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David R
Jueves, 15 de Junio de 2017 Tiempo de lectura:

Habrá formas de violencia en Cataluña

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Puigdemont ha señalado ya la fecha para la celebración de un ilegal referéndum que no se puede celebrar, y que es la antesala de una imposible independencia unilateral. Y ha tenido el detalle de concretar, de una vez, cual será la pregunta a la que tendrán que contestar los votantes.

 

Respecto a la fecha, creo que es anecdótico que el día 1 de octubre sea el día que en 1936 el General Francisco Franco fue nombrado jefe del Estado español; pero la pregunta, que afecta a cuestiones fundamentales, es perversa, porque solo tiene dos respuestas posibles a un planteamiento tremendo: sí o no; todo o nada. Es la madre de todas las dicotomías.

 

¿Quiere que Cataluña sea un Estado independiente en forma de república? De tal manera que en once palabras se pregunta sobre la futura forma de Estado, sobre la salida de la Unión Europea, acerca de la constitución de una nueva estructura socio-política ilegal, delictiva y autoritaria, y todo ello sin definir qué es Cataluña y quiénes son los catalanes. Me pregunto: ¿yo, que nací en Cataluña y soy catalán, pero vivo en Euskadi, tengo derecho a  votar el día 01.10.2017? Y si así es, ¿cuales son los requisitos que me exigen para estar incluido en un hipotético censo?

 

Si no se tratase de un disparate de tan grueso calibre, de una aberración histórica y política, de una maniobra que ya dura demasiado tiempo con un altísimo costo social y económico, diríase que sus promotores son perturbados mentales o delincuentes organizados. Si han entrado en este callejón sin salida, conscientes de que lo hacían, deben ser responsables de todas las consecuencias, y si lo han hecho desde la inconsciencia deben ser inhabilitados para la gestión de cualquier cosa pública, por demostrar ignorancia supina.

 

Pero su absurdo discurso ha sido asimilado por un porcentaje significativo de la población catalana, muchos de ellos no natos cuando empezó el esperpento. Lluvia fina que ha ido calando.

 

No es cierto que se vaya a producir un "choque de trenes", por la sencilla razón de que no se puede comparar una goleta con un portaaviones; lo que sí puede ocurrir es que el portaaviones se vea obligado a pasar por encima de la goleta.

 

Los independentistas, políticos o no, han olvidado la trascendencia del legado que transmiten a las futuras generaciones, y de las irreversibles y mal calculadas consecuencias que supone repetir los errores de la historia y construir algunos nuevos.

 

Para evitar que el legado que dejan sea vergonzoso están haciendo ímprobos esfuerzos para controlar la información, y están reescribiendo la historia, y en su absurda y desesperada huida plantean un modelo que no solo rompe con todas las legalidades vigentes en España y en Europa, sino que sustituyen la democracia por un autoritarismo de nuevo cuño partiendo de la base de la eliminación de la separación de poderes, y del peligrosísimo principio de que la voluntad del pueblo está siempre por encima de las Leyes.

 

A estas alturas del "procés",  cabe preguntarse a quién ha beneficiado y a quién ha perjudicado, a quién le interesa continuar y el porqué de ello, y también es necesario cuantificar los costos de todo tipo que ha supuesto y que va a suponer ¿Quién gana y quién pierde? Cuesta mucho creer que se pueda actuar con tal nivel de incompetencia e ineptitud si no se están defendiendo intereses concretos, egoístas y espurios.

 

Abocados a otras elecciones autonómicas, las urnas de verdad deparan un resultado contaminado por cuatro lustros de manipulación, y mucha munición para los golpistas, porque el la frustración generada irá en aumento y aflorará.

 

El legado es catastrófico, y el daño causado a tres generaciones difícil de reparar. Puigdemont llama a la movilización ciudadana consciente de que ese recurso poco democrático puede ser un instrumento  distorsionador de la realidad; el impresentable Pep Guardiola dice que España es un estado autoritario, atizando la hoguera que ya está encendida; y los revolucionarios antisistema de la CUP ya han avisado: "Habrá que incendiar las calles".

 

A la inevitable frustración psicológica y social que supondrá aterrizar en la superficie de la dura realidad sin paracaídas, le seguirán formas de violencia, que probablemente ya estarán diseñadas.

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