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Manuel Molares do Val
Lunes, 26 de Septiembre de 2016 Tiempo de lectura:

La lección de Charlotte

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Los disturbios raciales de estos días en Charlotte, metrópoli de Carolina del Norte con 2,5 millones de habitantes, son una lección para esta Europa que comienza a dudar de sus valores liberales, a los que no defiende exponiendo su bondad en los guetos totalitarios que emergen en su interior.

 

Guetos que deberíamos integrar por justicia, y para nuestra propia supervivencia cultural, porque a Europa están llegando masivamente inmigrantes sometidos a, y defensores de, un sistema totalitario religioso y antiliberal.

 

El origen de los disturbios de Charlotte, de sus muertos y policías que matan a negros en actos violentos similares por todo el país, es racial.

 

Pero también tiene una base cultural: la segregación hasta hace medio siglo facilitó la multiplicación de guetos, muchos de los cuales se aislaron, generalmente bajo matones que nadie se atrevió a rechazar.

 

Ahora, drogas, alcohol y delincuencia dominan distritos enteros; recuerdan notablemente a la Cañada Real, barrio madrileño de gitanos narcotraficantes.

 

Y son como los “banlieue”, suburbios o guetos en las ciudades francesas que crecen sin descanso por toda Europa, con inmigrantes o sus descendientes mayoritariamente islámicos que rechazan nuestra cultura liberal.

 

Charlotte está administrada por el partido demócrata, su alcaldesa es firme defensora de la igualdad racial y se considera muy progresista.

 

El hombre por cuya muerte se iniciaron los disturbios era un delincuente que fue abatido por un policía negro, bajo la autoridad de jefes negros que hicieron carrera al abandonar el gueto.

 

El gueto olvida el historial de ese muerto como atracador armado y acusa de racismo al policía que disparó.

 

Como en los “banlieue”, donde se imputa a la policía de “islamofobia” por la frecuente detención de malhechores musulmanes.

 

Si no hay integración, voluntaria o coercitiva, todos seremos Charlotte.

 


 

 

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