La tormenta perfecta
A nivel político, para los que amamos el estado de Derecho, el orden, la paz y la libertad, es decir, el progreso, que no es lo mismo que el progresismo, tenemos la tormenta perfecta. El Maligno, según la teología bíblica, no sería capaz de diseñar un escenario peor, más enrevesado y condenado al fracaso. Se unen todas las condiciones para una situación dantesca desde un plano político, si creemos en que solamente desde una visión constitucionalista que liquide todo residuo de caciquismo, de feudalismo y de sofismo inane e improductivo, sea posible el progreso económico y social, es decir lo que llamábamos Estado de Bienestar.
El entorno de carcoma que vive el PP, con múltiples casos de corrupción, imposibilitan en el imaginario colectivo una solución estable de gobernabilidad y de pactos, salvo situación extrema para sacar de forma transitoria al país del estado de estupefacción en el que se encuentra. Rajoy debería dimitir para hacer o una renovación, una refundación o un vuelco de liderazgo que nos saque del catatonismo del actual presidente pasmado. Es cierto que Rajoy ha ganado las recientes elecciones pero también lo es que ha sufrido un descalabro electoral, pues transitar de una mayoría absoluta holgada a la representación que detenta en la actualidad no se puede valorar de otra forma. Y es que su gestión no se puede calificar como buena.
Nos libró, es cierto, de la quiebra financiera, pero a un coste que nos ha llevado a un crecimiento inaceptable del déficit público y a una espiral crediticia que nuestros nietos seguirán pagando a nuestros acreedores. Ha puesto la economía en tendencia de crecimiento, no hay duda, pero estructuralmente todo sigue igual o peor, luego seguimos en crisis sistémica, pues no ha sido capaz de contener ni corregir el abismal agujero de las cuentas de un Estado autonómico insostenible y derrochador, sin sentido de su responsabilidad como partes de Estado. No ha contenido el crecimiento ilimitado de la burocracia de Estado por la infinita voracidad de los caciques locales y autonómicos que ha generado una pléyade de chupópteros y parásitos clientelistas que se llevan a sus bolsillos el fruto del trabajo de los demás a través de los impuestos que crecen y crecen sin cesar. No ha hecho nada para consensuar un marco legislativo que dote de un sistema educativo que sea eficaz, que nos saque de la indolencia intelectual y cultural y que posibilite la irrupción de unas generaciones de ciudadanos más conscientes de su responsabilidad como miembros de una sociedad a la que deben pedir menos y dar más. Ni ha atajado el problema del separatismo y de un nacionalismo cada vez más asentado en sus feudos, dueños de los destinos de súbditos, despojando de la ciudadanía a quienes no piensan en clave de separatismo, y arrasando los derechos individuales, el libre pensamiento y las libertades. Es decir, que todo sigue parecido.
Lo del PSOE aún produce más espanto. Su corrupción no es menor, pero Sánchez se ha sumado al populismo podemita y nos oculta la realidad de las cosas. Si quiere gobernar, y de eso no cabe ninguna duda, deberá pactar con el PNV, que ya ha puesto como condición el cambiar la política penitenciaria y favorecer a los presos de ETA, además de una relación bilateral con el Estado, lo cual es volver a una enmienda que propuso Arzallus en el debate constitucional para que Euskadi tuviera como único interlocutor al Rey, y poner los fueros por encima de la Constitución, lo que sería como volver al Antiguo Régimen, al pretender retrotraer la política a la situación anterior a octubre de 1839, leen bien, no es una errata (1839), es decir al “acato pero no cumplo”.
A los nacionalistas dedicó estas líneas de Zugazagoitia, que militó en el primer tercio del siglo XX en el PSOE, siendo coetáneo de Indalecio Prieto, Tomás Meabe, y otros vascos socialistas:
“Para los nacionalistas vascos, que ahora contienden en el Parlamento por conseguir lo suyo, el Estatuto, si llegan a conseguirlo, nunca será un fin, sino un medio. No se conforman con menos que con reconquistar su independencia. Esa aspiración es en ellos firme. Todo su doctrinal político está contenido en estas pocas palabras de Sabino Arana: ‘Todo para Euskadi y Euskadi para Dios.” Prueba al canto: ‘El nacionalismo –copiamos de un discurso del Sr. Aranzadi, pronunciado en las Cortes en diciembre de 1918- no es un partido político, ni discutimos programas de mejor o peor gobierno; venimos en nombre de los vascos que tienen conciencia, que tienen el sentimiento de su nacionalidad perdida, en nombre de los nacionalistas de Euskadi, a protestar respetuosamente, pero con toda energía. Tenemos derecho a vivir nuestra vida, nuestra nacionalidad, pues no somos patrimonio transmisible de otros; queremos reivindicar todas nuestras características raciales; no queremos morir.” El nacionalismo vasco abunda, naturalmente, en expresiones parecidas. Toda su literatura es ossiánica. Aportemos un pequeño trozo, tomado al azar: “…al exteriorizar nuestro repudio a la mal llamada ley de 25 de octubre de 1839 impuesta por un Estado extranjero, aspiramos a que los vascos se den cuenta del significado de esta fecha y que, despertando sus inteligencias a la luz de la verdad que proclamará el mártir de la raza, Sabino de Arana y Goiri, sientan en sus corazones las inquietudes de la Patria…’ Todo el problema, como vemos, es de sentimiento y no de razón.
Quien no sea capaz de sentir la Patria, no se incorporará al nacionalismo, cualquiera que sean las razones con que el nacionalismo le adoctrine. Se cultiva el sentimiento, y para ello el nacionalismo precisaba un mito. Esto es para él Sabino Arana: un mito. Lo ha creado como se crean los mitos, deshumanizando al hombre, borrando la huella de sus pisadas.”
¡Qué sabias palabras la del socialista Zugazagoitia, y qué poco caso le han hecho los socialistas de la hégira postfranquista! Parece mentira tanta estupidez, o tanto posibilismo cuya única meta es el poder; no el cumplimiento de un ideario de justicia, de igualdad y de defensa de los derechos fundamentales de las personas. El PP tampoco ha hecho gran cosa para corregir este desvarío.
Pues en estas estamos. En cualquiera de los supuestos tendremos a los nacionalistas de nuevo campando a sus anchas, logrando lo que pretenden, chantajeando y chupando la sangre de los españoles como sanguijuelas, sin que nadie les ponga freno.
En la hipótesis de repetición de elecciones probablemente la situación empeore. La indignación general con la corrupción, sobradamente justificada, la incapacidad de los partidos constitucionalistas para sacar a este País del que deberíamos sentirnos orgullosos por su pasado, nos llevan a reforzar a quienes van hacia una fórmula totalitaria, ajena al pacto constitucional; y, en el mejor de los casos, a mejorar la presencia de Ciudadanos (C’s). Pero eso no servirá para entretejer nuevos pactos, nuevos consensos para una nueva fórmula de convivencia, pues no hay estadistas, gente con altura de miras y brillantez intelectual para aunar a los españoles en una línea de progreso económico, social y cultural, sin fracturas ni fragmentaciones territoriales. Y esto, amigos lectores, es un drama.
Perdonen mi visión pesimista. Que alguien me proporcione indicios que me posibiliten elaborar otro pronóstico.
A nivel político, para los que amamos el estado de Derecho, el orden, la paz y la libertad, es decir, el progreso, que no es lo mismo que el progresismo, tenemos la tormenta perfecta. El Maligno, según la teología bíblica, no sería capaz de diseñar un escenario peor, más enrevesado y condenado al fracaso. Se unen todas las condiciones para una situación dantesca desde un plano político, si creemos en que solamente desde una visión constitucionalista que liquide todo residuo de caciquismo, de feudalismo y de sofismo inane e improductivo, sea posible el progreso económico y social, es decir lo que llamábamos Estado de Bienestar.
El entorno de carcoma que vive el PP, con múltiples casos de corrupción, imposibilitan en el imaginario colectivo una solución estable de gobernabilidad y de pactos, salvo situación extrema para sacar de forma transitoria al país del estado de estupefacción en el que se encuentra. Rajoy debería dimitir para hacer o una renovación, una refundación o un vuelco de liderazgo que nos saque del catatonismo del actual presidente pasmado. Es cierto que Rajoy ha ganado las recientes elecciones pero también lo es que ha sufrido un descalabro electoral, pues transitar de una mayoría absoluta holgada a la representación que detenta en la actualidad no se puede valorar de otra forma. Y es que su gestión no se puede calificar como buena.
Nos libró, es cierto, de la quiebra financiera, pero a un coste que nos ha llevado a un crecimiento inaceptable del déficit público y a una espiral crediticia que nuestros nietos seguirán pagando a nuestros acreedores. Ha puesto la economía en tendencia de crecimiento, no hay duda, pero estructuralmente todo sigue igual o peor, luego seguimos en crisis sistémica, pues no ha sido capaz de contener ni corregir el abismal agujero de las cuentas de un Estado autonómico insostenible y derrochador, sin sentido de su responsabilidad como partes de Estado. No ha contenido el crecimiento ilimitado de la burocracia de Estado por la infinita voracidad de los caciques locales y autonómicos que ha generado una pléyade de chupópteros y parásitos clientelistas que se llevan a sus bolsillos el fruto del trabajo de los demás a través de los impuestos que crecen y crecen sin cesar. No ha hecho nada para consensuar un marco legislativo que dote de un sistema educativo que sea eficaz, que nos saque de la indolencia intelectual y cultural y que posibilite la irrupción de unas generaciones de ciudadanos más conscientes de su responsabilidad como miembros de una sociedad a la que deben pedir menos y dar más. Ni ha atajado el problema del separatismo y de un nacionalismo cada vez más asentado en sus feudos, dueños de los destinos de súbditos, despojando de la ciudadanía a quienes no piensan en clave de separatismo, y arrasando los derechos individuales, el libre pensamiento y las libertades. Es decir, que todo sigue parecido.
Lo del PSOE aún produce más espanto. Su corrupción no es menor, pero Sánchez se ha sumado al populismo podemita y nos oculta la realidad de las cosas. Si quiere gobernar, y de eso no cabe ninguna duda, deberá pactar con el PNV, que ya ha puesto como condición el cambiar la política penitenciaria y favorecer a los presos de ETA, además de una relación bilateral con el Estado, lo cual es volver a una enmienda que propuso Arzallus en el debate constitucional para que Euskadi tuviera como único interlocutor al Rey, y poner los fueros por encima de la Constitución, lo que sería como volver al Antiguo Régimen, al pretender retrotraer la política a la situación anterior a octubre de 1839, leen bien, no es una errata (1839), es decir al “acato pero no cumplo”.
A los nacionalistas dedicó estas líneas de Zugazagoitia, que militó en el primer tercio del siglo XX en el PSOE, siendo coetáneo de Indalecio Prieto, Tomás Meabe, y otros vascos socialistas:
“Para los nacionalistas vascos, que ahora contienden en el Parlamento por conseguir lo suyo, el Estatuto, si llegan a conseguirlo, nunca será un fin, sino un medio. No se conforman con menos que con reconquistar su independencia. Esa aspiración es en ellos firme. Todo su doctrinal político está contenido en estas pocas palabras de Sabino Arana: ‘Todo para Euskadi y Euskadi para Dios.” Prueba al canto: ‘El nacionalismo –copiamos de un discurso del Sr. Aranzadi, pronunciado en las Cortes en diciembre de 1918- no es un partido político, ni discutimos programas de mejor o peor gobierno; venimos en nombre de los vascos que tienen conciencia, que tienen el sentimiento de su nacionalidad perdida, en nombre de los nacionalistas de Euskadi, a protestar respetuosamente, pero con toda energía. Tenemos derecho a vivir nuestra vida, nuestra nacionalidad, pues no somos patrimonio transmisible de otros; queremos reivindicar todas nuestras características raciales; no queremos morir.” El nacionalismo vasco abunda, naturalmente, en expresiones parecidas. Toda su literatura es ossiánica. Aportemos un pequeño trozo, tomado al azar: “…al exteriorizar nuestro repudio a la mal llamada ley de 25 de octubre de 1839 impuesta por un Estado extranjero, aspiramos a que los vascos se den cuenta del significado de esta fecha y que, despertando sus inteligencias a la luz de la verdad que proclamará el mártir de la raza, Sabino de Arana y Goiri, sientan en sus corazones las inquietudes de la Patria…’ Todo el problema, como vemos, es de sentimiento y no de razón.
Quien no sea capaz de sentir la Patria, no se incorporará al nacionalismo, cualquiera que sean las razones con que el nacionalismo le adoctrine. Se cultiva el sentimiento, y para ello el nacionalismo precisaba un mito. Esto es para él Sabino Arana: un mito. Lo ha creado como se crean los mitos, deshumanizando al hombre, borrando la huella de sus pisadas.”
¡Qué sabias palabras la del socialista Zugazagoitia, y qué poco caso le han hecho los socialistas de la hégira postfranquista! Parece mentira tanta estupidez, o tanto posibilismo cuya única meta es el poder; no el cumplimiento de un ideario de justicia, de igualdad y de defensa de los derechos fundamentales de las personas. El PP tampoco ha hecho gran cosa para corregir este desvarío.
Pues en estas estamos. En cualquiera de los supuestos tendremos a los nacionalistas de nuevo campando a sus anchas, logrando lo que pretenden, chantajeando y chupando la sangre de los españoles como sanguijuelas, sin que nadie les ponga freno.
En la hipótesis de repetición de elecciones probablemente la situación empeore. La indignación general con la corrupción, sobradamente justificada, la incapacidad de los partidos constitucionalistas para sacar a este País del que deberíamos sentirnos orgullosos por su pasado, nos llevan a reforzar a quienes van hacia una fórmula totalitaria, ajena al pacto constitucional; y, en el mejor de los casos, a mejorar la presencia de Ciudadanos (C’s). Pero eso no servirá para entretejer nuevos pactos, nuevos consensos para una nueva fórmula de convivencia, pues no hay estadistas, gente con altura de miras y brillantez intelectual para aunar a los españoles en una línea de progreso económico, social y cultural, sin fracturas ni fragmentaciones territoriales. Y esto, amigos lectores, es un drama.
Perdonen mi visión pesimista. Que alguien me proporcione indicios que me posibiliten elaborar otro pronóstico.