Impuestos contra la riqueza
Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, Impuesto sobre el Valor Añadido, Impuesto de Bienes Inmuebles, Impuesto de Circulación, Impuesto de Sociedades, Impuesto de Hidrocarburos, Impuesto sobre Transacciones Patrimoniales, Impuesto de Sucesiones, Impuesto al Alcohol, Impuesto al Tabaco, Impuesto de Actividades Económicas, Tasa de Basuras y Saneamiento, Tasa de Plusvalía de Bienes Inmuebles, Tasa Energética, Tasa Medioambiental, Canon por copia digital privada, Tasas de Aparcamiento, Permisos de Obras, Permisos de Apertura, Tasas Administrativas, Cotizaciones a la Seguridad Social…
Me hago eco de un artículo publicado por “El Mundo” en diciembre del año pasado basado en un estudio sobre presión fiscal del Foro Económico Mundial: “Los trabajadores españoles tienen que destinar hasta un 52% de su salario al pago de impuestos. O dicho de otra forma: los asalariados de España, de media, sólo disponen de un 48% de su sueldo una vez abonados el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA), los impuestos especiales con los que están gravados el alcohol, los hidrocarburos y el tabaco, y todos aquellos pagos que la Administración exige.
Así se desprende de un estudio elaborado por el Foro Económico Mundial y en el que, además, se observa que España es el cuarto país del mundo que mayor esfuerzo exige a sus trabajadores. Por delante sólo están Suecia y Dinamarca, en donde el pago de impuestos para mantener su desarrollado Estado del Bienestar supera el 56% del salario, y Francia, cuyos trabajadores deben destinar el 54% de su sueldo a este concepto…
…Estas obligaciones tributarias, así como la distribución que los dirigentes políticos hacen de lo recaudado, también tienen una importante repercusión en la competitividad que presenta cada economía. Así lo indica el propio World Economic Forum, que hace referencia en este punto al Informe de Competitividad Global 2015-2016 que publicó el pasado mes de octubre y en el que la economía española ocupa el puesto 33, precedido de Estonia, República Checa y Tailandia y seguido por Kuwait, Chile y Lituania. En este ranking, en el que los citados países con altos impuestos están muy por delante de España, a excepción de Portugal, destacan las infraestructuras y el sistema sanitario español; en cambio, el funcionamiento de las instituciones públicas y privadas, el entorno macroeconómico y el funcionamiento y la flexibilidad del mercado laboral son los aspectos más negativos en España, que en algunos de estos puntos no está ni siquiera entre los 100 primeros puestos.”
En otras palabras, estrujando a los que trabajan somos como la mafia, pero gastando somos peor que nuevos ricos. Además la presión fiscal sólo se dirige a las clases medias, mientras que las grandes fortunas y las empresas de IBEX se escapan de este “Infierno Fiscal”. ¿Quién elegiría un infierno cuando puede tener paraísos a su disposición?
En gran parte la corrupción y la compleja estructura territorial explican el gigantesco despilfarro español.
Tenemos 2.544.000 funcionarios, uno por cada cuatro trabajadores del sector privado. La mitad de ellos trabajan para las comunidades autónomas. Los funcionarios más numerosos se encuentran en educación/universidades (678.000), seguidos de Sanidad (475.000), Fuerzas Armadas (121.800), Policía y Guardia Civil (143.000), Policía Autonómica (26.000) y Administración de Justicia (62.260) -contabilizando la estructura estatal y autonómica-.
Sin embargo, eso no es lo peor. Lo peor es que tenemos a 1,5 cotizantes por cada pasivo con prestación pública. ¡Tremendo! Sobre todo si tenemos en cuenta que la pirámide poblacional está invertida.
La Seguridad Social tiene 1,82 cotizantes por cada pensión abonada, cuando el punto crítico se sitúa en 2,5 cotizantes por pensión, algo que ocurría en 2007 antes de estallar la crisis, y que le permitía gozar de superávit. Pero hace diez años las bases de cotización eran más elevadas porque no se habían devaluado nuestros salarios. Las prestaciones eran más bajas ya que se van incorporando pensionistas con carreras más largas y aportaciones más generosas. Por cada pensionista que fallece y que cobraba una media de 800 euros mensuales, entra uno nuevo recién jubilado que percibirá 1.350 euros por catorce pagas.
Hay menos trabajadores, los que hay cobran menos, y cada vez hay más pensionistas que además cobran más que sus antecesores. No hay que preguntarse si colapsará el sistema, lo que hay que preguntarse es cuándo.
Si nos hemos esclavizado fiscalmente a un sistema llamado a colapsar, y vemos que los que lo dirigen lo saben y son como las ratas que saltan primero del barco hundiéndose, ¿cómo todavía hay políticos que pretenden hacernos creer que subir o bajar impuestos cambiará el destino de este desastre? Nos hemos salido en la curva más peligrosa del circuito: acelerar o frenar ya da lo mismo. Lo sensato es abandonar el vehículo antes de que se estrelle contra el muro de la realidad.
Lo que sí parece clara es la relación entre presión fiscal y dificultad para generar empleo. Especialmente en el acoso que sufren los pequeños emprendedores autónomos.
Parece razonable que si queremos generar riqueza y empleo no podemos castigar los rendimientos por trabajo y consumo. Si queremos dejar que la riqueza circule, produciendo más riqueza, debemos castigar la acumulación e improductividad y premiar la circulación y la productividad. Justo lo contrario que venimos haciendo. Eso no sólo lo dicen los economistas sino la historia de nuestra civilización.
Así que, por favor, dejen de tratarnos como imbéciles con esos discursos electoralistas para tontos que no saben dibujar la “o” con un canuto y presenten soluciones realistas y pragmáticas a este desastre que se avecina si Dios no lo impide.
Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, Impuesto sobre el Valor Añadido, Impuesto de Bienes Inmuebles, Impuesto de Circulación, Impuesto de Sociedades, Impuesto de Hidrocarburos, Impuesto sobre Transacciones Patrimoniales, Impuesto de Sucesiones, Impuesto al Alcohol, Impuesto al Tabaco, Impuesto de Actividades Económicas, Tasa de Basuras y Saneamiento, Tasa de Plusvalía de Bienes Inmuebles, Tasa Energética, Tasa Medioambiental, Canon por copia digital privada, Tasas de Aparcamiento, Permisos de Obras, Permisos de Apertura, Tasas Administrativas, Cotizaciones a la Seguridad Social…
Me hago eco de un artículo publicado por “El Mundo” en diciembre del año pasado basado en un estudio sobre presión fiscal del Foro Económico Mundial: “Los trabajadores españoles tienen que destinar hasta un 52% de su salario al pago de impuestos. O dicho de otra forma: los asalariados de España, de media, sólo disponen de un 48% de su sueldo una vez abonados el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA), los impuestos especiales con los que están gravados el alcohol, los hidrocarburos y el tabaco, y todos aquellos pagos que la Administración exige.
Así se desprende de un estudio elaborado por el Foro Económico Mundial y en el que, además, se observa que España es el cuarto país del mundo que mayor esfuerzo exige a sus trabajadores. Por delante sólo están Suecia y Dinamarca, en donde el pago de impuestos para mantener su desarrollado Estado del Bienestar supera el 56% del salario, y Francia, cuyos trabajadores deben destinar el 54% de su sueldo a este concepto…
…Estas obligaciones tributarias, así como la distribución que los dirigentes políticos hacen de lo recaudado, también tienen una importante repercusión en la competitividad que presenta cada economía. Así lo indica el propio World Economic Forum, que hace referencia en este punto al Informe de Competitividad Global 2015-2016 que publicó el pasado mes de octubre y en el que la economía española ocupa el puesto 33, precedido de Estonia, República Checa y Tailandia y seguido por Kuwait, Chile y Lituania. En este ranking, en el que los citados países con altos impuestos están muy por delante de España, a excepción de Portugal, destacan las infraestructuras y el sistema sanitario español; en cambio, el funcionamiento de las instituciones públicas y privadas, el entorno macroeconómico y el funcionamiento y la flexibilidad del mercado laboral son los aspectos más negativos en España, que en algunos de estos puntos no está ni siquiera entre los 100 primeros puestos.”
En otras palabras, estrujando a los que trabajan somos como la mafia, pero gastando somos peor que nuevos ricos. Además la presión fiscal sólo se dirige a las clases medias, mientras que las grandes fortunas y las empresas de IBEX se escapan de este “Infierno Fiscal”. ¿Quién elegiría un infierno cuando puede tener paraísos a su disposición?
En gran parte la corrupción y la compleja estructura territorial explican el gigantesco despilfarro español.
Tenemos 2.544.000 funcionarios, uno por cada cuatro trabajadores del sector privado. La mitad de ellos trabajan para las comunidades autónomas. Los funcionarios más numerosos se encuentran en educación/universidades (678.000), seguidos de Sanidad (475.000), Fuerzas Armadas (121.800), Policía y Guardia Civil (143.000), Policía Autonómica (26.000) y Administración de Justicia (62.260) -contabilizando la estructura estatal y autonómica-.
Sin embargo, eso no es lo peor. Lo peor es que tenemos a 1,5 cotizantes por cada pasivo con prestación pública. ¡Tremendo! Sobre todo si tenemos en cuenta que la pirámide poblacional está invertida.
La Seguridad Social tiene 1,82 cotizantes por cada pensión abonada, cuando el punto crítico se sitúa en 2,5 cotizantes por pensión, algo que ocurría en 2007 antes de estallar la crisis, y que le permitía gozar de superávit. Pero hace diez años las bases de cotización eran más elevadas porque no se habían devaluado nuestros salarios. Las prestaciones eran más bajas ya que se van incorporando pensionistas con carreras más largas y aportaciones más generosas. Por cada pensionista que fallece y que cobraba una media de 800 euros mensuales, entra uno nuevo recién jubilado que percibirá 1.350 euros por catorce pagas.
Hay menos trabajadores, los que hay cobran menos, y cada vez hay más pensionistas que además cobran más que sus antecesores. No hay que preguntarse si colapsará el sistema, lo que hay que preguntarse es cuándo.
Si nos hemos esclavizado fiscalmente a un sistema llamado a colapsar, y vemos que los que lo dirigen lo saben y son como las ratas que saltan primero del barco hundiéndose, ¿cómo todavía hay políticos que pretenden hacernos creer que subir o bajar impuestos cambiará el destino de este desastre? Nos hemos salido en la curva más peligrosa del circuito: acelerar o frenar ya da lo mismo. Lo sensato es abandonar el vehículo antes de que se estrelle contra el muro de la realidad.
Lo que sí parece clara es la relación entre presión fiscal y dificultad para generar empleo. Especialmente en el acoso que sufren los pequeños emprendedores autónomos.
Parece razonable que si queremos generar riqueza y empleo no podemos castigar los rendimientos por trabajo y consumo. Si queremos dejar que la riqueza circule, produciendo más riqueza, debemos castigar la acumulación e improductividad y premiar la circulación y la productividad. Justo lo contrario que venimos haciendo. Eso no sólo lo dicen los economistas sino la historia de nuestra civilización.
Así que, por favor, dejen de tratarnos como imbéciles con esos discursos electoralistas para tontos que no saben dibujar la “o” con un canuto y presenten soluciones realistas y pragmáticas a este desastre que se avecina si Dios no lo impide.











