Los chunks que nos poseen (Sobre el suspense de las cosas pendientes)
Se conoce con el nombre de chunk (cacho, pedazo, trozo) a la unidad de información de una película. Así, decimos que la conjunción de chunks constituye una historia. Pero un chunk no tiene por que ser una escena, ni siquiera un personaje. Lo mejor es que pongamos un ejemplo. En la película “Con la muerte en los talones” (“North by northwest”), de Alfred Hitchcock, se definen varios chunks. El primer chunk podría ser el desconcierto del protagonista, que va de aventura en aventura sin saber por qué ni para qué, como un verdadero macguffin (personaje o situación accesoria en una trama). Otro macguffin es su madre, que aparece y desaparece sin venir a cuento. El segundo chunk son los espías, que roban no se sabe qué. El tercer chunk son los agentes gubernamentales, dirigidos por Leo G. Carroll. El cuarto chunk es Eva Marie Saint, espía de función algo definida, pero igualmente llena de lagunas. La película se resuelve en un “deus ex machina” (sorpresa) sobre las colosales estatuas del monte Rushmore. De manera que se puede decir que la película es un completo macguffin de varios chunks. ¡Toma ya!
Procrastinación es una palabra de origen latino (viene de procrastinare) que significa acción y efecto de procrastinar (diferir, aplazar). Es una palabra preciosa y muy poco usada en castellano, salvo quizá en algunos escritos legales. Por tanto, algo improcrastinable es algo inaplazable, algo que no admite demora.
De manera que un chunk improcrastinable es un hecho necesario que no admite dilaciones, y que ha de ser resuelto inmediatamente. En la vida diaria, un chunk improcrastinable es el trabajo de los bomberos en un incendio, mientras que el de los peritos se puede procrastinar un tiempo. La atención de un paciente grave es otro chunk improcrastinable. O sea, que un chunk improcrastinable nos genera una tensión, un suspense, que es lo que buscaba Hitchcock, que tan bien los usaba, máxime si se adorna con macguffins.
En este momento, nuestro Chunk Improcrastinable nacional es la elección de un gobierno que gobierne y que deje de hacer el ganso o de jugar a las casitas. Pero lo peor es que, actualmente, todos los chunks propuestos son claramente procrastinables. ¿Verdad, señor Sánchez?
De hecho, las propuestas programáticas de los Socidanos (Socialistas y Ciudadanos) no las veo yo improcrastinables. Nada razonable sobre el empleo, nada sobre la defensa de la familia, nada sobre la seguridad nacional, nada sobre la protección y defensa de la infancia y ancianidad, nada sobre la educación lógica y coordinada, nada sobre la reforma en las adjudicaciones de obras públicas, nada sobre la unificación salarial en los cuerpos de seguridad del estado, nada sobre la racionalización de la Sanidad, etc. Como dicen en mi pueblo: “na más que tontás”. Bien, pues en nuestra vida diaria hay chunks improcrastinables, como comer, dormir, protegernos del frío o calor, respirar, hacer nuestras necesidades, etc. Cuando alguien tiene dolor, su remedio es – para él – improcrastinable, ya digan lo que quieran los que le asisten sanitariamente. Si la próstata te atasca “el caño de los orines”, como se dice en mi pueblo, es improcrastinable sondarte, pero el chunk no es ese, sino que se llama hiperplasia de próstata y se resuelve mediante cirugía. Dicha cirugía es improcrastinable; fundamentalmente, para el urólogo, mientras que el sondaje, lo es más para el paciente.
Todo esto nos conduce a una paradoja: lo que a cada cual le parece más urgente, depende de la calidad de la información que percibe. En la vida diaria se ve muy claro: ¿es que el chunk necesidad ha cambiado? Porque hoy en día ya no se puede vivir sin móvil o sin pantalones vaqueros y calzado deportivo, y antes eso estaba muy mal visto. Podemos, por tanto, considerar que se ha producido un cambio de costumbres y criterios. Sin embargo, en el Islam, el proceso es inverso, se radicalizan las costumbres, apareciendo pecados gravísimos donde antes no los había. El espíritu del fundamentalista se impone sobre los demás y – de alguna manera – los sojuzga y somete a su criterio. La información básica es la misma, pero su interpretación varía en cada caso. Igual sucede en la política. Cada cual va a su bola o a su chunk. Que se lo pregunten a la tribu de los podemitas, toda vez que ni siquiera son capaces de ponerse de acuerdo entre ellos en su nombre. Las sandeces son hoy en día fundamentales.
En la vida, lo mejor es aquello que se adapta más fielmente a nuestros gustos. El amor es hoy en día secundario para mucha gente, aunque no la cubrición, como hacen sementales y vacas en celo. Porque lo que hoy es improcrastinable es comer, dormir, tener un techo, cobrar una nómina o disponer de unos medios de vida… Lo demás puede ser muy importante, pero no improcrastinable.
Y es que los chunks evolucionan en la vida de cada uno. El ejemplo más común es la relación con nuestra madre. El embarazo hace improcrastinable la compartición física de un espacio con ella, hasta que nacemos. Sin embargo, algunas feministas opinan que “nosotras parimos y nosotras decidimos”, de manera que matan con soltura al feto y se quedan tan anchas. A eso le llaman modernidad, pues afortunadamente para ellas no se ha inventado aún el aborto con efectos retroactivos, que se inventará, no lo duden.
La educación debiera ser improcrastinable, pero hoy en día se delega bastante en los colegios y educadores diversos, de muy diferente pelaje e intencionalidad, de manera que si los padres no se interesan, los extraños menos.
Aprender un oficio es improcrastinable, sea universitario o no, porque es fundamental optar por un empleo para poder tener ingresos y comer. Aquí la familia y profesorado son fundamentales, ejerciendo una cosa que se llama coaching o entrenamiento en el método, el estudio y la distribución del tiempo y las tareas lo más convenientemente posible. Y eso debiera ser también improcrastinable, pero no lo es, porque cansa. Posteriormente se hace improcrastinable algo que tampoco debiera de serlo: se cuida a los nietos como una obligación asumida. Podríamos seguir, pero mejor no lo hagamos, pues nos eternizaríamos.
En el día a día, todos hacemos improcrastinables muchos chunks que no lo son, como la televisión, la prensa o Internet. En esa elección dejamos por el camino muchas cosas importantes, como nuestros seres queridos o el placer de leer un buen libro, algo que nos obligue a pensar, a elaborar criterios y a ver la vida de un modo mucho más enriquecido. Pero claro, como no pensamos, caemos en manos de los pícaros, que se disfrazan de políticos y utilizan un verbo fácil y falaz, lleno de promesas imposibles, para ganar nuestro voto. Y si uno se asobina en la idiocia, mal futuro tiene. Podrá tener cosas – aunque lo dudo bastante – pero no llegará jamás a comprender el sentido de su vida en una manera plena. Lo lógico es que lo engañen los pícaros oclócratas (muchedumbre de políticos ineptos que berrean).
El problema es que no siempre sabemos qué es lo fundamental y qué es lo accesorio. Si alguien dice que siempre lo sabe, no le crean: miente. Porque tal cosa es imposible. Por tanto, debemos tomar decisiones en ausencia de información o con informaciones muy defectuosas. Eso sí, con cordura y no con hedonismo. Es indudable que los chunks de calidad son la base del poder. Pero tampoco hay que buscar el poder por el poder, puesto que aunque nuestra información sea perfecta, el General Azar (no Aznar) es un magnífico estratega y para competir con él, hemos de conocer muy bien sus métodos. Minimizamos la influencia del azar mediante la programación de las cosas. En realidad es lo que uno hacía antiguamente (e incluso ahora) con las agendas. Hoy en día, lo mejor es volver a ello.
Ser feliz, mientras dure esto que se le llama la vida, es claramente improcrastinable. Porque la vida es un tesoro irrepetible que no da margen a play-back. Los chunks que nos da han de filtrarse al máximo, adaptados a nuestra manera de ser, si es que no queremos pasar el tiempo en una zozobra de ambiciones no cubiertas; y puesto que los chunks son innumerables, no hay más remedio que ordenarlos, como si de una película se tratase, para dar coherencia nuestra vida.
Y por encima de cualquier otra procedencia, casi todos nuestros chunks improcrastinables nos los proporcionan agentes externos interesados: políticos, bancos, vendedores diversos, etc. Cuidado con ellos. Y los líderes que quieren mandar tras nuestras elecciones fracasadas.
La conclusión de todo esto se resume en la siguiente frase:
¡Pónganse ya de acuerdo, jopé!
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Procrastinación es una palabra de origen latino (viene de procrastinare) que significa acción y efecto de procrastinar (diferir, aplazar). Es una palabra preciosa y muy poco usada en castellano, salvo quizá en algunos escritos legales. Por tanto, algo improcrastinable es algo inaplazable, algo que no admite demora.
De manera que un chunk improcrastinable es un hecho necesario que no admite dilaciones, y que ha de ser resuelto inmediatamente. En la vida diaria, un chunk improcrastinable es el trabajo de los bomberos en un incendio, mientras que el de los peritos se puede procrastinar un tiempo. La atención de un paciente grave es otro chunk improcrastinable. O sea, que un chunk improcrastinable nos genera una tensión, un suspense, que es lo que buscaba Hitchcock, que tan bien los usaba, máxime si se adorna con macguffins.
En este momento, nuestro Chunk Improcrastinable nacional es la elección de un gobierno que gobierne y que deje de hacer el ganso o de jugar a las casitas. Pero lo peor es que, actualmente, todos los chunks propuestos son claramente procrastinables. ¿Verdad, señor Sánchez?
De hecho, las propuestas programáticas de los Socidanos (Socialistas y Ciudadanos) no las veo yo improcrastinables. Nada razonable sobre el empleo, nada sobre la defensa de la familia, nada sobre la seguridad nacional, nada sobre la protección y defensa de la infancia y ancianidad, nada sobre la educación lógica y coordinada, nada sobre la reforma en las adjudicaciones de obras públicas, nada sobre la unificación salarial en los cuerpos de seguridad del estado, nada sobre la racionalización de la Sanidad, etc. Como dicen en mi pueblo: “na más que tontás”. Bien, pues en nuestra vida diaria hay chunks improcrastinables, como comer, dormir, protegernos del frío o calor, respirar, hacer nuestras necesidades, etc. Cuando alguien tiene dolor, su remedio es – para él – improcrastinable, ya digan lo que quieran los que le asisten sanitariamente. Si la próstata te atasca “el caño de los orines”, como se dice en mi pueblo, es improcrastinable sondarte, pero el chunk no es ese, sino que se llama hiperplasia de próstata y se resuelve mediante cirugía. Dicha cirugía es improcrastinable; fundamentalmente, para el urólogo, mientras que el sondaje, lo es más para el paciente.
Todo esto nos conduce a una paradoja: lo que a cada cual le parece más urgente, depende de la calidad de la información que percibe. En la vida diaria se ve muy claro: ¿es que el chunk necesidad ha cambiado? Porque hoy en día ya no se puede vivir sin móvil o sin pantalones vaqueros y calzado deportivo, y antes eso estaba muy mal visto. Podemos, por tanto, considerar que se ha producido un cambio de costumbres y criterios. Sin embargo, en el Islam, el proceso es inverso, se radicalizan las costumbres, apareciendo pecados gravísimos donde antes no los había. El espíritu del fundamentalista se impone sobre los demás y – de alguna manera – los sojuzga y somete a su criterio. La información básica es la misma, pero su interpretación varía en cada caso. Igual sucede en la política. Cada cual va a su bola o a su chunk. Que se lo pregunten a la tribu de los podemitas, toda vez que ni siquiera son capaces de ponerse de acuerdo entre ellos en su nombre. Las sandeces son hoy en día fundamentales.
En la vida, lo mejor es aquello que se adapta más fielmente a nuestros gustos. El amor es hoy en día secundario para mucha gente, aunque no la cubrición, como hacen sementales y vacas en celo. Porque lo que hoy es improcrastinable es comer, dormir, tener un techo, cobrar una nómina o disponer de unos medios de vida… Lo demás puede ser muy importante, pero no improcrastinable.
Y es que los chunks evolucionan en la vida de cada uno. El ejemplo más común es la relación con nuestra madre. El embarazo hace improcrastinable la compartición física de un espacio con ella, hasta que nacemos. Sin embargo, algunas feministas opinan que “nosotras parimos y nosotras decidimos”, de manera que matan con soltura al feto y se quedan tan anchas. A eso le llaman modernidad, pues afortunadamente para ellas no se ha inventado aún el aborto con efectos retroactivos, que se inventará, no lo duden.
La educación debiera ser improcrastinable, pero hoy en día se delega bastante en los colegios y educadores diversos, de muy diferente pelaje e intencionalidad, de manera que si los padres no se interesan, los extraños menos.
Aprender un oficio es improcrastinable, sea universitario o no, porque es fundamental optar por un empleo para poder tener ingresos y comer. Aquí la familia y profesorado son fundamentales, ejerciendo una cosa que se llama coaching o entrenamiento en el método, el estudio y la distribución del tiempo y las tareas lo más convenientemente posible. Y eso debiera ser también improcrastinable, pero no lo es, porque cansa. Posteriormente se hace improcrastinable algo que tampoco debiera de serlo: se cuida a los nietos como una obligación asumida. Podríamos seguir, pero mejor no lo hagamos, pues nos eternizaríamos.
En el día a día, todos hacemos improcrastinables muchos chunks que no lo son, como la televisión, la prensa o Internet. En esa elección dejamos por el camino muchas cosas importantes, como nuestros seres queridos o el placer de leer un buen libro, algo que nos obligue a pensar, a elaborar criterios y a ver la vida de un modo mucho más enriquecido. Pero claro, como no pensamos, caemos en manos de los pícaros, que se disfrazan de políticos y utilizan un verbo fácil y falaz, lleno de promesas imposibles, para ganar nuestro voto. Y si uno se asobina en la idiocia, mal futuro tiene. Podrá tener cosas – aunque lo dudo bastante – pero no llegará jamás a comprender el sentido de su vida en una manera plena. Lo lógico es que lo engañen los pícaros oclócratas (muchedumbre de políticos ineptos que berrean).
El problema es que no siempre sabemos qué es lo fundamental y qué es lo accesorio. Si alguien dice que siempre lo sabe, no le crean: miente. Porque tal cosa es imposible. Por tanto, debemos tomar decisiones en ausencia de información o con informaciones muy defectuosas. Eso sí, con cordura y no con hedonismo. Es indudable que los chunks de calidad son la base del poder. Pero tampoco hay que buscar el poder por el poder, puesto que aunque nuestra información sea perfecta, el General Azar (no Aznar) es un magnífico estratega y para competir con él, hemos de conocer muy bien sus métodos. Minimizamos la influencia del azar mediante la programación de las cosas. En realidad es lo que uno hacía antiguamente (e incluso ahora) con las agendas. Hoy en día, lo mejor es volver a ello.
Ser feliz, mientras dure esto que se le llama la vida, es claramente improcrastinable. Porque la vida es un tesoro irrepetible que no da margen a play-back. Los chunks que nos da han de filtrarse al máximo, adaptados a nuestra manera de ser, si es que no queremos pasar el tiempo en una zozobra de ambiciones no cubiertas; y puesto que los chunks son innumerables, no hay más remedio que ordenarlos, como si de una película se tratase, para dar coherencia nuestra vida.
Y por encima de cualquier otra procedencia, casi todos nuestros chunks improcrastinables nos los proporcionan agentes externos interesados: políticos, bancos, vendedores diversos, etc. Cuidado con ellos. Y los líderes que quieren mandar tras nuestras elecciones fracasadas.
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