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Ernesto Ladrón de Guevara
Miércoles, 27 de Diciembre de 2017 Tiempo de lectura:

Las políticas lingüísticas afectan a nuestra vida

Todavía hay almas de cántaro que piensan que el uso de las lenguas con finalidad nacionalista no afecta a nuestra vida cotidiana. La realidad empírica nos demuestra lo contrario. Hoy voy a emplear estas líneas a demostrar como pueden incidir en nuestro bienestar, perjudicándolo gravemente.

    

Acabo de leer un artículo suyo que me ha enviado Jorge Campos, presidente de Círculo Balear donde muestra descarnadamente los efectos letales que las políticas del Gobierno balear están teniendo sobre los ciudadanos en las islas del archipiélago balear.

    

Me explico detenidamente: En su artículo en el Diario Mallorquín (www.mallorquindiario.com) Jorque Campos dice que hay 7.000 quejas recibidas en el servicio de salud balear, de las cuales solamente cinco de ellas  son en catalán, lo que refleja el bajo índice de uso real de esa lengua en las relaciones con la administración. No obstante, el Gobierno de Francina Armengol (Francisca para más señas), socialista, ha dictado un decreto por cuyo efecto sin título de capacitación lingüística en catalán no va a ser posible trabajar en la sanidad. Y no es que sobren los médicos en Baleares, precisamente, entre otras cosas porque el precio de los pisos supera la capacidad adquisitiva del promedio de los mortales. Es decir, que por el camino por el que está llevando la afecta al proceso de aglutinación catalanista es posible que el déficit de profesionales de la sanidad lleve a listas de espera inasumibles. Los isleños van a ver gravemente afectados sus derechos fundamentales, y no precisamente los que se refieren al uso o no del catalán, sino a los de la salud.

    

La obsesión por imponer el catalán en todo litoral mediterráneo y diseñar un pancatalanismo colonialista hace que se excluya a 340 médicos interinos, 3.500 enfermeros y más de mil auxiliares de clínica, según cita de voz autorizada Jorge Campos. Ahora, ustedes me pueden decir si eso es lógico y si se está pensando en el bienestar de los ciudadanos al que se deben los politicastros de turno o en fantasías banales que no llevan a ninguna parte.

 

Lo sorprendente es que esto lo hagan los socialistas. Desconozco si esta tendencia nada igualitaria, que afecta a la destrucción de los lazos que unen a los españoles y garantizan su igualdad ante la ley, tiene algo que ver con aquello que dijo Manuilski en 1933 a los estudiantes españoles de la Escuela Lenin de Moscú: “Sois un Estado en el que hay numerosas naciones. Tenéis los vascos, tenéis gascones (sic), tenéis Andalucía, Marruecos…” Este planteamiento contrario al devenir de la historia se postulaba para ocupar el espacio de nacionalistas y regionalistas, prometiendo por ello la autodeterminación a todas las áreas potencialmente separatistas.  De ahí proceden las variantes de la izquierda en Cataluña y País Vasco, y la expresión de “Comité nacional” al referirse al órgano de dirección entre congresos. Lo cual ha contaminado de forma letal a los socialistas hasta el día de hoy. Es una triste paradoja pues no hay nada menos socialista que la desigualdad y el enfrentamiento entre compatriotas.   Además, nada es menos de izquierdas, según la teoría clásica,  que subordinar el desarrollo de los servicios básicos como son la sanidad y la educación, a políticas lingüísticas que abren una brecha insalvable entre los ciudadanos.

    

Hago mías las palabras del académico y lingüista Emilio Alarcos, que, con motivo de una celebración del milenario del uso escrito del castellano en el Monasterio de San Millán de la Cogolla, pronunció unas palabras ante los Reyes de España, en el año 1977. Decía que “Hoy, creo sinceramente, son irrenunciables el derecho y la obligación de expresarse también en español, sin abdicar de las particularidades autóctonas. No estamos ya en los tiempos de la cultura de campanario. El ámbito en que nos movemos no son las reducidas hectáreas divisables desde la torre de la iglesia de nuestro pueblo, sino el amplio panorama que se abarca desde un avión a diez mil metros de altura, sino el amplio panorama que se abarca un avión a diez mil metros de altura, cuando no todo el globo desde un satélite. Si el hombre actual de nuestro país, con todas sus variedades y divergencias, tiene algo que decir en el mundo, ha de decirlo en español, porque de lo contrario, encorvándonos en el fondo de nuestras particularidades y diversas guaridas, terminaremos constreñidos a decirlo en inglés, en ruso o en chino”.  
    

Emilio Alarcos añadía en el discurso de investidura de doctor honoris causa en la UNED en el año 1998 que “Subterfugios políticos de radio estrecho han inducido a identificar la lengua con esos entes gaseosos que se llaman nacionalidades, y no digo razas, porque ya casi nadie, a no ser algún racista trasnochado de sacristía mohosa, se atreve a hablar de ellas como si la sangre y las demás particularidades genéticas de cada hombre condicionasen sus creencias y sus teorías políticas y sociales. Nación y lengua no coinciden en sus circunscripciones respectivas. Hay naciones sólidas y “multilingües, y hay lenguas vigorosísimas y multinacionales. No es preciso apuntar ejemplos, en la mente de todos.”

    

Pues eso mismo.  Quien crea que estas veleidades lingüísticas de tercera regional no le afectan en su vida cotidiana ya se enterará tarde o temprano. Para empezar, si es funcionario de servicios esenciales ya sabe que tiene una barrera, una frontera insalvable, para trasladarse a esas comunidades aquejadas por el virus nacionalista que ha contagiado a una izquierda sin principios.

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