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Lunes, 04 de Septiembre de 2017 Tiempo de lectura:

La identidad nacional de España frente a la de Europa

[Img #12113]Actualmente, según el Eurobarómetro, los españoles forman una de las naciones más europeístas de la UE.


España es ya una sociedad con una menor identidad colectiva. Los españoles se sienten ahora menos identificados con los demás españoles, ya sean los del conjunto del país, los de su ciudad o los de su región, mientras que aumenta ligeramente su cercanía al conjunto de los europeos. El descenso, medido entre 2002 y 2015, afecta a todos los elementos que comparten los miembros de una nación, lengua, territorio, regulación legal, economía, seguridad social, símbolos, etc. Es decir, los españoles se sienten cada vez menos parte de un grupo y son más individualistas o cosmopolitas. Este proceso de erosión de las identidades colectivas es uno más de los frutos de la globalización.
 

Dos estudios realizados por el CIS, Centro de Investigaciones Sociológicas, para el Ministerio de Defensa, en 2011 y 2013, muestran también el descenso en el “orgullo de sentirse español” y en la identificación con los símbolos nacionales.
 

Uno de los aspectos que más han contribuido a dañar y a perder la identidad nacional española fue la actual configuración del Estado Autonómico, con el fin de descentralizar el Estado, y que ha dejado con escasas competencias de cohesión al mismo. En el mismo orden, la pérdida de identidad europea se produce recientemente con la llegada masiva de refugiados e inmigrantes, a su vez favorecidos por unas condiciones ventajosas, lo que provoca el conocido “efecto llamada”, mientras los jóvenes españoles tienen que emigrar en busca de mejores oportunidades.
 

La identificación española surge durante el Antiguo Régimen, con la condición de cristiano viejo, y a finales del siglo XVIII se fue aceptando el factor de identificación lingüístico, en torno al español con la RAE.
Históricamente, según el profesor Álvarez Junco, el nacionalismo español surge a partir del siglo XIX, con las guerras napoleónicas y el liberalismo, y el Regeneracionismo surge tras el desastre de 1898.

 

Los Reyes Católicos realmente no remataron la unidad territorial de España, y Carlos V puso al servicio del proyecto imperial los recursos españoles, lo que provocó la guerra de los Comuneros.
 

España ha forjado una verdadera y fuerte identidad, como una de las grandes y viejas naciones, como Francia e Inglaterra, pero a su vez dispone de un Estado frágil debido a diversos accidentes históricos en la vertebración de la España actual.
 

En otros países como Francia, la eclosión de los nacionalismos aldeanos a finales del siglo XIX se quedó sólo en aspectos folclóricos y culturales, a diferencia de España, donde tuvieron carácter ideológico y político.
 

El nacionalismo catalán surge realmente a consecuencia de la pérdida del mercado americano en el 98, que según expresó un historiador, recordaba a las ratas que son las primeras en abandonar un barco cuando se hunde, en contra de los que opinan que tiene lugar en la llamada guerra de Sucesión, entre partidarios de los Austrias y de los Borbones.
 

La  evolución colectiva de la identidad nacional de España no fue más convulsa o violenta, más bien al contrario,  que, por ejemplo, la de Francia e Inglaterra, que fueron con España pioneros en el proceso de formación nacional a comienzos de la Edad Moderna
 

Se forja la identidad de España en el escudo nacional, con cuatro cuarteles y una granada, enmarcados por un plus ultra, forjados en el crisol de las invasiones que nada dejaron y de las colonizaciones que dejaron legado. "Desmoralización" menciona Aranguren. Olegario de Cardenal menciona en su "España por pensar": España fue ayer una dictadura, hoy es una democracia, pero sigue sin ser ética. ¿Quiénes son los responsables? ¿Quién nos adoctrinó con moralina y arrinconó la razón? ¿Qué fuerza centrípeta contrarrestó nuestro plus ultra, e hizo que cada cual acreditara privadamente su brío, guardara su solidaridad y cultivara su individualismo? Américo Castro y su oponente  Claudio Sánchez de Albornoz, hicieron abundantes estudios sobre la cuestión.
 

En el año 2002, en el marco de un proyecto de investigación europeo, se realizó una encuesta a ciudadanos de 18 países de la UE, entre ellos España, para saber hasta qué punto las identidades nacionales eran compatibles con la formación de una nueva identidad común europea. Esta formación de una identidad común europea es un requisito imprescindible para la creación de un  pueblo que sostenga la legitimidad democrática de las instituciones de la UE: Sin el sentimiento de compartir intereses y un futuro común con las demás naciones no puede avanzarse hacia el fortalecimiento de Europa. En aquellos años, en una etapa general de crecimiento económico, y antes del gran aumento de la diversidad política interna en la UE que produjo la ampliación hacia el Este en 2004, los elementos que ocupaban el debate político sobre Europa eran muy diferentes a los actuales y, vistos desde la realidad de hoy, implicaban un cierto optimismo y una confianza clara en el futuro de la UE, sobre cuyo mantenimiento no se percibían riesgos. Se trataba entonces de mejorar sus instituciones salvando el llamado “déficit democrático”, un aspecto que ahora, ante riesgos como el Brexit, la crisis de Schengen y el impago de la deuda griega, ha pasado a un puesto secundario.
 

La encuesta se realizó a través del Eurobarómetro, y vino a confirmar algo que ya se había mostrado en Eurobarómetros anteriores, que los españoles formaban una de las naciones más europeístas de la UE. Junto a este aspecto, la encuesta medía otros elementos, como los componentes de la identidad nacional y europea ¿Qué es lo que hace sentirse europeo o español a un español?, el peso del localismo y el grado de identificación o distancia con otros grupos nacionales o culturales, en comparación con los cuales se construye la identidad propia, ya sea como europeos o como españoles.
 

Ahora, 15 años después y todavía sufriendo los efectos de los recortes presupuestarios de los que se ha culpado en parte a “Europa” y en particular a Alemania, y tras un cambio demográfico espectacular que ha convertido a España en país de inmigración, el Barómetro del Real Instituto Elcano (BRIE) del 2015 reproduce las encuestas realizadas en el Eurobarómetro de 2002 para medir la evolución en las respuestas. El tamaño de ambas muestras es semejante: 995 personas entrevistadas en 2002 y 1.006 en 2015.
 

El declive de la identidad nacional española
 

En términos comparados con los demás países europeos, la identidad nacional española es relativamente débil, como muestra el Eurobarómetro. Los últimos datos de esta encuesta, de otoño de 2015, indican que España está por debajo de la media de la UE en el porcentaje de los que se sienten “apegados” a su país con cuatro puntos por debajo, mientras que supera claramente la media de los que se sienten “apegados” a la UE con siete puntos por encima. Otro indicador aproximado a este mismo fenómeno es el prestigio interno de cada país, medido también a través de encuestas, en el que España destaca en los últimos años por su muy baja autoestima, muy por debajo de la opinión que sobre ella se tiene fuera. En el extremo contrario encontramos a los países más orgullosos de sí mismos, como los rusos y los chinos, cuya autoestima está muy por encima de su prestigio externo.


Las causas de esa débil identidad nacional española han sido muy debatidas por historiadores, sociólogos y politólogos, la Dictadura y, en especial, su período autárquico, produjeron un complejo de inferioridad en los españoles en su comparación con las demás naciones europeas o con EEUU, un complejo que ya se había alimentado tras la crisis de 1898 y la pérdida de las últimas posesiones americanas. Por otra parte, el abuso de los símbolos y la retórica nacionalista por parte de las autoridades de la Dictadura creó el efecto contrario tras la transición, el rechazo al nacionalismo español y a sus símbolos, la bandera y el himno, por su identificación con ese período, en que se produjo un gran vacío, como ocurrió en la Alemania posterior al nazismo. A la vez, los movimientos nacionalistas periféricos y el entusiasmo con que la izquierda española los apoyó como liberadores durante la transición y en años posteriores, contribuyeron aún más a debilitar “lo español”, hasta el punto de que la presencia y exhibición de una bandera española pasó a ser indicador de una ideología conservadora cuando no de nostalgia por la dictadura. La misma palabra “España” resultó sospechosa y fue sustituida a menudo por “el Estado español”, una expresión malévola, de escasa resonancia emotiva. España siempre ha tenido al enemigo dentro de casa.


La comparación de los datos de las encuestas realizadas en 2002 y 2015 señala una pequeña caída del grado de identificación con el país, quizá por efecto de la globalización. Más claro que este indicador es el que recoge los motivos de identificación con la nación española. Prácticamente todos los posibles motivos de identificación con el resto de los españoles sufren un serio declive. Disminuye la identificación con la cultura española, con la lengua española, con su historia, con sus símbolos y, especialmente, con dos tipos de elementos: por una parte, los aspectos centrales que definen un Estado, su independencia y sus fronteras; y, por otro, su vida política y económica. Es claro que la crisis económica sostenida durante toda una década, 2007-2017, y la escandalosa  corrupción política y económica en los últimos años explican la caída del prestigio del sistema político y legal y de la vida económica, pero la disminución de los aspectos relacionados con la soberanía parece responder a un cambio más profundo y de largo alcance.


Esta caída en la identificación con la nación se repite en el caso de lo local y lo regional, disminuye el porcentaje de españoles que se sienten cercanos a los vecinos de su ciudad o pueblo y los que se sienten cercanos a los habitantes de su región o Comunidad Autónoma, quizá como efecto de la globalización.


La identidad europea de los españoles
 

Por contra, el grado de identificación de los españoles con el resto de los habitantes de Europa se mantiene e incluso aumenta ligeramente. El 60% de los españoles se siente bastante o muy cercano al resto de los europeos, dos puntos más que en 2002. El europeísmo de los españoles ha sido confirmado recientemente a través de otro indicador, por el Pew Research Center que indaga, entre otros aspectos, en la posición de los españoles respecto al reparto de competencias entre los Estados nacionales y las instituciones comunitarias; los españoles son, junto con los franceses, los más favorables a otorgar más poder a la UE, en detrimento del Estado nacional.


Sin embargo, son más los favorables a devolver poder a los Estados, aunque también en este indicador España está a la cola, muy lejos de Grecia o del Reino Unido.


En el lado negativo, este mantenimiento de la “europeidad” de los españoles convive con un descrédito general de todos sus elementos constitutivos, incluso del espacio Schengen, que ha superado al Euro como principal motivo para sentirse europeo. Especialmente notoria es la caída de la valoración de la vida política en la UE y de su gestión de la economía, pero el descenso se aprecia también en todos los aspectos más emocionales, como los símbolos, la identificación con una cultura común o el orgullo de ser europeo. Esta caída en la valoración de la UE se produce en todos los Estados miembros, que cubre el período 2007-2014, utilizando los Eurobarómetros, que achaca este descenso a la crisis económica. También el más reciente estudio del Pew Research Center, que compara 2007 y 2016 a partir de sus propias encuestas, detecta esa caída, que, según sus datos, ha aumentado en los últimos meses.


El hecho de que el único elemento que experimente un cambio positivo sea la confianza en compartir un futuro común parece indicar una consolidación de la opinión entre los españoles de que la UE y la pertenencia de España a ella es un hecho irreversible.

 

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