La oportunidad de Alfonso Alonso
Las conclusiones que se pueden extraer de los resultados de estas elecciones al Parlamento vasco son inequívocas: el PNV consigue el segundo mejor registro de su historia electoral, la sonrisa de EH Bildu y Arnaldo Otegi termina siendo una mueca, Podemos defrauda, el PSE se hunde y el Partido Popular aguanta el tipo.
La mayoría de los analistas políticos dan por hecho que habrá un pacto entre el PNV y el PSE que permita continuar a Iñigo Urkullu, el gran vencedor de los comicios, otros cuatro años al frente de Ajuria Enea. La suma de ambas formaciones permitiría un gobierno de coalición que ostentaría una mayoría absoluta en la cámara de Vitoria. Sin embargo, el PSE intentará vender a precio de oro sus nueve diputados y exigirá al PNV consejerías, sillones y prebendas varias y, quizás, un apoyo más o menos abierto a los delirantes intentos de Pedro Sánchez por ser investido presidente en Madrid. Es la opción más probable.
Sin embargo, y teniendo en cuenta la particular idiosincrasia de los jeltzales y su concepción patrimonial del Gobierno vasco, el Partido Popular de Alfonso Alonso tiene, tras empatar a escaños con los socialistas, una oportunidad de dejar al PSE fuera de juego y provocar un nuevo terremoto en la calle Ferraz. La jugada es muy sencilla: ofrecer al PNV un acuerdo de gobierno a cambio de nada. Ninguna consejería, ningún sillón y ninguna prebenda. Tan solo, la abstención jeltzale en Madrid. Nada más. Cuatro años al frente de la lehendakaritza, sin socios pedigüeños ni reparto de cargos, por la abstención de sus cinco diputados en el Congreso. Tú te quedas Euskadi y yo intento quedarme España. Nunca el PNV conseguirá tanto con tan poco. Y Alfonso Alonso podrá marcarse un tanto ante Mariano Rajoy, con el que podrá fumarse un habano de esos que tanto gustan al todavía presidente en funciones. Cosas más raras se han visto en política.
Las conclusiones que se pueden extraer de los resultados de estas elecciones al Parlamento vasco son inequívocas: el PNV consigue el segundo mejor registro de su historia electoral, la sonrisa de EH Bildu y Arnaldo Otegi termina siendo una mueca, Podemos defrauda, el PSE se hunde y el Partido Popular aguanta el tipo.
La mayoría de los analistas políticos dan por hecho que habrá un pacto entre el PNV y el PSE que permita continuar a Iñigo Urkullu, el gran vencedor de los comicios, otros cuatro años al frente de Ajuria Enea. La suma de ambas formaciones permitiría un gobierno de coalición que ostentaría una mayoría absoluta en la cámara de Vitoria. Sin embargo, el PSE intentará vender a precio de oro sus nueve diputados y exigirá al PNV consejerías, sillones y prebendas varias y, quizás, un apoyo más o menos abierto a los delirantes intentos de Pedro Sánchez por ser investido presidente en Madrid. Es la opción más probable.
Sin embargo, y teniendo en cuenta la particular idiosincrasia de los jeltzales y su concepción patrimonial del Gobierno vasco, el Partido Popular de Alfonso Alonso tiene, tras empatar a escaños con los socialistas, una oportunidad de dejar al PSE fuera de juego y provocar un nuevo terremoto en la calle Ferraz. La jugada es muy sencilla: ofrecer al PNV un acuerdo de gobierno a cambio de nada. Ninguna consejería, ningún sillón y ninguna prebenda. Tan solo, la abstención jeltzale en Madrid. Nada más. Cuatro años al frente de la lehendakaritza, sin socios pedigüeños ni reparto de cargos, por la abstención de sus cinco diputados en el Congreso. Tú te quedas Euskadi y yo intento quedarme España. Nunca el PNV conseguirá tanto con tan poco. Y Alfonso Alonso podrá marcarse un tanto ante Mariano Rajoy, con el que podrá fumarse un habano de esos que tanto gustan al todavía presidente en funciones. Cosas más raras se han visto en política.