derivadas del discurso progresista globalizador, especialmente en lo referente a la cohesión tradicional de la familia musulmana y de los roles respectivos en la misma, pueden devenir en serios motivos de enfrentamiento futuro; nos referimos a las nuevas costumbres sociales e imposiciones legales derivadas de la “ingeniería social” y de la “ideología de género” del progresismo social-demócrata universalista. En todo caso, las tácticas de implantación y desarrollo de los Hermanos Musulmanes siempre pasarán por el fortalecimiento de la cohesión familiar y de las comunidades musulmanas; sin olvidar nunca que, independientemente de la coyuntura histórica concreta, su objetivo final es la unidad mundial guiada por el estandarte verde del islam.
En un mundo globalizado, políticamente multipolar, y con unos Estados en decaimiento de soberanía en beneficio de los poderes económicos reales, en ocasiones de rostro anónimo, la “internacional” de los hermanos Musulmanes ofrece el orgullo de la identidad, la fuerza de la pertenencia comunitaria, y el poder de su fe.
Una mirada panorámica a la presencia, potencialidad y contexto de los Hermanos Musulmanes en la actualidad, nos proporciona algunas claves de un movimiento que propugna una religiosidad radical, desarrolla un notable comunitarismo social por medio de innumerables obras asistenciales, y tiene una gran capacidad de adaptación a condiciones políticas muy diversas; todo ello con la pretensión de asimilar los adelantos tecnológicos de Occidente en el intento de superarle que ya plantearon, hace más de un siglo, los pioneros del reformismo musulmán. Una cofradía islámica socialmente innovadora, políticamente reformista y moralmente radical.
Algunas conclusiones:
1.- Hermanos Musulmanes nace y se nutre del reformismo musulmán suní del siglo XX en Egipto, si bien pronto se difundirá allende sus fronteras; decreciendo, en general, su influencia, en tanto más se aleje territorialmente del núcleo originario.
2.- Es un movimiento socio-religioso, jerárquico, bien estructurado y proselitista; antes que un partido político.
3.- Su naturaleza sociológica e histórica se ajusta mejor al concepto de escuela de pensamiento, incluso de grupo de presión. Por ello, de su entorno han surgido otros liderazgos y grupos, generalmente más radicales; por lo que no pueden descartarse, aunque de momento no se perciban indicios en ese sentido, futuras fracciones.
4.- Su estrategia final persigue la unidad de la comunidad de los creyentes en una Umma restaurada y en ampliación territorial.
5.- Su proselitismo se inicia en el ámbito personal, trasladándose al medio social a través de las mezquitas, dispensarios, obras benéficas y la escuela. Trata de llegar allí donde el Estado no lo hace.
6.- Históricamente aspira, desde el pragmatismo de sus tácticas, alcanzar un statu quo con los gobiernos vigentes: ya de plena legalidad, ya de simple tolerancia. De no conseguirlo, se ha mantenido en la clandestinidad, optando algunas de sus corrientes, en algunos momentos históricos, por la confrontación armada con el poder establecido.
7.- Hermanos Musulmanes persigue prioritariamente, como instrumento táctico, su plena legalidad. De conseguirlo, impulsa, una vez alcanzado cierto arraigo social, la organización de partidos políticos inequívocamente islamistas; incluso incorporando a corrientes más radicales (salafistas) o de base tribal. En otras circunstancias, esos movimientos salafistas, organizados como partidos autónomos, persiguen constituirse en alternativa o en factor de radicalización de los Hermanos Musulmanes. Así sucede en Egipto con los salafistas de Al Nour.
8.- Su presencia en el mundo musulmán es muy irregular, tanto por lo que respecta a su statu quo en los diversos ámbitos nacionales, como por su arraigo social e influencia política.
9.- A los gobiernos actualmente dirigidos por la Hermandad, Egipto y Gaza, se le suman otros muy influenciados por la misma: caso de los de Túnez, Libia y, en cierto modo, Marruecos. Mantienen una presencia política, diversa en sus logros políticos, en Yemen, Argelia, Mauritania y Líbano. Jordania y Siria, en sus muy diversas circunstancias, pueden caer en la órbita de este emergente centro de poder musulmán que irradia desde El Cairo: en competición con el chiismo iraní y sus aliados, el wahabismo de la península arábiga, y la Turquía de Erdogan; si bien todos estos centros de poder islámico, en constante competición y colusión, pueden confluir táctica y estratégicamente. Otros territorios musulmanes se encuentran en fase de redefinición nacional y confesional, incluso de manera muy violenta: Sudán, Nigeria, Irak, Pakistán, Indonesia… Por últimos, existen otros que podríamos calificar como “estados fallidos”: Afganistán, Somalia, ciertos países del Sahel. Todos estos escenarios convulsos serán espacios de competición de los poderes musulmanes ya consolidados en su voluntad de extensión de sus respectivos modelos y áreas de influencia.
10.- La praxis política de los Hermanos Musulmanes suele ser calificada como “moderada”, inspirada no poco en el PJD turco de Erdogan: una “democracia-islámica” análoga, en cierto sentido, a lo que fue la democracia-cristiana. No obstante, los hechos confirman un vaciamiento de los contenidos “democráticos” y una islamización de los ámbitos público y privado; es decir, el proceso inverso al protagonizado por la extinta o transmutada democracia-cristiana.
11.- Su respeto formal por la democracia y el reconocimiento de los derechos humanos, es desmentido por la discriminación creciente de las minorías religiosas, especialmente las cristianas, y de las mujeres. Huelga decir que desconocen, en teoría y práctica, el principio de reciprocidad.
12.- En el resto del mundo no musulmán, la Hermandad se encuentra presente entre las comunidades de emigrantes de confesión islámica, organizándose, especialmente en Occidente, con medios y objetivos en buena medida análogos a los ya descritos: mantenimiento y cultivo de la práctica religiosa de los propios, proselitismo ad extra, consolidación y liderazgo de entidades musulmanas -nacionales, transnacionales y sectoriales- con capacidad de influencia e interlocución con los poderes públicos.
13.- Su empleo de un doble lenguaje, dirigidos a audiencias distintas, de notable ambigüedad en muchos posicionamientos, y de connotaciones dialécticas, incluso -lo que es particularmente característico en figuras como Tariq Ramadán- alimenta la sospecha de la existencia de una “agenda oculta”, tanto en políticas interiores, como exteriores.
14.- Los Hermanos Musulmanes, como los demás reformistas islámicos, incluso el salafismo más radical, asumen los aspectos tecnológicos de la “globalización”, pero rechazando los de carácter socio-cultural y político derivados de la misma. Su encaje en este mundo globalizado es, por tanto, táctico y oportunista.
15.- Su encuentro con la sociedad multicultural de Occidente persigue su implantación en la misma, aprovechándose de las ventajas y fracturas frutos del relativismo moral y cultural característico del discurso imperante “políticamente correcto”, y del laxismo legal que tolera, por motivos dispares según los países en cuestión, “islas musulmanas” y “fueros particulares islámicos”.
16.- El decaimiento religioso de Occidente, cuando no un abierto laicismo anticristiano, facilita el proselitismo de las diversas corrientes musulmanas entre nosotros: mujeres convertidas vía matrimonio, hijos de matrimonios “mixtos” educados en el islam paterno, buscadores e insatisfechos espiritualmente, extremistas políticos desengañados, varones que pretenden recuperar un statu de autoridad y respeto en el seno familiar, el crecimiento biológico de las comunidades emigrantes musulmanas en contraste con el envejecimiento de las autóctonas.
17.- Esa “competición” proselitista no impide, totalmente, cierto “diálogo” interconfesional, que puede alcanzar acuerdos coyunturales en algunos casos: en defensa del matrimonio entre hombre y mujer y en rechazo del denominado “matrimonio homosexual”; defensa de la vida en determinados supuestos; defensa de la libertad religiosa, especialmente referida a la posibilidad de celebración de ceremonias multitudinarias en espacios públicos; enseñanza religiosa en la escuela pública; asistencia religiosa en fuerzas armadas, hospitales, cárceles y residencias de ancianos; etc.
18.- Las comunidades cristianas de Occidente, y la propia Iglesia Católica, se enfrentan a un doble reto. Por un lado, el de la progresiva desaparición -operativa, simbólica y legal- de las “raíces cristianas de Europa” -impulsada desde los actuales “poderes fácticos”- con los efectos de una acelerada disminución en el número de fieles y de la práctica religiosa, extinción de obras materiales, pérdida de su incidencia socio-política, repliegue misionero. Y, por otro, el de la “competencia” proselitista de un islam que se ha beneficiado, en ocasiones, de determinadas prebendas concedidas desde el progresismo laicista universalista al objeto de debilitar a las iglesias cristianas.
19.- En este contexto de un Occidente, antaño cristiano, multicultural, mestizo y en permanente revolución cultural y antropológica, el cristianismo puede encontrarse, en un futuro cercano, en el statu de minoría decreciente, en competición, en unos espacios públicos progresivamente restrictivos, con otra minoría, la islámica en este caso, en expansión; en buena parte también a causa de los prejuicios anticristianos y los complejos histórico-culturales del progresismo universalista.
20.- Así como algunas manifestaciones de lo “políticamente correcto” hoy imperante pueden beneficiar la implantación de los Hermanos Musulmanes y otras corrientes análogas en Occidente, ciertas políticas radicales derivadas del discurso progresista globalizador, especialmente en lo referente a la cohesión tradicional de la familia musulmana y de los roles respectivos en la misma, pueden devenir en serios motivos de enfrentamiento futuro; nos referimos a las nuevas costumbres sociales e imposiciones legales derivadas de la “ingeniería social” y de la “ideología de género” del progresismo social-demócrata universalista. En todo caso, las tácticas de implantación y desarrollo de los Hermanos Musulmanes siempre pasarán por el fortalecimiento de la cohesión familiar y de las comunidades musulmanas; sin olvidar nunca que, independientemente de la coyuntura histórica concreta, su objetivo final es la unidad mundial guiada por el estandarte verde del islam. En un mundo globalizado, políticamente multipolar, y con unos Estados en decaimiento de soberanía en beneficio de los poderes económicos reales, en ocasiones de rostro anónimo, la “internacional” de los hermanos Musulmanes ofrece el orgullo de la identidad, la fuerza de la pertenencia comunitaria, y el poder de su fe.