El derecho a no emigrar
Entre las numerosas confusiones que campan por Eurolandia circula la confusión entre emigrante y refugiado. Un emigrante es alguien que DECIDE cambiar de aires. Muchos y muy variados pueden ser los motivos, pero no hay una atribución humanitaria ni de derechos humanos… sencillamente un turista de larga duración puede ser un inmigrante.
Un refugiado es esencialmente alguien que NO DECIDE cambiar de aires, sino que está obligado por una serie de circunstancias: hambre, guerras, torturas.. y en ese sentido, la inmensa mayoría de las personas a los que llamamos inmigrantes son en realidad refugiados: gentes que huyen.
En este contexto, la opinión pública anda dividida entre las posturas buenistas de "fronteras abiertas" ante los mal llamados emigrantes y las posturas de prioridad nacional. La "acogida" o la "prioridad" son conceptos y discursos que pueden tener sentido en el contexto del sentido clásico de la palabra emigrante, pero no ante la situación humanitaria masiva creada por los vencedores de la II Guerra Mundial en el mundo. Mi perspectiva es que ambas andan profundamente equivocadas y yerran sobre el aspecto principal del problema: la emigración forzada no es un derecho, es una desgracia. Y ya no hay más emigración que la forzada. El ser humano no es un emigrante natural.
Plantear el asunto sólo desde la acogida, sin evaluar ni visibilizar las causas que llevan a poblaciones enteras a abandonar sus países de origen, no es más que una objetiva complicidad con aquello con lo que dicen luchar los "colega guay" de las oenegés. Si además, como este repúblico, ha leído muchísimas veces en el afán por "defender al emigrante" nos recuerdan una y otra vez como argumento que "no quitan el trabajo a los españoles" porque "hacen tareas que los españoles no quieren" y argumentos de este tipo sólo repuntan lo que estamos denunciando, la aceptación objetiva de la explotación por razones humanitarias para mayor escarnio... Y la explotación no es nunca humanitaria. La postura de acogida es tan lesiva para la dignidad de los inmigrantes como la que plantea su devolución indiscriminada si no cuestionan las razones de la emigración forzosa.
Llamemos a las cosas por su nombre: las corrientes migratorias son una desgracia sobre todo para aquellos que las emprenden y un mal que hay que atajar eliminando las causas que la provocan, no animando a que se fomente como irresponsablemente pudimos oír estos días y en esto es evidente que la responsabilidad de los estados de origen, así como las relaciones internacionales leoninas que imponen las organizaciones transnacionales son urgentemente la tarea principal sobre la que actuar. El FMI y sus asesinos planes de austeridad económica- aceptados por nuestro Gobierno el primero- son los culpables directos de una desgracia que puede tocarnos a nosotros sencillamente si ocho tipos que no se presentan a elecciones lo deciden así.
Noam Chomsky nos cuenta que hay una realidad mafiosa que detenta el poder en el ámbito internacional. Grupos de intereses privados repletos de neocon y socialdemócratas que determina en buena manera la marcha climática y humanitaria del mundo frente a la cual los estados("no puedo hacer otra cosa" nos decía Rajoy) se ven privados de libertad. Lo mejor que podemos hacer por las personas QUE NO QUIEREN EMIGRAR es empezar a cuestionarles su poder.
Entre las numerosas confusiones que campan por Eurolandia circula la confusión entre emigrante y refugiado. Un emigrante es alguien que DECIDE cambiar de aires. Muchos y muy variados pueden ser los motivos, pero no hay una atribución humanitaria ni de derechos humanos… sencillamente un turista de larga duración puede ser un inmigrante.
Un refugiado es esencialmente alguien que NO DECIDE cambiar de aires, sino que está obligado por una serie de circunstancias: hambre, guerras, torturas.. y en ese sentido, la inmensa mayoría de las personas a los que llamamos inmigrantes son en realidad refugiados: gentes que huyen.
En este contexto, la opinión pública anda dividida entre las posturas buenistas de "fronteras abiertas" ante los mal llamados emigrantes y las posturas de prioridad nacional. La "acogida" o la "prioridad" son conceptos y discursos que pueden tener sentido en el contexto del sentido clásico de la palabra emigrante, pero no ante la situación humanitaria masiva creada por los vencedores de la II Guerra Mundial en el mundo. Mi perspectiva es que ambas andan profundamente equivocadas y yerran sobre el aspecto principal del problema: la emigración forzada no es un derecho, es una desgracia. Y ya no hay más emigración que la forzada. El ser humano no es un emigrante natural.
Plantear el asunto sólo desde la acogida, sin evaluar ni visibilizar las causas que llevan a poblaciones enteras a abandonar sus países de origen, no es más que una objetiva complicidad con aquello con lo que dicen luchar los "colega guay" de las oenegés. Si además, como este repúblico, ha leído muchísimas veces en el afán por "defender al emigrante" nos recuerdan una y otra vez como argumento que "no quitan el trabajo a los españoles" porque "hacen tareas que los españoles no quieren" y argumentos de este tipo sólo repuntan lo que estamos denunciando, la aceptación objetiva de la explotación por razones humanitarias para mayor escarnio... Y la explotación no es nunca humanitaria. La postura de acogida es tan lesiva para la dignidad de los inmigrantes como la que plantea su devolución indiscriminada si no cuestionan las razones de la emigración forzosa.
Llamemos a las cosas por su nombre: las corrientes migratorias son una desgracia sobre todo para aquellos que las emprenden y un mal que hay que atajar eliminando las causas que la provocan, no animando a que se fomente como irresponsablemente pudimos oír estos días y en esto es evidente que la responsabilidad de los estados de origen, así como las relaciones internacionales leoninas que imponen las organizaciones transnacionales son urgentemente la tarea principal sobre la que actuar. El FMI y sus asesinos planes de austeridad económica- aceptados por nuestro Gobierno el primero- son los culpables directos de una desgracia que puede tocarnos a nosotros sencillamente si ocho tipos que no se presentan a elecciones lo deciden así.
Noam Chomsky nos cuenta que hay una realidad mafiosa que detenta el poder en el ámbito internacional. Grupos de intereses privados repletos de neocon y socialdemócratas que determina en buena manera la marcha climática y humanitaria del mundo frente a la cual los estados("no puedo hacer otra cosa" nos decía Rajoy) se ven privados de libertad. Lo mejor que podemos hacer por las personas QUE NO QUIEREN EMIGRAR es empezar a cuestionarles su poder.











