Muchos españoles se hicieron antifranquistas, socialistas o comunistas, gracias al fundador de Fuerza Nueva, Blas Piñar, cuyos discursos ultraderechistas eran tan agresivos y radicales que hacían deseable todo lo que le llevara la contraria.

Pedro Sánchez pertenece a esta categoría de hacendosos cultivadores de Las flores del mal del poemario de Baudelaire, cuya exagerada pureza provoca rechazo a partidos como el PSOE en numerosos ciudadanos.

Es el Terminator Arnold Schwarzenegger que venía del futuro para matar el pasado; el no, no, no, ¿qué parte del no no entiende Rajoy? está rebotando contra su rostro cargado de soberbia e ira y contra los socialistas que lo apoyan.

Su único argumento, la corrupción y el paro del PP. ¿Qué pasa con Chaves y Griñán y los miles de millones saqueados durante sus mandatos?

¿Era corrupción que como consejero de Cajamadrid, durante los latrocinios, que él obtuviera una hipoteca bonificada con el 30 por ciento?

¿Y los seis millones de parados de Zapatero, tres millones en tres años?

Sánchez defendió entusiásticamente la reforma constitucional del Art. 135, que ahora rechaza, dice que horrorizado, y su tesis doctoral no puede analizarse quizás por haberla superado en una universidad privada –jura defender la pública-- de discutido prestigio.

Este vanidoso Pedro cuya vida y relaciones cercanas ofrecen dudas éticas, está golpeando al PSOE, ya moribundo por las locuras revisionistas de su antecesor, Zapatero.

Destruye también, en una guerra sucia y traidora en las redes sociales, a los dirigentes socialistas que le piden que reflexione para no llevar al PSOE a una derrota, quizás definitiva, en unas terceras elecciones.

Dicen muchos socialistas que su ambición de gobernar España con la hidra de 47 cabezas que forma Podemos y los independentistas es una traición que pagarán los socialistas el próximo domingo en Galicia y Euskadi.

Pedro Sánchez, el exterminador endiosado, es el otro lado del espejo de Blas Piñar.