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Pascual Tamburri
Sábado, 08 de Octubre de 2016 Tiempo de lectura:

De la cena de los idiotas a la ezpatadantza de los banpiros

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Bertsolari en Peralta, txalapartari en Cárcar, aizkolari en el Sáhara. La corrección política abertzale impone que los lugares, las personas y las cosas se llamen en vascuence incluso si se habla en español. Una muestra de sumisión necia.

 

Seguramente lo más divertido que nos dejó 1967 fue la película de Roman Polanski “La danza de los vampiros”, y su genial escena del minuet. Cuando hablamos en español llamamos así a la película “The fearless vampire killers”, y nos parecerá un cursi el que se empeñe en conservar el nombre original de la pieza. Nos parecería sencillamente necio el que, a fuer de hortera, o sea de kitsch, la nombrase en francés o en coreano, simplemente para mostrarnos su conocimiento de esos idiomas o su aprecio por ellos.

 

Pero eso, que en general vemos como de simple educación, no vale para el vascuence, y menos en Navarra. Un separatista vasco, es decir un ‘abertzale’, hablando español y sin saber vascuence, dirá siempre ‘euskera’ y ‘Nafarroa’, venga o no venga a cuento. Y más que eso: pretenderá que los demás lo hagamos también. Que nos saludemos diciendo kaixo y agur; y que llamemos a los sitios por los nombres que ellos en muchos casos se han inventado, u otros como ellos inventaron antes, y ahora han impuesto.

 

Ustedes me dirán qué sentido tiene, salvo en la pequeña y limitada mente nacionalista, llamar Azkoyen a Peralta (en homenaje a la presidenta Barkos, antes Barcos), Tutera a Tudela, a veces Karkar a Cárcar (por el consejero Mendotza, antes Mendoza), y no digamos Erriberri a Olite, digo a Oligitum, sin que el centro revirtiese la idiotez. Pero lo han hecho. Y algo peor, lo han impuesto sin que se les haya plantado cara.

 

Reconozco que me sonrío, y a veces me río, cuando los veo enfadarse al oír que se dice ‘Baile de las espadas’ a la ‘Ezpatadantza’. ¿Y qué es si no? Gracias a la blandura de los gobiernos socialistas y regionalistas, en Navarra consiguieron gratis la vasquización total de la toponimia de la zona vascófona, de manera que ya oficialmente no se dice ni Vera de Bidasoa ni Santesteban ni Elizondo. Luego avanzaron hacia el sur, sin encontrar verdadera resistencia. Imponen su nombre a los sitios grandes y pequeños, basándose en sus gustos y en los inventos decimonónicos de sus predecesores clericales y reaccionarios. Y aprovechando la cobardía de los llamados a oponérseles.

 

Tras la gradual victoria en los topónimos, vino su batalla en los nombres de pila. Los navarros siguen apellidándose García o López, pero con naturalidad se ha impuesto la corrección de Mikel y Maialen, de Ukerdi y Hegoi. Ganaron y siguen ganando en las aulas, y eso antes de tener el poder. Y avanzan en las conciencias gracias a las palabras. Incluso gente no nacionalista acepta ser saludada con un kaixo, y responder igual, y bautiza a sus hijos y nietos conforme a nuevo dogma “para evitar problemas”. Y diríamos que es ridículo si la rendición no hubiese empezado con la política lingüística de UPN y continuado con la sumisión al batúa y a la nueva toponimia del Diario de Navarra. Que resistió con Uranga pero se rindió y muy a gusto en el reinado de Inés Artajo.

 

Claro que en vez del baile de los vampiros podemos estar asistiendo a la cena de los idiotas. Han definido su modelo de identidad nacional, que incluye una selección de folklore, de tradiciones reales o no y de costumbres de ayer o de nunca. Lo mismo les da una carbonera o una almadía, como si sólo siendo vascoparlante se pudiese hacer es y sólo haciendo eso se pudiese ser navarro. El día menos pensado, en nombre de la patria vasca, se ponen a partir troncos en las Bardenas o a levantar piedras en la playa, todo eso bebiendo sidra en plena Ribera y con abarcas y pelliza en pleno agosto. Y eso sí, todo en su euskera. Con la anuencia de los que, acomplejados, no les pararon los pies desde el poder ni planean hacerlo cuando lo recuperen. ¿Apostamos? Polanski haría una gran comedia, tanto con las obsesiones de unos como con la sumisión de los otros.

 


 

 

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