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Pablo Mosquera
Domingo, 04 de Junio de 2017 Tiempo de lectura:

Vitoria y Barcelona, ante la técnica del golpe de Estado

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Soy gallego de la costa más al norte en la Península Ibérica. Tengo la inmensa suerte de vivir entre la mar y el viento del Cantábrico en un paraíso cargado de historia y leyendas. Trato de ser feliz viviendo como un mariñano y en gallego. Cada mañana me despierto con paisajes dónde mar, cielo y el alecrín -flor do toxo- me acompañan. Siempre vine a mi pueblo en busca de paz y serenidad, unas veces para encontrar respuestas y otras para curar heridas. Desde aquí observo con serenidad lo que acontece en mi país, España, y me duele...


Hubo dos lugares que me dejaron una profunda huella. La ciudad de Vitoria, capital de la Comunidad Autónoma del País Vasco. La cosmopolita Barcelona, capital del sur de Europa aun cuando España miraba más al norte de África y el dictador se hacía proteger por aquella "guardia mora". Una vez más, un gallego es un ser vivo que viaja y se impregna de paisajes y paisanajes diferentes.


En Vitoria me descubrí como político y llegué a ser representante del pueblo en dos Parlamentos -cinco y tres legislaturas-  y un Gobierno. En Barcelona y Girona me formé como médico para gestionar servicios públicos de salud, incluso dirigí dos de sus hospitales más emblemáticos- Vall de Hebrón y Doctor Trueta- No es ni la primera ni la última vez que un médico cambia la bata blanca y el fonendo por la capacidad legislativa y el servicio a la ciudadanía desde un Parlamento.


Sirva de preámbulo lo que antecede. Pretendo centrarme en cómo viví Cataluña y Euskadi entre el contencioso con el Estado y la crisis por la ruptura de la convivencia dentro del Estado. Quiero comenzar por poner título a los años dedicados, en ambos lugares, a soportar desde mi condición de español las nefastas soflamas de los políticos. En Euskadi soporté y sufrí un contencioso que se convirtió en terrorismo, dónde unos mataban y otros morían. En Cataluña aquel seny se transformó en el mito de "España nos roba", y se pasó del contencioso a la actual crisis de ruptura con el Estado para llegar al techo del mito: "somos un pueblo que desea convertirse en República de Cataluña".


Cataluña en los años 70 era civilizada y tenía muy claro que su mejor cliente era el resto de España. Me tocó vivir en Barcelona la muerte del dictador. No pasó nada. La burguesía catalana se había acostumbrado a ser mimada por el régimen franquista, con un general que visitaba la ciudad condal todos los años y se aposentaba en el palacio de Pedralbes.

 

Vascongadas en los años 70 era la consecuencia del régimen foral que permitía a las familias carlistas hacer grandes negocios y pagar menos impuestos, si bien la Iglesia vasca ya alumbraba las semillas del nacionalismo del que se desgajaría la ETA del proceso de Burgos. El dictador pasaba parte de sus largas vacaciones estivales en la bella Easo, entregando la bandera de la Concha al patrón que ganaba la regata de las traineras. Tanto Cataluña como Vascongadas eran las regiones ricas, industriales, protegidas en su oligarquía que siempre contó con ministros en los gobiernos de Franco; hasta la SEAT se instaló en Barcelona. Mientras el resto de España emigraba a las industrias europeas, y así las cuentas del régimen se componían entre el turismo y las divisas de los españoles residentes en: Alemania, Suiza, Bélgica, Francia...


Con la llegada de la democracia y los Estatutos de Autonomía comenzaron a marcar perfil los partidos nacionalistas y crearon el contencioso por los supuestos derechos históricos. Lo malo es que lograron que se redactara una Constitución a su medida, y de ahí la interpretación torticera del Estado plurinacional que un verano, desde su refugio catalán, el médico Jordi Pujol, sucesor del honorable Tarradellas, se atrevió a publicitar. Tal Estado lo constituían Galicia, Cataluña, Euskadi y España. Al presidente Aznar le hizo gracia. A la postre Convergencia y Unió era el gran aliado, como lo había sido del PSOE para gobernar España.


Pasó el tiempo y la ciudad de Vitoria no sólo fue sede de las instituciones del autogobierno vasco y forales. Era el centro desde el que se pilotaba el conflicto vasco con el Estado. Primero con Garaicoechea y luego con Arzalluz, usando a ETA como vanguardia para la construcción nacional para Euskal Herría, un Estado formado por Euskadi, Navarra e Iparralde. Nos hicieron creer que sólo por la vía de la negociación se resolvería el conflicto que se llevó la vida de casi mil personas. Desde aquellos pobres servidores públicos a los que les ordenaba quitar la ikurriña con trampas-bombas, hasta atentados de toda índole y en cualquier lugar.


Con la llegada de Ardanza y la coalición PNV-PSE se creó el Pacto de Ajuria Enea para la normalización y la pacificación del país vasco. Aquello fue la ruptura con ETA y el uso de la violencia con fines políticos. A partir de aquel momento, la policía autónoma vasca se implicó en la lucha contra el terrorismo. Al final, el éxito nos sonreía debido a la colaboración internacional, especialmente tras el atentado en Nueva York. El día que el gigante norteamericano decide que los etarras son terroristas y no aquel movimiento de liberación nacional, el nacionalismo radical comprende que tiene sus días contados. No llegaron nunca a implementar la independencia de Euskadi.  


Y aquí vienen mis preguntas. ¿Alguien dio esperanzas al nacionalismo catalán sobre el éxito de sus pretensiones?, ¿ La teoría del Estado plurinacional es, en el presente, oportuno para mitigar el conflicto con Cataluña, o por el contrario echa más gasolina a la hoguera?, ¿Si las encuestas dicen que la mayoría de los ciudadanos catalanes no quieren la independencia de España, cómo es que la situación haya escapado de las manos de unos y otros?. ¿A quién representa la CUP; qué hay detrás de la CUP; hasta dónde están dispuestos a llegar los de la CUP; será la CUP-como lo fue ETA- la vanguardia del proceso; qué papel jugarán los Mossos de Escuadra?


Me sorprende que ante una situación como la que estamos viviendo en el conflicto, con la seguridad del choque entre Cataluña y el Estado, algunos ya lo señalan dentro de la técnica del golpe de Estado- lean a Curzio Malaparte(1960)-. Las últimas bravatas del Presidente de la Generalitat se mueven entre la provocación, movilización social y petición de auxilio a estilo Kosovo.


Ante esta tormenta perfecta no tengo por menos que recordar aquella Mesa de Ajuria Enea, formada por Arzalluz (PNV), Jáuregui (PSOE), Oliveri (EA), Mayor Oreja (PP), Bandrés (EE), Mosquera (UA) presidida por Ardanza. ¿No son capes en Barcelona de encontrar una mesa con gentes capaces y expertas para evitar lo que está en la mente de los rupturistas?


Para algunos la teoría de "cuanto peor, mejor" forma parte de lo que escribió desde la Universidad de Salamanca el profesor Pedro Rivas Nieto: "El golpe de Estado como forma de intervención política".      

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