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La Tribuna del País Vasco
Viernes, 12 de Mayo de 2017 Tiempo de lectura:

Los obispos catalanes abrazan el totalitarismo nacionalista

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Durante décadas, la Iglesia vasca, salvo un puñado de honrosas excepciones, no cejó en su empeño de condenar el terrorismo de ETA con una mano mientras, como el resto del nacionalismo político, con la otra abrazaba a los asesinos, y los criminales hallaban apoyo, comprensión, cariño y perdón entre las faldas de los curas locales.

 

Personajes infames como el obispo José María Setién, hábil entre los más espabilados para escupir a los agraviados mientras sacaba las castañas del fuego a los etarras y locuaz como pocos para convertir la palabra "diálogo" en una lanza con la que equiparar a víctimas y verdugos, parecen haber creado escuela en Cataluña.

 

De hecho, los obispos catalanes se han lanzado de lleno a abrazar el totalitarismo secesionista que abrasa la región y, olvidando que los ciudadanos españoles llevan 50 años expresándose en libertad, no han dudado en emitir un comunicado vergonzoso en el que explican que "conviene que sean escuchadas las legítimas aspiraciones del pueblo catalán, para que sea estimada y valorada su singularidad nacional". Los prelados colaboracionistas con el independentismo recurren, como no podía ser de otra manera, a la palabra totem y exigen  "que se fomente y promueva la cultura del diálogo", ante "el momento que está viviendo nuestro país" y sus "diversas sensibilidades".

 

Los prelados catalanes, los mismos que callaron como mudos ante el terrorismo de ETA en su región, los mismos que enmudecen sus lenguas a la hora de defender el derecho de los niños catalanes a estudiar en Cataluña en español y quienes jamás han tenido una palabra de aliento para las miles de personas que en su comunidad luchan todos los días por mantener la democracia por la que los presbíteros jamás han dado un paso adelante, en esta ocasión sí que hablan con claridad, para declararse seguidores de la basura golpista: "Nos sentimos herederos de la larga tradición de nuestros predecesores, que les llevó a afirmar la realidad nacional de Cataluña, y al mismo tiempo nos sentimos urgidos a reclamar de todos los ciudadanos el espíritu de pacto y de entendimiento que conforma nuestro talante más característico".

 

Para finalizar su vomitivo comunicado, los obispos catalanes dejan una buena muestra de su supina ignorancia, solamente comparable a su cinismo, y confunden, interesada y patéticamente, los derechos inalienables de las personas como individuos con los presuntos "derechos" de un pueblo que jamás existió ni existirá: "Defendemos la legitimidad moral de todas las opciones políticas que se basen en el respeto de la dignidad inalienable de las personas y de los pueblos, y que busquen con paciencia la paz y la justicia" (...)  "Por eso creemos humildemente que conviene que sean escuchadas las legítimas aspiraciones del pueblo catalán, para que sea estimada y valorada su singularidad nacional, especialmente su lengua propia y su cultura, y que se promueva realmente todo lo que lleva un crecimiento y un progreso al conjunto de la sociedad, sobre todo en el campo de la sanidad, la enseñanza, los servicios sociales y las infraestructuras".

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