El aumento de la abstención la consolida
Confirmada la mayoría radical-progresista-nacionalista en Navarra
A pesar de la polarización existente entre las fuerzas políticas navarras y las incertidumbres económicas y territoriales abiertas, hay que destacar un primer dato: ha aumentado la abstención, pasando del 25’8 % de las legislativas de 2015 al 29’46 % de las del 26 de junio.
Los resultados más relevantes, en Navarra, estaban, cantados: 2 diputados UPN-PP, 2 Podemos y 1 PSN-POSOE. La duda radicaba en si Podemos superaría en votos a la coalición UPN-PP, ganando las elecciones; incluso sumando 3 senadores, y postergando aún más a un centroderecha desalojado del poder. No ha sido así.
Los objetivos propios de cada uno de los partidos y coaliciones operativos en la Comunidad Foral de Navarra concurrentes en estas elecciones del 26 de junio de 2016, en virtud de su trayectoria y expectativas de poder a corto, medio y largo plazo, eran muy diversas. Veamos el contraste de todo ello con la cosecha real de votos teniendo presentes los difundidos al 99’89 % del escrutinio.
La coalición UPN-PP ha ganado representantes del centro-derecha navarro, expulsados de la inmensa mayoría de los mecanismos reales de poder de las instituciones públicas, permaneciendo de este modo por primera vez en décadas en una oposición que aparentemente también les está desgastando como partido, afrontaba un doble reto: ganar las elecciones, manteniéndose como la primera fuerza en sufragios electorales, y recuperar el espacio perdido en beneficio de la abstención y de un casi inexistente Ciudadanos. En 2015 sumó 101.901 votos (28’93 %).
El 26 de junio ha alcanzado, 106.293 votos, de modo que ha recuperados unos 4.000 procedentes de Ciudadanos; lo que dado, el aumento global de la abstención, sugiere un buen resultado. Ello, no obstante, no quiere decir que en la perspectiva de recuperar pie institucional se haya avanzado lo más mínimo.
Por ello, su situación sigue siendo preocupante. Nos basamos, para semejante afirmación, en dos hechos. El primero, el mismo resultado electoral. Ha aguantado el tirón, manteniendo prietas las filas. Pero se confirma su alejamiento del electorado joven y ha perdido su centralidad histórica. De este modo, UPN, el único partido realmente implantado de los dos coaligados, empieza a vislumbrarse como una entidad en irremediable declive, lo que acreditaría otros datos que vamos a repasar. Así, en el Congreso del partido de 2013 votaron 1.673 afiliados. No fue mucho. Pero en el último –recordemos que salía malherido de unas elecciones que lo arrojó al ostracismo- celebrado el 24 de abril de 2016, apenas votaron 781 afiliados de un total de 3.843; de los que pagarían cuota 2.584. Muy poco. Apenas 781 afilados mínimamente activos para 502.517 posibles electores mayores de edad, lo que indica que por cada 1.000 ciudadanos, apena exista un afiliado a UPN. Un índice de penetración social ínfimo.
Considerando que la acción política y propagandística de los comités locales, en general es inexistente, que la acción sectorial brilla por su ausencia y -es más- nadie la eche de menos, y que las propias Juventudes Navarra únicamente existente a efectos de reparto de cargos orgánicos internos, UPN, hermano mayor del navarrismo se muestra en un marasmo que parece inclinarlo casi inevitablemente hacia una abierta decadencia y adelgazamiento. O UPN afronta el futuro desde una voluntad firme de resistencia y recuperación social, consciente de que el cambio de la mentalidad cultural hegemónica operado en las últimas décadas en su perjuicio político, únicamente puede afrontarse desde una perspectiva de lucha cultural sin concesiones, lanzando iniciativas atractivas a los navarros, estando presente en la vida social, presentando batalla legal y material en la lucha por la conquista del imaginario y simbólico colectivo de los pueblos y ciudades de Navarra, o su futuro pasará irremediablemente por una decadencia sostenida hacia su desaparición. No olvidemos, por último, que ningún otro partido navarro quiere pactar con ellos.
El PSN-PSOE, que alcanzó 54.700 votos en las de 2015 (un 15’53%), siendo desbordados ya entonces por Podemos, y todavía carente de liderazgo alguno, pugnaba por mantener al menos el último suelo electoral. Puede respirar tranquilo con los votos alcanzando, (57.878) pues a pesar de la abstención, ha sumado unos pocos miles más.
Pero ello no empaña una dura realidad: como partido ha perdido toda capacidad de iniciativa social y política. Sus cuadros se muestran envejecidos y autistas. Las organizaciones sectoriales (mujeres progresistas, jubilados, consumidores, ¡las propias juventudes!) prácticamente han desaparecido. Hasta la propia UGT atraviesa una profunda crisis, que le ha supuesto el despido de la mayor parte de sus trabajadores contratados e incluso de muchos de sus técnicos, la reducción del número de sus federaciones, por tratarse de estructuras burocráticas imposibles de mantener, y la reiterada pérdida de peso electoral, especialmente en Función Pública donde es casi una fuerza sindical residual. En suma, los socialistas navarros sufren el declive propio de una organización esclerotizada, internamente hablando, y laminada por una nueva izquierda juvenil y mucho más fresca y ambiciosa.
Podemos (80.961 votos, un 22’99 % en 2015) no ha logrado convertirse en la primera fuerza política de Navarra, a pesar de la suma disciplinada de los votos procedentes de Izquierda-Ezkerra: un total de 94.479. Hilando fino puede afirmarse que unos pocos miles de votos de las anteriores de 2015 han retornado al PSN-PSOE, compensados con los posibilistas procedentes de Geroa Bai.
Los sucesivos y llamativos errores cometidos por algunos de sus líderes más bisoños acaso les haya restado apoyos. Con todo, la suma del fiel electorado de Batzarre, Izquierda Unida y sectores posibilistas abertzales -que entienden que era la opción que más daño haría “a la derecha” y que más les aproximaría a un proceso de ruptura de Euskadi y Navarra de España, ha aglutinado al electorado joven, urbano, instruido durante décadas –paradójicamente liderando UPN nominalmente el Departamento de Educación- en el radical progresismo de lo políticamente correcto, demostrando finalmente que Navarra ha cambiado y mucho.
La variedad de fuerzas que la integran, las previsibles pugnas entre sus diversos sectores, la atracción o rechazo de las ulteriores políticas abertzales en futuras situaciones de riesgo, determinarán y probarán la consistencia de esta fuerza emergente hoy hegemónica.
Recordemos los resultados anteriores de los grupos separatistas. EH Bildu obtuvo en 2016 34.856 votos, un 9’9 %. Geroa Bai, 30.554 votos y un 8’68 %. La competición interna del campo nacionalista panvasquista se ha saldado con una gran victoria por parte de EH Bildu: 31.279 votos. Además de “aguantar el tirón”, manteniendo casi todos sus votos con la disciplina que le caracteriza, ha duplicado en votos a Geroa Bai, la gran perdedora de estas elecciones con apenas 14.271 votos. Geroa Bai, encabezada en esta ocasión por el peneuvista y antiguo numerario del Opus Dei Daniel Innerarity, ha sido sometida a una dura reprobación, circunstancia que evidencia todavía más su inconsistencia como fuerza unitaria. Recordemos que su núcleo más consistente es el PNV, que en Navarra apenas suma dos o trescientos afiliados, a los que hay que sumar a los llamados independientes; náufragos de múltiples aventuras políticas acaecidas en las periferias de las organizaciones del entorno de ETA. La presidente del Gobierno de Navarra, mascarón de proa de Geroa Bai, resulta muy debilitada en sus apoyos, de modo que la presión externa de un Podemos que le mantiene externamente pero sin formar parte del Gobierno, se hará notar en el futuro. EH Bildu queda en mejor posición para disputar, definitivamente, el liderazgo del campo abertzale en Navarra que, seguramente, implicará el desmantelamiento en un futuro no muy lejano, de Geroa Bai en su actual concepción, desplazándose a un modelo similar al del vecino País Vasco: una izquierda abertzale aglutinadora de otras corrientes nacionalistas y un PNV inasimilable que en Navarra permanecería residual. De momento Uxue Barcos, titular de la presidencia contempla cómo su propio partido queda relegado a sexta posición, por debajo incluso de un casi inexistente Ciudadanos. Célebre por su altanería, palabrería vacía y prepotencia, no es seguro que el evento haga mella en su característico carácter y verborrea; a pesar del poder hipnótico que ejerce sobre buena parte de la prensa (sus ex-colegas, no lo olvidemos).
Ciudadanos pervive como voto de protesta: 20.327, nada menos. En 2015 sumó, sorprendentemente, 24.815 votos, un 7’05 %. Los 4.000 perdido, sin duda, han regresado a UPN-PP. Con apenas 110 militantes, su nueva cosecha de votos únicamente se explica por la presencia privilegiada en los medios de comunicación de Albert Rivera y el desgaste de UPN-PP. Carece de una mínima base militante que le permita una labor de implantación social. Cuenta a favor su asimilación del discurso liberal, que goza de cierto predicamento en algunos sectores ilustrados al considerarlo como “ideología de recambio” de una derecha en crisis absoluta. Pero corre, en todo caso, el riesgo de sufrir una deriva similar a laque le llevó a CDN, el partido de Juan Cruz Alli que escindiera de UPN, a languidecer durante lustros y extinguirse finalmente.
Del resto de fuerzas concurrentes no se deriva ninguna novedad, dada su absoluta insignificancia.
UPyD no llega a los 500 votos; reduciéndose todavía más.
El PACMA (2.333 votos y un 0’66 % en 2016) aunque ha sumado algunos cientos más (2.738) no ha conseguido los resultados que le hubieran permitido dar al salto al que aspiraban; de modo que no ha logrado constituirse en el partido referencial del electorado ecologista/verde. Un papel que desempeñará un minúsculo EQUO partícipe en la aventura de Podemos.
Por último, recordemos que el partido liberal-conservador de ribetes euroescépticos VOX, quien ha reducido notablemente sus apoyos, pese a haberse presentado en más provincias, no se presentaba en Navarra. Difícilmente le espera futuro alguno.
España presente un triple reto: superar la crisis económica, terminar con el marasmo político y abrir cauces reales de regeneración política que permitan una lucha efectiva contra la corrupción, afrontar los retos territoriales que vienen liderando los pancatalanistas y a los que se podrían sumar los panvasquistas.
La deriva que sufra el conjunto del Estado español también lo experimentará Navarra en sus propias carnes, pero en esta ocasión con mayor dramatismo. No en vano, esta Comunidad todavía disfruta de una relativa comunidad económica, que puede ser golpeada en diversas circunstancias desde imperativos ideológicos, y las ondas e incertidumbres derivadas de cualquier modificación de su estatus e inserción en el Estado español; en cuyo conjunto pudiera arrastrarla a convulsiones sociales y políticas inéditas en las últimas décadas.
A pesar de la polarización existente entre las fuerzas políticas navarras y las incertidumbres económicas y territoriales abiertas, hay que destacar un primer dato: ha aumentado la abstención, pasando del 25’8 % de las legislativas de 2015 al 29’46 % de las del 26 de junio.
Los resultados más relevantes, en Navarra, estaban, cantados: 2 diputados UPN-PP, 2 Podemos y 1 PSN-POSOE. La duda radicaba en si Podemos superaría en votos a la coalición UPN-PP, ganando las elecciones; incluso sumando 3 senadores, y postergando aún más a un centroderecha desalojado del poder. No ha sido así.
Los objetivos propios de cada uno de los partidos y coaliciones operativos en la Comunidad Foral de Navarra concurrentes en estas elecciones del 26 de junio de 2016, en virtud de su trayectoria y expectativas de poder a corto, medio y largo plazo, eran muy diversas. Veamos el contraste de todo ello con la cosecha real de votos teniendo presentes los difundidos al 99’89 % del escrutinio.
La coalición UPN-PP ha ganado representantes del centro-derecha navarro, expulsados de la inmensa mayoría de los mecanismos reales de poder de las instituciones públicas, permaneciendo de este modo por primera vez en décadas en una oposición que aparentemente también les está desgastando como partido, afrontaba un doble reto: ganar las elecciones, manteniéndose como la primera fuerza en sufragios electorales, y recuperar el espacio perdido en beneficio de la abstención y de un casi inexistente Ciudadanos. En 2015 sumó 101.901 votos (28’93 %).
El 26 de junio ha alcanzado, 106.293 votos, de modo que ha recuperados unos 4.000 procedentes de Ciudadanos; lo que dado, el aumento global de la abstención, sugiere un buen resultado. Ello, no obstante, no quiere decir que en la perspectiva de recuperar pie institucional se haya avanzado lo más mínimo.
Por ello, su situación sigue siendo preocupante. Nos basamos, para semejante afirmación, en dos hechos. El primero, el mismo resultado electoral. Ha aguantado el tirón, manteniendo prietas las filas. Pero se confirma su alejamiento del electorado joven y ha perdido su centralidad histórica. De este modo, UPN, el único partido realmente implantado de los dos coaligados, empieza a vislumbrarse como una entidad en irremediable declive, lo que acreditaría otros datos que vamos a repasar. Así, en el Congreso del partido de 2013 votaron 1.673 afiliados. No fue mucho. Pero en el último –recordemos que salía malherido de unas elecciones que lo arrojó al ostracismo- celebrado el 24 de abril de 2016, apenas votaron 781 afiliados de un total de 3.843; de los que pagarían cuota 2.584. Muy poco. Apenas 781 afilados mínimamente activos para 502.517 posibles electores mayores de edad, lo que indica que por cada 1.000 ciudadanos, apena exista un afiliado a UPN. Un índice de penetración social ínfimo.
Considerando que la acción política y propagandística de los comités locales, en general es inexistente, que la acción sectorial brilla por su ausencia y -es más- nadie la eche de menos, y que las propias Juventudes Navarra únicamente existente a efectos de reparto de cargos orgánicos internos, UPN, hermano mayor del navarrismo se muestra en un marasmo que parece inclinarlo casi inevitablemente hacia una abierta decadencia y adelgazamiento. O UPN afronta el futuro desde una voluntad firme de resistencia y recuperación social, consciente de que el cambio de la mentalidad cultural hegemónica operado en las últimas décadas en su perjuicio político, únicamente puede afrontarse desde una perspectiva de lucha cultural sin concesiones, lanzando iniciativas atractivas a los navarros, estando presente en la vida social, presentando batalla legal y material en la lucha por la conquista del imaginario y simbólico colectivo de los pueblos y ciudades de Navarra, o su futuro pasará irremediablemente por una decadencia sostenida hacia su desaparición. No olvidemos, por último, que ningún otro partido navarro quiere pactar con ellos.
El PSN-PSOE, que alcanzó 54.700 votos en las de 2015 (un 15’53%), siendo desbordados ya entonces por Podemos, y todavía carente de liderazgo alguno, pugnaba por mantener al menos el último suelo electoral. Puede respirar tranquilo con los votos alcanzando, (57.878) pues a pesar de la abstención, ha sumado unos pocos miles más.
Pero ello no empaña una dura realidad: como partido ha perdido toda capacidad de iniciativa social y política. Sus cuadros se muestran envejecidos y autistas. Las organizaciones sectoriales (mujeres progresistas, jubilados, consumidores, ¡las propias juventudes!) prácticamente han desaparecido. Hasta la propia UGT atraviesa una profunda crisis, que le ha supuesto el despido de la mayor parte de sus trabajadores contratados e incluso de muchos de sus técnicos, la reducción del número de sus federaciones, por tratarse de estructuras burocráticas imposibles de mantener, y la reiterada pérdida de peso electoral, especialmente en Función Pública donde es casi una fuerza sindical residual. En suma, los socialistas navarros sufren el declive propio de una organización esclerotizada, internamente hablando, y laminada por una nueva izquierda juvenil y mucho más fresca y ambiciosa.
Podemos (80.961 votos, un 22’99 % en 2015) no ha logrado convertirse en la primera fuerza política de Navarra, a pesar de la suma disciplinada de los votos procedentes de Izquierda-Ezkerra: un total de 94.479. Hilando fino puede afirmarse que unos pocos miles de votos de las anteriores de 2015 han retornado al PSN-PSOE, compensados con los posibilistas procedentes de Geroa Bai.
Los sucesivos y llamativos errores cometidos por algunos de sus líderes más bisoños acaso les haya restado apoyos. Con todo, la suma del fiel electorado de Batzarre, Izquierda Unida y sectores posibilistas abertzales -que entienden que era la opción que más daño haría “a la derecha” y que más les aproximaría a un proceso de ruptura de Euskadi y Navarra de España, ha aglutinado al electorado joven, urbano, instruido durante décadas –paradójicamente liderando UPN nominalmente el Departamento de Educación- en el radical progresismo de lo políticamente correcto, demostrando finalmente que Navarra ha cambiado y mucho.
La variedad de fuerzas que la integran, las previsibles pugnas entre sus diversos sectores, la atracción o rechazo de las ulteriores políticas abertzales en futuras situaciones de riesgo, determinarán y probarán la consistencia de esta fuerza emergente hoy hegemónica.
Recordemos los resultados anteriores de los grupos separatistas. EH Bildu obtuvo en 2016 34.856 votos, un 9’9 %. Geroa Bai, 30.554 votos y un 8’68 %. La competición interna del campo nacionalista panvasquista se ha saldado con una gran victoria por parte de EH Bildu: 31.279 votos. Además de “aguantar el tirón”, manteniendo casi todos sus votos con la disciplina que le caracteriza, ha duplicado en votos a Geroa Bai, la gran perdedora de estas elecciones con apenas 14.271 votos. Geroa Bai, encabezada en esta ocasión por el peneuvista y antiguo numerario del Opus Dei Daniel Innerarity, ha sido sometida a una dura reprobación, circunstancia que evidencia todavía más su inconsistencia como fuerza unitaria. Recordemos que su núcleo más consistente es el PNV, que en Navarra apenas suma dos o trescientos afiliados, a los que hay que sumar a los llamados independientes; náufragos de múltiples aventuras políticas acaecidas en las periferias de las organizaciones del entorno de ETA. La presidente del Gobierno de Navarra, mascarón de proa de Geroa Bai, resulta muy debilitada en sus apoyos, de modo que la presión externa de un Podemos que le mantiene externamente pero sin formar parte del Gobierno, se hará notar en el futuro. EH Bildu queda en mejor posición para disputar, definitivamente, el liderazgo del campo abertzale en Navarra que, seguramente, implicará el desmantelamiento en un futuro no muy lejano, de Geroa Bai en su actual concepción, desplazándose a un modelo similar al del vecino País Vasco: una izquierda abertzale aglutinadora de otras corrientes nacionalistas y un PNV inasimilable que en Navarra permanecería residual. De momento Uxue Barcos, titular de la presidencia contempla cómo su propio partido queda relegado a sexta posición, por debajo incluso de un casi inexistente Ciudadanos. Célebre por su altanería, palabrería vacía y prepotencia, no es seguro que el evento haga mella en su característico carácter y verborrea; a pesar del poder hipnótico que ejerce sobre buena parte de la prensa (sus ex-colegas, no lo olvidemos).
Ciudadanos pervive como voto de protesta: 20.327, nada menos. En 2015 sumó, sorprendentemente, 24.815 votos, un 7’05 %. Los 4.000 perdido, sin duda, han regresado a UPN-PP. Con apenas 110 militantes, su nueva cosecha de votos únicamente se explica por la presencia privilegiada en los medios de comunicación de Albert Rivera y el desgaste de UPN-PP. Carece de una mínima base militante que le permita una labor de implantación social. Cuenta a favor su asimilación del discurso liberal, que goza de cierto predicamento en algunos sectores ilustrados al considerarlo como “ideología de recambio” de una derecha en crisis absoluta. Pero corre, en todo caso, el riesgo de sufrir una deriva similar a laque le llevó a CDN, el partido de Juan Cruz Alli que escindiera de UPN, a languidecer durante lustros y extinguirse finalmente.
Del resto de fuerzas concurrentes no se deriva ninguna novedad, dada su absoluta insignificancia.
UPyD no llega a los 500 votos; reduciéndose todavía más.
El PACMA (2.333 votos y un 0’66 % en 2016) aunque ha sumado algunos cientos más (2.738) no ha conseguido los resultados que le hubieran permitido dar al salto al que aspiraban; de modo que no ha logrado constituirse en el partido referencial del electorado ecologista/verde. Un papel que desempeñará un minúsculo EQUO partícipe en la aventura de Podemos.
Por último, recordemos que el partido liberal-conservador de ribetes euroescépticos VOX, quien ha reducido notablemente sus apoyos, pese a haberse presentado en más provincias, no se presentaba en Navarra. Difícilmente le espera futuro alguno.
España presente un triple reto: superar la crisis económica, terminar con el marasmo político y abrir cauces reales de regeneración política que permitan una lucha efectiva contra la corrupción, afrontar los retos territoriales que vienen liderando los pancatalanistas y a los que se podrían sumar los panvasquistas.
La deriva que sufra el conjunto del Estado español también lo experimentará Navarra en sus propias carnes, pero en esta ocasión con mayor dramatismo. No en vano, esta Comunidad todavía disfruta de una relativa comunidad económica, que puede ser golpeada en diversas circunstancias desde imperativos ideológicos, y las ondas e incertidumbres derivadas de cualquier modificación de su estatus e inserción en el Estado español; en cuyo conjunto pudiera arrastrarla a convulsiones sociales y políticas inéditas en las últimas décadas.