Un ejército propio
Lo ha dicho Puigdemont: “Cataluña tendrá su propio ejército”
Como el presidente de la Generalitat tiene más conocimiento que yo de lo que él mismo dice, pero no expresa ningún detalle, a mi, que tengo la manía de darle vueltas a las cosas, se me ocurren varias posibilidades para llevar a cabo tal proyecto de defensa de la excelsa futura República catalana, desligada, claro está, de las fuerzas armadas españolas, consideradas ocupantes y colonialistas:
Opción primera: como Cataluña está endeudada hasta las cejas y no hay visos de que vaya a salir de los números rojos -y no puede emitir bonos, pues nadie se los va a comprar- tengo que entender que va a reinstaurar el servicio militar obligatorio. Por tanto, los jóvenes de la CUP y de ERC pueden irse preparando para el reclutamiento. Lo que no sé cómo van a comprar aviones, misiles o cañones, a no ser que los pidan prestados o usen los de segunda mano. Podría ser que lleve a cabo un plan quinquenal de expropiaciones forzosas sin indemnización y un plan fiscal para el embargo de los salarios y pensiones, al más puro estilo bolivariano. Sus asesores y colaboradores fieles de la CUP y Podemos seguro que saben como hacerlo.
Opción segunda: es la militarización de los Mossos D´escuadra, con lo que estarían dedicados las veinticuatro horas del día a perseguir a los delincuentes, regular el tráfico y, en los ratos libres, prepararse para la guerra por si los españoles deciden ocupar por la fuerza su país. Igual tienen mercenarios voluntarios entre los salafistas que pueblan en gran número ese territorio con lo que el coste se reduciría a la adquisición de indumentaria militar.
Opción tercera: sería la expropiación de los cuarteles del ejército español sitos en la República catalana , con el personal incluido y su armamento. Bastaría con que fuera un retén de los Mossos y cuando les pidiera el centinela el santo y seña, estos dijeran: -no seáis tontos y rendiros. Estáis en un país extranjero. Ya no sois españoles sino catalanes. El que no quiera que se vaya. Eso sí, dejáis todo lo que pueda disparar y os retiráis tranquilamente hasta la frontera. Os vais a pie, naturalmente. Y que no se le ocurra a la OTAN aparecer porque les disparamos.
Y no se me ocurren más posibilidades, pero seguro que Puigdemont tiene la solución adecuada y pronto veremos por las calles de Barcelona los tanques, los misiles de marca coreana del norte, los legionarios con barretina en lugar del chapiri, y los aviones Harrier de última generación, desfilando en el día de la Díada, fiesta nacional de la República de Cataluña. Debemos tener fe en la capacidad asombrosa del presidente de la Generalitat para poner en marcha un país independiente, eso sí, en cordial alianza y pertenencia a la UE, quiera ésta o no. Faltaría más.
¿Quién soy yo para ponerlo en cuestión? Ni tan siquiera se decir “Adeu” con el acento adecuado. Tampoco en la intimidad como Aznar. Debemos tener fe y esperanza en los designios que nos prepara el gran guía, el nuevo Duce, el más grande, cuyos conocimientos e inteligencia superan con creces al más común de los mortales.
Pero… ¿Y si resultara que todo es un camelo? ¿Si lo que se pretende es una ilusión, una fantasía para alimento de almas poco perspicaces? ¿Y si todo esto fuera para provocar una reacción intempestiva del Gobierno español? Y luego decir… - Veis, veis, ya os lo decía yo. Estos fachas españoles usan la fuerza sobre nosotros, no la razón, no la democracia. No nos dejan decidir nuestro futuro.
Yo, por si acaso, prefiero no opinar, que seguro que me equivoco.
Mientras tanto releeré el “Demens catalonia” de Javier Toledano, miembro de la Asociación por la Tolerancia de Cataluña, que es un compendio, a modo de Valdemecum, para entender las erupciones de catalanismo secesionista, sus expresiones febriles más agudas, y los procesos demenciales asociados a una etiología que nadie ha diagnosticado suficientemente y menos tratado con recetas eficaces. Pero… ¿será verdad o es que tenemos alucinaciones?
Lo ha dicho Puigdemont: “Cataluña tendrá su propio ejército”
Como el presidente de la Generalitat tiene más conocimiento que yo de lo que él mismo dice, pero no expresa ningún detalle, a mi, que tengo la manía de darle vueltas a las cosas, se me ocurren varias posibilidades para llevar a cabo tal proyecto de defensa de la excelsa futura República catalana, desligada, claro está, de las fuerzas armadas españolas, consideradas ocupantes y colonialistas:
Opción primera: como Cataluña está endeudada hasta las cejas y no hay visos de que vaya a salir de los números rojos -y no puede emitir bonos, pues nadie se los va a comprar- tengo que entender que va a reinstaurar el servicio militar obligatorio. Por tanto, los jóvenes de la CUP y de ERC pueden irse preparando para el reclutamiento. Lo que no sé cómo van a comprar aviones, misiles o cañones, a no ser que los pidan prestados o usen los de segunda mano. Podría ser que lleve a cabo un plan quinquenal de expropiaciones forzosas sin indemnización y un plan fiscal para el embargo de los salarios y pensiones, al más puro estilo bolivariano. Sus asesores y colaboradores fieles de la CUP y Podemos seguro que saben como hacerlo.
Opción segunda: es la militarización de los Mossos D´escuadra, con lo que estarían dedicados las veinticuatro horas del día a perseguir a los delincuentes, regular el tráfico y, en los ratos libres, prepararse para la guerra por si los españoles deciden ocupar por la fuerza su país. Igual tienen mercenarios voluntarios entre los salafistas que pueblan en gran número ese territorio con lo que el coste se reduciría a la adquisición de indumentaria militar.
Opción tercera: sería la expropiación de los cuarteles del ejército español sitos en la República catalana , con el personal incluido y su armamento. Bastaría con que fuera un retén de los Mossos y cuando les pidiera el centinela el santo y seña, estos dijeran: -no seáis tontos y rendiros. Estáis en un país extranjero. Ya no sois españoles sino catalanes. El que no quiera que se vaya. Eso sí, dejáis todo lo que pueda disparar y os retiráis tranquilamente hasta la frontera. Os vais a pie, naturalmente. Y que no se le ocurra a la OTAN aparecer porque les disparamos.
Y no se me ocurren más posibilidades, pero seguro que Puigdemont tiene la solución adecuada y pronto veremos por las calles de Barcelona los tanques, los misiles de marca coreana del norte, los legionarios con barretina en lugar del chapiri, y los aviones Harrier de última generación, desfilando en el día de la Díada, fiesta nacional de la República de Cataluña. Debemos tener fe en la capacidad asombrosa del presidente de la Generalitat para poner en marcha un país independiente, eso sí, en cordial alianza y pertenencia a la UE, quiera ésta o no. Faltaría más.
¿Quién soy yo para ponerlo en cuestión? Ni tan siquiera se decir “Adeu” con el acento adecuado. Tampoco en la intimidad como Aznar. Debemos tener fe y esperanza en los designios que nos prepara el gran guía, el nuevo Duce, el más grande, cuyos conocimientos e inteligencia superan con creces al más común de los mortales.
Pero… ¿Y si resultara que todo es un camelo? ¿Si lo que se pretende es una ilusión, una fantasía para alimento de almas poco perspicaces? ¿Y si todo esto fuera para provocar una reacción intempestiva del Gobierno español? Y luego decir… - Veis, veis, ya os lo decía yo. Estos fachas españoles usan la fuerza sobre nosotros, no la razón, no la democracia. No nos dejan decidir nuestro futuro.
Yo, por si acaso, prefiero no opinar, que seguro que me equivoco.
Mientras tanto releeré el “Demens catalonia” de Javier Toledano, miembro de la Asociación por la Tolerancia de Cataluña, que es un compendio, a modo de Valdemecum, para entender las erupciones de catalanismo secesionista, sus expresiones febriles más agudas, y los procesos demenciales asociados a una etiología que nadie ha diagnosticado suficientemente y menos tratado con recetas eficaces. Pero… ¿será verdad o es que tenemos alucinaciones?