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Manuel Molares do Val
Viernes, 17 de Febrero de 2017 Tiempo de lectura:

Sumisos ante el velo

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Ilustración: SALAS

 

La palabra islam significa sumisión, y someterse es lo que hace la justicia española al obligar a aceptar el velo musulmán en las trabajadoras que deberían llevar uniforme de la empresa para la que trabajan.

 

El juzgado de lo Social número 1 de Palma de Mallorca ha estimado la demanda contra Acciona de Ana Saudi, azafata de tierra musulmana que usaba el uniforme habitual desde 2007, cuando la contrataron, y que en 2015 recibió un “avivamiento espiritual”, rechazó la uniformidad y exigió trabajar con un gran velo islámico.

 

La empresa rechazó esa exigencia y le impuso sanciones de empleo y sueldo que acaban de ser revocadas en una sentencia que obliga a indemnizarla con 12.383 euros y reincorporarla al trabajo ante el público: según la sentencia, “se vulneró su derecho fundamental a la libertad religiosa”.

 

Por tanto, cualquiera puede pedir trabajo engañando con ropas comunes, pero después una budista presentarse con hábitos de monja hare-krishna, una musulmana con chador iraní, otra con burka, y todas exigir además libertad para sus rezos en horas laborales.

 

Si algo había conseguido la cultura occidental era circunscribir las expresiones de religiosidad a la intimidad, con excepción de contadas fiestas.

 

Mientras, en algunas profesiones aparecía el uniforme para identificar a la empresa y homogeneizar y reducir diferencias individuales de origen social o cultural, incluso étnico, lo que era un avance para la igualdad.

 

Pero la civilización occidental está sometiéndose –islamizándose, como ordena la palabra--, acatando normas medievales superadas por la Ilustración, y ahora, además, con leyes y tribunales que sirven a la reacción y al fanatismo.

 

Cuando otras musulmanas busquen trabajo muchas empresas pensarán que Donald Trump tiene razón, porque si después de conseguirlo vistiendo normalmente exigen libertad para ir como Ana Saudi, mejor no contratarlas.

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