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Ernesto Ladrón de Guevara
Jueves, 07 de Septiembre de 2017 Tiempo de lectura:

La lengua como instrumento para la secesión

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Esta propaganda de subvenciones coparticipada entre la Diputación de Vizcaya y el Gobierno Vasco se ha distribuido en Guecho (Vizcaya), lo cual no quiere decir que no lo haya sido en otros municipios.  En ella se puede observar que se sufraga parte del coste de la rotulación de los negocios y empresas, llegando hasta el 50% de los gastos si la misma es íntegramente en euskera y el 30% si lo es en ambas lenguas (castellano y euskera), y, evidentemente nada si es en castellano; y, además, se remite a los interesados a unas determinadas empresas de Guecho que les aplicarán un descuento adicional.

 

La preocupación de los ingenieros sociales del espíritu nacionalista es que el uso social del euskera no solamente se ha estancado en niveles similares al inicio del proceso de la construcción nacional, sino que ha retrocedido en los últimos diez años, según informaba recientemente La Tribuna del País Vasco, de fuentes del Clúster de Sociolingüística.

 

Solamente el 12,6% de la población vasca usa de forma regular el euskera como vehículo de comunicación en sus relaciones cotidianas, pese a los 18.200 millones de euros empleados en imponer su aprendizaje a los ciudadanos de la Comunidad, incrementando solamente en 1,8 puntos  dicho uso social desde 1989. Lo cual es un rendimiento de la inversión francamente inexistente, pues estamos hablando de treinta años de euskaldunización forzada. Queda demostrado que las lenguas no se pueden imponer, pues su uso depende de los hablantes y de la satisfacción de sus necesidades. Y el euskera, por mucho que se empeñen, como ya anunció Unamuno, está condenado a la desaparición con el tiempo, simplemente porque no es útil en un mundo globalizado cada vez más intercomunicado y abierto. Lo demencial de todo esto es que se gasten tan ingentes cantidades del presupuesto público habiendo necesidades de todo tipo de carácter perentorio y afectas a los derechos fundamentales.

    

Sin embargo, no desisten en el empeño. Basta que comprueben que dicho uso social es puramente testimonial para que aborden estrategias de inducción ambiental para modificar las percepciones de la masa de los ciudadanos y modelar sus esquemas cognitivos, como es malversar el dinero público para lograr que la calle se vista de una señalética privada y pública euskaldun.

 

Van a seguir en el empeño, y, de paso alimentar a unos estómagos agradecidos que viven del cuento aprovechándose de un dispendio que es de verdadero juzgado de guardia, con el consentimiento y aplauso de los paniaguados que necesitan del apoyo de los nacionalistas para sus ambiciones de poder.

 

Por otra parte sigue la presión sobre los trabajadores de los servicios públicos. Por ejemplo, un amigo me transmite que en Sopelana se exige euskera para limpiar la playa y lo mismo para ser conserje de un conservatorio de la capital vizcaína.  

 

En ABC se informaba uno de estos días que en Portugalete se van a subvencionar con 600 euros a los comercio que rotulen en euskera sus nombres y actividad, siendo de dominio público que esa localidad  costera es mayoritariamente de origen inmigrante y en su casi totalidad castellanohablante mucho antes de que construyeran su famoso puente colgante.

 

Esta demencial y desoladora situación contrasta con el valor del español sobre el PIB, que un periódico tan poco sospechoso de españolismo como la Vanguardia cifra en el 16%, más o menos similar a la lengua de Inglaterra sobre su producto interior bruto. Es decir, que lejos de aprovechar el importante peso económico de la lengua sobre la riqueza nacional, es decir del conjunto de los españoles, aquí se desprecia este hecho incontrovertible y lo damos la espalda, favoreciendo lenguas que tienen una masa de hablantes irrelevante y que no aportan nada de valor añadido como lengua de comunicación, comercio y transferencias de todo tipo: laborales, económicas, culturales, etc.  Es como tener un mundo a la inversa, vuelto de espaldas a la realidad. Sencillamente demencial. Todo para favorecer a los caciquismos locales y las ansias de poder y control de unos nacionalistas  de pura cepa o advenidos, cuyo sentido y objeto es simplemente actuar de mangoneros de causas perdidas y propósitos desaforados.

 

El informe, titulado El valor económico del español: una empresa multinacional, revela que ese idioma es el activo intangible más valioso que posee la economía, y destaca que es la única de las grandes lenguas internacionales que hoy tiene un diccionario, una ortografía y una gramática comunes (citado en la Vanguardia).

    

Así estamos y estaremos, pues nadie está por la labor de corregirlo, por ejemplo haciendo que estas fuerzas políticas periféricas y carpetovetónicas sean irrelevantes a la hora de conformar gobiernos, lo que obligaría a copiar lo que hizo Charles de Gaulle en Francia, cambiando un sistema proporcional corregido como el nuestro a un sistema mayoritario de doble vuelta. Esa es la diferencia  entre un país moderno y progresista en el sentido más político del término y otro partitocrático donde no se respeta la voluntad de las mayorías, como el nuestro.

    

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