Un conflicto casi olvidado olvidado
Ucrania: una herida abierta en Europa
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La OTAN mueve ficha en la Guerra de Ucrania
El pasado 15 de junio, la prensa española publicaba las rotundas declaraciones realizadas por Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, en relación con la situación en la que está inmersa Ucrania, palabras que giraban en torno a tres ejes:
1º El llamamiento a Moscú para que retire su apoyo militar ― tanto tropas como equipo ― a las fuerzas separatistas en el este de Ucrania.
2º La firme resolución de la Alianza Atlántica de no reconocer nunca la «ilegal e ilegítima anexión de Crimea» llevada a cabo por Rusia.
3º El respaldo de la Organización al gobierno ucraniano.
A fin de mostrar que la OTAN está resuelta a frenar los impulsos expansionistas de Putin en el este de Europa, esta organización ha previsto desplegar cuatro potentes batallones multinacionales en los países bálticos y en Polonia, iniciativa que servirá para enviar a Moscú una «clara señal de que la OTAN está dispuesta a defender a todos los aliados», lo cual, hoy por hoy, incluiría a Ucrania a pesar de no estar integrada en la Alianza.
Recrudecimiento de un conflicto olvidado
Y es que la situación en las zonas ocupadas por Rusia ― Crimea y los territorios de Luhansk y Donetsk― no deja lugar a dudas sobre la actitud de Putin: en Crimea, Moscú ha tomado medidas draconianas para reprimir todo conato de resistencia a la ocupación: así, en abril, las autoridades rusas decidieron suspender el Mejlis, órgano de representación de los tártaros de Crimea, lo que fue interpretado por Denis Krivosheev, director adjunto de Amnistía Internacional, como una forma de «sofocar las pocas voces disidentes que aún existen en Crimea».
Por su parte, en los territorios ocupados en el este, los «prorrusos» han incrementado la frecuencia y dureza de sus ataques, ataques en los que se habrían empleado morteros y piezas de artillería con un calibre de hasta 150 mm: el 14 de junio de 2016, por ejemplo, se produjeron ataques de artillería y morteros cerca de Kaminanka, Krasnohorlivka, Leninske y Novhorodske, en los que se habrían utilizado más de 134 proyectiles de mortero y más de 25 de artillería. No podemos perder de vista que en el punto 2 de los acuerdos de Minsk II ―suscritos en febrero de 2015―, se especifica que, a fin de crear una zona de seguridad, ha de retirarse «todo el armamento pesado a la misma distancia por parte de ambos bandos con el fin de crear una zona de seguridad de 50 kilómetros para la artillería de 100 milímetros de calibre o superior», de modo que, a tenor de las informaciones que llegan del frente, dicho punto del acuerdo no se estaría cumpliendo por parte rusa. En el punto 3 de este mismo documento se afirma que «la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) será la encargada de verificar el cumplimiento del alto el fuego y la retirada del armamento pesado»; la Misión de Observación Especial de la OSCE habría registrado, a principios de junio, 105 explosiones al oeste y el noroeste de su posición, en el centro de la ciudad de Donetsk.
Ciertamente, la Organización Europea de Seguridad y Cooperación recibe constantes denuncias, así como es testigo de mutuas acusaciones de violaciones de acuerdos y treguas: el 21 de enero de 2016, el representante de la Unión Europea en la OSCE reiteró su petición de ampliar la Misión de Observadores de la OSCE «a todos los puestos de control de la frontera que actualmente no están bajo el control del Gobierno ucraniano», así como la supervisión entre esos pasos fronterizos, a la par que lamentaba que la Federación de Rusia siguiera oponiéndose a la ampliación de la Misión de Observadores.
En esa misma reunión, la Delegación de los Estados Unidos de América afirmaba que «el hecho de que la Federación de Rusia se haya negado en repetidas ocasiones a permitir que se amplíe el mandato de la Misión demuestra, una vez más, que todavía no ha cumplido su parte de los compromisos de Minsk».
Por su parte, la Delegación de Ucrania hacía hincapié en que «el hecho de que la parte rusa se muestre continuamente reacia a ceder en lo antedicho solo se puede atribuir a su invariable intención de seguir interviniendo en la región ucraniana de Donbass, entre otras cosas, mediante el envío de armas pesadas, equipo militar, tropas regulares, combatientes y mercenarios, […]. A ese respecto, es particularmente destacable que, desde hace meses, Rusia no haya sido capaz de ofrecer explicaciones acerca de la presencia de armamento moderno de procedencia rusa en las zonas ocupadas de Donbass; por ejemplo, el TOS-1 Buratino y el sistema de interferencia radioelectrónica R-330 Zhytel, utilizados exclusivamente por las fuerzas armadas rusas. Instamos a la Federación de Rusia a que demuestre su pleno compromiso con la aplicación de buena fe de los Acuerdos de Minsk y a que permita a la OSCE llevar a cabo una supervisión constante, adecuada y exhaustiva de la parte rusa de la frontera estatal rusoucraniana adyacente a las zonas de Donbass que se encuentran actualmente fuera del control de las autoridades de Ucrania».
A todas estas declaraciones, la Delegación de la Federación de Rusia respondía que «en lo que respecta a la parte ucraniana de la frontera, la responsabilidad de su seguridad y de que se llegue a un acuerdo con las fuerzas que controlan la situación sobre el terreno para poder desplegar a los observadores internacionales recae por completo sobre Ucrania», lo que supone una muestra de cinismo, dado que, como expuso la delegación ucraniana, esa zona está fuera del control de Ucrania.
Por su parte, la actitud de las milicias separatistas para con los empleados de la OSCE no resulta muy halagüeña: la organización europea ha denunciado en diversas ocasiones la actitud agresiva de estas, lo que incluye recurrentes secuestros como el ocurrido a principios de junio.
El llamado Informe Némtsov (Putin es la guerra) y el depósito militar de Putin
El incremento, en número y potencia, de los ataques «prorrusos» en diversos puntos de la llamada Zona ATO (Antiterrorist Operation) no sería posible sin el activo concurso de Moscú. A estas alturas del conflicto, pocos pueden ya sostener que en Ucrania se está desarrollando, exclusivamente, una guerra civil, o que no existe ninguna prueba de la intervención rusa en el este del país.
Además de los informes presentados por diversos organismos internacionales, resulta muy esclarecedor a este respecto el llamado Informe Némtsov, así conocido por ser una iniciativa de Boris Némtsov, copresidente del Partido Republicano de Rusia -Partido de Libertad Popular (PARNAS)- y cuya elaboración, a principios de 2015, quizá pudo costarle la vida (febrero de 2015). En dicho informe, inconcluso a su muerte, y que finalmente publicaron sus compañeros de partido, en particular, el joven Ilya Yashin, se indica que «en una conversación con periodistas, el 4 de marzo de 2014, Vladímir Putin negó la participación de militares rusos en el bloqueo de las tropas ucranianas en la península de Crimea. Según el presidente, tales acciones las llevaron a cabo las “fuerzas de autodefensa local”, y, para explicar el hecho de que sus uniformes fuesen parecidos a los del ejército ruso, adujo que dichos uniformes se podían conseguir en cualquier tienda, o en cualquier depósito militar… Un año después, Vladímir Putin se ha desmentido a sí mismo en público en la víspera de la anexión de Crimea a Rusia, y ha confirmado la implicación de militares rusos en los bloqueos de instalaciones militares en la península; sin embargo, el eufemismo del “almacén militar de Putin” sigue vigente en la actualidad, ya que, desde la primavera de 2014, ha habido un flujo constante de contingentes masivos de armas y vehículos blindados rusos hacia el este de Ucrania, que se han empleado contra los soldados ucranianos». En el Informe Némtsov, se indica que Moscú habría trasladado a Ucrania gran cantidad de armamento, desde los Sistemas de misiles Tornado–G y Tornado–S, cuyo alcance es de 40 y 120 km, respectivamente, sistemas de misiles antiaéreos SAM o varios centenares de vehículos blindados y tanques, incluyendo el T-72B3, moderno armamento de fabricación rusa que nunca habría sido exportado a ningún otro país y cuya presencia delataría la ayuda directa por parte de Rusia a los insurrectos del este de Ucrania.
Una de cal y otra de arena
Mientras en el este de Ucrania se recrudecen los combates, la OTAN adopta una posición de firmeza frente a Rusia y, el 17 de junio, el Consejo de Europa ha prorrogado, hasta el 23 de junio de 2017, las medidas restrictivas en respuesta a la anexión ilegal de Crimea y Sebastopol por parte de Rusia, el XX Foro Económico Internacional de San Petersburgo escenifica las fisuras y reservas de amplios sectores económicos y políticos europeos respecto a la política de confrontación con Putin: de hecho, muchos países europeos mantienen relaciones comerciales con Moscú a pesar de estas medidas, lo cual no viene sino a reforzar a un país queno solo ha empleado la fuerza, sino que, además, ha llevado a cabo una auténtica invasión militar en toda regla. La victoria de Putin en Ucrania podría, así, convertirse en germen de futuras intervenciones en otros territorios europeos, especialmente en aquellas áreas con alta densidad de población étnicamente rusa, focos, hoy mismo, de desestabilización y tensión.
Los «Sudetes» moscovitas en el este de Europa: Latgalia y Transnistria
Latgalia es una provincia de Letonia, situada al oriente del país y que sirve de frontera con Belarúsy Rusia. Esta provincia cuenta con casi 300.000 habitantes de los que el 27,8% son rusos étnicos. Como indica el comandante Jorge Garris Mozota, «sobre éstos últimos se está basando el apoyo del Kremlin, tal como lo está haciendo en otras zonas de la periferia con el ya conocido fin de asegurar áreas de influencia en la aplicación de un neopaneslavismo que le asegure el estatus de potencia regional y el control de este espacio de alto valor estratégico entre Estonia, Lituania, Letonia y Belarús, colindantes con el no menos estratégico Mar Báltico».
Transnistria, territorio perteneciente a Moldavia, pero independiente de facto, constituiría otra de las palancas de esa Rusia dispuesta a recuperar áreas de influencia, en este caso, en el flanco meridional de Europa: la presencia de ciudadanos transnistrios en los tumultos ocurridos en Odesa en mayo de 2014mostrarían que estas cuñas prorrusas instaladas desde el Báltico al Mar Negro pueden llegar a convertirse en elementos desestabilizadores a nivel local, focos de tensión que podrían ser utilizados por un renovado ímpetu expansionista moscovita hacia el oeste.
Muchos analistas consideran que Putin no pretende reeditar ni el Imperio zarista ni el soviético, pero el haberse erigido en protector de los derechos de las minorías rusas le ha llevado a violar los diversos tratados que Moscú suscribió para garantizar la independencia e integridad de Ucrania, interviniendo de manera directa en el país, lo cual podría servir de precedente para intervenir en otros puntos de la Europa centro-oriental donde Rusia pueda reivindicar «derechos históricos»o la defensa de una minoría rusa «oprimida».
Podríamos decir, en conclusión, que el futuro de buena parte de Europa se dirime hoy en esos campos de batalla ucranianos ignorados por la opinión pública europea.
Agradecimientos
A Andriy Modrytskyy, de la Asociación de ucranianos de Alcalá y a Alejandro Lacomba Martín, traductor del Informe Nemtsov.
La OTAN mueve ficha en la Guerra de Ucrania
El pasado 15 de junio, la prensa española publicaba las rotundas declaraciones realizadas por Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, en relación con la situación en la que está inmersa Ucrania, palabras que giraban en torno a tres ejes:
1º El llamamiento a Moscú para que retire su apoyo militar ― tanto tropas como equipo ― a las fuerzas separatistas en el este de Ucrania.
2º La firme resolución de la Alianza Atlántica de no reconocer nunca la «ilegal e ilegítima anexión de Crimea» llevada a cabo por Rusia.
3º El respaldo de la Organización al gobierno ucraniano.
A fin de mostrar que la OTAN está resuelta a frenar los impulsos expansionistas de Putin en el este de Europa, esta organización ha previsto desplegar cuatro potentes batallones multinacionales en los países bálticos y en Polonia, iniciativa que servirá para enviar a Moscú una «clara señal de que la OTAN está dispuesta a defender a todos los aliados», lo cual, hoy por hoy, incluiría a Ucrania a pesar de no estar integrada en la Alianza.
Recrudecimiento de un conflicto olvidado
Y es que la situación en las zonas ocupadas por Rusia ― Crimea y los territorios de Luhansk y Donetsk― no deja lugar a dudas sobre la actitud de Putin: en Crimea, Moscú ha tomado medidas draconianas para reprimir todo conato de resistencia a la ocupación: así, en abril, las autoridades rusas decidieron suspender el Mejlis, órgano de representación de los tártaros de Crimea, lo que fue interpretado por Denis Krivosheev, director adjunto de Amnistía Internacional, como una forma de «sofocar las pocas voces disidentes que aún existen en Crimea».
Por su parte, en los territorios ocupados en el este, los «prorrusos» han incrementado la frecuencia y dureza de sus ataques, ataques en los que se habrían empleado morteros y piezas de artillería con un calibre de hasta 150 mm: el 14 de junio de 2016, por ejemplo, se produjeron ataques de artillería y morteros cerca de Kaminanka, Krasnohorlivka, Leninske y Novhorodske, en los que se habrían utilizado más de 134 proyectiles de mortero y más de 25 de artillería. No podemos perder de vista que en el punto 2 de los acuerdos de Minsk II ―suscritos en febrero de 2015―, se especifica que, a fin de crear una zona de seguridad, ha de retirarse «todo el armamento pesado a la misma distancia por parte de ambos bandos con el fin de crear una zona de seguridad de 50 kilómetros para la artillería de 100 milímetros de calibre o superior», de modo que, a tenor de las informaciones que llegan del frente, dicho punto del acuerdo no se estaría cumpliendo por parte rusa. En el punto 3 de este mismo documento se afirma que «la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) será la encargada de verificar el cumplimiento del alto el fuego y la retirada del armamento pesado»; la Misión de Observación Especial de la OSCE habría registrado, a principios de junio, 105 explosiones al oeste y el noroeste de su posición, en el centro de la ciudad de Donetsk.
Ciertamente, la Organización Europea de Seguridad y Cooperación recibe constantes denuncias, así como es testigo de mutuas acusaciones de violaciones de acuerdos y treguas: el 21 de enero de 2016, el representante de la Unión Europea en la OSCE reiteró su petición de ampliar la Misión de Observadores de la OSCE «a todos los puestos de control de la frontera que actualmente no están bajo el control del Gobierno ucraniano», así como la supervisión entre esos pasos fronterizos, a la par que lamentaba que la Federación de Rusia siguiera oponiéndose a la ampliación de la Misión de Observadores.
En esa misma reunión, la Delegación de los Estados Unidos de América afirmaba que «el hecho de que la Federación de Rusia se haya negado en repetidas ocasiones a permitir que se amplíe el mandato de la Misión demuestra, una vez más, que todavía no ha cumplido su parte de los compromisos de Minsk».
Por su parte, la Delegación de Ucrania hacía hincapié en que «el hecho de que la parte rusa se muestre continuamente reacia a ceder en lo antedicho solo se puede atribuir a su invariable intención de seguir interviniendo en la región ucraniana de Donbass, entre otras cosas, mediante el envío de armas pesadas, equipo militar, tropas regulares, combatientes y mercenarios, […]. A ese respecto, es particularmente destacable que, desde hace meses, Rusia no haya sido capaz de ofrecer explicaciones acerca de la presencia de armamento moderno de procedencia rusa en las zonas ocupadas de Donbass; por ejemplo, el TOS-1 Buratino y el sistema de interferencia radioelectrónica R-330 Zhytel, utilizados exclusivamente por las fuerzas armadas rusas. Instamos a la Federación de Rusia a que demuestre su pleno compromiso con la aplicación de buena fe de los Acuerdos de Minsk y a que permita a la OSCE llevar a cabo una supervisión constante, adecuada y exhaustiva de la parte rusa de la frontera estatal rusoucraniana adyacente a las zonas de Donbass que se encuentran actualmente fuera del control de las autoridades de Ucrania».
A todas estas declaraciones, la Delegación de la Federación de Rusia respondía que «en lo que respecta a la parte ucraniana de la frontera, la responsabilidad de su seguridad y de que se llegue a un acuerdo con las fuerzas que controlan la situación sobre el terreno para poder desplegar a los observadores internacionales recae por completo sobre Ucrania», lo que supone una muestra de cinismo, dado que, como expuso la delegación ucraniana, esa zona está fuera del control de Ucrania.
Por su parte, la actitud de las milicias separatistas para con los empleados de la OSCE no resulta muy halagüeña: la organización europea ha denunciado en diversas ocasiones la actitud agresiva de estas, lo que incluye recurrentes secuestros como el ocurrido a principios de junio.
El llamado Informe Némtsov (Putin es la guerra) y el depósito militar de Putin
El incremento, en número y potencia, de los ataques «prorrusos» en diversos puntos de la llamada Zona ATO (Antiterrorist Operation) no sería posible sin el activo concurso de Moscú. A estas alturas del conflicto, pocos pueden ya sostener que en Ucrania se está desarrollando, exclusivamente, una guerra civil, o que no existe ninguna prueba de la intervención rusa en el este del país.
Además de los informes presentados por diversos organismos internacionales, resulta muy esclarecedor a este respecto el llamado Informe Némtsov, así conocido por ser una iniciativa de Boris Némtsov, copresidente del Partido Republicano de Rusia -Partido de Libertad Popular (PARNAS)- y cuya elaboración, a principios de 2015, quizá pudo costarle la vida (febrero de 2015). En dicho informe, inconcluso a su muerte, y que finalmente publicaron sus compañeros de partido, en particular, el joven Ilya Yashin, se indica que «en una conversación con periodistas, el 4 de marzo de 2014, Vladímir Putin negó la participación de militares rusos en el bloqueo de las tropas ucranianas en la península de Crimea. Según el presidente, tales acciones las llevaron a cabo las “fuerzas de autodefensa local”, y, para explicar el hecho de que sus uniformes fuesen parecidos a los del ejército ruso, adujo que dichos uniformes se podían conseguir en cualquier tienda, o en cualquier depósito militar… Un año después, Vladímir Putin se ha desmentido a sí mismo en público en la víspera de la anexión de Crimea a Rusia, y ha confirmado la implicación de militares rusos en los bloqueos de instalaciones militares en la península; sin embargo, el eufemismo del “almacén militar de Putin” sigue vigente en la actualidad, ya que, desde la primavera de 2014, ha habido un flujo constante de contingentes masivos de armas y vehículos blindados rusos hacia el este de Ucrania, que se han empleado contra los soldados ucranianos». En el Informe Némtsov, se indica que Moscú habría trasladado a Ucrania gran cantidad de armamento, desde los Sistemas de misiles Tornado–G y Tornado–S, cuyo alcance es de 40 y 120 km, respectivamente, sistemas de misiles antiaéreos SAM o varios centenares de vehículos blindados y tanques, incluyendo el T-72B3, moderno armamento de fabricación rusa que nunca habría sido exportado a ningún otro país y cuya presencia delataría la ayuda directa por parte de Rusia a los insurrectos del este de Ucrania.
Una de cal y otra de arena
Mientras en el este de Ucrania se recrudecen los combates, la OTAN adopta una posición de firmeza frente a Rusia y, el 17 de junio, el Consejo de Europa ha prorrogado, hasta el 23 de junio de 2017, las medidas restrictivas en respuesta a la anexión ilegal de Crimea y Sebastopol por parte de Rusia, el XX Foro Económico Internacional de San Petersburgo escenifica las fisuras y reservas de amplios sectores económicos y políticos europeos respecto a la política de confrontación con Putin: de hecho, muchos países europeos mantienen relaciones comerciales con Moscú a pesar de estas medidas, lo cual no viene sino a reforzar a un país queno solo ha empleado la fuerza, sino que, además, ha llevado a cabo una auténtica invasión militar en toda regla. La victoria de Putin en Ucrania podría, así, convertirse en germen de futuras intervenciones en otros territorios europeos, especialmente en aquellas áreas con alta densidad de población étnicamente rusa, focos, hoy mismo, de desestabilización y tensión.
Los «Sudetes» moscovitas en el este de Europa: Latgalia y Transnistria
Latgalia es una provincia de Letonia, situada al oriente del país y que sirve de frontera con Belarúsy Rusia. Esta provincia cuenta con casi 300.000 habitantes de los que el 27,8% son rusos étnicos. Como indica el comandante Jorge Garris Mozota, «sobre éstos últimos se está basando el apoyo del Kremlin, tal como lo está haciendo en otras zonas de la periferia con el ya conocido fin de asegurar áreas de influencia en la aplicación de un neopaneslavismo que le asegure el estatus de potencia regional y el control de este espacio de alto valor estratégico entre Estonia, Lituania, Letonia y Belarús, colindantes con el no menos estratégico Mar Báltico».
Transnistria, territorio perteneciente a Moldavia, pero independiente de facto, constituiría otra de las palancas de esa Rusia dispuesta a recuperar áreas de influencia, en este caso, en el flanco meridional de Europa: la presencia de ciudadanos transnistrios en los tumultos ocurridos en Odesa en mayo de 2014mostrarían que estas cuñas prorrusas instaladas desde el Báltico al Mar Negro pueden llegar a convertirse en elementos desestabilizadores a nivel local, focos de tensión que podrían ser utilizados por un renovado ímpetu expansionista moscovita hacia el oeste.
Muchos analistas consideran que Putin no pretende reeditar ni el Imperio zarista ni el soviético, pero el haberse erigido en protector de los derechos de las minorías rusas le ha llevado a violar los diversos tratados que Moscú suscribió para garantizar la independencia e integridad de Ucrania, interviniendo de manera directa en el país, lo cual podría servir de precedente para intervenir en otros puntos de la Europa centro-oriental donde Rusia pueda reivindicar «derechos históricos»o la defensa de una minoría rusa «oprimida».
Podríamos decir, en conclusión, que el futuro de buena parte de Europa se dirime hoy en esos campos de batalla ucranianos ignorados por la opinión pública europea.
Agradecimientos
A Andriy Modrytskyy, de la Asociación de ucranianos de Alcalá y a Alejandro Lacomba Martín, traductor del Informe Nemtsov.