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Red Ciudadana Navarra Resiste
Lunes, 12 de Junio de 2017 Tiempo de lectura:

Manifestación en defensa de la bandera de Navarra: ¿eso es todo?

El navarrismo transversal -ya era hora- empieza a movilizarse y afrontar la calle como otro espacio más de lucha. No es su estilo de trabajo y presencia habituales, pero la situación –excepcional- lo exige.


El estilo de vida navarro, fruto del principio de subsidiariedad destilado durante siglos y plasmado en el Fuero, del impacto de la modernidad en nuestra tierra durante estas décadas aceleradas, y modelado por los cauces de una democracia plagada de tics partitocráticos, está en crisis.


Pero además de esta crisis incuestionable, a esta Navarra provista de mecanismos propios para afrontarla y superarla, se le presenta un poderosísimo adversario que oferta -como enmienda a la totalidad- una cosmovisión omnicomprensiva y totalizante que reinterpreta la Historia misma y la vuelca hacia un proyecto nacional vasco que anularía la identidad e idiosincrasia de los navarros y de nuestras libertades.


En esta confrontación todo está en juego: las libertades  individuales y colectivas, el marco territorial, la normal evolución de los idiomas, las relaciones familiares y sociales, la situación económica, la concepción estatal… los símbolos.


Los símbolos son muy importantes: invocan el inconsciente colectivo, apelan a los sentimientos más profundos del ser, plasman gráficamente la Historia y el potencial de un pueblo, proporcionan un marco estético vinculado a unos valores muy precisos, reflejan un estilo de vivir y hacer las cosas.


Por ello, todo movimiento totalitario se sirve especialmente de una construcción cultural cuya propuesta simbólica sea contundente e inequívoca. Y si existen obstáculos: o se asimilan o se destruyen.
El separatismo vasco no es una excepción.


Desde su nacimiento, la imposición gradual de la ikurriña en los espacios públicos ha sido constante. Ocasionalmente –en algunas convocatorias electorales- se ha dejado en un segundo plano, con la intención de servirse de una simbología menos explícita y así limar asperezas, tratando de acceder a caladeros sociales un tanto indiferentes a sus propuestas, al menos hasta entonces.


El panvasquismo reinterpreta la Historia, inventa símbolos, ¡reelabora otros previos! Por ello aseguran, sin ponerse colorados, que la bandera de Navarra goza de enorme salud… si bien maniobran para modificarla conforme su gusto y programa (eliminando la Corona Real y la esmeralda); es decir, manipulándola al servicio de su idea de la “república vasca”.


Decíamos que el navarrismo se lanzará a la calle el 3 de junio: allí estaremos.


La preparación del evento ha sido importante, pues se ha roto una dinámica caracterizada por la pasividad; frente al militantismo y vigilantismo propios del mundo abertzale.
 

Recordemos cómo algunas viviendas han sido atacadas por lucir la bandera de Navarra. Además, los impulsores de la manifestación han sido señalados por diversos medios de comunicación separatistas de una manera brutal propia de tiempos pretéritos. Desde el cuatripartito han amenazado con contramanifestaciones. Se han cuestionado los verdaderos motivos de la convocatoria. Se ha pretendido privarle de legitimidad democrática. Los  correspondientes carteles, pancartas y pegatinas han sido sistemática e inmisericordemente arrancadas o eliminadas. Y es que los símbolos, decíamos, son muy importantes.
Todo ello demuestra que los separatistas no admiten que nadie -y menos si está organizado- disienta de sus propósitos.


Les ha irritado, especialmente, que se defienda un símbolo previo al nacionalismo: la bandera de Navarra; un símbolo que pretenden apropiar y reelaborar, incluso físicamente según decíamos.


Hay que decirlo muy alto y muy claro: ellos son los rupturistas, los que vienen golpeando a la sociedad navarra con dosis muy calculadas de violencia de diverso tipo. Por ello, y de diversas maneras -unas sutiles y otras brutales- han querido atemorizar a los posibles asistentes del 3 J.
Es el momento de erguirse, de salir a la calle y defender Navarra, sus símbolos y su estilo de vida por medio de la bandera roja. Pero que nadie se engañe: los nacionalistas separatistas no vendrán; por mucha bandera roja que se vea. No nos quieren. Les gustaría que nos marcháramos de nuestra tierra, o que permaneciéramos silenciosos, rendidos e inermes. Pues para ellos, quienes salgamos a la calle, con bandera roja o amarilla y roja, somos, hagamos lo que hagamos, “españolazos”, “derecha cunetera”, “navarristas corruptos”, “carcas del Opus”.


Realmente, la bandera navarra está en peligro, pues los separatistas tratan de relegarla, modificarla, reasignarle un significado ajeno y contradictorio al histórico propio. Pero no sólo está en peligro la bandera: está en peligro el estilo de vida navarra, la identidad, el sentido de pertenencia, su vinculación con la nación española.
 

La batalla no acabará el 3 de junio a las 20 horas.
 

Habrá que salir más veces. Habrá que organizarse mejor. Habrá que ser crítico con quienes han traicionado, de una u otra manera, al navarrismo. Habrá que soltar lastre de sectarios, corruptos y arribistas. Habrá que trabajar a largo plazo y sin descanso.
 

Salvo provocaciones callejeras poco probables, el sábado será una jornada festiva. Habrá que disfrutarlo. Y sacar consecuencias analizando múltiples variables y proponeiendo nuevas líneas de trabajo.
 

Por la bandera, por el pueblo, por Navarra, por España.
 

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