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Ernesto Ladrón de Guevara
Lunes, 04 de Abril de 2016 Tiempo de lectura:

Los papeles de Salamanca

[Img #8502]Hace 10 años, en esa tradición tan consagrada por el pragmatismo indecente y el tacticismo que caracteriza a la clase política nacional, el entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero regaló 1.400.000 documentos custodiados por el Archivo de la Guerra Civil de Salamanca al entonces tripartito social-nacionalista, o si se prefiere naci-socialista de Cataluña que tan buenos frutos dio al actual independentismo. Todo en nombre de la suma de votos para acceder a la Moncloa aunque sea desmembrando el país y concediendo lo que no es de derecho dar porque no es propiedad de los gobiernos.

 

Dudo mucho que el señor Zapatero, o el actual presidente del Gobierno que no ha hecho nada para rectificar el entuerto y devolver a su origen lo que nunca debiera haber salido de Salamanca, sepa para qué sirve un archivo. Y a lo mejor incomoda, más bien, que los investigadores diluciden sobre la verdad histórica, que no es lo mismo que la memoria histórica al uso y abuso de la izquierda de este país que hace cincuenta años en Toulouse decidió, con el famoso historiador Manuel Tuñón de Lara, de origen comunista hasta la caída del Muro de Berlín, adaptar la historia para cambiarla en las universidades, y así hacer una narración  al gusto del consumidor.

 

Dudo mucho que la clase política actual, salvo honrosas y escasísimas individualidades, sepa algo de archivística, de metodología de la investigación histórica, o de la misma historia. Más bien, parece tratar de llevar el agua a su molino para fabricar un relato que en nada se parezca a la realidad de los hechos que son los que conforman la historia. Otra cosa es la interpretación de la misma. Pero los hechos objetivos, hechos son. Y el contexto social y cultural de la época en la que se produjeron también es un hecho que debe tenerse en cuenta para su interpretación.

 

Yo me pregunto para qué querrían los independentistas catalanes, Montilla inclusive, unos documentos, legajos o pruebas materiales de diversa naturaleza, que se produjeron en los momentos previos,  durante o después de la propia Guerra Civil, si no es para hacerlos desaparecer y que nadie sepa lo que realmente ocurrió en verdad. Es cuando menos sospechoso tanto interés en acumular papeles sobre la Guerra Civil, y desentenderse de otros periodos de la historia.

 

El material archivístico debe estar en las mejores condiciones de acceso para los investigadores, y quienes nos hemos dedicado a hurgar en papeles, a veces rodeados de telarañas o roídos por los ratones, sabemos que no hay nada más incómodo para un investigador que ir dando tumbos de un lugar a otro para recopilar información fehaciente sobre tal o cual cuestión de naturaleza histórica. Que lo deseable para un investigador, sea cual sea el motivo para su estudio, es tener lo más concentrado posible ese material, esas cajas, legajos, material fílmico, gráfico, hemeroteca o de audio, que permita un ahorro de costes, de esfuerzos y de trabas de tipo burocrático, que también las hay. Todos sabemos que una buena archivística es aquella que tenga localizados, reunidos, ordenados y clasificados esos materiales, con escrupuloso respeto al valor y alcance de lo en ellos contenido. Y que no hay nada más engorroso que tener que desplazarse cientos de kilómetros para, a veces, no encontrar nada, pues o no hay un criterio homogéneo de clasificación o simplemente estar esos documentos apilados mezclando churras con merinas. Y eso en el mejor de los casos, puesto que en el peor puede ser que hayan desaparecido pues a alguien incomoda esa verdad o le dificulta en su empeño de hacer una historia a la medida de sus intereses.

 

Si son capaces de manipular a los niños para que no sepan la verdad histórica con un enfoque particularista de los currículos escolares para la construcción nacionalista, cómo no lo van a ser de liquidar aquellas muestras que comprometen gravemente sus mentiras y les dejan al descubierto.

 

¡Qué daño ha hecho usted, señor Zapatero!

 

La historia, la de verdad, le hará justicia, si no hay quien destruya las pruebas del delito.

 


 


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