Barcelona
![[Img #8911]](upload/img/periodico/img_8911.jpg)
Lo que está ocurriendo en la magnífica ciudad de Barcelona es un problema que trasciende cuestiones de orden público y me estoy refiriendo concretamente a lo que sucede en el barrio de Gracia, y a lo que viene ocurriendo desde hace mucho tiempo en esta ciudad, porque Barcelona parece haberse convertido en la meca de los antisistemas de Europa. Un lugar de peregrinación y habitación para esta gente.
Las responsabilidades, como siempre en democracia, son repartidas, pero jerárquicas. Así observamos cómo la alcaldesa Ada Colau, que hasta hace cuatro días era antisistema y antipropiedad privada, tiene actualmente a concejales y otros personajes en plantilla al frente de los enfrentamientos con los Mozos de Escuadra, que supongo tienen que estar bastante hartos de soportar insultos, vejaciones y agresiones, mientras la alcaldesa de Stop-Desahucios les pide actuación proporcional. Ella sabe mucho de eso porque ha estado al frente de muchas manifestaciones ilegales.
Señora Alcaldesa: ¿Se ha planteado la posibilidad legítima y legal de que la Policía autonómica declare una huelga en su ciudad?, ¿Quién la protegerá a usted y a sus correligionarios?, ¿Quién protegerá a los ciudadanos? No descarte esa posibilidad porque sin dudad están aguantando más de lo razonable, y en ese sentido están avisando sus jefes. Señora alcaldesa: Está jugando con una bomba que ha contribuido a activar, pero que no sabe desactivar.
Pero lo más grave que está ocurriendo en Barcelona, tiene dos facetas muy preocupantes:
Por un lado, se está destruyendo el concepto de autoridad que tenemos en los sistemas democráticos. En nuestros sistemas políticos, la autoridad se convierte en un recurso del poder institucionalizado, que se une irremediablemente al concepto de orden y al sentimiento de obligación y obediencia que permite no invertir esfuerzos en la persuasión ni recurrir a la fuerza. Se trata de evitar males mayores. Se está cuestionando la legitimidad de la autoridad, que en este caso ostenta la Policía autonómica. Sin esa autoridad que no es conferida por una alcaldesa sino por la legislación democrática vigente, su principal función se interrumpe, con consecuencias como las que estamos observando.
Por otro lado, se está cuestionando el modelo de Estado, que en palabras de Max Weber, es la asociación que, dentro de unas fronteras espaciales, reclama para sí el monopolio de la violencia física legítima. Todas las personas que hayan estudiado tan solo un poco de la historia reciente de Europa saben a dónde nos llevó la subversión de ese monopolio de la violencia legítima, y en Barcelona parece que está ocurriendo, otra vez. Contra ese monopolio legítimo siempre han estado los que lo quieren controlarlo unilateralmente, fascistas, nacionalistas y dictadores de todo tipo, o los anarquistas y los radicales de la interpretación de Marx y Engels, que al final del camino también quieren controlarlo, pero en todos los casos quien se desmorona es la democracia. Parece que ahora vuelven a estar muy activos los populistas en la lucha por ese monopolio legítimo, pero todos sabemos que jamás ha existido un dictador que no fuese populista.
No sé hasta qué punto Ada Colau es consciente de la gravedad de lo que acontece, pero sí sé que muchos ciudadanos observamos con preocupación los hechos.
Pronóstico: Que se vayan preparando, porque lo que tienen en frente no son personas desahuciadas, son "niños de papa", de clase media, con unos móviles muy caros que son la base de su red, y que no tienen prisa. Son antisistema mantenidos por el sistema.
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Lo que está ocurriendo en la magnífica ciudad de Barcelona es un problema que trasciende cuestiones de orden público y me estoy refiriendo concretamente a lo que sucede en el barrio de Gracia, y a lo que viene ocurriendo desde hace mucho tiempo en esta ciudad, porque Barcelona parece haberse convertido en la meca de los antisistemas de Europa. Un lugar de peregrinación y habitación para esta gente.
Las responsabilidades, como siempre en democracia, son repartidas, pero jerárquicas. Así observamos cómo la alcaldesa Ada Colau, que hasta hace cuatro días era antisistema y antipropiedad privada, tiene actualmente a concejales y otros personajes en plantilla al frente de los enfrentamientos con los Mozos de Escuadra, que supongo tienen que estar bastante hartos de soportar insultos, vejaciones y agresiones, mientras la alcaldesa de Stop-Desahucios les pide actuación proporcional. Ella sabe mucho de eso porque ha estado al frente de muchas manifestaciones ilegales.
Señora Alcaldesa: ¿Se ha planteado la posibilidad legítima y legal de que la Policía autonómica declare una huelga en su ciudad?, ¿Quién la protegerá a usted y a sus correligionarios?, ¿Quién protegerá a los ciudadanos? No descarte esa posibilidad porque sin dudad están aguantando más de lo razonable, y en ese sentido están avisando sus jefes. Señora alcaldesa: Está jugando con una bomba que ha contribuido a activar, pero que no sabe desactivar.
Pero lo más grave que está ocurriendo en Barcelona, tiene dos facetas muy preocupantes:
Por un lado, se está destruyendo el concepto de autoridad que tenemos en los sistemas democráticos. En nuestros sistemas políticos, la autoridad se convierte en un recurso del poder institucionalizado, que se une irremediablemente al concepto de orden y al sentimiento de obligación y obediencia que permite no invertir esfuerzos en la persuasión ni recurrir a la fuerza. Se trata de evitar males mayores. Se está cuestionando la legitimidad de la autoridad, que en este caso ostenta la Policía autonómica. Sin esa autoridad que no es conferida por una alcaldesa sino por la legislación democrática vigente, su principal función se interrumpe, con consecuencias como las que estamos observando.
Por otro lado, se está cuestionando el modelo de Estado, que en palabras de Max Weber, es la asociación que, dentro de unas fronteras espaciales, reclama para sí el monopolio de la violencia física legítima. Todas las personas que hayan estudiado tan solo un poco de la historia reciente de Europa saben a dónde nos llevó la subversión de ese monopolio de la violencia legítima, y en Barcelona parece que está ocurriendo, otra vez. Contra ese monopolio legítimo siempre han estado los que lo quieren controlarlo unilateralmente, fascistas, nacionalistas y dictadores de todo tipo, o los anarquistas y los radicales de la interpretación de Marx y Engels, que al final del camino también quieren controlarlo, pero en todos los casos quien se desmorona es la democracia. Parece que ahora vuelven a estar muy activos los populistas en la lucha por ese monopolio legítimo, pero todos sabemos que jamás ha existido un dictador que no fuese populista.
No sé hasta qué punto Ada Colau es consciente de la gravedad de lo que acontece, pero sí sé que muchos ciudadanos observamos con preocupación los hechos.
Pronóstico: Que se vayan preparando, porque lo que tienen en frente no son personas desahuciadas, son "niños de papa", de clase media, con unos móviles muy caros que son la base de su red, y que no tienen prisa. Son antisistema mantenidos por el sistema.











