Desde hace varios años, Francia lidera una macabra y dramática lista: la de los países europeos en los que se producen más suicidios. Actualmente, en el país galo se consuman alrededor de 12.000 suicidios al año y se produce una tentativa de suicidio cada cuatro minutos.

Un 25% de los suicidas franceses, según los últimos datos que se manejan, son jóvenes de menos de 25 años. Los agricultores son la categoría social más afectada por las pulsiones suicidas, que afectan a 32 de cada 100.000 cultivadores. Por el contrario, los obreros y los cuadros superiores son los estamentos laborales menos afectados por las prácticas suicidas.

Además, Francia ha sido uno de los primeros países donde ha aparecido una nueva práctica relacionada con el suicidio: las “epidemias” de inmolaciones aparecidas en grandes empresas pertenecientes a muy diversos sectores. En los últimos tres años, empresas como Peugeot, France Telecom o la Société Génerale han sufrido “olas” de suicidios que han afectado a múltiples trabajadores, especialmente, en este caso, a cuadros medios y superiores.

Por todo este motivo, el INPES (Instituto Nacional de Prevención y Educación para la Salud de Francia), la alcaldía de París y otras organizaciones, tanto públicas como privadas, han puesto en marcha la iniciativa “Suicide Écoute”, una campaña que parte del principio de que es posible prevenir el suicidio y que, a través de un servicio telefónico de ayuda, y de importantes campañas de comunicación, trata de atajar este gravísimo problema de salud colectiva.

Estos días, en todas las farmacias francesas es posible encontrar un tríptico informativo en el que, bajo el título genérico de “Prevenir le suicide, c’ est posible…” se ofrece al lector una amplia información sobre este tema: un listado de falsas ideas sobre esta cuestión, indicios para identificar que una persona puede encontrarse al borde de cometer un acto suicida y, sobre todo, maneras de ayudar a las posibles víctimas.