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Ernesto Ladrón de Guevara
Lunes, 25 de Abril de 2016 Tiempo de lectura:

Todos los desvaríos de la izquierda

[Img #8642]Tenemos un problema endémico y estructural que es la existencia de una izquierda decimonónica  que sume a los españoles en un cuadro de división incívica entre la derecha y la izquierda, devolviéndonos a las dos Españas cainitas, las que resucitó Zapatero y que nos tienen secuestrados a los ciudadanos que queremos paz, reconciliación y constitucionalismo.

 

Esa España dividida en dos, con una fisura irreconciliable que nos lleva inevitablemente al enfrentamiento y a la exclusión de una de las dos mitades; lo que es de todo punto de vista absurdo e involutivo. La muestra más palpable es la imagen de un Rajoy y un Sánchez incapaces de mirarse a la cara, de hablar y ponerse de acuerdo, y de eso, aunque podamos culpar a Rajoy por no mover pieza, es culpable este secretario general del PSOE que recoge el guante de Zapatero que a su vez rompió esa cultura del entendimiento que tanto tenemos que agradecer los españoles y que posibilitó una transición hacia la democracia.

 

Así como a finales de los setenta del siglo pasado la izquierda racionalista, no la visceral,  fue un puntal fundamental en la articulación del nuevo sistema nacido de 1978, hoy la izquierda es el problema, no la solución.

 

Es un problema porque lejos de articular políticas responsables en aras del bien común y la concordia, la izquierda se ha sumado a la oleada demagógica y a las tentaciones neomarxistas, cuando Marx quedó arribado tras la caída del muro de Berlín. Es una excepción en Europa la existencia de una izquierda bananera.

 

Es un problema porque la izquierda actual en sus diferentes modulaciones no aporta ninguna solución a los problemas reales de los españoles, ya que con el aumento del gasto de forma irrefrenable y su alianza con el separatismo, junto a su planteamiento de impuestos expropiatorios, no solucionará ni el problema del paro ni el de la deuda que es causa del desempleo y de la degradación de las clases medias. Los impuestos confiscatorios  que plantea esa izquierda venezolana  a las grandes fortunas no son la solución al déficit, son el problema, pues el dinero no sabe de fronteras, y se va a donde se producen mejores condiciones para el beneficio. Con ello no resolvemos tampoco el problema de la retracción de la inversión extranjera ni de la incorporación de nuevos capitales al desarrollo de la economía productiva.

 

Es un problema porque aumentar el déficit de caja más de lo que ya se ha hecho por una derecha social-demócrata con la inestimable ayuda de unas autonomías que engordan sin fin la burocracia y el gasto corriente no productivo, deja a nuestros nietos un país donde se hará inviable la Seguridad Social, las pensiones y el Estado de bienestar, empobreciéndonos aún más. ¿O no nos sirve la experiencia de los gobiernos de Zapatero?  ¿No somos capaces de aprender?

 

Con proclamas populistas no se resuelve nada. Es penoso que un dirigente del Partido Socialista apellidado Sánchez se sume a la marea demagógica sin ofrecer salidas positivas y posibles a los grandes parámetros macroeconómicos que son el puntal del Estado de Bienestar, y, en concreto, al crecimiento del Producto Nacional Bruto y al, en consecuencia, aumento de la Renta Per Cápita; a la mejora progresiva de la capacidad de compra de los ciudadanos estimulando el consumo como motor de la economía; a la reducción del déficit público y a la viabilidad de una deuda en crecimiento constante; para lograr la sostenibilidad de los objetivos presupuestarios que general bienestar y riqueza.

 

Si el sistema pierde la poca credibilidad que tenía, por causa de unos partidos políticos irresponsables que son incapaces de lograr acuerdos de políticas viables no podemos pretender  la necesaria confianza que genera el emprendimiento y la inversión; y eso no se logra con fantoches políticos como esos que propugnan un nuevo estilo de abordar la menstruación (sic).  Toda la sarta de insensateces y absurdos patológicos que inundan los medios de comunicación no es la mejor manera de obtener un prestigio de nuestro país en la esfera internacional y produce vergüenza en los ciudadanos que tienen un sentido responsable de las obligaciones con el conjunto de la sociedad.

 

Es penoso oír y ver a rupturistas antisistemas que lejos de aportar una visión constructiva  son augures de destrucción y descalabro colectivo, porque nada aportan al bienestar colectivo salvo copias caricaturescas de la Albania soviética o de la melancolía del Régimen cubano.

 

Lo triste de todo esto es la existencia de unas franjas electorales humanísticamente analfabetas que auspician con su voto a esta fauna política desvertebradora y frentepopulista, haciendo caso omiso de las enseñanzas de una historia no mitológica que no han aprendido en la escuela retrotrayéndonos  a los peores episodios del pasado.

 

Y también es lamentable que los próceres socialistas ya veteranos, que protagonizaron páginas gloriosas en la Transición democrática (aunque hay voces que lo ponen en cuestión) sean cómplices por omisión de esta demencia que nos lleva a perder lo poco que nos queda de su gestión cuando tuvieron el mandato de los ciudadanos en los primeros momentos de la restauración de la democracia.

 

En este proceso golpista contra el propio sistema tiene pleno sentido el intento de incorporar al voto a los quinceañeros (16 años), a sabiendas de que debido a los déficits de formación humanística por causa de un  entramado educativo fallido, esa nueva franja electoral sería receptiva al adoctrinamiento involutivo.

 

La izquierda va de victoria en victoria hacia la derrota final, porque el desarrollo de los acontecimientos les dejará en donde merecen estar por méritos propios.

 

Han empezado a entretejer el nudo orweliano, pero no se dan cuenta de que las aspiraciones de libertad del pueblo son irrefrenables y les arroyará.

 

 

 

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