Me niego
![[Img #12111]](upload/img/periodico/img_12111.png)
Desde la España que envió a Cataluña lo que hereus i pubilles llaman les altres, y antes de que sigan con el proceso de secesión, me permito exigirles que nos devuelvan todo lo que dándoselo a Cataluña, nos fue negado a Castilla, Galicia, Andalucía y Extremadura. Sí, esas regiones pobres a las que la dictadura obligó a emigrar, unas veces buscando la industria europea y otras el textil catalán, por cierto, perjudicando gravemente la producción de lino en mi Galicia natal.
Me niego a que sigan disfrutando de dos autopistas paralelas y en Galicia, la inmensa red viaria siga formada por pintorescas carreteras en las que resulta muy fácil matarse cuando la frecuente lluvia pone una mezcla de aceite camionero con agua en cambios de rasantes o abundantes curvas.
Me niego a que la comunicación del Cantábrico, no sólo no pueda aspirar a un TAV, es que el territorio queda vertebrado por un ferrocarril de vía estrecha diseñado por la dictadura de Primo de Rivera. Mientras los ferrocarriles de la Generalitat permiten vivir en un extremo de Cataluña y trabajar en el centro de Barcelona.
Me niego a que los Mossos sean la policía mejor pagada del Estado, o dicho de otra forma, me encorajina que la guardia civil y la policía nacional las pasen canutas para llegar a final de mes en ciudades como Barcelona, y más después de comprobar el éxito de sus pesquisas en los últimos acontecimientos, sobre los que demando una comisión de investigación en el Congreso de los Diputados.
Me niego a que disfruten de doble nacionalidad, y así chupar del bote como hasta la fecha, o a través del DNI español seguir formando parte de la UE. Si quieren ser independientes que lo sean con todas sus consecuencias, pagando tasas, arbitrios, y toda suerte de aranceles para poder vender sus productos en España, así protegemos a nuestro tejido industrial de la competencia de aprendices de filibusteros.
Me niego a consentirles que expropien los bienes del Estado español en Cataluña, en todo caso tendrán que pagarlos al justiprecio que se estipule, como tendrán que devolver la deuda que hayan alcanzado con todas las instancias públicas y privadas del Estado español.
Creo que estos iluminados que se inventan su historia y que se han creído sus propias mentiras, merecen pasar una larga temporada en las tinieblas del vacío, del libre mercado sin proteccionismos, sin miramientos, sin el colchón de las entidades financieras del Estado español.
Lo siento por los españoles que residen en la Cataluña de Puigdemont, los Pujol y el desaparecido Mas. Pero a diferencia del País Vasco, no he visto a la dignidad paisana en las calles de Barcelona, ni siquiera para sumar el pasado vergonzoso sábado.
Dicho lo que antecede, mi otro yo, el que pasó la vida en un triángulo que forman Madrid-Barcelona-Vitoria, se siente triste, exiliado de una España plural y convivencial, rica por sus paisajes y acentos, desconectado a la fuerza de la Barcelona que han convertido en una capital que nada tiene que ver con aquella que nos hizo sentirnos orgullosos con los Juegos Olímpicos o que me enseñó a ser cosmopolita en los años setenta.
Primero Barcelona y luego Gerona, son capítulos imborrables para mi formación humanística. La Costa Dorada en la infancia de mis hijos. El barrio judío de aquella Gerona que en invierno me hizo descubrir los pueblos de la Costa Brava a los que cantaba Serrat en su mejor trabajo, "Mediterráneo". El modernismo del Paseo de Gracia, el colorido de esas Ramblas que desde la Diagonal alcanzan las Atarazanas, dónde está el mejor museo Marítimo de España, recordando lo que fuimos como potencia marítima. La obra evolutiva del gran genio del siglo XX ese Picasso que nace en Málaga, decide hacerse artista en La Coruña, pero se hace bohemio, antes de formar parte de la vanguardia plástica en París, por la Barcelona de "Els Quatre Gats" con su amigo Manuel Pallarés.
Aquella Barcelona de 1973 que daba la espalda a la mar dónde trataba de esconder las ruinas de la industria del textil, que tomaba el aperitivo dominical, tras la misa tímidamente en catalán, en Casa Tejada o en Sandor, que disfrutaba con las tablas del queso llegado de Andorra en el "Caballito Blanco". Que se hacía noche eterna en Bocaccio, tratando de emular al Madrid del barrio de Salamanca. Que presumía de vacaciones invernales en Baqueira y veraniegas en Cadaqués. Que trababa de convertir la calle Tusset en la londinense Carnaby dónde nace la minifalda, y como siempre en competencia con Don Ramón de la Cruz de Madrid. -Vivían eternamente preocupados por lo que pasaba el Madrid- Que seguía luciendo smoking a las primeras de cambio. Que presumía de la temporada de Ópera del Liceo. Que fabricaba aquellos SEAT del desarrollo tecnócrata. Que sin casi darse cuenta era ciudad de obligada estancia para todos los que buscábamos una formación integral -profesión, libre pensadora, culta- Que se emocionaba con la música latino americana de los "garitos" dónde se escuchaban letanías contra el coloso norte americano instigador de las dictaduras en los países de la hispanidad.
Desde Barcelona un grupo de médicos con excelente formación nos fuimos a trasladar lo que sabíamos a la que sería muy pronto capital de Euskadi, notando las diferencias que había entre la Cataluña abierta, europea, con aires de libertad en todo los órdenes de la vida y la convivencia, que chocaba con los rudos y tradicionales vascos, cuyas vidas se movían entre el trabajo y los chiquitos en cuadrilla, con alguna que otra visita al frontón y a la misa dominical para después subir al Gorbea y rendir culto a la gastronomía en sus chocos.
Es más. Cuando empezaron a sonar gritos y bombas en las calles de Euskadi con olor a revolución nacional terrorista, escapábamos los fines de semana a respirar civilización a Barcelona.
Pero todo lo dicho forma parte de un pasado que hoy resulta incompatible con lo que dicen, piensan, aspiran y supone el rumbo de la sociedad catalana, burguesa, comodona, que enlaza las manos contando los pasos en su danza "La Sardana".
Mientras los vascos han descubierto que se vive mejor en España, con los privilegios de la foralidad histórica, los catalanes han decidido apostar su patrimonio en un casino de truhanes, y a la salida del garito, les espera la CUP para despojarles de todo... Se les ha olvidado a los antiguos Demócrata Cristianos que el anarquismo catalán les odia tanto como a los españoles.
Desde la España que envió a Cataluña lo que hereus i pubilles llaman les altres, y antes de que sigan con el proceso de secesión, me permito exigirles que nos devuelvan todo lo que dándoselo a Cataluña, nos fue negado a Castilla, Galicia, Andalucía y Extremadura. Sí, esas regiones pobres a las que la dictadura obligó a emigrar, unas veces buscando la industria europea y otras el textil catalán, por cierto, perjudicando gravemente la producción de lino en mi Galicia natal.
Me niego a que sigan disfrutando de dos autopistas paralelas y en Galicia, la inmensa red viaria siga formada por pintorescas carreteras en las que resulta muy fácil matarse cuando la frecuente lluvia pone una mezcla de aceite camionero con agua en cambios de rasantes o abundantes curvas.
Me niego a que la comunicación del Cantábrico, no sólo no pueda aspirar a un TAV, es que el territorio queda vertebrado por un ferrocarril de vía estrecha diseñado por la dictadura de Primo de Rivera. Mientras los ferrocarriles de la Generalitat permiten vivir en un extremo de Cataluña y trabajar en el centro de Barcelona.
Me niego a que los Mossos sean la policía mejor pagada del Estado, o dicho de otra forma, me encorajina que la guardia civil y la policía nacional las pasen canutas para llegar a final de mes en ciudades como Barcelona, y más después de comprobar el éxito de sus pesquisas en los últimos acontecimientos, sobre los que demando una comisión de investigación en el Congreso de los Diputados.
Me niego a que disfruten de doble nacionalidad, y así chupar del bote como hasta la fecha, o a través del DNI español seguir formando parte de la UE. Si quieren ser independientes que lo sean con todas sus consecuencias, pagando tasas, arbitrios, y toda suerte de aranceles para poder vender sus productos en España, así protegemos a nuestro tejido industrial de la competencia de aprendices de filibusteros.
Me niego a consentirles que expropien los bienes del Estado español en Cataluña, en todo caso tendrán que pagarlos al justiprecio que se estipule, como tendrán que devolver la deuda que hayan alcanzado con todas las instancias públicas y privadas del Estado español.
Creo que estos iluminados que se inventan su historia y que se han creído sus propias mentiras, merecen pasar una larga temporada en las tinieblas del vacío, del libre mercado sin proteccionismos, sin miramientos, sin el colchón de las entidades financieras del Estado español.
Lo siento por los españoles que residen en la Cataluña de Puigdemont, los Pujol y el desaparecido Mas. Pero a diferencia del País Vasco, no he visto a la dignidad paisana en las calles de Barcelona, ni siquiera para sumar el pasado vergonzoso sábado.
Dicho lo que antecede, mi otro yo, el que pasó la vida en un triángulo que forman Madrid-Barcelona-Vitoria, se siente triste, exiliado de una España plural y convivencial, rica por sus paisajes y acentos, desconectado a la fuerza de la Barcelona que han convertido en una capital que nada tiene que ver con aquella que nos hizo sentirnos orgullosos con los Juegos Olímpicos o que me enseñó a ser cosmopolita en los años setenta.
Primero Barcelona y luego Gerona, son capítulos imborrables para mi formación humanística. La Costa Dorada en la infancia de mis hijos. El barrio judío de aquella Gerona que en invierno me hizo descubrir los pueblos de la Costa Brava a los que cantaba Serrat en su mejor trabajo, "Mediterráneo". El modernismo del Paseo de Gracia, el colorido de esas Ramblas que desde la Diagonal alcanzan las Atarazanas, dónde está el mejor museo Marítimo de España, recordando lo que fuimos como potencia marítima. La obra evolutiva del gran genio del siglo XX ese Picasso que nace en Málaga, decide hacerse artista en La Coruña, pero se hace bohemio, antes de formar parte de la vanguardia plástica en París, por la Barcelona de "Els Quatre Gats" con su amigo Manuel Pallarés.
Aquella Barcelona de 1973 que daba la espalda a la mar dónde trataba de esconder las ruinas de la industria del textil, que tomaba el aperitivo dominical, tras la misa tímidamente en catalán, en Casa Tejada o en Sandor, que disfrutaba con las tablas del queso llegado de Andorra en el "Caballito Blanco". Que se hacía noche eterna en Bocaccio, tratando de emular al Madrid del barrio de Salamanca. Que presumía de vacaciones invernales en Baqueira y veraniegas en Cadaqués. Que trababa de convertir la calle Tusset en la londinense Carnaby dónde nace la minifalda, y como siempre en competencia con Don Ramón de la Cruz de Madrid. -Vivían eternamente preocupados por lo que pasaba el Madrid- Que seguía luciendo smoking a las primeras de cambio. Que presumía de la temporada de Ópera del Liceo. Que fabricaba aquellos SEAT del desarrollo tecnócrata. Que sin casi darse cuenta era ciudad de obligada estancia para todos los que buscábamos una formación integral -profesión, libre pensadora, culta- Que se emocionaba con la música latino americana de los "garitos" dónde se escuchaban letanías contra el coloso norte americano instigador de las dictaduras en los países de la hispanidad.
Desde Barcelona un grupo de médicos con excelente formación nos fuimos a trasladar lo que sabíamos a la que sería muy pronto capital de Euskadi, notando las diferencias que había entre la Cataluña abierta, europea, con aires de libertad en todo los órdenes de la vida y la convivencia, que chocaba con los rudos y tradicionales vascos, cuyas vidas se movían entre el trabajo y los chiquitos en cuadrilla, con alguna que otra visita al frontón y a la misa dominical para después subir al Gorbea y rendir culto a la gastronomía en sus chocos.
Es más. Cuando empezaron a sonar gritos y bombas en las calles de Euskadi con olor a revolución nacional terrorista, escapábamos los fines de semana a respirar civilización a Barcelona.
Pero todo lo dicho forma parte de un pasado que hoy resulta incompatible con lo que dicen, piensan, aspiran y supone el rumbo de la sociedad catalana, burguesa, comodona, que enlaza las manos contando los pasos en su danza "La Sardana".
Mientras los vascos han descubierto que se vive mejor en España, con los privilegios de la foralidad histórica, los catalanes han decidido apostar su patrimonio en un casino de truhanes, y a la salida del garito, les espera la CUP para despojarles de todo... Se les ha olvidado a los antiguos Demócrata Cristianos que el anarquismo catalán les odia tanto como a los españoles.