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Juan López Benito
Jueves, 24 de Noviembre de 2016 Tiempo de lectura:

Nos consideran bazofia

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“Es evidente que si yo voy a una cola del paro y voy a intentar hacer proselitismo y convencer a la gente de que hay que ir a una manifestación, por poner un ejemplo, es inadecuado que yo utilice terminología, digamos, académica marxista. Yo no voy a decir 'la plusvalía relativa está por las nubes, la plusvalía absoluta se ha disparado', porque son conceptos muy técnicos” .  (Alberto Garzón, dirigente de Unidos Podemos)

 

Verdaderamente no creo que a estas alturas, nadie se sorprenda al leer estas lamentables manifestaciones, repletas de clasismo desde la primera a la última letra. Son una muestra más del profundo desprecio que la clase política detenta contra los ciudadanos y el enésimo ejemplo de la “altísima” estima que atesoramos para los próceres públicos. Un tic que por mucho que intenten ocultarlo, a través de discursos y soflamas cargados de nauseabundos y rancios ropajes democráticos, aflora con total naturalidad por cada uno de sus petulantes poros.


 

Haciendo una de esas curiosas comparativas que tanto nos gusta trazar, esta circunstancia me recuerda mucho al pensamiento existente entre los célebres escritores grecorromanos, los cuales ejerciendo de portavoces del orden senatorial que sostenían, asiduamente difamaban y denostaban a la plebe con total naturalidad: el vulgo, epicentro generador de las aberraciones más insospechadas, aglutinador perfecto de todas las inmundicias humanas. Veamos un par de citas:


 “La masa es versátil y está llena de pasiones injustas, de rabia irracional y de coraje violento; la única solución posible es contenerla con el miedo de cosas desconocidas y con ficciones de ese tipo”  (Polibio)


 

“En cuanto a la plebe sin hogar, unas veces pasa la noche en las tabernas, otras duerme al abrigo de los toldos con que Cátulo, siendo edil, imitando los refinamientos de la Campania, fue el primero en cubrir nuestros anfiteatros; o bien se entrega furiosamente al juego de los dados, reteniendo el aliento, que enseguida expele con extraño ruido; o también siguiendo el gusto dominante, se le ve entregado de la mañana a la noche a interminables discusiones acerca de las menores circunstancias del mérito o inferioridad relativa de tal caballo o de tal auriga. Cosa extraña, por cierto, ver a todo un pueblo que apenas respira esperando el resultado de una carrera de carros. Estos son los cuidados que preocupan a Roma, no dejando espacio para nada grave”  (Amiano Marcelino)

 

La superioridad moral e intelectual que en el fondo y en la forma creen tener nuestros políticos, indefectiblemente me conduce a pensar que comparten estas reflexiones tan, si se me permite la expresión, “castuzas”. En fin, dan ganas realmente de evocar aquellas controvertidas palabras de Alejandro Lerroux: “Rebelaos contra todo: no hay nadie o casi nadie bueno. Rebelaos contra todos: no hay nadie o casi nadie justo”.

 


 

 

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