Condenados al exilio: "No hay futuro para los cristianos en Irak"
"Los que entraron en nuestras casas a robarnos, a violar a nuestras hijas, a golpearnos o a matarnos no eran los yihadistas del Estado Islámico (EI), eran nuestros vecinos, por eso iban con el rostro cubierto para que no pudiésemos reconocerlos", afirma con mucha crudeza el iraquí Majad mientras mira, de reojo, a sus dos hijas de 8 y 5 años.
"Mis hijas eran muy pequeñas y por eso no se las llevaron, pero sus amigas no tuvieron tanta suerte. Uno de nuestros vecinos entró por la noche en nuestra casa y me dijo: 'Ahora es nuestro momento'. Los hijos de aquel hombre habían jugado con mis hijas y en ese momento se estaba apropiando de mi casa... ¡Jamás volveré a confiar en los árabes!", anuncia con gesto serio y rencoroso mientras muestra la identificación de su vecino. "Este hombre estuvo dos años viviendo en mi casa mientras yo tuve que huir junto con mi familia".
Majad se vio obligado a huir de Qaraqosh (también conocida como Bajdida), su ciudad natal, en agosto de 2014, cuando las hordas del Estado Islámico tomaron la ciudad. "Cristianos, musulmanes y yazidies vivimos en paz. Y ahora estamos condenados al exilio", se lamenta este hombre cuyos hermanos han emigrado a Canadá. "No hay futuro para los cristianos en Irak. Yo también me acabaré marchando..."
Los cristianos iraquíes han sido, junto con los yazidies, la comunidad más perseguida por el autoproclamado Estado Islámico. Asesinatos en masa, decapitaciones, crucifixiones, castigos públicos, esclavitud, violaciones: esas eran las opciones que ofrecían los milicianos a aquellos cristianos que decidían quedarse en sus ciudades y que rechazaban convertirse al islam. No había posibilidad de acogerse a una religión diferente bajo la bandera del califato.
En 2003, cuando Estados Unidos y sus aliados invadieron Irak, el número de cristianos rondaba los dos millones. Más de una década después los datos son escalofriantes. "Sólo quedan 500,000 en todo el país", denuncia el padre Jalal Jako, líder espiritual de los cristianos de la ciudad de Qaraqosh.
"¿Qué futuro les espera a los cristianos en Irak? Sólo exiliarse. Las ciudades están destruidas, en las casas hay bombas trampa dejadas por los yihadistas, no hay servicios básicos, no hay absolutamente nada. En esas condiciones la única opción que tiene la comunidad cristiana es continuar viviendo en tiendas de campaña o huir...", denuncia este sacerdote cristiano quien actualmente vive en la ciudad de Erbil, capital del Kurdistán iraquí, junto con miles de cristianos.
"Jesucristo dijo que había que poner la otra mejilla e incluso que había que amar a nuestros enemigos, pero no conocía a los yihadistas del Daesh (EI). Con ellos no hay opción para el diálogo o el entendimiento. No los odio, pero son el diablo y con ellos sólo queda una posibilidad... Ojo por ojo", afirma el padre Jako.
Son miles los cristianos que han huido en masa lejos de Irak. Europa, Australia, Estados Unidos o Canadá son los lugares donde se han exiliado. "El apoyo de otras congregaciones ha sido vital para poder sobrevivir estos dos años. No sólo dándonos asilo, sino enviándonos alimentos, ropa de abrigo o cobijo", comenta el padre Basim Al-Wakil, párroco de la ciudad de Baashika.
Qaraqosh, la otrora capital del cristianismo iraquí, es una ciudad fantasma. Edificios arrasados por los combates, casas saqueadas por los yihadistas, calles desiertas, grafitis con el emblema del Estado Islámico tachado de las paredes de las iglesias... De las 50.000 almas que vivían en esta urbe, situada en las llanuras de la provincia de Nínive (a 15 kilómetros de Mosul), no hay rastro; es como si se hubieran evaporado.
"Huyeron todos los que aquí vivían y tardarán años en regresar a sus hogares porque está todo destruido", afirma a dpa Mazin Nissan, miliciano cristiano que patrulla las calles de esta ciudad. "Yo nací en Qaraqosh y estoy orgulloso de haber contribuido a expulsar a los yihadistas de mi ciudad. Pero ahora lo que necesitamos es apoyo de la comunidad internacional para que esto no vuelva a ocurrir nunca más", sentencia el uniformado.
Este sentimiento de abandono es común entre los pocos civiles que regresan a sus casas, dos años después, para recoger las pocas pertenencias que se han logrado salvar. "¿Dónde estaban las Naciones Unidas y los países cristianos hace dos años? Han permitido un genocidio en Irak. No hay futuro para nosotros aquí a menos que alguien nos garantice seguridad", se lamenta el joven Evan Mekho, quien ha abierto un puesto de alimentación frente al cuartel general de la milicia cristiana.
"Lo abrí a los pocos días de la liberación de la ciudad. Esta es mi tierra. Yo soy cristiano iraquí y aquí me quiero quedar. Pero para eso me tengo que sentir seguro", afirma.
Bartala, Tell Keff o Qaramless son otras aldeas cristianas recién liberadas y su aspecto muy similar a Qaraqosh o Baashika: Desolación total. Las huestes del líder del EI, Abu Bakr Al Baghdadi, redujeron a polvo y escombros estas ciudades. Las iglesias fueron saqueadas y las imágenes, decapitadas o destruidas. Los templos, profanados.
"Nos lo han arrebatado absolutamente todo. Sólo espero que el mundo no nos vuelva a dar la espalda y que hayan aprendido la lección. Esto no puede volver a repetirse...", denuncia Shifa Marzging, soldado cristiano que combate, junto con las tropas iraquíes. "Tras perder a mi hermano cogí las armas y nunca más las volveré a abandonar porque sé que, en unos años, esto volverá a ocurrir de nuevo", afirma el miliciano a modo de advertencia.
El sentimiento entre los pocos cristianos que aún resisten es el mismo: Tienen miedo al futuro. Pero mientras esperan la llegada de ese futuro incierto continuarán en Irak, su tierra.
"Los que entraron en nuestras casas a robarnos, a violar a nuestras hijas, a golpearnos o a matarnos no eran los yihadistas del Estado Islámico (EI), eran nuestros vecinos, por eso iban con el rostro cubierto para que no pudiésemos reconocerlos", afirma con mucha crudeza el iraquí Majad mientras mira, de reojo, a sus dos hijas de 8 y 5 años.
"Mis hijas eran muy pequeñas y por eso no se las llevaron, pero sus amigas no tuvieron tanta suerte. Uno de nuestros vecinos entró por la noche en nuestra casa y me dijo: 'Ahora es nuestro momento'. Los hijos de aquel hombre habían jugado con mis hijas y en ese momento se estaba apropiando de mi casa... ¡Jamás volveré a confiar en los árabes!", anuncia con gesto serio y rencoroso mientras muestra la identificación de su vecino. "Este hombre estuvo dos años viviendo en mi casa mientras yo tuve que huir junto con mi familia".
Majad se vio obligado a huir de Qaraqosh (también conocida como Bajdida), su ciudad natal, en agosto de 2014, cuando las hordas del Estado Islámico tomaron la ciudad. "Cristianos, musulmanes y yazidies vivimos en paz. Y ahora estamos condenados al exilio", se lamenta este hombre cuyos hermanos han emigrado a Canadá. "No hay futuro para los cristianos en Irak. Yo también me acabaré marchando..."
Los cristianos iraquíes han sido, junto con los yazidies, la comunidad más perseguida por el autoproclamado Estado Islámico. Asesinatos en masa, decapitaciones, crucifixiones, castigos públicos, esclavitud, violaciones: esas eran las opciones que ofrecían los milicianos a aquellos cristianos que decidían quedarse en sus ciudades y que rechazaban convertirse al islam. No había posibilidad de acogerse a una religión diferente bajo la bandera del califato.
En 2003, cuando Estados Unidos y sus aliados invadieron Irak, el número de cristianos rondaba los dos millones. Más de una década después los datos son escalofriantes. "Sólo quedan 500,000 en todo el país", denuncia el padre Jalal Jako, líder espiritual de los cristianos de la ciudad de Qaraqosh.
"¿Qué futuro les espera a los cristianos en Irak? Sólo exiliarse. Las ciudades están destruidas, en las casas hay bombas trampa dejadas por los yihadistas, no hay servicios básicos, no hay absolutamente nada. En esas condiciones la única opción que tiene la comunidad cristiana es continuar viviendo en tiendas de campaña o huir...", denuncia este sacerdote cristiano quien actualmente vive en la ciudad de Erbil, capital del Kurdistán iraquí, junto con miles de cristianos.
"Jesucristo dijo que había que poner la otra mejilla e incluso que había que amar a nuestros enemigos, pero no conocía a los yihadistas del Daesh (EI). Con ellos no hay opción para el diálogo o el entendimiento. No los odio, pero son el diablo y con ellos sólo queda una posibilidad... Ojo por ojo", afirma el padre Jako.
Son miles los cristianos que han huido en masa lejos de Irak. Europa, Australia, Estados Unidos o Canadá son los lugares donde se han exiliado. "El apoyo de otras congregaciones ha sido vital para poder sobrevivir estos dos años. No sólo dándonos asilo, sino enviándonos alimentos, ropa de abrigo o cobijo", comenta el padre Basim Al-Wakil, párroco de la ciudad de Baashika.
Qaraqosh, la otrora capital del cristianismo iraquí, es una ciudad fantasma. Edificios arrasados por los combates, casas saqueadas por los yihadistas, calles desiertas, grafitis con el emblema del Estado Islámico tachado de las paredes de las iglesias... De las 50.000 almas que vivían en esta urbe, situada en las llanuras de la provincia de Nínive (a 15 kilómetros de Mosul), no hay rastro; es como si se hubieran evaporado.
"Huyeron todos los que aquí vivían y tardarán años en regresar a sus hogares porque está todo destruido", afirma a dpa Mazin Nissan, miliciano cristiano que patrulla las calles de esta ciudad. "Yo nací en Qaraqosh y estoy orgulloso de haber contribuido a expulsar a los yihadistas de mi ciudad. Pero ahora lo que necesitamos es apoyo de la comunidad internacional para que esto no vuelva a ocurrir nunca más", sentencia el uniformado.
Este sentimiento de abandono es común entre los pocos civiles que regresan a sus casas, dos años después, para recoger las pocas pertenencias que se han logrado salvar. "¿Dónde estaban las Naciones Unidas y los países cristianos hace dos años? Han permitido un genocidio en Irak. No hay futuro para nosotros aquí a menos que alguien nos garantice seguridad", se lamenta el joven Evan Mekho, quien ha abierto un puesto de alimentación frente al cuartel general de la milicia cristiana.
"Lo abrí a los pocos días de la liberación de la ciudad. Esta es mi tierra. Yo soy cristiano iraquí y aquí me quiero quedar. Pero para eso me tengo que sentir seguro", afirma.
Bartala, Tell Keff o Qaramless son otras aldeas cristianas recién liberadas y su aspecto muy similar a Qaraqosh o Baashika: Desolación total. Las huestes del líder del EI, Abu Bakr Al Baghdadi, redujeron a polvo y escombros estas ciudades. Las iglesias fueron saqueadas y las imágenes, decapitadas o destruidas. Los templos, profanados.
"Nos lo han arrebatado absolutamente todo. Sólo espero que el mundo no nos vuelva a dar la espalda y que hayan aprendido la lección. Esto no puede volver a repetirse...", denuncia Shifa Marzging, soldado cristiano que combate, junto con las tropas iraquíes. "Tras perder a mi hermano cogí las armas y nunca más las volveré a abandonar porque sé que, en unos años, esto volverá a ocurrir de nuevo", afirma el miliciano a modo de advertencia.
El sentimiento entre los pocos cristianos que aún resisten es el mismo: Tienen miedo al futuro. Pero mientras esperan la llegada de ese futuro incierto continuarán en Irak, su tierra.