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Carlos X. Blanco
Lunes, 25 de Diciembre de 2017 Tiempo de lectura:

España es una colonia

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No cabe duda. España se ha convertido en una colonia. La prueba la tenemos en el abusivo empleo del idioma inglés en todos los aspectos de la vida. Los colegios, institutos y universidades ofertan masivamente su "bilingüismo". A veces, de manera muy deficiente, se imparten los contenidos reglados en la lengua anglosajona matando dos pájaros de un mismo tiro: el pájaro de una correcta comprensión de la asignatura, en cantidad y calidad, y el pájaro de un aprendizaje de un idioma extranjero. Los resultados más habituales están a la vista: no se consigue ni lo uno ni lo otro, matan ambos pájaros y el saber se escapa volando. Los dos aprendizajes fracasan. En nuestro sistema educativo no se acaba de enseñar ni de aprender correctamente el inglés ni otros idiomas extranjeros, pero además se crean unas "aulas europeas", "secciones bilingües" y demás inventos que no sirven para nada salvo para fomentar desigualdades entre los alumnos y entre los profesores. Sabido es que se forman en muchos centros grupos "de desecho", de alumnos malos, y grupos de "provecho", con alumnos buenos, y el criterio de autoselección suele marcarlo el inglés y el tan preciado bilingüismo.


Uno podría preguntarse si otras lenguas europeas, lenguas de Alta Cultura, como el alemán, el francés o el italiano, no podrían ser fomentadas en nuestras aulas, en igualdad de condiciones que el inglés. Pero no nos engañemos. Muy poco importa que haya lenguas de mayor interés cultural que el inglés, o lenguas por lo menos parejas a él. El interés comercial, empresarial, crematístico se ha adueñado de las decisiones educativas y tenemos el inglés hasta en la sopa. Un inglés poco o nada shakesperiano, un inglés americanizado y multicultural, lleno de palabras recientemente inventadas y tomadas de todas de la vida yanqui, a veces de la vida yanqui subterránea (iba a escribir "underground") y exportadas al globo. El inglés americanizado es uno de los instrumentos fundamentales de la globalización, vale decir, de la muerte de las identidades y de las culturas europeas.


Los propios enseñantes nos convertimos en transmisores de la peste globalista, y con ella matamos poco a poco al idioma español. Hacemos un "ranking" de alumnos. Desmentimos las "fake news", y pedimos que, de un "film", no nos hagan "spoiler". Nosotros ya usamos un español muy poco cervantino, sino más bien una lengua estropeada y empobrecida, que inició su declive, a principios del siglo XX, con el fútbol (¿quién dice ya "balompié"?) y toda su jerga: penalti, córner, míster… Sin duda el fenómeno social del fútbol (football) fue ya hace un siglo un instrumento de anglosajonización de nuestras costumbres, y en general el "sport" y los "hobbies" constituyeron primeros pasos en la globalización de nuestras castizas costumbres hispanas, hasta el punto de quedar muertas y enterradas.

 

Los Estados Unidos recogieron esa tendencia hacia la aculturación, propia de los británicos y la potenciaron extraordinariamente, imponiéndola a países mucho más civilizados que ellos. Más allá de los deportes o la jerga comercial, el imperio anglosajón difundió e impuso las modas y manías mestizas americanas, imitadas grotescamente en todos los ámbitos: después del jazz vino el rock, y ahora el rap y el hip-hop y sabe Dios cuántos estilos "musicales", inicialmente basados en ritmos selváticos africanos y trasplantados a las urbes norteamericanas. La subcultura del grafiti, del rock y de la droga, así como la simplificación mental de una vida de gueto pero ensalzada a fenómeno consumista de masas, ha devastado a nuestra juventud. Resulta cómico y triste a la vez ver a esos adolescentes, herederos de Pelayo, el Cid, o Hernán Cortés, europeos y españoles, vestidos como los negros de un barrio marginal de los E.E.U.U. La gorra de béisbol con la visera hacia atrás, los pantalones arrastrados por el suelo, las sudaderas encapuchadas y las docenas de collares, tatuajes y colgantes metálicos en cejas, nariz, ombligo y labios.

 

Es muy triste que la colonización cultural norteamericana nos haya destrozado de esta manera y que nuestras autoridades, políticas y educativas, no hagan nada para impedirlo. En España no tenemos una política cultural proteccionista y así nos va. Primero dejamos que nuestros muchachos bailen como los salvajes y se vuelvan en esclavos del consumismo yanqui, y después, quién sabe, los veremos con chilabas, turbantes, burkas. Una vez que la identidad cultural yace hecha jirones, o se vea arrasada, cualquier otra viene y campa por sus fueros. Lo grave del caso es que los propios centros educativos, que deberían ser, al menos, reductos de cultura y focos emisores de saber y autoestima nacional, se han convertido en propagadores de la identidad postiza, importada e imperialista. Estos ojos míos, ojos de docente, y estos oídos míos, oídos de enseñante, han presenciado con pasmo la organización de "jornadas culturales" que consisten en… ¿qué? ¿Conciertos de Bach? ¿Recitales de poesía? ¿Festivales de teatro clásico? No, nada de eso. En los institutos y universidades ha entrado el "rap" y el "hip-hop". Los manchadores de paredes, léase grafiteros, son los Leonardo o Goya de hoy.


La falta de decoro en las palabras y en el vestir ha convertido a nuestros jóvenes de hoy en los nuevos salvajes, salvajes que, si no fuera por su piel blanca, parecerían sacados del peor gueto urbano americano, de la más horrenda selva de asfalto. El tam-tam ha sustituido a la música de cámara, aunque es un tam-tam electrónico, y la psique del adolescente, incluso del adolescente universitario, se parece cada vez más a la psique primitiva de quien vive sólo al ritmo y bajo el ciclo de impulsos primarios, satisfacción de deseos momentáneos y evasión constante de cuanto resulta molesto, arduo, difícil, doloroso o triste. Justamente al ritmo corporal y a la evasión del yo se entrega el salvaje o primitivo. El empobrecimiento del lenguaje de nuestros jóvenes, fomentado por el "bilingüismo" anglomaníaco es un instrumento decisivo para que España no exista como realidad cultural y como estructura geopolítica capaz de conformar un bloque hispano-americano-europeo alternativo al yanqui, en igualdad con los bloques emergentes (ruso, chino) y, tal es nuestro sino histórico, como valladar frente al islam. Si no tomamos medidas de protección cultural, pronto no seremos nada.

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