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Francisco López
Martes, 23 de Agosto de 2016 Tiempo de lectura:

Sobre cunetas y fosas

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Este verano, cuatro grandes de la música española están realizando una gira titulada "El Gusto es Nuestro", repetición de la que con el mismo nombre hicieron hace 20 años. Durante su actuación, uno de ellos, Víctor Manuel, explica que ha incluido una nueva canción. Tras explicar que según la ONU España era el segundo país con más desaparecidos del mundo con emoción recuerda a los 150.000 muertos que estarían, según él, en las cunetas. (1)

 

Estos dos argumentos se han popularizado. Constantemente aparecen en conversaciones y redes sociales. Que personas normales, con escasos conocimientos puedan decir esto, es inevitable, pero sorprende y asombra lo estén diciendo personas que como Víctor Manuel,  disponen de cultura, medios y tiempo suficiente para informarse y explicar bien las cosas.

 

De ahí este artículo, que busca aclarar conceptos que incomprensiblemente han terminado enmarañados, liados y confusos. Sólo aclarando diferentes términos y circunstancias, con humildad, ecuanimidad y transparencia, se pueden defender las causas justas.

 

Sobre la afirmación de que España es el segundo país con más desaparecidos, abochorna que tantos se estén haciendo eco de una majadería de proporciones cósmicas. Desde aquel fatídico 17 de julio de 1936, demasiados países han sufrido guerras y persecuciones en las cuales los muertos y desaparecidos cuentan por millones. Personas de las que no queda el menor rastro y de las que se desconocen sus tumbas: Alemania, URSS, Congo, Yugoslavia, China, Vietnam, Colombia... El hecho de que una majadería la firme una comisión de la ONU no exime que sea una majadería y unos majaderos los que la repiten. Más vale  que durante su visita a España los “expertos” internacionales que la integraban hubieran demostrado un poco de independencia y sentido común, no aplicando unas recomendaciones sobre desaparecidos diseñadas para sucesos contemporáneos, a un hecho como la Guerra Civil del cual que no queda un solo superviviente con un mínimo de responsabilidad y escasísimos familiares de primer grado de las víctimas.

 

Para entender “quiénes están en las cunetas", vamos a remontarnos al tórrido verano de 1936. Siguiendo las instrucciones de Emilio Mola (y que conocemos por su secretario) desde el primer momento los rebeldes procedieron a eliminar con singular dureza a los opositores. En el bando republicano, no tenemos la constancia de que se dieran esas instrucciones, pero se deduce que al menos en Madrid existían órdenes similares dado que uno de los responsables milicias de las JSU, Manuel Tagüeña, cuenta en sus memorias  que en la mañana del 19 de julio, cuando aún la provincia estaba en total calma, sus hombres ya traían en camiones a los primeros detenidos y se marchó dado que sabía que comenzarían los fusilamientos y no quería presenciarlos. (2)

 

En los días y semanas siguientes, ambas partes se dedicaron a un frenesí de crímenes. Eufemísticamente unos y otros los calificaron de "paseos". ¿Qué ocurrió con aquellos muertos?

 

- Una parte quedaron literalmente sobre el campo o se enterraron de mala manera. Era verano y los cuerpos se descompusieron rápidamente y los animales se encargaron de dispersar y hacer desaparecer los restos.

 

- La gran mayoría de los cadáveres de los "paseados" fueron recogidos y trasladados a los cementerios. En algunos casos incluso se judicializó su muerte como asesinato, aunque por supuesto no hubo investigación, entregándolos a sus familiares. En otros se procedió a su entierro inmediato sin más trámite ni ceremonia. A veces se inscribían en los libros de registro y otras muchas no. Si había varios, los enterraban en fosas comunes. Dado el caos y el carácter "políticamente poco correcto" de todas las víctimas, fue frecuente el descuido al señalizarlas y de muchas de ellas se perdió su localización. En alguna ocasión, como en Badajoz, se procedió a la quema.

 

- El último apartado, incluye a los que tras ser asesinados, fueron enterrados in situ: las auténticas "cunetas".

 

A partir de inicios de 1938, la represión se oficializa en ambos bandos. Hay procedimientos judiciales tras los cuales se produce la ejecución. Salvo casos muy puntuales, las víctimas son llevadas a los cementerios y son enterrados de modo individual o colectivo, en función del número.

 

Cuando acaba la guerra civil, los vencedores buscan los cadáveres de sus víctimas para regularizar la situación. En casos en que hay fosas comunes, se les deja reposar en ellas y se las dignifica con monumentos. Luego, parte fueron trasladados al Valle de los Caídos. Así mismo sorprendentemente hubo algunos casos de desidia, donde se hizo poco o nada.

 

Respecto a los vencidos, con retraso, mucha más lentitud y discreción, se fue produciendo la regularización de una parte de los enterramientos en un proceso muy desigual, y que dependió de la colaboración o no de las autoridades locales, el interés o miedo de las familias y la disponibilidad de testigos. Entre estas acciones hubo algunas exhumaciones de tumbas en el campo ya sea para trasladarlos a cementerios o incluso al Valle de los Caídos.

 

Situación actual

 

Han pasado muchos años. Ochenta desde que aquel horror se cebó sobre España. Por de pronto, la madre naturaleza ha hecho su labor. Dependiendo de los suelos en los que se hizo la inhumación, en muchos casos quedan pocos restos y en ocasiones, nada. Por otro lado, el fuerte proceso de urbanización y obras públicas, traslados y reorganizaciones de cementerios han hecho que muchas de tumbas y fosas, tanto legales como irregulares, se han destruido o perdido su ubicación. Esto es un proceso normal en los camposantos: no hay más que pasear por cualquier cementerio antiguo para comprobar hasta qué punto todo tipo de tumbas y panteones de los años treinta se encuentran en estado de degradación y aún más, fosas comunes y osarios. Es decir, no se puede presentar, como algunos hacen, un proceso natural, como si fuera un resultado exclusivamente de una acción voluntaria de ocultación. Es probable que haya habido casos de esto, pero en la mayoría no ha habido dolo.

 

Independientemente de eso, el problema político y social está encima de la mesa y es necesario afrontarlo. Resulta ridículo a estas alturas seguir amparándose en el "no vamos a reabrir heridas", cuando las heridas están reabiertas e infectadas. Sin entrar en otros aspectos de la llamada "memoria", al menos en el de la búsqueda y conservación de los restos, por razones de humanidad y justicia hay buscar una solución definitiva y de consenso que termine con este permanente echarse los "muertos encima". Y creo que no sería difícil si se aplica la lógica y el sentido común.

 

Las fosas irregulares, que se encuentran en el campo, las auténticas "cunetas", deben ser localizadas, exhumándose los restos y dándoles un entierro digno en cementerios.  Esta labor debe ser asumida e impulsada por el Estado, heredero de los derechos y obligaciones de los dos bandos que se enfrentaron en la guerra, dado que los órganos gubernamentales fueron cómplices de esos enterramientos ilegales, los cuales incumplían e incumplen la legislación vigente de que los seres humanos no pueden estar enterrados en el campo.

 

Respecto a las fosas comunes que se encuentran en los cementerios, se deben localizar, señalizar y dignificar. Dentro de este plan de dignificación, también se debe incluir aquellos casos en los que fosas de víctimas de la represión republicana, se encuentran degradadas por el paso del tiempo y sobre todo el vandalismo que ha tenido lugar en los últimos tiempos. Su coste también debería ser asumido por el Estado.

 

En cuanto a las demandas de asociaciones y un reducidísimo número de familiares de víctimas, de levantar las fosas comunes e individualizar las víctimas mediante el procedimiento de ADN, es algo mucho más cuestionable. Dado que el número de descendientes directos ya es mínimo y el elevado coste económico que supondría, no es una labor ni prioritaria ni imprescindible. La localización y señalización de los enterramientos cumple de forma plena y completa la dignificación de las víctimas. Estamos hablando de la identificación de decenas de miles de restos, dado que salvo cacicada, las víctimas de la represión republicana también podrían exigir lo mismo, con lo que es gasto sería desorbitante. Por tanto quien desee esa individualización, que asuma su coste íntegramente mediante la iniciativa privada.

 

Una última reflexión. El PP debe dejar de esconder la cabeza bajo el ala. Como ya he señalado, las heridas están abiertas y supurando. Este partido, fundamental para buscar una solución definitiva, no puede seguir practicando la estúpida política de no darse por enterado de nada. Por un lado deja la Ley de Memoria pero a la vez no la aplica, mientras no intenta tampoco mejorarla. A su vez renuncia a buscar espacios de consenso y acuerdo y todo lo corona olvidándose de aquellos españoles que no eran ni de unos ni de otros y se llevaron las tortas de unos y de otros. La memoria de estos, que se supone debería ser prioritaria en un partido de centro, sigue completa y absolutamente perdida.

 

Peor imposible, ya que sólo han logrado una cosa: alimentar a los ultras de uno y otro bando.

 

En esta nueva legislatura, sin mayoría absoluta, pueden tener la oportunidad de abrir espacios para acabar con esta situación. Acabar con "las cunetas" sería un buen principio.

 

(1) Los cantantes son Ana Belén, Víctor Manuel, Miguel Ríos y Joan Manuel Serrat

 

(2) Testimonio de dos guerras Ediciones Oasis S.A. México. Primera edición, 1973. Página 106.

 


 

 

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