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Jueves, 03 de Marzo de 2016 Tiempo de lectura:
"La Tribuna del País Vasco" publica por primera vez el testimonio de un maestro que vivió los sucesos en primera línea y que cuestiona la versión comúnmente aceptada sobre lo acaecido aquella jornada

Documento exclusivo: Esto fue lo que sucedió en Vitoria el 3 de marzo de 1976

[Img #8269]Cuarenta años después de los sucesos ocurridos en Vitoria el 3 de marzo de 1976, un maestro que en aquellos años ejercía su trabajo en una escuela próxima a la iglesia donde estalló la algarada que acabaría con la muerte de cinco personas se ha decidido a poner por escrito todo lo que vio, vivió y sintió durante aquellas jornadas trágicas.

 

El documento, al que ha tenido acceso en exclusiva La Tribuna del País Vasco, consta de 10 páginas manuscritas y comienza con una reflexión del autor, en la que éste explica cómo recientemente escuchó al periodista Carlos Carnicero afirmar en 13TV que los sucesos del 3 de marzo de 1976 fueron espontáneos y que él mismo se hubiera sumado al tumulto de haber estado allí. “¡Valeroso Corazón de León”, dice este profesor ya jubilado, “¡Miente!”.

 

Nada de eso hubiera sucedido sin financiación, lo que requiere largo tiempo de preparación. Hasta donde yo sé, las fuentes de ingresos que mantuvieron las protestas fueron las siguientes:”

 

“La ayuda internacional, el llamado ‘Socorro Rojo’. La encargada de recibirlo fue una maestra que estaba en prácticas (curso 1974-1975) en un colegio del barrio de Zarama. La pilló la policía y perdió el curso. Posteriormente, volvió a repetir el curso de prácticas en otro colegio durante 1975-1976. Aquel dinero (y el restante) lo administraba un sacerdote, hoy secularizado, que sufrió prisión ¿? en el convento de los Carmelitas por ‘ser vos quien sois’, acusado de tráfico de divisas”.

 

Hubo un maestro, jefe del SEM (Servicio Español del Magisterio –Falange-) que estuvo en Polonia una temporada. Al no poder traer dinero polaco, trajo pliegos de sellos correos como bien cultural para venderlos en España y poner su granito de arena para la causa”

 

“Había un ‘impuesto revolucionario’ que se pedía a los obreros semanal o mensualmente”.

 

“Increíble, pero cierto: Cáritas. De esto yo fui víctima. Daba mensualmente 200 pesetas, diciendo siempre al sacerdote: ‘Esto es para Cáritas’. A lo que él me respondía: ‘bueno, para la Resistencia’. Le insistía en que aquellas 200 pesetas eran para Cáritas, pero él vuelta a lo mismo, ‘para la Resistencia’, pues Cáritas y la Resistencia eran lo mismo. No sé cuántos picaron, pero durante varios meses contribuí involuntariamente a financiar la revuelta. No puede nadie decir que todo fue espontáneo. Más tarde, comenzaron a almacenar en la parroquia de Belén alimentos, aceite y quizás dinero”.

 

El testimonio de este maestro que ahora sale a la luz revela que “un activista muy importante de aquellas algaradas estuvo en la fábrica DKW. Dicen que había sido un jesuita de la teología de la liberación, que entró de obrero y que tuvo un comportamiento ejemplar hasta que le hicieron fijo en la empresa, porque entonces soltó todo lo que llevaba dentro”. Y añade: “En la parroquia de San Francisco de Asís, ahora cerrada por falta de sacerdotes, se celebraban los días previos al 3-M mítines y asambleas de las que se levantaban actas. Estas actas se guardaban en la parroquia de Belén, en el despacho de la asistente social, en un armario situado a la derecha de la habitación. Sospecho que ya habrán desaparecido”.

 

Este nuevo testimonio al que ha tenido acceso La Tribuna del País Vasco revela que, en las horas previas al 3 de marzo de 1976, el párroco de la iglesia de San Francisco, donde ocurrieron los hechos luctuosos, fue invitado por el obispo a cerrar la parroquia y a marcharse a Burgos. “El sacerdote contestó que no, porque dijo que debía ocuparse de la causa de los pobres”.

 

“Llegó el día de 3 de marzo de 1976. Era Miércoles de Ceniza y no hubo clase. Desde primare hora comenzaron a actuar piquetes coactivos, se pusieron barricadas y de derribaron farolas (….) Acudieron manifestantes de otras provincias vascas. Algunos vehículos se aparcaron en la Plaza de San Antonio, y otros al resguardo de las paredes de lo que entonces era una plaza del ganado, con un muelle de carga y embarque de las reses. Muchos de estos coches se marcharon antes del desalojo de la iglesia. Muchos manifestantes se juntaron en asamblea permanente en la parroquia de San Francisco de Asís. Pasaban las horas y la asamblea seguía. Llegó la orden del desalojo. Por altavoces, se conminó a salir. Allí intervino el párroco: ‘No salgáis. En la calle, manda el gobernador, aquí, según el Concordato, no puede entrar la policía’”…

 

“Entre tanto, por distintas calles se sucedían los altercados con lanzamientos de pelotas de goma y botes de humo; piedras, bolas con tirachinas y barricadas, por el otro lado. Hay que destacar que los líderes de la revuelta se coordinaban y mandaban órdenes por esas emisoras portátiles llamadas walkkie-talkie (transmisores-receptores). Por ejemplo, desde la esquina de Siervas de Jesús con calle el Prado (Cafetería ‘El Mentirón’): ‘¿Dónde estás ahora?’; ‘Por los Iberrán’; - ‘¿Hay muchos grises? (así se denominaba a los miembros de la Policía Nacional)’; ‘Sí, bastantes’; ‘Mandad entonces algún piquete a tal zona, que está poco vigilada’”.

 

“Mientras esto ocurría, ¿qué pasaba en la parroquia de San Francisco? Según testimonios que pude recoger, pasó un coche de la Diputación tocando una sirena y entonces empezó la refriega. La policía rompió los cristales de las ventanas y tiró botes de humo dentro de la iglesia, y los de dentro no fueron mancos. Al parecer, había policías que pegaban a verdad y animaban a hacerlo a sus compañeros; otros, hacían como que pegaban, y también hubo policías que ayudaron a salir de la parroquia”.

 

“Salió el párroco a dialogar con el responsable policial para que no pegaran tan fuerte. La respuesta del mando policial fue la siguiente: ‘Compréndelo, están nerviosos después de más de un día de acoso e insultos’. Y siguió el desorden. Llegaron los bomberos, creyendo, por el humo, que había un incendio, y el jefe recibió un balazo de posta debajo de la nariz. Hubo cinco muertos, pero no dentro de la iglesia”.

 

“La sangre excita e irrita”, dice el testigo en sus apuntes. “La situación se recrudeció. Se habló de llamar al Ejército que estaba de maniobras. Esto lo sé por dos fuentes. Por fin, llegaron fuerzas policiales de Miranda de Ebro, cayó la noche y se apaciguó un poco el ambiente”.

 

“Todo hubiera inducido a pensar que el informe del forense arrojaría luz sobre lo sucedido, pero solo fue así a medias. El examen de las víctimas fue concluyente. Las heridas habían sido producidas por proyectiles de distinto calibre, mientras que la policía utiliza munición de un único calibre. El forense recibió un aviso para abandonar Vitoria, porque iban a ir a por él. De hecho, apareció la policía y se lo llevaron a otro domicilio, y de allí marchó a Sevilla donde murió, según tengo entendido, algo trastornado. Las autopsias no se practicaron”.

 

“¿Qué paso con los cadáveres? Dos de las personas fallecidas eran de fuera de Vitoria. Sus familiares los enterraron en su lugar de origen, arguyendo que ya los habían manipulado bastante. A las otras víctimas se les hizo un funeral conjunto en la Catedral Nueva. La homilía fue tan violenta como las que se venían sucediendo con anterioridad”.

 

“Al día siguiente, jueves, fuimos a clase y algunos alumnos, ¡sorpresa!, trajeron puñados de cartuchos de caza cogidos en la Iglesia, de la marca Orbea, Vitoria, 12-12. Aquí se produjo un grave error. Si los chicos trajeron a la escuela puñados de cartuchos y si la policía no llegó a entrar en la iglesia, ¿de dónde se sacaron esos cartuchos? La iglesia fue expoliada. La noche del 3 de marzo, la iglesia debía haberse precintado y vigilado para, el día 4, haberse levantado acta notarial de lo visto y recogido en la parroquia. El día 4 nos quedamos solos los maestros en las aulas. Al poco rato, recibimos un aviso telefónico. O salíamos o vendrían a echarnos. Ni que decir tiene que cumplimos la orden con presteza”.

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