Lo que el Grupo Mondragón debe a la sociedad vasca
Las aportaciones de Fagor y Eroski fueron emitidas en su momento de un modo legal pero su comercialización, que al menos en la mitad de los casos se ha llevado a cabo a través de Caja Laboral, firma perteneciente también a MCC, ha rozado en demasiadas ocasiones la más completa estafa.
El Grupo Mondragón (MCC) debe una detallada explicación, una sincera disculpa y una completa restitución a la sociedad vasca. Las aportaciones financieras subordinadas de sus cooperativas estrella, Fagor y Eroski, que se comercializaron en la mayor parte de los casos como depósitos a plazo cuando, en realidad, eran productos financieros tóxicos altamente volátiles, han arruinado, en algunos casos literalmente, a no menos de 40.000 ciudadanos de Euskadi y a varios miles de personas más del resto de España.
Ciertamente, las aportaciones de Fagor y Eroski fueron emitidas en su momento de un modo absolutamente legal, pero su comercialización, que al menos en la mitad de los casos se ha llevado a cabo a través de Caja Laboral, firma perteneciente también a MCC, ha rozado en demasiadas ocasiones la más completa estafa. Son cientos, por no decir miles, los clientes de Caja Laboral, mayormente de avanzada edad, que fueron invitados por sus respectivos gestores a invertir sus ahorros en un “producto excepcional”, “de la tierra” y “de absoluta garantía”, que, en un breve plazo de tiempo, y ante el pasmo, la incredulidad y el pánico de los suscriptores, ha supurado el mayor escándalo financiero que se ha producido en el País Vasco en las últimas décadas. Un escándalo que por su equilibrada distribución geográfica, por su extensión, por el número de perjudicados y por las cantidades volatilizadas, que en su totalidad superan los 700 millones de euros, solamente tiene parangón con las dramáticas quitas que decenas de miles de consumidores han padecido recientemente con la compra de preferentes.
Las aportaciones financieras subordinadas de Fagor y Eroski han sido definidas, no sin cierta razón, como las “preferentes abertzales” y, según va pasando el tiempo y se van conociendo más y más detalles de su concepción, emisión, comercialización y venta, van apareciendo más y más razones que justifican este calificativo.
Para que MCC pudiera diseñar este producto financiero, el hoy ex lehendakari Juan José Ibarretxe (PNV) tuvo que modificar la Ley de Cooperativas de Euskadi, decisión que tomó el 29 de junio de 2000 y que fue el primer paso necesario para que ahora, casi quince años más tarde, miles de hombres y mujeres de Euskadi se sientan literalmente engañados por las “firmas más queridas del país” y humillados por sus cajas y bancos “de siempre”, así como abandonados por sus políticos, huérfanos de referentes en los grandes medios y totalmente impotentes ante lo que está ocurriendo a su alrededor.
Pero es que, además de esta estrecha relación entre gobiernos nacionalistas y cooperativas afines, testimonios que hemos recogido en nuestra redacción a lo largo de los últimos meses coinciden en señalar que gestores, directores de oficinas y directivos de diversas entidades financieras, especialmente de Caja Laboral, han vendido a sus clientes las aportaciones de Fagor y Eroski apelando al “patriotismo vasco”, destacando la “larga implantación de las cooperativas en Euskadi” y haciendo notar el carácter “propio” de estos productos financieros. De hecho, el comportamiento absolutamente rastrero, silente y sumiso que los diputados del PNV y Bildu demostraron hace unos días en el Parlamento vasco con respecto a este escándalo, y la defensa tan férrea como casi fanática que ambos grupos hicieron de MCC, dejando en la estacada a miles de vascos económicamente arruinados, ideológicamente perdidos, políticamente desnortados y financieramente engañados, mandó un claro mensaje sobre quiénes se agazapan y qué se esconde detrás de estos productos. ¿Por qué esas miradas arrobadas y cómplices entre Belén Greaves (PNV), directora de Kontsumobide – oficina que según la Cámara vasca debe “mediar” en el tema - y los directivos de Caja Laboral que se encontraban en la sede parlamentaria?
Hasta ahora, y más allá de sus permanentes y vacuos intercambios de impresiones con el poder político nacionalista, el Grupo Mondragón no ha dado ninguna explicación pública, más allá de enrocarse en ese absurdo eslogan, que más parece una disculpa infantil que un argumento contundente, que repite como un mantra la letanía del “todo ha sido legal”.
MCC debe ser consciente de que todo aquello que bordea premeditadamente lo legal, en demasiadas ocasiones poco o nada tiene que ver con lo que es legítimo. Y no es legítimo que las dos principales cooperativas del Grupo Mondragón se financien gracias a cientos de millones de euros invertidos por miles de ciudadanos vascos y de otros lugares de España que, en muchos casos, fueron engañados y manipulados para que adquirieran unos determinados productos financieros que jamás quisieron comprar.
No es legítimo que MCC haga como que aquí no pasa nada y que pretenda quedarse con dinero que genuinamente no le pertenecería, amparándose en una supuesta cobertura normativa y arropándose en un vergonzoso conciliabulo político nacionalista-independentista siempre más preocupado por los “pilares” empresariales de un presunto pueblo que de los derechos fundamentales y de las libertades básicas de los ciudadanos.
No es legítimo tampoco que MCC, sabiendo cómo estaba comercializando Caja Laboral las aportaciones de Fagor y Eroski, no interviniera rápidamente para frenar tantas mentiras, tantas verdades a medias y tantas falsedades dichas a clientes ignorantes en temas financieros y confiados en su “caja de siempre” a los que MCC no ha dudado en traicionar, abandonar, desprestigiar y, en algunos casos, vilipendiar. ¿Ordenó Caja Laboral a sus gestores -como todo hace sospechar- vender las aportaciones de Fagor y Eroski como si se trataran de un producto sin riesgo, altamente rentable e instantáneamente recuperable? Y si fue así, ¿quién o quiénes son los responsables de esta estrategia tan perversa como delictiva?
Durante las últimas décadas, la sociedad vasca ha sido excepcionalmente generosa con el cooperativismo siempre demasiado pretencioso y algo mesiánico de MCC. Son incalculables los millones de euros que, durante este tiempo, las empresas del Grupo Mondragón han recibido a través, por ejemplo, de subvenciones a proyectos (ayudas encubiertas) y, de igual modo, resultaría realmente difícil cuantificar cuántas decisiones económicas tomadas por el Gobierno vasco o por las diputaciones forales fueron realmente diseñadas en los despachos de MCC.
Todo esto hace que el Grupo Mondragón tenga una deuda importante con los ciudadanos de Euskadi y, especialmente, con esa parte de nuestra comunidad a la que MCC, directa o indirectamente y por acción u omisión, ha condenado a la ruina. El Grupo Mondragón debe una respuesta, debe una reparación y, sobre todo, debe asumir que resulta éticamente indecente financiarse a costa del dinero de 40.000 personas a las que, en demasiados casos, se manipuló para que compraran el producto que MCC quería vender. Nunca el que ellas quisieron.
El Grupo Mondragón (MCC) debe una detallada explicación, una sincera disculpa y una completa restitución a la sociedad vasca. Las aportaciones financieras subordinadas de sus cooperativas estrella, Fagor y Eroski, que se comercializaron en la mayor parte de los casos como depósitos a plazo cuando, en realidad, eran productos financieros tóxicos altamente volátiles, han arruinado, en algunos casos literalmente, a no menos de 40.000 ciudadanos de Euskadi y a varios miles de personas más del resto de España.
Ciertamente, las aportaciones de Fagor y Eroski fueron emitidas en su momento de un modo absolutamente legal, pero su comercialización, que al menos en la mitad de los casos se ha llevado a cabo a través de Caja Laboral, firma perteneciente también a MCC, ha rozado en demasiadas ocasiones la más completa estafa. Son cientos, por no decir miles, los clientes de Caja Laboral, mayormente de avanzada edad, que fueron invitados por sus respectivos gestores a invertir sus ahorros en un “producto excepcional”, “de la tierra” y “de absoluta garantía”, que, en un breve plazo de tiempo, y ante el pasmo, la incredulidad y el pánico de los suscriptores, ha supurado el mayor escándalo financiero que se ha producido en el País Vasco en las últimas décadas. Un escándalo que por su equilibrada distribución geográfica, por su extensión, por el número de perjudicados y por las cantidades volatilizadas, que en su totalidad superan los 700 millones de euros, solamente tiene parangón con las dramáticas quitas que decenas de miles de consumidores han padecido recientemente con la compra de preferentes.
Las aportaciones financieras subordinadas de Fagor y Eroski han sido definidas, no sin cierta razón, como las “preferentes abertzales” y, según va pasando el tiempo y se van conociendo más y más detalles de su concepción, emisión, comercialización y venta, van apareciendo más y más razones que justifican este calificativo.
Para que MCC pudiera diseñar este producto financiero, el hoy ex lehendakari Juan José Ibarretxe (PNV) tuvo que modificar la Ley de Cooperativas de Euskadi, decisión que tomó el 29 de junio de 2000 y que fue el primer paso necesario para que ahora, casi quince años más tarde, miles de hombres y mujeres de Euskadi se sientan literalmente engañados por las “firmas más queridas del país” y humillados por sus cajas y bancos “de siempre”, así como abandonados por sus políticos, huérfanos de referentes en los grandes medios y totalmente impotentes ante lo que está ocurriendo a su alrededor.
Pero es que, además de esta estrecha relación entre gobiernos nacionalistas y cooperativas afines, testimonios que hemos recogido en nuestra redacción a lo largo de los últimos meses coinciden en señalar que gestores, directores de oficinas y directivos de diversas entidades financieras, especialmente de Caja Laboral, han vendido a sus clientes las aportaciones de Fagor y Eroski apelando al “patriotismo vasco”, destacando la “larga implantación de las cooperativas en Euskadi” y haciendo notar el carácter “propio” de estos productos financieros. De hecho, el comportamiento absolutamente rastrero, silente y sumiso que los diputados del PNV y Bildu demostraron hace unos días en el Parlamento vasco con respecto a este escándalo, y la defensa tan férrea como casi fanática que ambos grupos hicieron de MCC, dejando en la estacada a miles de vascos económicamente arruinados, ideológicamente perdidos, políticamente desnortados y financieramente engañados, mandó un claro mensaje sobre quiénes se agazapan y qué se esconde detrás de estos productos. ¿Por qué esas miradas arrobadas y cómplices entre Belén Greaves (PNV), directora de Kontsumobide – oficina que según la Cámara vasca debe “mediar” en el tema - y los directivos de Caja Laboral que se encontraban en la sede parlamentaria?
Hasta ahora, y más allá de sus permanentes y vacuos intercambios de impresiones con el poder político nacionalista, el Grupo Mondragón no ha dado ninguna explicación pública, más allá de enrocarse en ese absurdo eslogan, que más parece una disculpa infantil que un argumento contundente, que repite como un mantra la letanía del “todo ha sido legal”.
MCC debe ser consciente de que todo aquello que bordea premeditadamente lo legal, en demasiadas ocasiones poco o nada tiene que ver con lo que es legítimo. Y no es legítimo que las dos principales cooperativas del Grupo Mondragón se financien gracias a cientos de millones de euros invertidos por miles de ciudadanos vascos y de otros lugares de España que, en muchos casos, fueron engañados y manipulados para que adquirieran unos determinados productos financieros que jamás quisieron comprar.
No es legítimo que MCC haga como que aquí no pasa nada y que pretenda quedarse con dinero que genuinamente no le pertenecería, amparándose en una supuesta cobertura normativa y arropándose en un vergonzoso conciliabulo político nacionalista-independentista siempre más preocupado por los “pilares” empresariales de un presunto pueblo que de los derechos fundamentales y de las libertades básicas de los ciudadanos.
No es legítimo tampoco que MCC, sabiendo cómo estaba comercializando Caja Laboral las aportaciones de Fagor y Eroski, no interviniera rápidamente para frenar tantas mentiras, tantas verdades a medias y tantas falsedades dichas a clientes ignorantes en temas financieros y confiados en su “caja de siempre” a los que MCC no ha dudado en traicionar, abandonar, desprestigiar y, en algunos casos, vilipendiar. ¿Ordenó Caja Laboral a sus gestores -como todo hace sospechar- vender las aportaciones de Fagor y Eroski como si se trataran de un producto sin riesgo, altamente rentable e instantáneamente recuperable? Y si fue así, ¿quién o quiénes son los responsables de esta estrategia tan perversa como delictiva?
Durante las últimas décadas, la sociedad vasca ha sido excepcionalmente generosa con el cooperativismo siempre demasiado pretencioso y algo mesiánico de MCC. Son incalculables los millones de euros que, durante este tiempo, las empresas del Grupo Mondragón han recibido a través, por ejemplo, de subvenciones a proyectos (ayudas encubiertas) y, de igual modo, resultaría realmente difícil cuantificar cuántas decisiones económicas tomadas por el Gobierno vasco o por las diputaciones forales fueron realmente diseñadas en los despachos de MCC.
Todo esto hace que el Grupo Mondragón tenga una deuda importante con los ciudadanos de Euskadi y, especialmente, con esa parte de nuestra comunidad a la que MCC, directa o indirectamente y por acción u omisión, ha condenado a la ruina. El Grupo Mondragón debe una respuesta, debe una reparación y, sobre todo, debe asumir que resulta éticamente indecente financiarse a costa del dinero de 40.000 personas a las que, en demasiados casos, se manipuló para que compraran el producto que MCC quería vender. Nunca el que ellas quisieron.