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Miércoles, 09 de Marzo de 2016 Tiempo de lectura:
“Bittersweet”: el acoso escolar en primera persona

Melanie Rostock: “La vida adulta me ha dado todo lo que me quitó la adolescencia”

Bittersweet”, el libro de Melanie Rostock, se ha convertido en los últimos meses en uno de los títulos más comentados cuando se habla del acoso escolar. Esta obra, un éxito autopublicado que por sus propios méritos y sin ninguna promoción se colocó durante un mes en el primer puesto de la lista de libros juveniles más vendidos en Amazon, ha marcado a muchos lectores por la habilidad con la que aborda el tema del “bullying” escolar en medio de la dulzura de una historia de amor y amistad.

 

Melanie Rostock (Versalles, 1984) estudió Turismo. Posteriormente cursó un máster de Edición, que la llevó a crear junto con otros socios un sello editorial de literatura juvenil y romántica, que dejó para dedicarse a escribir. Actualmente vive en Barcelona.

 

Artículo de la autora sobre su experiencia personal sobre el acoso escolar

 

[Img #8331]“El bullying es un asunto muy serio que lamentablemente sigue afectando a muchos jóvenes hoy en día, y lo peor es que ha empeorado con las redes sociales. Ahora el acoso te persigue allí donde vayas y no puedo ni imaginarme lo que eso habría sido en mis días. 

 

En 5º de EGB, cuando tenía once años, empecé en un nuevo colegio. En el anterior tenía muchos amigos, pero el nivel de estudios era mucho mejor en el nuevo. Yo siempre hacía lo que me mandaban, así que no puse objeciones. 

 

La verdad es que no recuerdo muy bien cómo empezó todo, solo sé que mi hipersensibilidad no me ayudó; la facilidad con la que derramaba lágrimas me hacía parecer muy débil a ojos de los demás. 

 

Tengo una imagen grabada en la memoria. Recuerdo que se me cayó el estuche y todo se desparramó por el suelo. Toda la clase se echó a reír, entonces me vino una imagen a la cabeza: me pasó lo mismo en el colegio anterior, y todos se levantaron a ayudarme a recogerlo. Ese detalle, que parecía tan tonto, en realidad no lo era, porque en ese momento me di cuenta de qué clase de compañeros tenía, y qué diferente iba a ser mi vida a partir de ese momento. Y sí, lloré, lloré. ¿A ojos del resto? «Ja, ja, ja», «está llorando porque se le ha caído el estuche». Etiqueta que llevé durante siete años, hasta el bachillerato. Creo que desde ese día no dejaron de reírse de mí cada día, llamándome fea y tonta durante la ESO. No podía ni soñar en salir con chicos porque los que me gustaban estaban reservados para las populares. 

 

La tristeza era tan grande y pesada que no sabría cómo describirlo… me sentía como una mierda y creía que todos tenían razón, que era tonta y que era justificable que se metieran conmigo por ello. Cada día llegaba a casa llorando. Mi madre fue a hablar con la directora del colegio y expulsaron a una chica, a la más popular y la que creo que metía cizaña, a saber por qué, algún problema tendría también. La expulsión fue mucho peor. Al día siguiente, un chico me agredió físicamente, no me hizo daño, solo me empujó y caí al suelo, pero su odio era tan grande que no entendía qué había hecho yo para merecer ese infierno. Cuando acabé la universidad me reencontré con aquella chica en un restaurante y se acercó a mi mesa para pedirme perdón por cómo me había tratado en el colegio. Imaginad cómo fue para que ella se sintiera culpable, pero también hace falta tener valor para reconocerlo y pedirme disculpas. 

 

Y ya ni os cuento cuando eso me pasó también fuera del colegio, con el hermano de una de las amigas con las que quedaba los fines de semana. Coincidíamos poco, pero cuando lo veía no desaprovechaba la ocasión para meterse conmigo, y claro, ¿qué iba a pensar yo? Pues que tenían razón, ¿cómo iba a estar tanta gente equivocada? 

 

Existió un David y un parque de atracciones, lo he reflejado en el libro porque significó mucho para mí en esa época, porque no podía creerme cómo a alguien popular podría gustarle, porque fue cuando pensé que quizá sí que la gente estaba equivocada y yo no era tan tonta y tan fea. No pasó exactamente igual que en la novela, pero tuvimos nuestros momentos buenos. 

 

Nunca se supera del todo, es decir, parezco muy extrovertida y lo soy, pero lo paso fatal cuando tengo que exponerme delante de mucho público. Es algo que todavía no he superado: hacer una presentación, ponerme delante de una cámara para hablar, salir en la radio… Lo paso muy muy mal porque los pensamientos negativos me invaden, pienso que soltaré alguna chorrada y todo el mundo se reirá de mí. Pero es la única secuela que me queda. La vida adulta me ha dado todo lo que me quitó la adolescencia. He sido y soy muy feliz, he hecho y conseguido todo lo que he querido, con esfuerzo y dedicación, pero aquí estoy, exeditora de una editorial que nació en mi cabeza, y escritora. Se supera con el tiempo y, por qué no decirlo, con ayuda psicológica. 

 

No diría que el acoso que sufrí me hizo más fuerte, como me dijeron algunos que pasaría, pero es muy posible que sea la razón por la que soy tan exigente conmigo misma, y eso tiene su parte positiva: aprendo rápido porque me obligo y eso me ha ayudado a lograr objetivos grandes en un corto espacio de tiempo. ¡Ah! Y ya no me importa lo que los demás piensen de mí”.  

 

Primeras páginas de “Bittersweet”

 

 

 

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