Democracia: Tiempos y conceptos
Hace cuarenta años se celebraron en España las primeras elecciones después de una larga noche de piedra… Debemos recordar que el mismo año de la muerte del dictador, hubo cinco ejecuciones firmadas por el Consejo de Ministros que presidía el General. Tras la interinidad del Presidente Arias Navarro llega a la presidencia aquel ex director general de la RTVE -Adolfo Suarez- que sabía como nadie cautivar al personal -puedo prometer y prometo-. Las primeras elecciones con aquellas melodías de "libertad sin ira" de Jarcha, "Libertad" de Labordeta, "Al Vent" de Raimon, "Al Alba" de Aute, "Para la libertad" de Serrat, "España camisa blanca" de Ana Belén, "Habla pueblo habla" de Vino Tinto. Siempre recordaré lo que dijo su paisano Emilio Romero. "Suarez es el rey del abrazo y el emperador del teléfono".
Mientras, en Euskadi se vivían tiempos revueltos que durarían muchos, demasiados, años, entre frailes y soldados, entre iluminados y patriotas salvapatrias. Quizá por eso, el título del libro-éxito editorial de Fernando Aramburu, "Patria". Cuántos de aquellos aprendices de gudari amenazaron con ponerse la capucha y hacer su justicia. ¿Todos los que están volviendo a casa, como héroes, de verdad son sinceros, al poner por escrito su arrepentimiento por el daño irreparable causado?. Pero, ¿y los muertos?; ¿Como de costumbre se han quedado solos?. Y es que olvido y perdón no son solo sentimientos cristianos, también son ausencias del ser querido, indignación por el momento en que se produce el atentado, explicación para la nueva generación que heredó la miseria de un pueblo en el que siempre morían los mismos y siempre mataba los mismos. ¿Es posible superar el fanatismo, de unos -los que matan en nombre de los derechos del pueblo vasco-, y la rabia contenida de los otros que entierran a los suyos en medio de una sociedad que calla, justifica, comprende, exige la negociación con los soldados-gudaris y los políticos aberzales?.
Y aún así fuimos avanzando tras la convocatoria de aquellas primeras elecciones generales de 1977. Yo estaba desde hacía un año en Vitoria. Me habían encomendado la puesta en marcha del Hospital de Txagorritxo. Acababa de nacer mi hijo Antón en el mes de enero. Álava vivía consternada por los sucesos del 3 de marzo del pasado 1976, con cinco muertos y cientos de heridos. Una provincia tan católica como Álava no logró enviar al Congreso a ninguno de los candidatos de la Democracia Cristiana patrocinada por los Obispos. Y es que los Gobernadores Civiles hicieron- como en los mejores tiempos de franquismo- una buena gestión en favor de la nueva UCD. Así, aquel personaje con ilustre apellido franquista, "Viana", se convirtió en líder incuestionable de la nueva y reformista derecha. El PNV dirigido por Ajuriaguerra tomaba posiciones para ocupar el espacio del denominado nacionalismo democrático y moderado. Euskadiko Ezkerra colocaría en Madrid a Letamendía, que acompañado del ex porte de la selección nacional que ganó la Eurocopa a Rusia, puso pies en la mar aquel 23-F de inciertos preludios. El que luego sería gran alcalde de Vitoria, Cuerda, lograba escaño con el PNV por Álava.
Estos días, leo que cualquier tiempo pasado fue mejor. Se refiere a la categoría por méritos profesionales de los representantes del pueblo en las Cortes de España. Y es verdad. Incluso cuando repaso la lista de los senadores por designación Real, me asombra la aceptación que hicieron los personajes teniendo en cuenta que eran tiempos de incertidumbre -continuos ruidos de sables- y recuerdos de las miserias propias de la actividad política que hacía presagiar el que, todo prohombre, podía perder mucho más que ganar, aceptando ser padre de la patria, teniendo en cuenta el concepto y patrimonio de la patria que había en aquellos años.
Así fueron senadores constitucionalistas: Antonio Pedrol, jurista; Hernández Gil, jurista; Camilo José Cela, escritor; Fuentes Quintana, economista; García Sabell, médico y escritor; Julián Marías, filósofo; José Luis Sampedro, economista y escritor; De La Serna, escritor y periodista; Escámez, banquero; Luca de Tena, periodista y empresario; Sánchez Agesta, jurista e historiador; Silva Melero, catedrático de Derecho Penal; Azcárate, abogado; Uría, abogado, etc.
Si repasamos la brillantez dialéctica, los historiales profesionales, el prestigio personal de los denominados "padres de la Constitución Española", sería muy complicado encontrarles réplica en la actualidad de la clase política. Incluso, la sola comparación de la personalidad de los veinte diputados del P.C. sería labor ardua poder señalar a sus "parecidos" hoy en día en las filas de la izquierda.
Y así, desde la categoría intelectual de los actuales representantes del poder popular que reside en Las Cortes, llegamos a la interpretación de dos cuestiones: ¿Qué es la democracia y qué es España?
En el primer caso se construye el discurso del sofisma. Democracia es poder votar. Tener derecho a pronunciarse en forma de referendo sobre cualquier cuestión, banal o fundamental, y así los que desprecian las sentencias del Tribunal Constitucional y al propio Tribunal cuando para concederle calidad a la democracia le exigen a sus "guardianes" que permitan la pronunciación de un territorio que afecta a la unidad de España como nación.
De la misma manera, no son capaces de admitir que en democracia lo primero que debe exigirse es, precisamente, el cumplimiento de la ley, como es el caso de la Constitución española, a la que primero le hacen interpretaciones a la medida de ciertos intereses partidarios, y por las mismas razones, para alcanzar las cotas de exigencias partidarias, habrá que lograr por mecanismos parlamentarios-legislativos los cambios oportunos en las leyes y desde luego en la propia Constitución.
Pero hay algo más grave. La propia definición del alcance de la democracia. No se puede interpretar "creativamente" que, contra lo dispuesto por el Tribunal Constitucional, España es un Estado Plurinacional. Eso es una falacia, o en todo caso un deseo de cambio por modificación de la Ley. Resulta grotesco e injusto que se acepte como progresista la teoría del Estado constituido por las naciones: Galicia, Euskadi, Cataluña y España. De tal suerte que cada una de estas naciones se auto-organizan desde sus instituciones públicas -gobierno y parlamento- y así se llega a los viejos contenciosos de que son los Parlamentos de Cataluña y Euskadi, los depositarios de los derechos históricos del pueblo catalán y vasco para ejercer la autodeterminación, por las buenas o por las malas.
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Hace cuarenta años se celebraron en España las primeras elecciones después de una larga noche de piedra… Debemos recordar que el mismo año de la muerte del dictador, hubo cinco ejecuciones firmadas por el Consejo de Ministros que presidía el General. Tras la interinidad del Presidente Arias Navarro llega a la presidencia aquel ex director general de la RTVE -Adolfo Suarez- que sabía como nadie cautivar al personal -puedo prometer y prometo-. Las primeras elecciones con aquellas melodías de "libertad sin ira" de Jarcha, "Libertad" de Labordeta, "Al Vent" de Raimon, "Al Alba" de Aute, "Para la libertad" de Serrat, "España camisa blanca" de Ana Belén, "Habla pueblo habla" de Vino Tinto. Siempre recordaré lo que dijo su paisano Emilio Romero. "Suarez es el rey del abrazo y el emperador del teléfono".
Mientras, en Euskadi se vivían tiempos revueltos que durarían muchos, demasiados, años, entre frailes y soldados, entre iluminados y patriotas salvapatrias. Quizá por eso, el título del libro-éxito editorial de Fernando Aramburu, "Patria". Cuántos de aquellos aprendices de gudari amenazaron con ponerse la capucha y hacer su justicia. ¿Todos los que están volviendo a casa, como héroes, de verdad son sinceros, al poner por escrito su arrepentimiento por el daño irreparable causado?. Pero, ¿y los muertos?; ¿Como de costumbre se han quedado solos?. Y es que olvido y perdón no son solo sentimientos cristianos, también son ausencias del ser querido, indignación por el momento en que se produce el atentado, explicación para la nueva generación que heredó la miseria de un pueblo en el que siempre morían los mismos y siempre mataba los mismos. ¿Es posible superar el fanatismo, de unos -los que matan en nombre de los derechos del pueblo vasco-, y la rabia contenida de los otros que entierran a los suyos en medio de una sociedad que calla, justifica, comprende, exige la negociación con los soldados-gudaris y los políticos aberzales?.
Y aún así fuimos avanzando tras la convocatoria de aquellas primeras elecciones generales de 1977. Yo estaba desde hacía un año en Vitoria. Me habían encomendado la puesta en marcha del Hospital de Txagorritxo. Acababa de nacer mi hijo Antón en el mes de enero. Álava vivía consternada por los sucesos del 3 de marzo del pasado 1976, con cinco muertos y cientos de heridos. Una provincia tan católica como Álava no logró enviar al Congreso a ninguno de los candidatos de la Democracia Cristiana patrocinada por los Obispos. Y es que los Gobernadores Civiles hicieron- como en los mejores tiempos de franquismo- una buena gestión en favor de la nueva UCD. Así, aquel personaje con ilustre apellido franquista, "Viana", se convirtió en líder incuestionable de la nueva y reformista derecha. El PNV dirigido por Ajuriaguerra tomaba posiciones para ocupar el espacio del denominado nacionalismo democrático y moderado. Euskadiko Ezkerra colocaría en Madrid a Letamendía, que acompañado del ex porte de la selección nacional que ganó la Eurocopa a Rusia, puso pies en la mar aquel 23-F de inciertos preludios. El que luego sería gran alcalde de Vitoria, Cuerda, lograba escaño con el PNV por Álava.
Estos días, leo que cualquier tiempo pasado fue mejor. Se refiere a la categoría por méritos profesionales de los representantes del pueblo en las Cortes de España. Y es verdad. Incluso cuando repaso la lista de los senadores por designación Real, me asombra la aceptación que hicieron los personajes teniendo en cuenta que eran tiempos de incertidumbre -continuos ruidos de sables- y recuerdos de las miserias propias de la actividad política que hacía presagiar el que, todo prohombre, podía perder mucho más que ganar, aceptando ser padre de la patria, teniendo en cuenta el concepto y patrimonio de la patria que había en aquellos años.
Así fueron senadores constitucionalistas: Antonio Pedrol, jurista; Hernández Gil, jurista; Camilo José Cela, escritor; Fuentes Quintana, economista; García Sabell, médico y escritor; Julián Marías, filósofo; José Luis Sampedro, economista y escritor; De La Serna, escritor y periodista; Escámez, banquero; Luca de Tena, periodista y empresario; Sánchez Agesta, jurista e historiador; Silva Melero, catedrático de Derecho Penal; Azcárate, abogado; Uría, abogado, etc.
Si repasamos la brillantez dialéctica, los historiales profesionales, el prestigio personal de los denominados "padres de la Constitución Española", sería muy complicado encontrarles réplica en la actualidad de la clase política. Incluso, la sola comparación de la personalidad de los veinte diputados del P.C. sería labor ardua poder señalar a sus "parecidos" hoy en día en las filas de la izquierda.
Y así, desde la categoría intelectual de los actuales representantes del poder popular que reside en Las Cortes, llegamos a la interpretación de dos cuestiones: ¿Qué es la democracia y qué es España?
En el primer caso se construye el discurso del sofisma. Democracia es poder votar. Tener derecho a pronunciarse en forma de referendo sobre cualquier cuestión, banal o fundamental, y así los que desprecian las sentencias del Tribunal Constitucional y al propio Tribunal cuando para concederle calidad a la democracia le exigen a sus "guardianes" que permitan la pronunciación de un territorio que afecta a la unidad de España como nación.
De la misma manera, no son capaces de admitir que en democracia lo primero que debe exigirse es, precisamente, el cumplimiento de la ley, como es el caso de la Constitución española, a la que primero le hacen interpretaciones a la medida de ciertos intereses partidarios, y por las mismas razones, para alcanzar las cotas de exigencias partidarias, habrá que lograr por mecanismos parlamentarios-legislativos los cambios oportunos en las leyes y desde luego en la propia Constitución.
Pero hay algo más grave. La propia definición del alcance de la democracia. No se puede interpretar "creativamente" que, contra lo dispuesto por el Tribunal Constitucional, España es un Estado Plurinacional. Eso es una falacia, o en todo caso un deseo de cambio por modificación de la Ley. Resulta grotesco e injusto que se acepte como progresista la teoría del Estado constituido por las naciones: Galicia, Euskadi, Cataluña y España. De tal suerte que cada una de estas naciones se auto-organizan desde sus instituciones públicas -gobierno y parlamento- y así se llega a los viejos contenciosos de que son los Parlamentos de Cataluña y Euskadi, los depositarios de los derechos históricos del pueblo catalán y vasco para ejercer la autodeterminación, por las buenas o por las malas.