Hacer de la necesidad virtud
“Supongamos, si no, lo extremo -lo que por cierto estarían dispuestos a hacer, sin más, algunos republicanos de tiro rápido (que los hay, y de una celeridad que les promete el campeonato en cualquiera carrera a pie)-; supongamos lo extremo: que se concediera, que se otorgase a Cataluña absoluta, íntegramente, cuanto los más exacerbados postulan. ¿Habríamos resuelto el problema? En manera alguna; habríamos dejado entonces plenamente satisfecha a Cataluña, pero ipso facto habríamos dejado plenamente, mortalmente insatisfecho al resto del país. El problema renacería de sí mismo, con signo inverso, pero con una cuantía, con una violencia incalculablemente mayor; con una extensión y un impulso tales, que probablemente acabaría (¡’Quién sabe!) llevándose por delante el régimen. Que es muy peligroso, hurgar en esta secreta, profunda raíz, más allá de los conceptos y más allá de los derechos, de la cual viven estas plantas que son los pueblos. ¡Tengamos cuidado al tocar en ella! Yo creo, pues, que debemos renunciar a la pretensión de curar radicalmente lo incurable. Recuerdo que un poeta romántico decía con sustancial paradoja: <<Cuando alguien es una pura herida, curarle es matarle>> Pues esto acontece con el problema catalán.” (José Ortega y Gasset, Discursos en las Cortes constituyentes de la II República)
No toca ahora criticar al Gobierno por lo que pudiendo haber hecho en su momento no se hizo; ni los errores de oportunidad. Son momentos sumamente delicados que exigen patriotismo, y eso es, ahora más que nunca, cerrar filas en torno a la defensa de España, de la Constitución, y del Estado de Derecho; es decir, apoyar al Gobierno, apoyar al Senado, y aunar esfuerzos para vencer a los secesionistas catalanes que no nos van a poner nada fácil devolver la normalidad de la que nunca se tenía que haber salido. El daño económico, social y político que se ha producido a Cataluña en primer término y a España en general ya es irreversible.
Probablemente los que se han alzado en rebelión no pondrán las cosas fáciles para que se ejecute lo dispuesto en aras al artículo 155 de la Constitución y restablecer el orden democrático y constitucional a esa parte de España que es Cataluña. Es probable que se vean más decisiones difíciles para hacer cumplir el orden jurídico y estatutario en una Comunidad cuya voluntad mayoritaria ha sido vulnerada por una parte de la sociedad catalana minoritaria, sublevada y elevada a la categoría de rebeldía a la Constitución y a las leyes legítimas del Estado. Habrá, si ello sucediera, que articular cuantas medidas extremas de nuestro ordenamiento constitucional sean necesarias para lograr la paz, con la fuerza legítima del Estado.
Pero es hora de repensar lo que ha sucedido en Cataluña -y no solamente en esa región- para llegar a este punto. Lo que ha sobrevenido no es fortuito ni algo que no se pudiera prever. Lo anunciaban de alguna manera los constituyentes en la II República cuando comentaban el espinoso tema de las lenguas regionales. Vayan algunos párrafos descriptivos:
“[…]Sres. Diputados, se trata de algo trascendental para la vida de España. No nos hallamos en presencia de una de tantas cuestiones como se han tratado y se han de tratar en esta Cámara en el debate de la Constitución, referentes a la vida jurídica del nuevo Estado y de la nueva sociedad que estamos organizando en estos días; emerge la cuestión de la entraña misma del futuro de España. Si nos equivocamos en cualquiera otro de los temas aquí resueltos o que hemos de resolver, habremos hecho o haremos un cierto daño a tal o cual ideal y, en último término, al Estado que estamos formando; pero sin nos equivocamos al resolver este problema habremos hecho un grave daño a la República y a España.” (Sánchez Albornoz, 1931)
“[…] Esta es la postura que este Diputado considera más adecuada. Pero eso, Sr. Sánchez Albornoz, con carácter obligatorio. ¿Por qué? Pues la razón es clara: porque el Estado que deserte de esa misión fundamental, fundamentalísima, que supone nada menos que formar las conciencias de las generaciones en los Institutos y en las Universidades, entrega a estos señores, o a quien sea, el porvenir entero de una región, del alma de una región, que es mucho más que el de la economía y que el de todas las esencias de la vida de la región. Y un Estado que hace eso se suicida.” (Maura, 1931)
“[…]Pero, viniendo al fondo de la cuestión, no es, acaso lo de la lengua, con serlo tanto, lo más grave. La lengua, en muchos casos -y lo decía muy bien el Sr. De Francisco-, en mi tierra nativa se toma como un instrumento de nacionalismo regional y de algo peor, y es allí, además, una lengua que no existe, que se está inventando ahora y que rechaza todo el mundo, porque el genuino aldeano, si se le pregunta a solas, dice: A mí no me importa eso; lo que yo quiero es aquello que me pueda elevar el espíritu y que me pueda hacer entender de la mayor parte de las gentes.” (Unamuno, 1931)
Lo sorprendente es que los que nos han gobernado desde 1978 no tomaran cumplida nota de lo que ya advertían los próceres de la II República, sin ver que en el tema de las lenguas como instrumento de secesión estaba la clave de los problemas que se nos avecinarían. Sería mala solución, simplemente, apagar el fuego de este incendio que amenaza con llevarse por delante el entramado institucional, sin poner remedio a sus causas, esperando a que en cualquier momento más o menos próximo suceda, nuevamente, otra explosión en espacios autonómicos muy proclives para ello a tenor de los precedentes. Y no nos olvidemos del intento de crear nacionalismos suprarregionales con motivo de la lengua (los países catalanes y la Euskal Herría de los siete herrialdes, incluso en Galicia con la excusa del reino suevo), lo que descompondría nuestra nación de forma similar al desmembramiento de la antigua Yugoslavia.
A estas alturas no voy a reincidir en algo que ya está suficientemente documentado y probado sobre las lenguas autonómicas, indebidamente llamadas “lenguas propias”, que han sido el germen y el instrumento para la formación del espíritu nacionalista en las gentes, y herramienta de adoctrinamiento, configurando una cosmovisión perfectamente ahormada en una parte de la ciudadanía de esas regiones, cuya pretensión ha sido romper España. Volver a incidir y demostrar esto a mí me produce una profunda pereza y cansancio, pues llevo escribiendo sobre ello algunas décadas. Lo doy por sabido, al menos entre mis lectores.
Un grupo de ciudadanos ha constituido una asociación para defender que el español -lengua de los españoles- sea respetado en el conjunto del territorio nacional, y protegidos los derechos de los hispanohablantes, como corresponde a la normalidad en todo el mundo -menos en España-. Eso no significa que no se acepte el rico patrimonio de lenguas existentes en España, pero parece obvio que todos los nacionalizados en España conozcan el español, como sucede en el resto de los países del mundo con sus idiomas respectivos, sin perjuicio de otras lenguas regionales que puedan ser usadas dentro y fuera de sus territorios. Las lenguas son de los ciudadanos y es un derecho de éstos el usarlas. Para defender ese derecho, ese grupo de ciudadanos agrupados en el colectivo “Hispanohablantes.com” ha impulsado una iniciativa legislativa popular, en forma de proposición de Ley, que ha sido autorizada por el Congreso de los Diputados, abriendo un periodo de nueve meses para recoger 500.000 firmas, cuyo requisito es imprescindible para ser debatido en la Cámara parlamentaria. Con ello se desarrollarían los preceptos constitucionales correspondientes a las lenguas de España y al derecho a la educación.
Hay que insistir una vez más que una cosa es la educación y otra el adoctrinamiento. La educación tiene un respeto a ultranza al individuo. En el adoctrinamiento la persona es un mero engranaje y no tiene más valor que en tanto y cuanto es útil para fines de construcción nacional.
Desde este artículo solicito a mis lectores el apoyo y ayuda a este noble fin de recoger 500.000 firmas. Quienes quieran ayudarnos pueden inscribirse en [email protected], y para más información visitar la página del colectivo www.hispanohablantes.es
“Supongamos, si no, lo extremo -lo que por cierto estarían dispuestos a hacer, sin más, algunos republicanos de tiro rápido (que los hay, y de una celeridad que les promete el campeonato en cualquiera carrera a pie)-; supongamos lo extremo: que se concediera, que se otorgase a Cataluña absoluta, íntegramente, cuanto los más exacerbados postulan. ¿Habríamos resuelto el problema? En manera alguna; habríamos dejado entonces plenamente satisfecha a Cataluña, pero ipso facto habríamos dejado plenamente, mortalmente insatisfecho al resto del país. El problema renacería de sí mismo, con signo inverso, pero con una cuantía, con una violencia incalculablemente mayor; con una extensión y un impulso tales, que probablemente acabaría (¡’Quién sabe!) llevándose por delante el régimen. Que es muy peligroso, hurgar en esta secreta, profunda raíz, más allá de los conceptos y más allá de los derechos, de la cual viven estas plantas que son los pueblos. ¡Tengamos cuidado al tocar en ella! Yo creo, pues, que debemos renunciar a la pretensión de curar radicalmente lo incurable. Recuerdo que un poeta romántico decía con sustancial paradoja: <<Cuando alguien es una pura herida, curarle es matarle>> Pues esto acontece con el problema catalán.” (José Ortega y Gasset, Discursos en las Cortes constituyentes de la II República)
No toca ahora criticar al Gobierno por lo que pudiendo haber hecho en su momento no se hizo; ni los errores de oportunidad. Son momentos sumamente delicados que exigen patriotismo, y eso es, ahora más que nunca, cerrar filas en torno a la defensa de España, de la Constitución, y del Estado de Derecho; es decir, apoyar al Gobierno, apoyar al Senado, y aunar esfuerzos para vencer a los secesionistas catalanes que no nos van a poner nada fácil devolver la normalidad de la que nunca se tenía que haber salido. El daño económico, social y político que se ha producido a Cataluña en primer término y a España en general ya es irreversible.
Probablemente los que se han alzado en rebelión no pondrán las cosas fáciles para que se ejecute lo dispuesto en aras al artículo 155 de la Constitución y restablecer el orden democrático y constitucional a esa parte de España que es Cataluña. Es probable que se vean más decisiones difíciles para hacer cumplir el orden jurídico y estatutario en una Comunidad cuya voluntad mayoritaria ha sido vulnerada por una parte de la sociedad catalana minoritaria, sublevada y elevada a la categoría de rebeldía a la Constitución y a las leyes legítimas del Estado. Habrá, si ello sucediera, que articular cuantas medidas extremas de nuestro ordenamiento constitucional sean necesarias para lograr la paz, con la fuerza legítima del Estado.
Pero es hora de repensar lo que ha sucedido en Cataluña -y no solamente en esa región- para llegar a este punto. Lo que ha sobrevenido no es fortuito ni algo que no se pudiera prever. Lo anunciaban de alguna manera los constituyentes en la II República cuando comentaban el espinoso tema de las lenguas regionales. Vayan algunos párrafos descriptivos:
“[…]Sres. Diputados, se trata de algo trascendental para la vida de España. No nos hallamos en presencia de una de tantas cuestiones como se han tratado y se han de tratar en esta Cámara en el debate de la Constitución, referentes a la vida jurídica del nuevo Estado y de la nueva sociedad que estamos organizando en estos días; emerge la cuestión de la entraña misma del futuro de España. Si nos equivocamos en cualquiera otro de los temas aquí resueltos o que hemos de resolver, habremos hecho o haremos un cierto daño a tal o cual ideal y, en último término, al Estado que estamos formando; pero sin nos equivocamos al resolver este problema habremos hecho un grave daño a la República y a España.” (Sánchez Albornoz, 1931)
“[…] Esta es la postura que este Diputado considera más adecuada. Pero eso, Sr. Sánchez Albornoz, con carácter obligatorio. ¿Por qué? Pues la razón es clara: porque el Estado que deserte de esa misión fundamental, fundamentalísima, que supone nada menos que formar las conciencias de las generaciones en los Institutos y en las Universidades, entrega a estos señores, o a quien sea, el porvenir entero de una región, del alma de una región, que es mucho más que el de la economía y que el de todas las esencias de la vida de la región. Y un Estado que hace eso se suicida.” (Maura, 1931)
“[…]Pero, viniendo al fondo de la cuestión, no es, acaso lo de la lengua, con serlo tanto, lo más grave. La lengua, en muchos casos -y lo decía muy bien el Sr. De Francisco-, en mi tierra nativa se toma como un instrumento de nacionalismo regional y de algo peor, y es allí, además, una lengua que no existe, que se está inventando ahora y que rechaza todo el mundo, porque el genuino aldeano, si se le pregunta a solas, dice: A mí no me importa eso; lo que yo quiero es aquello que me pueda elevar el espíritu y que me pueda hacer entender de la mayor parte de las gentes.” (Unamuno, 1931)
Lo sorprendente es que los que nos han gobernado desde 1978 no tomaran cumplida nota de lo que ya advertían los próceres de la II República, sin ver que en el tema de las lenguas como instrumento de secesión estaba la clave de los problemas que se nos avecinarían. Sería mala solución, simplemente, apagar el fuego de este incendio que amenaza con llevarse por delante el entramado institucional, sin poner remedio a sus causas, esperando a que en cualquier momento más o menos próximo suceda, nuevamente, otra explosión en espacios autonómicos muy proclives para ello a tenor de los precedentes. Y no nos olvidemos del intento de crear nacionalismos suprarregionales con motivo de la lengua (los países catalanes y la Euskal Herría de los siete herrialdes, incluso en Galicia con la excusa del reino suevo), lo que descompondría nuestra nación de forma similar al desmembramiento de la antigua Yugoslavia.
A estas alturas no voy a reincidir en algo que ya está suficientemente documentado y probado sobre las lenguas autonómicas, indebidamente llamadas “lenguas propias”, que han sido el germen y el instrumento para la formación del espíritu nacionalista en las gentes, y herramienta de adoctrinamiento, configurando una cosmovisión perfectamente ahormada en una parte de la ciudadanía de esas regiones, cuya pretensión ha sido romper España. Volver a incidir y demostrar esto a mí me produce una profunda pereza y cansancio, pues llevo escribiendo sobre ello algunas décadas. Lo doy por sabido, al menos entre mis lectores.
Un grupo de ciudadanos ha constituido una asociación para defender que el español -lengua de los españoles- sea respetado en el conjunto del territorio nacional, y protegidos los derechos de los hispanohablantes, como corresponde a la normalidad en todo el mundo -menos en España-. Eso no significa que no se acepte el rico patrimonio de lenguas existentes en España, pero parece obvio que todos los nacionalizados en España conozcan el español, como sucede en el resto de los países del mundo con sus idiomas respectivos, sin perjuicio de otras lenguas regionales que puedan ser usadas dentro y fuera de sus territorios. Las lenguas son de los ciudadanos y es un derecho de éstos el usarlas. Para defender ese derecho, ese grupo de ciudadanos agrupados en el colectivo “Hispanohablantes.com” ha impulsado una iniciativa legislativa popular, en forma de proposición de Ley, que ha sido autorizada por el Congreso de los Diputados, abriendo un periodo de nueve meses para recoger 500.000 firmas, cuyo requisito es imprescindible para ser debatido en la Cámara parlamentaria. Con ello se desarrollarían los preceptos constitucionales correspondientes a las lenguas de España y al derecho a la educación.
Hay que insistir una vez más que una cosa es la educación y otra el adoctrinamiento. La educación tiene un respeto a ultranza al individuo. En el adoctrinamiento la persona es un mero engranaje y no tiene más valor que en tanto y cuanto es útil para fines de construcción nacional.
Desde este artículo solicito a mis lectores el apoyo y ayuda a este noble fin de recoger 500.000 firmas. Quienes quieran ayudarnos pueden inscribirse en [email protected], y para más información visitar la página del colectivo www.hispanohablantes.es