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Lunes, 16 de Enero de 2017 Tiempo de lectura:
Historia de Israel

Otros 1900 años y aún seguiremos aquí

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Si todo lo que nos cuenta la narrativa palestina fuese cierto, el Coliseo de Roma no existiría por una sencilla razón: para subvencionar la costosa obra, según una inscripción reconstruida encontrada en la zona, fueron necesarios los tesoros robados por Roma tras la conquista de Jerusalén por el general Tito en el año 70 de la Era Común.

 

De este trágico capítulo de la historia del pueblo judío fue testigo, y así lo narró en su obra “las guerras de los judíos“, el historiador Flavio Josefo, que además está representado frente al Coliseo de Roma en forma de relieve en el Arco de Tito. En este arco de la victoria podemos ver cómo legionarios romanos transportan los tesoros del Segundo Templo de Jerusalén, incluyendo el candelabro judío del mencionado templo.

 

Según parece, para la narrativa palestina tampoco aconteció que cien años, Pompeyo conquistase Judea asediando Jerusalén por varios meses, dejando tras de sí más de diez mil muertos, y arrebatara el sumo sacerdocio a Aristóbulo II, quien fue reemplazado por su hermano Hircano II, siendo ministro Antípater, el padre del Rey Herodes. Que años después el Senado de Roma, apoyado por Marco Antonio y Octavio Augusto, nombrase Rey al idumeo medio árabe medio judío con la frase “Rex socius et amicus populi Romani” (“Rey, aliado y amigo del pueblo romano”) deberá tratarse de un cuento de hadas y no un acontecimiento histórico para aquellos que sostienen que los judíos somos invasores en esta tierra. Extraño que aún no hayan declarado a Herodes el primer rey palestino.

 

¿De qué trata la narrativa palestina y qué nos quiere vender? Trata de borrar milenios de historia, de modificarla y de jugar a los anacronismos (Jesús, el palestino), cuyo único objetivo es desenraizar al pueblo judío de nuestra tierra. Esto no es nuevo, ya se intentó en el Siglo II. Adriano, del que este año se cumplen 1900 años de su ascenso al poder,  será recordado amargamente por el pueblo judío no sólo por pulverizar Jerusalén y renombrarla como Aelia Capitolina, también por cambiar el nombre de Judea por el de Palestina con el fin de borrar toda conexión judía de Erets Israel, porque es a este emperador romano al que le debemos el nombre latino de Palestina a esta región y no a un movimiento de liberación árabe, y menos aún musulmán.

 

El historiador Cassius Dio menciona en sus escritos la visita de Adriano a Jerusalén entre los años 129-130, por lo que partiendo de la propia narrativa palestina podemos prescindir del considerado junto a Herodiano como el mejor escritor de los siglos I y II. ¡Borrémoslo de la historia!

 

Negar el vínculo histórico religioso, cultural y arqueológico del pueblo judío con esta región es rechazar tres milenios de historia, es borrar de la memoria historiadores y emperadores. Es caer en una ignorancia supina propia de aquellos que nunca en su vida han abierto un libro de historia. Sin duda para ellos es más fácil memorizar y repetir hasta la saciedad eslóganes fabricados desde el prejuicio por activistas de salón.

 

Grupos radicales como el BDS abanderan esta ideología negacionista, que además cuenta con el apoyo de resoluciones de Naciones Unidas - promovidas por teocracias y dictaduras -, pese a los hallazgos arqueológicos e innumerables documentos que demuestran los vínculos del pueblo judío con esta tierra, donde también tuvo su origen el judaísmo.

 

Seguir negando lo evidente es simple y llanamente estúpido.

 

Desde que Roma ocupase Erets Israel, bizantinos, omeyas, abasíes, selyúcidas, cruzados, ayubíes, mamelucos, otomanos y británicos, entre otros, han tratado sin resultados de expulsarnos, de arrebatarnos nuestra identidad y de desenraizarnos. Continúan negándonos el derecho a nuestra tierra, ahora mediante falsas oenegés humanitarias y organismos internacionales pero, como ya escribiera Mark Twain, otros pueblos han crecido y mantenido su antorcha prendida en alto por algún tiempo, pero finalmente se les apagó y ahora se encuentran en el crepúsculo o ya no existen.

 

Nuevos personajes se sucederán, pero el judío siempre permanecerá en su tierra ancestral.

 

Otros 1900 años y aún seguiremos aquí. Y Jerusalén seguirá llamándose Jerusalén.

 

Yom Rishon 17 de Tevet de 5777
Domingo, 15 de enero de 2017

 

www.davidyabo.com

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