¿Welcome to Madrid?
La enorme pancarta que enarbola el emblemático palacio “de Correos” en Madrid, ahora suntuosa morada del ayuntamiento capitalino ha producido cierta perplejidad y contradicción a los españolitos “de a pié”, suponiendo a la señora Carmela y a los concejales podemistas, hijos de la extrema izquierda populista, acogiendo en sus hogares, o en sus instituciones a esos miles de desgraciados hermanos en la desgracia y el desarraigo, entre los que, presumiblemente, pueden camuflarse decenas de peligrosos fanáticos irredentos.
Han transcurrido los meses y, al margen de contadas y benéficas excepciones, casi todas realizadas por casi anónimas organizaciones católicas, no se tiene constancia del acogimiento personal ni colectivo de esos inmigrantes ilegales y desesperados, por parte de los que traspasan todos los días esa gran y “benéfica” pancarta, en busca de esas ocupaciones que les proporcionan suculentas retribuciones.
Pero, finalmente, en aplicación de la ancestral consigna de “dale una peseta a este hombre, que no puedo ver miserias” parece ser que se ha resuelto trasladar (no la pancarta, que sigue brillando en Madrid) sino exigencia a 500 kilómteros de allí, a la infortunada y maravillosa trimilenaria ciudad de Cartagena. Y no solo deciden instalar allí un centro para la acogida de 6. 000 refugiados, inmigrantes, etc. en uno de los cinco mejores destinos de lujosos cruceros del mediterráneo, con más de 180.000 visitantes solo en ese privilegiado medio, sino que piensan hacerlo en el barrio más privilegiado de la ciudad, en Tentegorra, con la consiguiente alarma social, porque seis mil musulmanes juntos son muchos musulmanes…
Los “cartaginenses “ somos, ancestralmente, como proclamaba la primera constitución “buenos y benéficos” y tenemos acrisolados méritos de atención a desvalidos y acogimiento a todas culturas y civilizaciones, vecinos - voluntarios u obligados- que han convivido y conviven con nosotros.
Pero también nos gusta que cuenten con nosotros. Y podemos enfadarnos.
La enorme pancarta que enarbola el emblemático palacio “de Correos” en Madrid, ahora suntuosa morada del ayuntamiento capitalino ha producido cierta perplejidad y contradicción a los españolitos “de a pié”, suponiendo a la señora Carmela y a los concejales podemistas, hijos de la extrema izquierda populista, acogiendo en sus hogares, o en sus instituciones a esos miles de desgraciados hermanos en la desgracia y el desarraigo, entre los que, presumiblemente, pueden camuflarse decenas de peligrosos fanáticos irredentos.
Han transcurrido los meses y, al margen de contadas y benéficas excepciones, casi todas realizadas por casi anónimas organizaciones católicas, no se tiene constancia del acogimiento personal ni colectivo de esos inmigrantes ilegales y desesperados, por parte de los que traspasan todos los días esa gran y “benéfica” pancarta, en busca de esas ocupaciones que les proporcionan suculentas retribuciones.
Pero, finalmente, en aplicación de la ancestral consigna de “dale una peseta a este hombre, que no puedo ver miserias” parece ser que se ha resuelto trasladar (no la pancarta, que sigue brillando en Madrid) sino exigencia a 500 kilómteros de allí, a la infortunada y maravillosa trimilenaria ciudad de Cartagena. Y no solo deciden instalar allí un centro para la acogida de 6. 000 refugiados, inmigrantes, etc. en uno de los cinco mejores destinos de lujosos cruceros del mediterráneo, con más de 180.000 visitantes solo en ese privilegiado medio, sino que piensan hacerlo en el barrio más privilegiado de la ciudad, en Tentegorra, con la consiguiente alarma social, porque seis mil musulmanes juntos son muchos musulmanes…
Los “cartaginenses “ somos, ancestralmente, como proclamaba la primera constitución “buenos y benéficos” y tenemos acrisolados méritos de atención a desvalidos y acogimiento a todas culturas y civilizaciones, vecinos - voluntarios u obligados- que han convivido y conviven con nosotros.
Pero también nos gusta que cuenten con nosotros. Y podemos enfadarnos.