El adelanto electoral y los tres errores del PNV
El lehendakari se las prometía muy felices convocando a los vascos a las urnas para el 25 de septiembre. Según los asesores de Urkullu, con esta fecha se mataban tres pájaros de un tiro. Primero, se limitaba el crecimiento de Podemos en el País Vasco, formación que fue la más votada el pasado 26-J, pero que no ha podido aislarse del precoz desgaste que desde diciembre de 2015 sufre el joven 'melting pot' organizado por Pablo Iglesias. Segundo, se aprovechaba el caos reinante en la capital del reino donde los grandes partidos han sido incapaces en formar un gobierno mínimamente estable en ocho meses, buscando el PNV pescar en río revuelto, una de sus grandes y acreditadas especialidades. Y tercero, obtener toda la atención mediática posible, algo muy del gusto de los jeltzales, tan locos ellos por los focos, con Andoni Ortuzar a la cabeza.
Sin embargo, el adelanto electoral puede haber salido rana a los consejeros áulicos de Iñigo Urkullu, también por tres razones. Uno, Podemos sigue perdiendo fuerza por lo que la distancia entre el PNV y la formación morada podría ser mayor si el Lehendakari hubiera agotado el plazo del que disponía para llamar a los vascos a votar. Dos, con la firma del pacto entre PP y Ciudadanos, Mariano Rajoy está más cerca de La Moncloa y parecen despejarse los negros nubarrones que auguraban unas terceras elecciones que no conducirían a nada. Y tres, los medios tendrán que dividir su atención entre Galicia y el País Vasco tras anunciar Feijóo que los gallegos también tendrán una cita electoral el próximo 25 de septiembre.
Por todo ello, alguno de los asesores de Sabin Etxea que aconsejaron al lehendakari adelantar todo lo posible los comicios tienen que estar tirándose de la txapela. Como dice el refrán, la paciencia es la madre de la ciencia. Aunque la política sea para todos, con la excepción de Pablo Iglesias y sus partenaires de la Complutense, cualquier cosa menos una ciencia, la paciencia siempre será una virtud a cultivar, también en los asuntos públicos. Y si no, que se lo pregunten a Mariano Rajoy, un acreditado experto en estas lides.
El lehendakari se las prometía muy felices convocando a los vascos a las urnas para el 25 de septiembre. Según los asesores de Urkullu, con esta fecha se mataban tres pájaros de un tiro. Primero, se limitaba el crecimiento de Podemos en el País Vasco, formación que fue la más votada el pasado 26-J, pero que no ha podido aislarse del precoz desgaste que desde diciembre de 2015 sufre el joven 'melting pot' organizado por Pablo Iglesias. Segundo, se aprovechaba el caos reinante en la capital del reino donde los grandes partidos han sido incapaces en formar un gobierno mínimamente estable en ocho meses, buscando el PNV pescar en río revuelto, una de sus grandes y acreditadas especialidades. Y tercero, obtener toda la atención mediática posible, algo muy del gusto de los jeltzales, tan locos ellos por los focos, con Andoni Ortuzar a la cabeza.
Sin embargo, el adelanto electoral puede haber salido rana a los consejeros áulicos de Iñigo Urkullu, también por tres razones. Uno, Podemos sigue perdiendo fuerza por lo que la distancia entre el PNV y la formación morada podría ser mayor si el Lehendakari hubiera agotado el plazo del que disponía para llamar a los vascos a votar. Dos, con la firma del pacto entre PP y Ciudadanos, Mariano Rajoy está más cerca de La Moncloa y parecen despejarse los negros nubarrones que auguraban unas terceras elecciones que no conducirían a nada. Y tres, los medios tendrán que dividir su atención entre Galicia y el País Vasco tras anunciar Feijóo que los gallegos también tendrán una cita electoral el próximo 25 de septiembre.
Por todo ello, alguno de los asesores de Sabin Etxea que aconsejaron al lehendakari adelantar todo lo posible los comicios tienen que estar tirándose de la txapela. Como dice el refrán, la paciencia es la madre de la ciencia. Aunque la política sea para todos, con la excepción de Pablo Iglesias y sus partenaires de la Complutense, cualquier cosa menos una ciencia, la paciencia siempre será una virtud a cultivar, también en los asuntos públicos. Y si no, que se lo pregunten a Mariano Rajoy, un acreditado experto en estas lides.