España y Georgia: las Iberias y sus separatismos. Una reflexión desde el Cáucaso
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Suelo comparar a menudo el caso de Abjazia y Cataluña. Comparo el comportamiento de Tbilisi y el de Madrid y los puntos de vista de los centristas de las dos Iberias y la de los separatistas de ambos países. En realidad, hay muchas similitudes. Hubo tiempo en el que, en el espacio que ocupa la actual Georgia, había varias ¨Georgias¨, reinos que, en las altas montañas del Cáucaso, competían entre sí por el liderazgo, como al Sur de los Pirineos luchaban entre sí diferentes reinos de las Hispanias.
Los dos países, y Georgia y España tuvieron su ¨Prusia¨: allí, en España, Castilla pudo unificar toda la Península, mientras que, en Georgia, fueron los reyes de Kartli . Así como los abjazos jugaron un importante papel en la construcción de una Georgia unida, también en España lo hicieron los catalanes, aunque ambos países tengan al norte de sus fronteras vecinos fuertes que pudieran ejercer influencia en la vida política y cultural en esas provincias fronterizas. El crecimiento de las tendencias separatistas en ambos países tuvo lugar a los comienzos del siglo XX y, a día de hoy, tanto en Cataluña como en Abjazia, los partidarios del estado nacional son numerosos. Las circunstancias que provocaron el crecimiento de las tendencias separatistas son similares: en ambos países, el separatismo apareció después de que el Estado nacional perdiera poder y prestigio. A raíz de esto, en las provincias crecía el particularismo hasta el punto de que, una buena parte de los abjazos y de los catalanes se negaron a reconocer su pertenencia a una nación debilitada.
Sin embargo, a pesar de las similitudes, también hay diferencias sobre las que, quizá, sea más interesante hablar.
La primera de ellas es que, en Georgia, se inició, y no ha terminado aún, la guerra entre el centro y la provincia rebelde, mientras que, en España, hasta hoy, el fenómeno se está tratando con mayor serenidad.
Por otro lado, Georgia limita con Rusia y los españoles son vecinos de los franceses: Francia no da su apoyo a los separatistas catalanes, mientras que Rusia suele intervenir sin recato en los conflictos internos de los países vecinos.
Sin embargo, hay algo más importante que demuestra la superioridad de la política española sobre la georgiana: los catalanes, entre ellos, no se diferencian de su lengua materna o de sus sufijos en los apellidos. Ellos solo se diferencian por su orientación política. Así, hay catalanes que quieren la independencia y los hay que no la quieren. Además, un Pérez o un Rodríguez, que nació o, simplemente, vive en Cataluña se considera catalán. Las diferencias se basan en la orientación política y no más. Pero, nosotros, los georgianos, estamos levantando con nuestras propias manos una pared entre nosotros y los abjazos. La población de Abjazia que no apoya la independencia de la provincia no se considera ¨abjaz¨. Por unos u otros motivos, los georgianos ya no quieren llamarse abjazos. Y esto es lo mejor para el alejamiento entre los habitantes de la provincia, el combustible para el separatismo.
Para conservar la unidad de Georgia no es sufuciente que sepamos que los georgianos, desde los tiempos más remotos, vivíamos en Abjazia o que Abjazia no es nada más que una de las partes mas bonitas e importantes de Georgia, sino que somos hermanos y que nuestra separación es culpa del enemigo. Si vivimos en Abjazia, tenemos que hablar, cantar en la idioma de los abjazos, de nuestros hermanos.
No solo tenemos que respetar, sino que tenemos que amar el idioma y la cultura de los abjazos como un sevillano vive en Barcelona ama a Santa María de Montserrat, como él canta a la ¨morena de la sierra¨ y como él baila la sardana en las ferias de Barcelona. Y hasta que nosotros no volvemos a considerarnos como abjazos, no podremos volver a nuestras casas de donde nos echaron los rusos años atrás. Allí, en España, un andaluz o un murciano que va a vivir a Tarragona, en un instante, se convierte en catalán, aprende catalán, sabe o estudia la Historia de Cataluña. Quizá sea por esto que, entre los catalanes, hay discusiones, pero no hay guerras; hay problemas, pero buscan soluciones; hay desacuerdos, pero no existe el odio.
Suelo comparar a menudo el caso de Abjazia y Cataluña. Comparo el comportamiento de Tbilisi y el de Madrid y los puntos de vista de los centristas de las dos Iberias y la de los separatistas de ambos países. En realidad, hay muchas similitudes. Hubo tiempo en el que, en el espacio que ocupa la actual Georgia, había varias ¨Georgias¨, reinos que, en las altas montañas del Cáucaso, competían entre sí por el liderazgo, como al Sur de los Pirineos luchaban entre sí diferentes reinos de las Hispanias.
Los dos países, y Georgia y España tuvieron su ¨Prusia¨: allí, en España, Castilla pudo unificar toda la Península, mientras que, en Georgia, fueron los reyes de Kartli . Así como los abjazos jugaron un importante papel en la construcción de una Georgia unida, también en España lo hicieron los catalanes, aunque ambos países tengan al norte de sus fronteras vecinos fuertes que pudieran ejercer influencia en la vida política y cultural en esas provincias fronterizas. El crecimiento de las tendencias separatistas en ambos países tuvo lugar a los comienzos del siglo XX y, a día de hoy, tanto en Cataluña como en Abjazia, los partidarios del estado nacional son numerosos. Las circunstancias que provocaron el crecimiento de las tendencias separatistas son similares: en ambos países, el separatismo apareció después de que el Estado nacional perdiera poder y prestigio. A raíz de esto, en las provincias crecía el particularismo hasta el punto de que, una buena parte de los abjazos y de los catalanes se negaron a reconocer su pertenencia a una nación debilitada.
Sin embargo, a pesar de las similitudes, también hay diferencias sobre las que, quizá, sea más interesante hablar.
La primera de ellas es que, en Georgia, se inició, y no ha terminado aún, la guerra entre el centro y la provincia rebelde, mientras que, en España, hasta hoy, el fenómeno se está tratando con mayor serenidad.
Por otro lado, Georgia limita con Rusia y los españoles son vecinos de los franceses: Francia no da su apoyo a los separatistas catalanes, mientras que Rusia suele intervenir sin recato en los conflictos internos de los países vecinos.
Sin embargo, hay algo más importante que demuestra la superioridad de la política española sobre la georgiana: los catalanes, entre ellos, no se diferencian de su lengua materna o de sus sufijos en los apellidos. Ellos solo se diferencian por su orientación política. Así, hay catalanes que quieren la independencia y los hay que no la quieren. Además, un Pérez o un Rodríguez, que nació o, simplemente, vive en Cataluña se considera catalán. Las diferencias se basan en la orientación política y no más. Pero, nosotros, los georgianos, estamos levantando con nuestras propias manos una pared entre nosotros y los abjazos. La población de Abjazia que no apoya la independencia de la provincia no se considera ¨abjaz¨. Por unos u otros motivos, los georgianos ya no quieren llamarse abjazos. Y esto es lo mejor para el alejamiento entre los habitantes de la provincia, el combustible para el separatismo.
Para conservar la unidad de Georgia no es sufuciente que sepamos que los georgianos, desde los tiempos más remotos, vivíamos en Abjazia o que Abjazia no es nada más que una de las partes mas bonitas e importantes de Georgia, sino que somos hermanos y que nuestra separación es culpa del enemigo. Si vivimos en Abjazia, tenemos que hablar, cantar en la idioma de los abjazos, de nuestros hermanos.
No solo tenemos que respetar, sino que tenemos que amar el idioma y la cultura de los abjazos como un sevillano vive en Barcelona ama a Santa María de Montserrat, como él canta a la ¨morena de la sierra¨ y como él baila la sardana en las ferias de Barcelona. Y hasta que nosotros no volvemos a considerarnos como abjazos, no podremos volver a nuestras casas de donde nos echaron los rusos años atrás. Allí, en España, un andaluz o un murciano que va a vivir a Tarragona, en un instante, se convierte en catalán, aprende catalán, sabe o estudia la Historia de Cataluña. Quizá sea por esto que, entre los catalanes, hay discusiones, pero no hay guerras; hay problemas, pero buscan soluciones; hay desacuerdos, pero no existe el odio.