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Javier Salaberria
Jueves, 21 de Julio de 2016 Tiempo de lectura:

El amigo turco

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Hace menos de 100 años Turquía era el centro de un imperio, el último califato islámico desde la fundación del primero por el Profeta del Islam allá por el año 632 de la era cristiana. Ese imperio abarcaba desde el Caúcaso hasta los Balcanes, Oriente Medio, Arabistán, Persia, Egipto y el norte de África. Si observamos las zonas más calientes del planeta y las comparamos con el mapa del Imperio Otomano descubriremos que de los rescoldos de su desintegración al final de la I Guerra Mundial vienen todos los incendios actuales: Palestina, Irak, Egipto, Argelia, Siria…

 

El papel de Turquía en el complicado escenario geopolítico de las fronteras europeas con Rusia, Asia y África es crucial. El problema es saber si Turquía es un simple aliado coyuntural o un amigo para Europa. De momento lo tenemos como aliado militar, lo que debería tranquilizarnos, sobre todo teniendo en cuenta que es el segundo ejército más numeroso de la OTAN. Pero hay otros asuntos que nos inquietan. No es precisamente un ejemplo de transparencia democrática y respeto al estado de derecho. Además, está gobernada por un régimen islamista moderado. Su incorporación a la Unión Europea, algo por lo que lleva luchando décadas, se ha visto acelerada por ciertos logros del gabinete Erdogán, entre ellos la abolición de la pena de muerte y la mejora del trato a la minoría kurda. También se han dado progresos en materia económica, con crecimientos anuales sostenidos de un 5%. En octubre de 2015 el primer ministro de Turquía, Ahmed Davutoglu, y la canciller alemana Ángela Merkel acordaron poner en marcha un proceso para acelerar algunos aspectos pendientes en la propuesta de incorporación turca a la Unión Europea: Apertura de nuevos capítulos en los que se dividen el proceso de adhesión a la UE; acelerar la liberalización de visados Schengen para los ciudadanos de Turquía; abrir el capítulo 17 relativo a la economía y preparar la apertura de negociaciones sobre justicia, libertades y derechos fundamentales.

 

Pero hay un nuevo escenario provocado por la evolución de los incendios que causaron aquellas ascuas del extinguido Impero Otomano: Palestina, Crimea, Siria, Irak, DAESH, kurdos,  refugiados… Existe un mar de fondo que aunque oficialmente no se encuentre en la mesa de negociación de los burócratas de la UE sí se encuentra en la opinión pública y la agenda política. Se calcula que en el momento de la adhesión definitiva, la población musulmana de la UE aumentaría del 5% actual a cerca del 20% de la población total. Turquía aportaría 77 millones de musulmanes que se sumarían a los 23 que actualmente conviven en la Unión. Es decir 100 millones en una población total de 500 millones, aproximadamente. ¿Podría soportar Europa esa realidad intercultural?

 

Turquía, tensa y paranoica tras la intentona de golpe de estado, se encuentra en la encrucijada de la guerra contra el terrorismo internacional, en medio de la guerra civil en Siria, con los kurdos como aliados contra el Daesh pero como generadores de otro terrorismo no menos preocupante para Turquía que amenaza con desintegrar el país.

 

¿Son los enemigos de mi enemigo mis amigos? ¿Quién amenaza más a Turquía, el PKK o el Daesh? El Daesh combate a Bashar Al Asad e indirectamente a sus aliados rusos. Rusia compite con Turquía por el control del Mar Negro y de la región. Rusia apoya al PKK, al menos eso piensa Turquía. Por otra parte es verdad que el Daesh ataca a los aliados europeos en Europa por lo que no puede apoyarlos abiertamente. Sin embargo sabemos que los voluntarios del Daesh entran a Siria por Turquía y que existe un tráfico de refugiados y petróleo por su frontera. A todo eso debemos añadir que Turquía quiere abiertamente ser la potencia regional, el aliado estratégico fundamental de Occidente por encima de Israel, y el líder del mundo islámico compitiendo con Irán, Arabia Saudita o Egipto.

 

¿Quién está más interesado en desestabilizar Turquía con un golpe de estado? Hay muchos sospechosos y lo peor es que los hay en todos los bandos.

 

¿Es Turquía la piedra de clave para la integración de los musulmanes en el arco multicultural de Europa y evitar así una “guerra civil” entre europeos? ¿Es Turquía la llamada a liderar el Islam moderado en el mundo frente a las visiones más retrógradas y extremistas del Islam?

 

En medio del debate en torno a la identidad y el futuro papel de los musulmanes en Europa, nuevamente hay un incremento en la demanda de un supuesto “Islam Europeo”, del que Turquía sería líder indiscutible. Reclamado por los llamados "reformadores" como un antídoto contra el extremismo y la autoguetización de las comunidades musulmanas -especialmente en Europa Occidental-, este término problemático, transformado también en eslogan político, necesita una evaluación crítica. El llamado "Islam Europeo" es actualmente, sobre todo, un vehículo de presión política e ideológica contra las comunidades musulmanas de nuestro continente.

 

Podemos constatar que "Islam Europeo" no es un término útil. Más bien, deberíamos hablar de un Islam histórico, cultural y, sobre todo, de una realidad espiritual que permaneció durante largos siglos en muchos lugares de nuestro continente. Uno de ellos España, pero no el único. Atenas fue una ciudad musulmana durante varios siglos y también lo fueron Belgrado, Sarajevo o Sofía.

 

Desde Al-Andalus al sur de Italia, desde el sur de Francia a las costas de la península de Crimea y de Grecia, a enormes extensiones de la Rusia europea, el Islam y los musulmanes fueron durante mucho tiempo elementos fundamentales del ethos europeo.

 

Por otra parte, si se habla de un supuesto "Islam Europeo": ¿Esta idea incluye la tradición secular de la escuela Hanafi (en Europa del Este) y la escuela Maliki (Península Ibérica e Italia)? ¿Los defensores de este concepto están dispuestos a aceptar el hecho histórico de que el Islam existente en Europa incluyó un programa social y el establecimiento de la justicia económica, o sólo se refieren a una liturgia vacía de contenido político?

 

Esto crearía un dilema intelectual ya que esas voces en el debate proponen la idea de una nivelación de lo que la realidad islámica significó en Europa: algo más que una mera invasión cultural peregrina.

 

No se trata de la visión en la que los musulmanes en Europa fueron moldeados por la experiencia europea, sino que los musulmanes europeos pueden influir en el resto de la comunidad musulmana mundial ofreciendo sus propias experiencias y horizontes específicos como europeos, pero también pueden influir en el devenir de la cultura e identidad europea. Figuras históricas y eruditos como los dos Ibn Rushds, Qadi Iyad, Qadi Abu Bakr, Ibn Al-Arabi, el Imam Al-Qurtubí, los musulmanes del Cáucaso, los visires otomanos de origen Bosnio o Albano o los estudiosos tártaros en la Rusia de hoy, hacen del “Islam Europeo" una realidad viva. Una realidad, que aún se encuentra bajo el polvo de la historia y los intentos de silenciar la voz musulmana en la memoria europea. Sin embargo los musulmanes europeos, como otros ciudadanos más, deben afrontar los retos locales y regionales de Europa como propios. Tienen la urgente necesidad de estudiar y comprender la herencia intelectual y espiritual de Europa, desde Heráclito a Rilke, con el fin de ser capaces de construir puentes con el resto de la ciudadanía y aportar soluciones constructivas para la convivencia, el progreso y la justicia social.

 

¿Cuál será el papel de Turquía en esa Europa intercultural? ¿Será ésta posible o involucionaremos hacia un Brexit colectivo o hacia un enfrentamiento civil europeo capitaneado por las extremas derechas?

 

Si los musulmanes europeos saben distinguir entre Islam e islamismo, como saben distinguir entre judaísmo y sionismo, y si sus conciudadanos también se esfuerzan en distinguir, es posible que haya un motivo para la esperanza.

 


 

 

 

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