El minimizador
El otro día en San Sebastián tuve una conversación muy interesante con un buen amigo (mi amigo es médico). Me explicaba lo que él define como "minimizador de síntomas" referido a un paciente que minimiza los síntomas de su dolencia, por ejemplo, el dolor, dificultando así un correcto diagnóstico de la situación.
Reflexionando sobre esa idea y acerca del concepto de minimizar, pensando en lo que está ocurriendo en Cataluña, tras las aberraciones cometidas y ante la realidad implacable de los hechos y la proximidad de unas elecciones autonómicas, me dije a mi mismo: ¡Caramba!, ahora Cataluña está llena de minimizadores, han aparecido tan rápidamente como setas en temporada.
Cuando los secesionistas se están viendo obligados a aterrizar desde no se sabe muy bien qué cielo ficticio, disfrutan de alojamiento en la cárcel, o la ven cercana, casi todos se han convertido en minimizadores.
Sujetos deleznables que tras fracturar la sociedad catalana y sus familias, falsificar la historia, mentir cada vez que hablan, destruir la economía de la Comunidad Autónoma y comprometer el futuro financiero de por lo menos una generación, ahora quieren minimizar los daños ocasionados, y únicamente los quieren minimizar porque son conscientes de la gravedad de los mismos y de las consecuencias penales que implican. Error de cálculo.
En primera fase están reconociendo que es posible que se equivocasen en los plazos de su "hoja de ruta", plan que ubica el juez Pablo Llarena Conde en su excelente auto del 09.11.2017. (señala como punto de partida la fecha del 30.03.2015 y la autoría de CDC, ERC, Òmnium cultural, la ANC y la "Asociación de Municipios para la independencia"); reconocen que no existía la masa social suficiente, que no se esperaban la reacción del Estado español y de Europa; como si nadie les hubiese avisado o estuviesen jugando a un super-monopoli.
Además, ahora, están dispuestos a acatar la legislación española en su totalidad, desde la Constitución de 1978 hasta la aplicación de su Art.155, la participación en unas elecciones que curiosamente definene como ilegitimas, y por supuesto no volver a delinquir, con lo cual están reconociendo implicitamente la comisión del delito. Sus abogados lo van a tener muy difícil.
Pero resulta necesario contar a sus adeptos que los daños causados por "el procés" no son tales, o por lo menos de la dimensión que algunos consideramos, ni los sociales, ni los económicos, ni los políticos.
La marcha imparable de empresas no es tan grave e irreversible como vaticinan los economistas, la fractura social no es tan profunda como verificamos los sociológos y sufrimos los catalanes, y el fallo no ha sido más que un simple error táctico. Eso, como dice mi amigo médico, es minimizar.
En segunda fase veremos en los próximos días (campaña electoral) argumentos giratorios en forma de espiral o peonza, "no pero si", "aquí, en realidad no ha ocurrido ningún desastre", "la culpa es de los de siempre", "la vulneración de derechos ha sido y es sistemática", "España nos sigue robando", "una vergüenza que en el año 2017 tengamos presos políticos", "no se reconoce la volntad del pueblo", "el pueblo siempre manda".
Mientras Cataluña entra en recesión y los quirófanos de los hospitales siguen mermando su capacidad operativa, ellos continuarán viviendo a "cuerpo de rey", porque todos son millonarios. Pero ahora están asustados. "No, yo no he hecho tanto daño". En un increible esfuerzo de cinismo hay que reconocer la imposibilidad de lo imposible e intentar ocultar el irreversible desastre.
Desde la perplejidad que me produce su obstinación y su insistencia en continuar con el disparate que ellos, con la colaboración de casi la mitad de los catalanes, cargados de supremacía y odio, han organizado. Creo que a su "currículo vitae", que ya incluye las especialidades de mentir, latrocinar, malversar fondos públicos, saltarse las leyes, tergiversar la realidad, destruir lo construido, prevaricar, hablar sin decir, mirar sin ver, oir sin escuchar, e inventar cosas, hay que añadir el de especialista en la minimización.
Pienso que una observación sosegada, si es que es posible ante la vorágine de los acontecimientos, nos puede llevar a la conclusión de que ante tanto mal existen dos recetas sencillas, visto que lo que en realidad más les importa es su peculio y no vivir los próximos años en una celda compartida.
Después de llevar a millones de personas al desastre, toca responsabilizarse de los enormes daños ocasionados, pagar los costos dinerarios y cumplir condenas por la comisión de gravísimos delitos. No olvidar lo que se hizo y se dijo ayer y mucho menos minimizar nada.
Me cuesta encontrar en la historia contemporánea y moderna a un grupo de burgueses que haya hecho tanto daño a tanta gente en tan poco tiempo.
En la cárcel no podrán minimizar nada, pero averiguarán lo que es maximizar.
El otro día en San Sebastián tuve una conversación muy interesante con un buen amigo (mi amigo es médico). Me explicaba lo que él define como "minimizador de síntomas" referido a un paciente que minimiza los síntomas de su dolencia, por ejemplo, el dolor, dificultando así un correcto diagnóstico de la situación.
Reflexionando sobre esa idea y acerca del concepto de minimizar, pensando en lo que está ocurriendo en Cataluña, tras las aberraciones cometidas y ante la realidad implacable de los hechos y la proximidad de unas elecciones autonómicas, me dije a mi mismo: ¡Caramba!, ahora Cataluña está llena de minimizadores, han aparecido tan rápidamente como setas en temporada.
Cuando los secesionistas se están viendo obligados a aterrizar desde no se sabe muy bien qué cielo ficticio, disfrutan de alojamiento en la cárcel, o la ven cercana, casi todos se han convertido en minimizadores.
Sujetos deleznables que tras fracturar la sociedad catalana y sus familias, falsificar la historia, mentir cada vez que hablan, destruir la economía de la Comunidad Autónoma y comprometer el futuro financiero de por lo menos una generación, ahora quieren minimizar los daños ocasionados, y únicamente los quieren minimizar porque son conscientes de la gravedad de los mismos y de las consecuencias penales que implican. Error de cálculo.
En primera fase están reconociendo que es posible que se equivocasen en los plazos de su "hoja de ruta", plan que ubica el juez Pablo Llarena Conde en su excelente auto del 09.11.2017. (señala como punto de partida la fecha del 30.03.2015 y la autoría de CDC, ERC, Òmnium cultural, la ANC y la "Asociación de Municipios para la independencia"); reconocen que no existía la masa social suficiente, que no se esperaban la reacción del Estado español y de Europa; como si nadie les hubiese avisado o estuviesen jugando a un super-monopoli.
Además, ahora, están dispuestos a acatar la legislación española en su totalidad, desde la Constitución de 1978 hasta la aplicación de su Art.155, la participación en unas elecciones que curiosamente definene como ilegitimas, y por supuesto no volver a delinquir, con lo cual están reconociendo implicitamente la comisión del delito. Sus abogados lo van a tener muy difícil.
Pero resulta necesario contar a sus adeptos que los daños causados por "el procés" no son tales, o por lo menos de la dimensión que algunos consideramos, ni los sociales, ni los económicos, ni los políticos.
La marcha imparable de empresas no es tan grave e irreversible como vaticinan los economistas, la fractura social no es tan profunda como verificamos los sociológos y sufrimos los catalanes, y el fallo no ha sido más que un simple error táctico. Eso, como dice mi amigo médico, es minimizar.
En segunda fase veremos en los próximos días (campaña electoral) argumentos giratorios en forma de espiral o peonza, "no pero si", "aquí, en realidad no ha ocurrido ningún desastre", "la culpa es de los de siempre", "la vulneración de derechos ha sido y es sistemática", "España nos sigue robando", "una vergüenza que en el año 2017 tengamos presos políticos", "no se reconoce la volntad del pueblo", "el pueblo siempre manda".
Mientras Cataluña entra en recesión y los quirófanos de los hospitales siguen mermando su capacidad operativa, ellos continuarán viviendo a "cuerpo de rey", porque todos son millonarios. Pero ahora están asustados. "No, yo no he hecho tanto daño". En un increible esfuerzo de cinismo hay que reconocer la imposibilidad de lo imposible e intentar ocultar el irreversible desastre.
Desde la perplejidad que me produce su obstinación y su insistencia en continuar con el disparate que ellos, con la colaboración de casi la mitad de los catalanes, cargados de supremacía y odio, han organizado. Creo que a su "currículo vitae", que ya incluye las especialidades de mentir, latrocinar, malversar fondos públicos, saltarse las leyes, tergiversar la realidad, destruir lo construido, prevaricar, hablar sin decir, mirar sin ver, oir sin escuchar, e inventar cosas, hay que añadir el de especialista en la minimización.
Pienso que una observación sosegada, si es que es posible ante la vorágine de los acontecimientos, nos puede llevar a la conclusión de que ante tanto mal existen dos recetas sencillas, visto que lo que en realidad más les importa es su peculio y no vivir los próximos años en una celda compartida.
Después de llevar a millones de personas al desastre, toca responsabilizarse de los enormes daños ocasionados, pagar los costos dinerarios y cumplir condenas por la comisión de gravísimos delitos. No olvidar lo que se hizo y se dijo ayer y mucho menos minimizar nada.
Me cuesta encontrar en la historia contemporánea y moderna a un grupo de burgueses que haya hecho tanto daño a tanta gente en tan poco tiempo.
En la cárcel no podrán minimizar nada, pero averiguarán lo que es maximizar.