La ex-militancia de ETA, una miscelánea de los antiguos alumnos
Los antiguos miembros de ETA y su exiguo papel en la deslegitimación del terrorismo (y 3ª Parte)
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ETA ha tenido muchos miles de militantes y simpatizantes durante su medio siglo de existencia y durante el período democrático ha mantenido fijo un suelo electoral de un 20% de adictos a su ideario y a su violencia. Ahora mismo, suspendida cautelarmente su actividad terrorista desde hace unos años, los etarras sueltos por ahí son un centenar, en prisión rozan el medio millar y en el exilio hay otros tantos, todos ellos exultantes de lo que hicieron y muy honrados de haber servido a ETA.
Sin embargo en ETA han existido múltiples escisiones, algunos abandonos colectivos y sin duda muchos alejamientos individuales.
ESCISIONES
Las sucesivas escisiones de ETA han sido desmembraciones que daban origen a dos ramas reclamándose ambas simultáneamente de ETA. La primera se dio en la 5ªAsamblea (1966-67) produciéndose las ramas ETA -la vieja, la de siempre- y ETA-berri o nueva que, sólo algún tiempo después dejó de reivindicarse con las siglas de la organización terrorista para llamarse Komunistak o Movimiento Comunista.
Otra escisión acaeció diez años más tarde, en 1974-75, al instaurarse un clima social anunciador de la democracia decidiendo una parte mayoritaria de ETA desdoblar sus actividades en políticas y militares (ETApm) creando al poco un partido para la revolución vasca (EIA) y una coalición de fuerzas nacionalistas (Euskadiko Ezkerra). La parte minoritaria continuó llamándose ETAmilitar: con este sobriquete explicitaba su negativa a participar en las instituciones democráticas. Al año siguiente, una fracción de polimilis, que se llamaban a sí mismos “especiales” o berezis, abandonó su ETA políticomilitar pasándose a la rama militar.
Es muy relevante la escisión que se produjo en el seno de ETApm en 1982, cuando los llamados “séptimos” (de la 7ªAsamblea) optaron por abandonar la violencia y colgar las armas pero los “octavos” optaron por proseguir con el terrorismo armado. Una parte de estos ETApm.octavos (también llamados “milikis”, entre quienes estaba Arnaldo Otegi) se unió a ETAm; y otro resto, llamado “autónomo”, fue presa de la policía y desapareció en 1984.
Salvo en el caso de ETAberri en todas estas escisiones ambas partes se reclamaban de un nacionalismo radical, independentista, así como del uso de la violencia ejercida con armas. Pero también ETAberri que negaba ser nacionalista practicó la violencia esporádicamente, a ser posible disfrazada de violencia de masas, y su inicial crítica al nacionalismo la fue moderando de manera a hacer un frente común con ETApm en Euskadiko Ezkerra. Y aun disputando legalmente por un activismo de masas, Komunistak siempre simpatizó con la militancia de ETA y, después de pasados muchos años, apoyó ideológicamente a los etarras asesinos de Yoyes (1986) por cuanto consideraron a esta ex-militante una traidora a la causa revolucionaria.
ABANDONOS COLECTIVOS
En ETA se dieron varias salidas colectivas definitivas y sonadas. La primera en la 6ª Asamblea de 1970, donde una parte de los militantes del exilio prefirió cortar completamente las amarras organizativas y dejar para siempre de considerarse etarras. Entre éstos se fraguó la primera crítica tanto a los postulados ideológicos de ETA como a su estrategia de violencia armada. En ese final de año, una veintena de militantes firmó un manifiesto público en el que, además de declararse fuera de ETA y manifestarse contra ETA, señalaban que iban a bregar por salvar del fusilamiento a sus ex-compañeros condenados en Burgos. De aquellas docenas de militantes que abandonaron ETA y se les llamaba por el nombre de su revista, Saioak, nada más que un puñado asumió que su tarea era apechugar con lo que había sido y testimoniar en contra de ETA y de sus presupuestos ideológicos. Uno de aquellos fui yo. Algún otro de aquellos compañeros volvió a militar en ETA y otros se fueron al PCE.
La segunda salida importante (1971-72) tuvo lugar en ETAVIª, donde la agrupación Barnuruntz, cuyos militantes tanto en el exilio -con un papel relevante en el activismo militar- como en el interior abandonaron la organización terrorista por discrepar de sus métodos burocráticos pero también de las causas de ese proceder. El cantante Imanol Larzabal fue uno de los que llevaron más adelante ese proceso de crítica hasta confluir con sus compañeros en la corriente de los Saioak. Alguno de aquellos militantes abandonistas recalaron pronto en el nacionalismo y hasta en ETAm alguno, como fue el caso de Mikel Gardoki, abatido en San Sebastián en un enfrentamiento con las Fuerzas de Seguridad del Estado.
Al poco, ETAVIª se fragmentó en dos conjuntos de militantes que pasaron a llamarse mayoritarios y minoritarios. Éstos, que eran los más numerosos de la organización pero sin apenas representación en los órganos de decisión, se negaban a optar entre maoísmo o trotskismo y, en un breve intervalo de tiempo, se alejaron del grupo dirigente, realmente minoritario pero que estaba por decantarse hacia el trotskismo. Tras ese gran abandono, unos militantes fueron convergiendo en el comunismo oficial del PCE mientras que otros engrosaron las filas maoístas de la ORT y del Movimiento Comunista de España.
La otra única salida masiva y pública de militantes abandonando la organización de la violencia se dio a partir de 1982 y hasta 1984 con la disolución de ETApm. En ella tres centenares de presos y activistas adquirieron la libertad y la impunidad judicial de sus crímenes a cambio de formular un simple “adiós a las armas”.
ALEJAMIENTOS INDIVIDUALES
Desde el inicio de ETA y de manera ininterrumpida ha habido defecciones personales o hasta de varios compañeros juntos sin que ese hecho haya trascendido al público ni, por tanto, se hayan explayado los motivos del abandono. Una de las razones es la clandestinidad pero otra muy relevante es el temor a las consecuencias que ese acto podría acarrearle al ex militante, porque ETA siempre ha tratado como traición cualquier defección argumentada y pública. ETA ha asesinado a varios militantes por haberse salido de la organización o haber juzgado que se desviaba de ella, pero también a muchísimos otros les ha hecho la vida imposible en su aldea o en el barrio, agrediéndoles físicamente, quemándoles el coche o lanzando contra ellos desde sus organizaciones legales todo tipo de invectivas de ser colaboradores policiales. Yo mismo, por mantener contactos con militantes de la corriente Barnuruntz para que abandonasen ETA, fui asaltado en mi casa de Paris por una docena de etarras que me torturaron a fin de sonsacarme asuntos de los que no tenía conocimiento alguno. Cuando a comienzos de los 80 se disolvió ETApm y comenzaron los polimilis a venir del exilio y a salir de las cárceles, ETAm amenazó de muerte repetidas veces a aquellos reinsertados, a sus abogados y a los líderes de Euskadiko Ezkerra, que promovía aquella reinserción.
El dilema del militante que abandona ETA estriba siempre en si por defender sus nuevas ideas va a arrostrar las consecuencias de la persecución, la proscripción, el desprestigio, el apartamiento y la soledad. Ese ex militante deberá comprometerse ante su propia libertad a fin de decidir si la ejerce plenamente o si renuncia, al menos parcialmente, a ella. Porque un ex queda muy solo, sus amigos de la cuadrilla le hacen el vacío huyendo de él, y hasta puede sufrir malevolencias y presiones por parte de su propia familia. Esa denigrante soledad impuesta desde su derredor le impide al ex-militante discutir sus ideas con otras personas y formalizar racionalmente su disidencia con vistas a clarificar la hondura de los desperfectos sociales que ha causado. Con lo cual quien ha abandonado la militancia etarra tampoco acierta a avanzar en su crítica a la violencia originada por una ideología totalitaria. Las más de las veces, la visión de ese ex en soledad quedará arrinconada en el resentimiento personal y jadeante de pulsiones negativas.
Sin mucho margen de error, se pude afirmar que la mayor parte de quienes abandonaron ETA han silenciado ese hecho así como la crítica activa a ETA viviendo una vida lo más alejada posible de la persecución y la proscripción.
Un hecho tan extraordinario como el asesinato de Miguel Ángel Blanco (1995) impulsó desde la prisión a unos contados militantes a deslegitimar públicamente a ETA y abandonarla privadamente. A partir de entonces se han ido efectuando deserciones de presos a cuentagotas, favorecidas sin duda por la remisión de penas que lograban al hacerlo. La política penitenciaria de los Gobiernos ha ido fomentando que se diesen estas defecciones individuales mediante concesiones como el acercamiento a tierra vasca y la aplicación del tercer grado. Esta vía, llamada de reinserción social, ha posibilitado que el gesto individual cristalizase en colectivo en el caso de la prisión de Nanclares de la Oca, donde hasta ocho presos en proceso de reinserción social formaron el año 2010 un colectivo alentando a ETA a abandonar la violencia.
ETA ha tenido muchos miles de militantes y simpatizantes durante su medio siglo de existencia y durante el período democrático ha mantenido fijo un suelo electoral de un 20% de adictos a su ideario y a su violencia. Ahora mismo, suspendida cautelarmente su actividad terrorista desde hace unos años, los etarras sueltos por ahí son un centenar, en prisión rozan el medio millar y en el exilio hay otros tantos, todos ellos exultantes de lo que hicieron y muy honrados de haber servido a ETA.
Sin embargo en ETA han existido múltiples escisiones, algunos abandonos colectivos y sin duda muchos alejamientos individuales.
ESCISIONES
Las sucesivas escisiones de ETA han sido desmembraciones que daban origen a dos ramas reclamándose ambas simultáneamente de ETA. La primera se dio en la 5ªAsamblea (1966-67) produciéndose las ramas ETA -la vieja, la de siempre- y ETA-berri o nueva que, sólo algún tiempo después dejó de reivindicarse con las siglas de la organización terrorista para llamarse Komunistak o Movimiento Comunista.
Otra escisión acaeció diez años más tarde, en 1974-75, al instaurarse un clima social anunciador de la democracia decidiendo una parte mayoritaria de ETA desdoblar sus actividades en políticas y militares (ETApm) creando al poco un partido para la revolución vasca (EIA) y una coalición de fuerzas nacionalistas (Euskadiko Ezkerra). La parte minoritaria continuó llamándose ETAmilitar: con este sobriquete explicitaba su negativa a participar en las instituciones democráticas. Al año siguiente, una fracción de polimilis, que se llamaban a sí mismos “especiales” o berezis, abandonó su ETA políticomilitar pasándose a la rama militar.
Es muy relevante la escisión que se produjo en el seno de ETApm en 1982, cuando los llamados “séptimos” (de la 7ªAsamblea) optaron por abandonar la violencia y colgar las armas pero los “octavos” optaron por proseguir con el terrorismo armado. Una parte de estos ETApm.octavos (también llamados “milikis”, entre quienes estaba Arnaldo Otegi) se unió a ETAm; y otro resto, llamado “autónomo”, fue presa de la policía y desapareció en 1984.
Salvo en el caso de ETAberri en todas estas escisiones ambas partes se reclamaban de un nacionalismo radical, independentista, así como del uso de la violencia ejercida con armas. Pero también ETAberri que negaba ser nacionalista practicó la violencia esporádicamente, a ser posible disfrazada de violencia de masas, y su inicial crítica al nacionalismo la fue moderando de manera a hacer un frente común con ETApm en Euskadiko Ezkerra. Y aun disputando legalmente por un activismo de masas, Komunistak siempre simpatizó con la militancia de ETA y, después de pasados muchos años, apoyó ideológicamente a los etarras asesinos de Yoyes (1986) por cuanto consideraron a esta ex-militante una traidora a la causa revolucionaria.
ABANDONOS COLECTIVOS
En ETA se dieron varias salidas colectivas definitivas y sonadas. La primera en la 6ª Asamblea de 1970, donde una parte de los militantes del exilio prefirió cortar completamente las amarras organizativas y dejar para siempre de considerarse etarras. Entre éstos se fraguó la primera crítica tanto a los postulados ideológicos de ETA como a su estrategia de violencia armada. En ese final de año, una veintena de militantes firmó un manifiesto público en el que, además de declararse fuera de ETA y manifestarse contra ETA, señalaban que iban a bregar por salvar del fusilamiento a sus ex-compañeros condenados en Burgos. De aquellas docenas de militantes que abandonaron ETA y se les llamaba por el nombre de su revista, Saioak, nada más que un puñado asumió que su tarea era apechugar con lo que había sido y testimoniar en contra de ETA y de sus presupuestos ideológicos. Uno de aquellos fui yo. Algún otro de aquellos compañeros volvió a militar en ETA y otros se fueron al PCE.
La segunda salida importante (1971-72) tuvo lugar en ETAVIª, donde la agrupación Barnuruntz, cuyos militantes tanto en el exilio -con un papel relevante en el activismo militar- como en el interior abandonaron la organización terrorista por discrepar de sus métodos burocráticos pero también de las causas de ese proceder. El cantante Imanol Larzabal fue uno de los que llevaron más adelante ese proceso de crítica hasta confluir con sus compañeros en la corriente de los Saioak. Alguno de aquellos militantes abandonistas recalaron pronto en el nacionalismo y hasta en ETAm alguno, como fue el caso de Mikel Gardoki, abatido en San Sebastián en un enfrentamiento con las Fuerzas de Seguridad del Estado.
Al poco, ETAVIª se fragmentó en dos conjuntos de militantes que pasaron a llamarse mayoritarios y minoritarios. Éstos, que eran los más numerosos de la organización pero sin apenas representación en los órganos de decisión, se negaban a optar entre maoísmo o trotskismo y, en un breve intervalo de tiempo, se alejaron del grupo dirigente, realmente minoritario pero que estaba por decantarse hacia el trotskismo. Tras ese gran abandono, unos militantes fueron convergiendo en el comunismo oficial del PCE mientras que otros engrosaron las filas maoístas de la ORT y del Movimiento Comunista de España.
La otra única salida masiva y pública de militantes abandonando la organización de la violencia se dio a partir de 1982 y hasta 1984 con la disolución de ETApm. En ella tres centenares de presos y activistas adquirieron la libertad y la impunidad judicial de sus crímenes a cambio de formular un simple “adiós a las armas”.
ALEJAMIENTOS INDIVIDUALES
Desde el inicio de ETA y de manera ininterrumpida ha habido defecciones personales o hasta de varios compañeros juntos sin que ese hecho haya trascendido al público ni, por tanto, se hayan explayado los motivos del abandono. Una de las razones es la clandestinidad pero otra muy relevante es el temor a las consecuencias que ese acto podría acarrearle al ex militante, porque ETA siempre ha tratado como traición cualquier defección argumentada y pública. ETA ha asesinado a varios militantes por haberse salido de la organización o haber juzgado que se desviaba de ella, pero también a muchísimos otros les ha hecho la vida imposible en su aldea o en el barrio, agrediéndoles físicamente, quemándoles el coche o lanzando contra ellos desde sus organizaciones legales todo tipo de invectivas de ser colaboradores policiales. Yo mismo, por mantener contactos con militantes de la corriente Barnuruntz para que abandonasen ETA, fui asaltado en mi casa de Paris por una docena de etarras que me torturaron a fin de sonsacarme asuntos de los que no tenía conocimiento alguno. Cuando a comienzos de los 80 se disolvió ETApm y comenzaron los polimilis a venir del exilio y a salir de las cárceles, ETAm amenazó de muerte repetidas veces a aquellos reinsertados, a sus abogados y a los líderes de Euskadiko Ezkerra, que promovía aquella reinserción.
El dilema del militante que abandona ETA estriba siempre en si por defender sus nuevas ideas va a arrostrar las consecuencias de la persecución, la proscripción, el desprestigio, el apartamiento y la soledad. Ese ex militante deberá comprometerse ante su propia libertad a fin de decidir si la ejerce plenamente o si renuncia, al menos parcialmente, a ella. Porque un ex queda muy solo, sus amigos de la cuadrilla le hacen el vacío huyendo de él, y hasta puede sufrir malevolencias y presiones por parte de su propia familia. Esa denigrante soledad impuesta desde su derredor le impide al ex-militante discutir sus ideas con otras personas y formalizar racionalmente su disidencia con vistas a clarificar la hondura de los desperfectos sociales que ha causado. Con lo cual quien ha abandonado la militancia etarra tampoco acierta a avanzar en su crítica a la violencia originada por una ideología totalitaria. Las más de las veces, la visión de ese ex en soledad quedará arrinconada en el resentimiento personal y jadeante de pulsiones negativas.
Sin mucho margen de error, se pude afirmar que la mayor parte de quienes abandonaron ETA han silenciado ese hecho así como la crítica activa a ETA viviendo una vida lo más alejada posible de la persecución y la proscripción.
Un hecho tan extraordinario como el asesinato de Miguel Ángel Blanco (1995) impulsó desde la prisión a unos contados militantes a deslegitimar públicamente a ETA y abandonarla privadamente. A partir de entonces se han ido efectuando deserciones de presos a cuentagotas, favorecidas sin duda por la remisión de penas que lograban al hacerlo. La política penitenciaria de los Gobiernos ha ido fomentando que se diesen estas defecciones individuales mediante concesiones como el acercamiento a tierra vasca y la aplicación del tercer grado. Esta vía, llamada de reinserción social, ha posibilitado que el gesto individual cristalizase en colectivo en el caso de la prisión de Nanclares de la Oca, donde hasta ocho presos en proceso de reinserción social formaron el año 2010 un colectivo alentando a ETA a abandonar la violencia.