Pablo Mosquera: Vitoria, 1976
Seguro que me recuerdan. Más por mi paso por la política. Y sin embargo llegué a Vitoria en junio de 1976. Tenía el encargo de poner en marcha un nuevo Hospital público. Aquella vieja Residencia "Ortiz de Zárate" de la Seguridad Social y del Instituto Nacional de Previsión, necesitaba ser sustituida por un moderno centro hospitalario. Aquel Ambulatorio de la Calle Olaguibel, necesitaba descongestionarse. Aquel viejo sistema de asistencia sanitaria gravitaba entre un magnífico Hospital de FASVA -Hospital General Santiago Apóstol- y la Residencia del barrio de Arana. Vitoria y Álava habían pedido por boca de sus Consejos de Empresarios y Trabajadores- del que era vicepresidente Chus Viana- una asistencia sanitaria moderna, con equipos médicos jerarquizados, con centros de salud en los barrios de una ciudad -señalada como de entre clérigos y soldados- que despegaba de la calle Dato y se hacía grande en Zaramaga, Zumaquera y Txagorritxo.
Mi padre, nacido en Santa María de Tamallancos cerca de Ourense, un 9 de junio de 1920, era uno de los pioneros en la gestión y dirección de los nuevos hospitales de la Seguridad Social. El me enseñó e influyó en que, tanto mi hermano como yo, opositáramos con éxito a uno de los cuerpos de élite de médicos del Estado. Ser Inspector Médico de la Seguridad Social, por oposición desde primeros de 1975, me hizo ser el director de hospital más joven de España -27 años-. Desde el Hospital General del Vall de Hebrón, con un equipo de médicos muy jóvenes, procedentes de la Universidad Autónoma de Barcelona, nos desplazamos a Vitoria para emprender la aventura de darle a la ciudad y a la provincia, los conocimientos médicos y quirúrgicos de la organización sanitaria barcelonesa, que pugnaba con Madrid, por la cabecera del prestigio en defensa de la salud.
Al llegar a Vitoria me encontré con un ambiente muy enrarecido. El cercano 3 de marzo de 1976, una huelga había terminado en tragedia represiva, con muertos y heridos, y sobre todo un gran cambio. Los patricios vitorianos, muchos de ellos rentistas, socios del Círculo y de la Peña Vitoriana, se dieron por enterados de la existencia de una clase trabajadora procedente de la España campesina, que desde Castilla, Extremadura y Andalucía, habían llegado a la estación del ferrocarril de la calle Dato para trabajar en todas aquellas fábricas que se habían instalado en la llanada, procedentes de Guipúzcoa, gracias al suelo industrial y a los incentivos fiscales que patrocinaba la Diputación Foral de Álava.
Había personajes médicos que fueron santo y seña del momento. Joaquín Múgica, un cirujano navarro, que desde la clínica de Santa Ana- Delegación del Gobierno- y el Hospital de Leza, hicieron realidad uno de los mejores hospitales provinciales de España. José Peña, amigo de la familia Aldecoa, y gran impulsor de la policlínica San José. El me explicó que en Vitoria había tres entidades a los que el pueblo amaba. La Diputación Foral. La Virgen Blanca. El Hospital Santiago Apóstol. José María Artamendi, presidente del Colegio Oficial de Médicos de Álava y Presidente -desde 1977- de Previsión Sanitaria Nacional, hoy AMA.
Mi trabajo consistía en ser Jefe Provincial de Servicios Sanitarios del I.NP. Director de la Residencia Sanitaria del I.N.P. Asesor Médico del Mutualismo Laboral. Miembro de la Comisión Técnico Calificadora de Incapacidades.
Desde tales ingentes actividades, tuve la oportunidad de trabajar con: Juan José Izarra del Corral, Delegado de Trabajo en Álava, posteriormente fue Secretario de Estado de Interior con la U.C.D. Jesús Segovia, Director Provincial Del I.N.P. José Martín Municio, Delegado Provincial del Mutualismo Laboral en Álava, posteriormente, Presidente de A.P. en Álava.
Mi relación con Álava era intensa. Por parte de mi esposa. Antonio Aldecoa Lecanda; ingeniero industrial. Claudio Aldecoa Lecanda. Ingeniero Industrial. Hijos de Antonio Aldecoa, Ingeniero Industrial fundador de EXPAL. Manuel Eguillor, industrial vinculado a Llodio.
Más adelante, nacerían en Vitoria, mi hija Blanca -abogado mercantilista por ESADE- ejerce en Barcelona, y mi hijo Antón -abogado procesalista por la Universidad de Navarra- ejerce en A Coruña.
Con esta primera reaparición mediática, quiero dejar patente que cuando llegué a suelo alavés, tenía un importante bagaje profesional que lo había formalizado entre Madrid y Barcelona; iba a la tierra alavesa a servir, gracias a mis conocimientos en gestión hospitalaria, mucho más avanzados que los que había en aquella ciudad de Vitoria; era miembro de una saga familiar muy conocida en Vitoria y en Bilbao.
En Barcelona, además de opositar con éxito, hice las especialidades de Medicina del Trabajo y Medicina Interna, así como el Doctorado en la Universidad Autónoma.
A mi padre, nunca le gustó que dejara la Barcelona de los años 70, ciudad del sur de Europa, por una capital de provincias, dónde se había producido un primer estallido de violencia con cinco muertos y cientos de heridos.
Algunos que más tarde fueron a la política y que me los encontré, deberían reflexionar sobre su bagaje profesional antes de "alistarse" en partidos políticos para lucir palmito y poner en la tarjeta de visita, como profesión: concejal, diputado, senador, parlamentario...
Yo siempre fui un médico que, coyunturalmente, accedí a la política, pero esa historia la iremos desgranando poco a poco en este medio.
Seguro que me recuerdan. Más por mi paso por la política. Y sin embargo llegué a Vitoria en junio de 1976. Tenía el encargo de poner en marcha un nuevo Hospital público. Aquella vieja Residencia "Ortiz de Zárate" de la Seguridad Social y del Instituto Nacional de Previsión, necesitaba ser sustituida por un moderno centro hospitalario. Aquel Ambulatorio de la Calle Olaguibel, necesitaba descongestionarse. Aquel viejo sistema de asistencia sanitaria gravitaba entre un magnífico Hospital de FASVA -Hospital General Santiago Apóstol- y la Residencia del barrio de Arana. Vitoria y Álava habían pedido por boca de sus Consejos de Empresarios y Trabajadores- del que era vicepresidente Chus Viana- una asistencia sanitaria moderna, con equipos médicos jerarquizados, con centros de salud en los barrios de una ciudad -señalada como de entre clérigos y soldados- que despegaba de la calle Dato y se hacía grande en Zaramaga, Zumaquera y Txagorritxo.
Mi padre, nacido en Santa María de Tamallancos cerca de Ourense, un 9 de junio de 1920, era uno de los pioneros en la gestión y dirección de los nuevos hospitales de la Seguridad Social. El me enseñó e influyó en que, tanto mi hermano como yo, opositáramos con éxito a uno de los cuerpos de élite de médicos del Estado. Ser Inspector Médico de la Seguridad Social, por oposición desde primeros de 1975, me hizo ser el director de hospital más joven de España -27 años-. Desde el Hospital General del Vall de Hebrón, con un equipo de médicos muy jóvenes, procedentes de la Universidad Autónoma de Barcelona, nos desplazamos a Vitoria para emprender la aventura de darle a la ciudad y a la provincia, los conocimientos médicos y quirúrgicos de la organización sanitaria barcelonesa, que pugnaba con Madrid, por la cabecera del prestigio en defensa de la salud.
Al llegar a Vitoria me encontré con un ambiente muy enrarecido. El cercano 3 de marzo de 1976, una huelga había terminado en tragedia represiva, con muertos y heridos, y sobre todo un gran cambio. Los patricios vitorianos, muchos de ellos rentistas, socios del Círculo y de la Peña Vitoriana, se dieron por enterados de la existencia de una clase trabajadora procedente de la España campesina, que desde Castilla, Extremadura y Andalucía, habían llegado a la estación del ferrocarril de la calle Dato para trabajar en todas aquellas fábricas que se habían instalado en la llanada, procedentes de Guipúzcoa, gracias al suelo industrial y a los incentivos fiscales que patrocinaba la Diputación Foral de Álava.
Había personajes médicos que fueron santo y seña del momento. Joaquín Múgica, un cirujano navarro, que desde la clínica de Santa Ana- Delegación del Gobierno- y el Hospital de Leza, hicieron realidad uno de los mejores hospitales provinciales de España. José Peña, amigo de la familia Aldecoa, y gran impulsor de la policlínica San José. El me explicó que en Vitoria había tres entidades a los que el pueblo amaba. La Diputación Foral. La Virgen Blanca. El Hospital Santiago Apóstol. José María Artamendi, presidente del Colegio Oficial de Médicos de Álava y Presidente -desde 1977- de Previsión Sanitaria Nacional, hoy AMA.
Mi trabajo consistía en ser Jefe Provincial de Servicios Sanitarios del I.NP. Director de la Residencia Sanitaria del I.N.P. Asesor Médico del Mutualismo Laboral. Miembro de la Comisión Técnico Calificadora de Incapacidades.
Desde tales ingentes actividades, tuve la oportunidad de trabajar con: Juan José Izarra del Corral, Delegado de Trabajo en Álava, posteriormente fue Secretario de Estado de Interior con la U.C.D. Jesús Segovia, Director Provincial Del I.N.P. José Martín Municio, Delegado Provincial del Mutualismo Laboral en Álava, posteriormente, Presidente de A.P. en Álava.
Mi relación con Álava era intensa. Por parte de mi esposa. Antonio Aldecoa Lecanda; ingeniero industrial. Claudio Aldecoa Lecanda. Ingeniero Industrial. Hijos de Antonio Aldecoa, Ingeniero Industrial fundador de EXPAL. Manuel Eguillor, industrial vinculado a Llodio.
Más adelante, nacerían en Vitoria, mi hija Blanca -abogado mercantilista por ESADE- ejerce en Barcelona, y mi hijo Antón -abogado procesalista por la Universidad de Navarra- ejerce en A Coruña.
Con esta primera reaparición mediática, quiero dejar patente que cuando llegué a suelo alavés, tenía un importante bagaje profesional que lo había formalizado entre Madrid y Barcelona; iba a la tierra alavesa a servir, gracias a mis conocimientos en gestión hospitalaria, mucho más avanzados que los que había en aquella ciudad de Vitoria; era miembro de una saga familiar muy conocida en Vitoria y en Bilbao.
En Barcelona, además de opositar con éxito, hice las especialidades de Medicina del Trabajo y Medicina Interna, así como el Doctorado en la Universidad Autónoma.
A mi padre, nunca le gustó que dejara la Barcelona de los años 70, ciudad del sur de Europa, por una capital de provincias, dónde se había producido un primer estallido de violencia con cinco muertos y cientos de heridos.
Algunos que más tarde fueron a la política y que me los encontré, deberían reflexionar sobre su bagaje profesional antes de "alistarse" en partidos políticos para lucir palmito y poner en la tarjeta de visita, como profesión: concejal, diputado, senador, parlamentario...
Yo siempre fui un médico que, coyunturalmente, accedí a la política, pero esa historia la iremos desgranando poco a poco en este medio.